el interpretador en discusión

 

Ilusiones perdidas

Elsa Kalish

 

 

 

 

      

¿Puede el dinero dar forma a la mano?

Hagas lo que hagas, estés donde estés, Banco Galicia.

Tormentas de acero acuñaron estas monedas y bruñeron sus diseños. Las leyes que explican su peso no pertenecen al orden físico ni mucho menos al financiero, sino al espiritual. Imanes promueven o repelen energías: quien tiene estas monedas en su mano no necesariamente las tiene en su poder. Tienen “maná”. Fueron tocadas y trastocadas por gente que experimentó regímenes abyectos. Nosotros mismos, descuidadamente, estrechamos  todo el tiempo las manos de aquellos que hicieron circular esta moneda. ¿Implica esto un principio de continuidad? No se piense que la moneda transmita una peste sino que en todo intercambio monetario hay manoseo. Es en la circulación rutinaria de valores que no son abstractos donde se constituye una legitimidad y no en las bellas palabras

La autonomización de la literatura y la crítica es un hecho de hace aproximadamente 125 años en la Argentina. El proceso de secularización en términos generales, la desilusión respecto de legitimaciones suprahumanas y la distinción de las disciplinas y separación en esferas tiene, por decirlo rápido, unos dos siglos y medio de proceso. Eso no significa que no nos afecte, que no seamos aún románticos, que no nos "rompa la conciencia" ser sujetos fragmentados, escindidos, que viven en una sociedad fragmentada y escindida. Pero eso, caballeros y damas, es la lógica del sistema capitalista (...) El mercado existe desde que existe el capitalismo y el capitalismo hace rato que viene dando vueltas. En todo caso la centralización propia del capitalismo tardío genera flujos de intercambio de bienes, en este caso libros, que hace que las grandes empresas tiren dardos sobre el público consumidor argentino.


Creo, quizá, que podría arriesgar, tímidamente, que se puede llegar a rozar el espíritu de época de estos últimos años escuchando tres canciones que funcionarían como clave de bóveda. El período que va de fines de 2001 al traspaso de poder de Duhalde a Kirchner innegablemente ha tenido como música de fondo el chingui-chingui de Willy Baterola y sus The Cacerola´s Band, cuyo hit a sido el tema El Cacerolazo. En cambio, durante el primer año de mandato pingüinesco, se pasó del sonido power cacerolesco al cool latino de Diego Torres y su Color Esperanza. Y después, y hasta hoy, la melodía que musicaliza el discurrir de la película clase B de nuestros días, es la poesía comprometida y llena de contenido, del tema, La Memoria, del abuelo bueno del rock nacional, León Gieco.

Creo, quizá, que en esos tres temas –El Cacerolazo, Color Esperanza y La Memoria— se encierra una cifra secreta de los deseos y esperanzas – no sé si con signo positivo o negativo, aunque tengo posición tomada, pero prefiero suspender mi juicio al respecto— de una porción significativa de la sociedad argentina. Porción que desconozco si es mayoritaria o no, pero que en todo caso es uno de los pilares fundamentales a la hora de ejercer el poder y autolegitimarse como poder: la clase media. Yo tengo para mí, que así como Menem le regaló a la clase media el 1 a 1 en su momento para abrir alegremente a la vista de todos la caja de Pandora y crear la Corte de los Milagros, del mismo modo, hoy, Kirchner, le regala, y con los mismos fines que la sombra terrible riojana, el tema de los 70´. Hoy, todos, por fin, somos derechos, humanos, y vivimos en un país en serio, con memoria, con superávit fiscal, con una movilización económica, social, política y cultural nunca antes vista por nadie, nada, nunca.
  
A eso quiero llegar, a la palabreja “memoria”. Palabra que todo el mundo da de suyo que es central. Bien. Memoria, y me llevo el dedo índice de la mano derecha a la sien, miro fijo al lector y repito, memoria, como lo vi hacerlo durante tantos años al profesor Chiche Gelblung, que ha sabido interpretar como pocos el difícil arte del cinismo de los personajes arlteanos. (Hay que ser un artista consumado pero también tener mucho coraje, por no decir huevos, para que se te ocurra en medio del incendio desbastador y total del 2002, plantear la siguiente tesis doctoral: en Argentina no come el que no quiere. Y para demostrarlo, armó una pequeña huerta, donde sembró tomates y otras verduras, y todos los días en el transcurso del programa la cuidó hasta cosechar sus frutos, y, así, demostró su tesis, que en Argentina no come el que no quiere. Creo que fue Borges el que escribió alguna vez que un escritor puede crear alegorías pero no explicarlas, y creo también, que todavía Gelblung no encontró a los hermeneutas que puedan dar cuenta de sus alegorías.)

Bien. Memoria. Hace unas semanas atrás leo en un diario –el mismo diario que parece tener un escandaloso y apasionado amor incestuoso con el gobierno nacional— que el Banco Galicia organiza un ciclo de charlas de escritores argentinos y que la Biblioteca Nacional le presta sus instalaciones para el evento. Cito a Sylvia Iparraguirre, coordinadora del ciclo que impulsa el Programa Cultural del Banco Galicia, que es responsable del encuentro: “La idea fue reunir a escritores de distintas generaciones y que den cuenta de una diversidad de géneros, poesía, narrativa, y teatro, y de corrientes estéticas”. Hasta acá, todo más que bien, buenísimo, diría. Diría, claro, pero algo me hace ruido. Y, ahí, aparece, ¡ay!, la memoria, tocándome descaradamente las nalgas y diciéndome como un personaje de Capusoto de Todo x dos pesos, “no, no, no, no, no, no, no...”. Cómo que no, si está buenísimo, un ciclo de escritores argentinos hablando libremente y a piayere de literatura argentina, financiado por un ente privado, con entrada libre y gratuita en un lugar agradable y adecuado para tal faena (la sala Jorge Luis Borges de la Biblioteca Nacional), cuya lista de participantes es más que sugestiva y entre los que se cuentan algunos de mis amores imposibles de lectora: Héctor Tizón, Ricardo Piglia, Griselda Gambaro, Hugo Padeletti, Juan Martini, Hebe Uhart, Andrés Rivera, Diana Bellessi, Tununa Mercado, Arturo Carrera, Fogwill, Daniel Veronese, Eduardo Belgrano Rawson, Juana Bignozzi, Roberto “Tito” Cossa, Juan Forn, Angélica Gorodischer, Liliana Heker, Mauricio Kartun, Vlady Kociancich, Alberto Laiseca, Guillermo Martínez, Alan Pauls y Guillermo Saccomanno. Cómo que no, qué es lo que me hace ruido. Al principio no doy con la molestia, pero le doy vueltas al tema y finalmente encuentro qué es lo que me incomoda. El evento lo organiza el Banco Galicia –la banca privada más grande de capitales nacionales, hasta donde tengo entendido por haber leído durante mucho tiempo a infinidad de analistas económicos pertenecientes o vinculados a la canalla periodística— y por lo que me contaron, a cada participante se le paga muy bien por dicha tarea. Bien. Ahí lo tengo a Chiche nuevamente mirándome de lleno a los ojos con cara de pócker y llevándose el índice a la sien. Memoria. Banco Galicia. ¿Banco Galicia? Entonces empiezo a buscar en mi vieja computadora Commodore 64 –por favor, léase, esto, como una metáfora fallida de mi anacrónica cabecita loca— datos de archivo que hablen de este ente comercial. Y mucho no encontré dado que la capacidad de la vieja Commodore 64 tiene una capacidad limitada de almacenaje, igualmente algo hallé. Lo suficiente para recordar que el Banco Galicia fue uno de los tantos bancos que estafó a sus clientes en el período 2001/2002, y claro, cómo se la iba a perder, operó para desguazar financiera y económicamente al país y ganar fortunas. ¿Acaso no fue Escasany, titular del Galicia allá lejos y hace tiempo a principios de milenio, uno de los que diera la cara para que desembarcara en Argentina el famoso Blindaje económico que milagrosamente resolvería todos los males de la Patria? (1) 

Es este mismo banco que otrora trabajara para el lucro y la expropiación de lo ajeno, como cualquier vulgar pibe chorro, el que ahora financia conferencias de escritores para que hablen del maravilloso mundo de las letras. Sería interesante leer referido a ésto una novela, de uno de los escritores pagados por el Galicia, para entender mínimamente, más no sea, de qué hablamos cuando hablamos de cultura en Argentina, me estoy refiriendo a la novela de Fogwill – ¿la apasionada y loca y siempre escandalosa y explosiva Silvia Süller de las letras nacionales? (¿se entenderá este chiste?, ¿sabrán los lacanianos, los heideggerianos, los adornianos-benjaminianos, los derridianos, los deleuzeanos-foucaultianos, y los intelectuales y escritores en general quién es Silvia Süller?)—: En otro orden de cosas

Yo no estoy planteando a priori que esté ni bien ni mal que ésto suceda. Solo digo que me hace ruido. Y como veo que la cosa se da de suyo, por natural, todo ok, todo lindo, solo planteo mis dudas. Ya que en estos últimos tiempos he tenido oportunidad de empaparme un poco de lo que es el mundo literato, editorial, académico, intelectual, revisteril, o del cine, y la verdad, no se diferencia, salvo honrosas excepciones, del mundo obsceno, chabacano y cruel de la política, las finanzas, la economía y los programas de chimentos. (Para “entender” todo este párrafo, o mejor, el espíritu que articula al texto en su totalidad –que, probablemente, lo haya malogrado, por mi falta de lucidez y mi exceso de estupidez—  recomiendo la lectura feliz del cuarteto de Los Angeles y la trilogía Americana, de James Ellroy, cuyas novelas, no solo son parte de lo mejor de lo mejor de la literatura actual, sino, también, complejos tratados de crítica política y cultural, con lecturas tan sofisticadas y originales, como las de un Sennett o un Foucault.)

No sé, no quiero quedar como una moralista que defiende a ultranza un romanticismo avinagrado, que proclama la bella cantinela del arte por el arte, o como una vieja retardada que envía una carta de lectores al diario La Nación indignada por el irresoluble y eterno problema porteño, qué hacemos con las toneladas de caca que los perros defecan a diario en las vereditas de mi Buenos Aires querido. No, no es eso. O soy también eso, entre tantas otras cosas y con muchas dudas. Pero la verdad, ¿el Banco Galicia?, ¿y la Biblioteca Nacional prestándose a esto?, ¿acaso no dispone de fondos para organizar sus propios eventos?, ¿acaso, señor José Nun, Ministro de Cultura de la Nación, no es verdad que tenemos superávit fiscal –gracias a que estamos hipotecando el futuro de las generaciones por venir con una falta total de políticas de estado pero con una coyuntura internacional que favorece los negocios de la “industria nacional” y la bonanza económica del día, que no me cabe duda, es en esta bonanza alegre donde se esta maquinando el padecimiento y  humillación de los argentinos que aun no nacieron (2)—?, ¿acaso, señor José Nun, no le puede tirar unas monedas del presupuesto de cultura al señor director de la Biblioteca Nacional, Horacio González—al que debo confesar que he leído con pasión sus libros y asistido a sus dos cátedras como oyente—  para que no tenga que terminar aceptando –para mí, bochornosamente— sentarse a negociar con una empresa, de cuanto menos dudoso pasado, para realizar un evento que es más que interesante?  

Unos amigos míos han ido a uno de estos eventos. Al que lo tuvo a  Ricardo Piglia como conferenciante. Piglia, como siempre, que se pone a leer literatura, es brillante. Una puede coincidir o no con lo que dice o escribe cuando lee a otros, lo que no se puede es no escucharlo si una tiene alguna inquietud relacionada con el mundo de las letras y las ideas. Su conferencia versó sobre Juan José Saer y me dijeron que fue sencilla, agudísima, genial.

Ahora bien. Es sugestivo que se haya elegido a Piglia y no a otro escritor, para la segunda conferencia del ciclo “La literatura argentina por escritores argentinos”, que es coordinado por Sylvia Iparraguirre, ¡¡¡y que organiza y paga el Programa Cultural del Banco Galicia!!! ¡¡¡El inconsciente, el inconsciente!!!, estoy tentada de gritar con mi manual de Freud para principiantes a mano. Quiero decir, es de público conocimiento que Piglia escribió, en los noventa, una buena novela policial, Plata quemada, la cuál, es precedida de una cita: “¿Qué es robar un banco comparado con fundarlo?”. Pero ahí no termina la cosa, sino que esta novela se vio envuelta en una trama que engarzaba, no sin cierto aire chandleriano rioplatense, al Premio Planeta, a la editorial Planeta y a Ricardo Piglia, en un fraude no menos entretenido y alegórico que el policial que tan diestramente supo escribir su autor. (3)

Tampoco me quiero ensañar con Piglia, sería injusta. En todo caso, a ese hecho lamentable del cual la justicia ya dictó sentencia, hay que verlo menos como la corrupción patente de Piglia y sus editores que como una lógica imperante que opera en el “inmaculado” e “inocente” y siempre “autónomo” mundo de las letras – mundo edénico lleno de angelitos culones, asexuados o sexuados, según el caso, claro, que puede ser extendido a otros ramos culturales, tales como el de la crítica, las agencias de creativos publicitarios, la academia, el cine independiente y no independiente, los intelectuales, o el periodismo—. Porque en Argentina pareciera que el único escritor menemista es Jorge Asís. Y no, no es así. Primero, Asís escribió algunas páginas que ya son parte de lo mejor de la literatura argentina del siglo XX – Los Reventados—, y segundo, el turco ha demostrado ser a lo largo de los años mucho menos alcahuete y mentiroso que la media de los escritores argentinos. Pero lo que quiero contar es otra cosa, hablar en clave de otro escritor que se ha visto envuelto dentro de una tramoya similar a la de Piglia con sus editores. Y lo quiero contar, para mostrar que el mundo de la cultura es tan sucio y miserable como el de cualquier municipio del Conurbano Bonaerense –claro que hay excepciones, incluso en los municipios Bonaerenses, obvio—, y para dar cuenta de cómo los integrantes de este universo que se presenta impoluto, hermoso, ético, moral, especial y diferente, tan diferente que cuando se llevan un cotonete –“saca monos”, lo llamaba yo cuando era chica— a las orejas no se sacan cera de las mismas sino partículas genuinas y preciosas de humanismo, sí, al mundo de la cultura le salen kilos y kilos de humanismo por las orejas. ¿Nunca nadie se preguntó cómo hacer para reconocer por la calle a un hombre de las letras o de la cultura del resto de los mortales? ¡Es tan sencillo, basta con observar sus orejas y si de ellas chorrea humanitas, no hay dudas, estamos ante un hombre de la cultura!

Hace poco más de un año atrás alguien me contó el siguiente cuentito: había una vez un finísimo crítico que escribió, después de varias pésimas novelas, una de las mejores novelas de los últimos diez años, ésta llegó a manos de uno de los peso pesados del mundo editorial del mercado hispano parlante y gracias a un pase de manos mágicas muy similar al de Piglia y su Plata quemada, ganó un concurso importantísimo y, a diferencia de Piglia, tuvo la suerte de que no lo atraparan. Ahora bien, cuando a mí me pasan este dato enseguida quise escribir al respecto, pero como el que me lo pasó me hizo prometer que no iba a escribir nada sobre el tema, y como yo tengo códigos, me llamé a silencio. Pero da la casualidad de que el tiempo pasó y en ese tiempo tuve la oportunidad de enterarme de que esto que yo creía un secreto no era tal, sino un secreto a voces. Cualquier escritor medio pelo para arriba, cualquier periodista de cualquier suplemento cultural porteño, cualquier académico empapado de la literatura argentina de los últimos años, sabe de quién estoy hablando, así que no seré yo la cabeza de turco, en esta ocasión, aunque lo podría decir ya que guardo la documentación referida al tema bajo siete llaves. Pero acá sucede igual que con Piglia, una cosa es la escritura y otra cosa los negocios. O mejor, como decía Panigasi: “una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa”.  Y de algunas cosas se habla y de otras no, entre otras cosas porque mirá si mañana por irme de boca no me publican una nota en Radar o no gano un premio de muchos miles de dólares. Igual lo que quería decir es lo siguiente, por un lado: ¿este escritor necesitaba tanto la plata para ensuciarse así –hay que reconocer que era mucha plata igual— cuando su novela se hubiera editado de todos modos ya que es una gran novela –al menos una parte de ella?, y por otro lado: ¿por qué esto que parece tan obvio y natural entre escritores y otros yuyos, es algo tan natural, que solo llama al comentario malicioso entre conocidos pero jamás es tema de reflexión y textos críticos que acompañen esas reflexiones?

En fin, no sé muy bien qué pensar de esta constelación de escritores argentinos notables –algunos, algunos, no todos, ya sé—, un banco que no resiste un archivo detallado que de cuenta de su pasado, y una Biblioteca Nacional que sigue siendo un lugar opaco y gris, casi inexistente. ¿Está bien? ¿Está mal? Creo que lo que esta mal es empezar a pensar cualquier tema en estos términos. Las cosas suelen ser siempre más difíciles de pensar, que lo que cualquier binarismo, por muy feliz que parezca, prometa. La verdad que no sé qué pensar del tema, pero el tema me hizo ruido, y estas son las divagaciones y digresiones, que en torno a él, me surgieron. 

Pero como lo valiente no quita lo cortés, me gustaría concluir, este texto, dedicándoselo, con todo mi amor a: Antonio R. Garcés, Federico Braun, Abel Ayerza, Eduardo J. Escasany, Enrique C. Martín, Luis Omar Oddone, Pedro A. Richards, Silvestre Vila Moret, Eduardo J. Zimmermann (4), Héctor Tizón, Ricardo Piglia, Griselda Gambaro, Hugo Padeletti, Juan Martini, Hebe Uhart, Andrés Rivera, Diana Bellessi, Tununa Mercado, Arturo Carrera, Fogwill, Daniel Veronese, Eduardo Belgrano Rawson, Juana Bignozzi, Roberto “Tito” Cossa, Juan Forn, Angélica Gorodischer, Liliana Heker, Mauricio Kartun, Vlady Kociancich, Guillermo Martínez, Alan Pauls, Guillermo Saccomanno, Sylvia Iparraguirre y José Nun. A todos ustedes, por todo, por la magia, besos mal y sepan que siempre estarán en mi corazón. (5)  

 

Elsa Kalish

 

Anexo.

Reproduzco, aquí, un largo mail de Sebastian Hernaiz, que me mandara como devolución a la lectura que hiciera del borrador de este texto:

sebastian hernaiz <> escribió:

elsa, quizá sea que últimamente -hace ya un largo "últimamente"- me obsesiona el tema de los usos de los 70 y la memoria, que si en algún momento pudieron ser una crítica emergente en el estado de cosas, hoy son, creo yo, sostén discursivo de una hegemonía política que no es otra cosa que rearticulación continuadora de lo anterior (no sé bien qué es anterior: menemismo, neoliberalismo, liberalismo, desarrollismo dependiente, pacto por las carnes con Inglaterra, conquista del desierto, conquista de América, conquista del espacio, o lo que sea). Quizá sea eso -decía: mi obsesión sobre la memoria y sus usos-, pero en mi lectura de tu texto el principio con la postulación de la tríada de temas me hace ruido por dos lados.

Primero, porque no coincido con el armado de la serie de temas. Cacerolas y esperanza para el 2001-2003 y 2003-2005, está bien. "La Memoria" de gieco, sin embargo, me parece que la pensaría como el síntoma estético que denota que las reivindicaciones de la serie DDHH ya están instituidas. Están claras: se las puede tocar con los acordes básicos de la familia del Sol mayor. Este "ya están" -o: esta fácil armonización de un discurso crítico con el establecido- más que como telón de fondo del kirchnerismo afianzado lo veo como su precedente, lo que señalaba la posibilidad de una cooptación estatal del discurso de los DDHH. Ya instituido, agotado su poder constituyente, el discurso de los dd.hh. no sólo ya no tiene potencia crítica ni nada más para dar en lo extra judicial, sino que, a esta altura, ya es posible mirar para atrás y pensar críticamente que centrarse en los ddhh pudo haber hecho perder de vista otras cosas. Y el que primero entendió esto, agregaría, no fue K, sino el viejo y efímero Rodríguez Saa. Digámoslo así: R. Saa (y el fálico y fogoso público que invadía la sesión en que asume) captó las condiciones discursivas que tenía que satisfacer para poder intentar quedarse en el sillón de Rivadavia algunos días: crítica al fmi y a la deuda externa, reivindicación de los ddhh, crítica a "la vieja política" (critica que, obvio, -incluyéndonos- cada uno que la practica infiere que no lo incluye).

En mi opinión, "Kirchner" -por llamar de algún modo al estado de las cosas de hoy- viene haciendo malabares con los daños colaterales de la fórmula de explotación natural y humana que es el entre 3 y 4 a 1 que Duhalde y Remes efectivizaron para alegría de la industria y de los que tienen alguna chacrita. Y eso, sostenido en un discurso que captó esas necesidades discursivas básicas a satisfacer. El fascismo progresista de la clase media, en tiempos de renovada estabilidad -10 años de 1 a 1, ahora vamos por el tercero de 0,30 a 1-, se acomoda, mal pero acostumbrado, y sobrevive. El capital concentrado, en sus luchas por hegemonizar la potencia burguesa -estado, medios, industria, campo y bancos peleándose y aliándose-, en tiempos de renovada estabilidad, se acomoda.

En fin, me colgué. A lo que voy: re ubicaría el tema de Giéco más con los 25 años del golpe, pre caída de de la Rúa, que con los 30 y el glamour kirchnerista. Todo eso, por un lado.

Por otro, segundo. Partiendo de la línea que armás en el primer párrafo sin tener en cuenta lo que hasta acá dije, me parece -quizá porque la memoria y los usos de la memoria, como dije, son temas que me obsesionan particularmente- que es improductiva la reflexión sobre la memoria que, según entiendo, opera con el siguiente procedimiento: "incluso ahora que esta tan de moda la memoria (de los 70), nadie tiene memoria para buscar en su ´comodore 64` qué es, qué hizo, qué fue el banco Galicia". Me parece que el recurso es impotente porque trae a colación una discusión fuerte como es hoy la de la memoria y dejas que se meta en tu texto la voz hegemónica al respecto ya que más allá de una línea y alguna chicana al pasar, no aparece, en este texto, discutida con fuerza, sino que aparece como mero procedimiento de persecuta moral que introduce la segunda parte (y si me pongo en crítico literario diría que la sutura del cortar y pegar la idea de "la memoria" y la de "el ciclo cultural del banco" aparece claramente escandida en la fragmentación gramatical del renglón que se inicia con "Bien. Memoria. Hace unas...").

Bien. Bancos. Escritores: la segunda parte, entonces.
Hago memoria. Otras reuniones que organizaba Escasany:

"Punta del Este ya no sólo era el lugar preferido por empresarios y banqueros. La paradisíaca playa de la costa uruguaya había pasado a ser, además, el destino elegido en vacaciones por muchos de los políticos y personajes del gobierno menemista a quienes les gustaba convivir con la
farándula y exhibir su rápido enriquecimiento.

El sábado 6 de enero se armó una reunión secreta en la casa mansión de Eduardo Esacasany, uno de los dueños del Banco de Galicia. Cavallo llegó acompañado por Felipe Murolo, un técnico de la Fundación Mediterránea que él había colocado como vicepresidente del Banco Central, por Fulvio Pagani -principal accionista de Arcor- y por un gerente del grupo Massuh. Arcor y Massuh eran dos de los principales aportantes de la Fundación Mediterránea.

En la casa de Escasany lo esperaban, además del anfitrión, varios banqueros de entidades extranjeras, como Manuel Sacerdote, del Banco de Boston, y Emilio Cárdenas, del Irving Austral Bank (luego Bank of New York). También estaba presente el entonces presidente del Banco Río perteneciente al holding Pérez Companc, Roque Maccarone, el mismo que integrara el directorio de Citicorp-Río Banco de Inversión, controlante del vaciado Banco del Oeste y que diez años después iba a ser titular del Banco Central durante las presidencias de Fernando de la Rúa y Eduardo Duhalde."

Ahí, en esa reunión que también auspició Escasany se discutió quién se quedaba con cuánto y cómo se salía mediante los Bonex 89 de la crisis del momento. La clase media -extrañamente, si fuera la que importa políticamente hablando-, claro, era el daño colateral indiscutido. Las clases más bajas, indirectamente, también: el achicamiento de circulante que implicaron los Bonex, la captación de Australes y el posterior advenimiento del peso fueron el 1 a 1 que estructuró la reorganización socio económica local.

Luego, la discusión sobre el dinero y los escritores. Me parece que es un charco donde todos tenemos las patas metidas y, partiendo de ahí, cada quien tiene sus distintos posicionamientos, y ahí sí, no sé si en términos de "juzgar" -creo, más bien, que no es productivo por ese lado- pero pensar el tema me parece imprescindible.
 
Hay una cosa que es la que marca el área de pensamiento en que te metés y me parece que es la frase que dice algo como "más allá de..." y parametrizás ese principio crítico, en un caso, con un "ensañarme con Piglia y su entorno", y, luego, "que la novela (premiada) sea buena". Es decir, no querés hablar de la novela en cuestión ni del affaire anecdótico de Piglia, sino de la lógica que los incluye, y que imagino definible con algo así como un "aquello que no son los textos impresos pero que atañe a los escritores" o algo que versa más cerca de "la figura del escritor" que de "la escritura".

El ruido que te hace lo del Galicia entra en esa zona y me parece bien por el lado ya clásico de cuál es la verdad de la papa: ¿el Banco Galicia, con un par de carteles y promotoras como publicidad, le brinda al público y a Piglia la posibilidad de un diálogo? o ¿Piglia le brinda al Galicia un público para el par de carteles y promotoras? Y pa´colmo, a todo esto, ¿de qué la va la Biblioteca Nac.? 
 
En esa disyuntiva -que probablemente sean dos descripciones correctas en tensión más que una disyuntiva- está, al menos, lo que a mí me hace ruido de estos eventos.

Frente al pasado premiado al que te referís, de haber sido acordado, como se comenta que fue, me parece que no hace más que echar luz (más luz) sobre lo ya sabido de los premios como operación de agitación marketinera (operación que tiene como cara positiva, dicho sea de paso, el posibilitar que autores nóveles o ignotos puedan hacer circular un primer libro que de otro modo, sin eso que mueve casi todo que es el marketing, la industria editorial no puede, en general, publicar).

Bueno, no mucho más.

salute

se.ba

 

 

NOTAS

(1)
Si para muestra solo hace falta un botón, acá reproduzco una nota escrita por Julio Nudler. Podría reproducir otras, pero eso, se los dejo como tarea para la casa, a mis lectores.

“Germán Kammerath, quien ocupó la Secretaría de Comunicaciones en los años finales de la gestión Menem, fue acusado de fraude en perjuicio de la administración pública y por faltar a los deberes de funcionario público en virtud de una resolución suya que respaldó una controvertida pretensión de Correo Argentino. La causa le fue iniciada en 1999, pero Kammerath fue sobreseído en cuatro oportunidades, dos por Adolfo Bagnasco, una por Rodolfo Canicoba Corral y, la última, por Jorge Urso. Pero otras tantas apelaciones mantuvieron vivo el procedimiento, hasta que GK logró el sobreseimiento definitivo. Sin embargo, la Oficina Anticorrupción recurrió la medida y ahora es la Cámara Nacional de Casación Penal la que estaría a punto de tomar la decisión final. Si revoca el sobreseimiento, la causa volvería a primera instancia, aunque con perspectivas nebulosas porque toda la prueba que podía producirse ya se produjo. Pero más allá de lo que le ocurra a Kammerath, el caso atañe indirectamente a la empresa privada que opera el ex correo estatal, porque si GK obró incorrectamente al convalidar un procedimiento de Correo Argentino, se deduce que la acción de esta firma fue indebida. Y no son meros preciosismos administrativos: están en juego casi 100 millones de dólares.

La denuncia contra Kammerath, efectuada por diputados frepasistas, se originó en una resolución (18.496 del 1º de julio del ‘99) que dictó como responsable de Comunicaciones, permitiéndole a Correo Argentino SA computar como inversión cerca de 100 millones de pesos/dólares utilizados para indemnizar a más de seis mil empleados, separados mediante el arbitrio de un “retiro voluntario”. Como el consorcio formado por Franco Macri (Sideco Americana e Itron) y Banco Galicia se había comprometido a invertir no menos de 25 millones anuales, la bendición del ucedeístacavallista-delasotista Kammerath “privó al servicio de correos del equivalente a casi cuatro años de inversión genuina”, señala la Oficina Anticorrupción.

Un hecho sugestivo es que en la mencionada resolución de GK no se habla en ningún momento de indemnizaciones laborales ni de retiros voluntarios. Sólo se mencionan “inversiones en bienes intangibles”. Este detalle es interpretado por la OA como revelador de una intención de ocultar el objetivo de fondo de la medida. Posteriormente, en las diligencias judiciales, la consultora internacional Price Waterhouse-Coopers & Lybrand apoyó el criterio sostenido por Macri-Escasany-Kammerath, arguyendo que una erogación como la efectuada, si era por única vez, podía elevar el valor de la empresa y, por ende, calificarse como inversión en un bien intangible. De hecho, toda esta construcción intelectual se ve favorecida porque los ejecutores de la privatización –entre ellos el propio GK– omitieron definir por la positiva en qué cosas debía invertir el concesionario.

La OA detalla que el Pliego de Bases y Condiciones de la privatización, realizada en 1997, establece que el personal de convenio en relación de dependencia con Encotesa (la sociedad estatal traspasada) sería transferido a la concesionaria, quedando a cargo de ésta. La cuestionada resolución de Kammerath le reconoció a CASA, como inversiones en bienes intangibles, la suma de $ 126,7 millones, que incluía $ 98,8 millones que Correo Argentino declaraba como pagos de indemnizaciones. Para resolver como lo hizo, Kammerath adujo haber seguido los lineamientos de la ley nacional de Inversión Pública, pero “la Dirección Nacional de Inversión Pública –precisa la Oficina– entendió que un plan masivo de retiros voluntarios en una empresa prestadora de servicios públicos... no podía encontrarse abarcado por sus términos”.

Según explica la OA, la decisión de Kammerath le permitió a la empresa de Macri y Escasany reducir personal, aumentar sus beneficios y omitir inversiones comprometidas. No obstante, Bagnasco sobreseyó al imputado el 31 de marzo de 2000. Tras la apelación de la OA, el fallo fue revocado siete meses después, ordenándose proseguir con la investigación. Pero el 22 de febrero de 2001, Bagnasco volvió a sobreseer a Kammerath. Cuatro meses más tarde esa sentencia fue otra vez revocada, tras la apelación de la
OA y la Fiscalía Federal.

Ya renunciado Bagnasco, el juez subrogante Canicoba Corral entendió que la conducta reprochada a GK era constitutiva del delito de incumplimiento de los deberes de funcionario público y malversación de caudales públicos, pero también que, por el tiempo transcurrido, la acción penal se encontraba prescripta. Sobrevino entonces otra apelación, sosteniendo que, al endilgarse al imputado un fraude en perjuicio de la administración pública, la acción penal no estaba prescripta. El 5 de marzo de 2002 la Cámara revió el criterio y revivió la causa. No obstante, el nuevo juez federal subrogante, Jorge Urso, sobreseyó una vez más a GK el 7 de junio del año pasado, considerando que no había cometido ilícito alguno.

El 12 de septiembre, la sala primera de la Cámara consideró, apelación mediante, que GK había efectivamente incurrido en el delito de incumplimiento de los deberes de funcionario público, aunque no en el de fraude. En concreto, lo sobreseyó definitivamente. Ante esto, la OA presentó un recurso de casación, que estaría cerca de resolverse.
Es obvio que Kammerath, que participó en la elaboración del pliego e integró la comisión de admisión y preadjudicación del servicio de correos, conocía al dedillo las condiciones de esa privatización. Entre ellas, que el decreto 265/97, por el que se llamó a licitación, indicaba que la inversión mínima garantizada debía apuntar a repotenciar el correo, aumentando la celeridad y calidad de sus servicios. En este sentido, despedir a miles de empleados, considerándolo como una inversión, no parecía una forma de lograrlo.

El pliego establece que el Estado nacional no será responsable por las obligaciones propias del concesionario como empleador a partir del momento de la entrega de la concesión. De su texto surge claramente que cualquier obligación ulterior con los empleados, incluyendo eventuales indemnizaciones, quedaban a cargo de Correo Argentino. Aquí se plantea toda una paradoja. Si Macri hubiese prescindido de unos pocos empleados, él habría pagado las indemnizaciones. Pero como desvinculó a miles, entonces etiqueta esta cesantía masiva de “reorganización empresaria” o “mejora de la organización” y considera que el Estado –o sea el resto de la sociedad– debe hacerse cargo del costo. Kammerath respaldó este llamativo criterio.

“Lo peor del caso –subrayan los anticorrupción– es que nos hacemos cargo de dicho costo de una manera velada, indirecta, puesto que al reconocerse este rubro como inversión se priva al servicio de correos de otras inversiones necesarias.” GK llegó a sostener que la empresa ganadora del concurso había anticipado que pensaba “invertir” más de cien millones de dólares en retiros voluntarios, pero la OA lo desmiente. Como soporte de su plan comercial, Macri/Escasany afirmaban que sus inversiones tendrían por objeto diversas mejoras –de activos físicos, de tecnología, de imagen corporativa–, y entre ellas de organización y recursos humanos, aclarándose luego que invertirían en capacitación del personal, calidad de atención, adecuación organizativa y de procesos e higiene y seguridad del trabajo. “En ningún lado se menciona que se piensa invertir en despedir empleados o en planes de retiro voluntario”, refuta Anticorrupción.”

(2)
Soy perfectamente consciente de que estas líneas que escribo y que conducen a esta nota al pie, dicen mucho y no dicen nada, pero desarrollarlas en este momento es algo que me excede. Así que solo diré que entre otras fuentes de las cuales me nutro para afirmar lo que escribo sin tomarme el tiempo necesario de fundamentar, es en parte por escuchar los domingos al mediodía el programa de Jorge Rulli por Radio Nacional. Programa que escucho cada domingo y particularmente sus editoriales, mientras hago gimnasia para transpirar y sacarme de encima la resaca de los sábados a la noche. Lo que sigue a continuación es una de esas editoriales radiales de Jorge Rulli, donde encuentro un análisis político infinitamente más agudo que en plumas tales como las de Atilio Boron, José Nun, Nicolás Casullo, Eduardo Rinesi, Eduardo Grüner o Escudé –todas plumas eruditísimas, que suelen nutrirse de un corpus bibliográfico notable—:

EDITORIAL DEL DOMINGO 30 DE JULIO DE 2006

Me preocupa el poder hallar explicaciones para las tensiones y para los conflictos que se suscitan en el campo, y me preocupa, porque vivimos una época en que los modelos hegemónicos que configuran las nuevas dependencias, se instalan en las áreas rurales en el marco de los modelos de agroexportación, y porque  desde allí se proyectan sobre el resto del país, condicionando indefectiblemente toda la vida ciudadana... A la población urbana desenraizada de sus memorias y con un imaginario cada vez más ocupado por la publicidad y por la TV le resulta difícil aceptar esta importancia de lo rural que continúa asimilando con lo atrasado, en una época de Capitalismo Global, de altas tecnologías y de relaciones universales instantáneas.  Sin embargo, esa preeminencia de lo rural se corresponde con los nuevos poderes transnacionales que tienen base en la apropiación de las semillas y de los mercados internacionales de granos, en el creciente poder de las cadenas agroalimentarias y de los supermercados, que han expropiado la función de alimentar a cientos sino miles de millones de seres humanos. Muchos continúan negándose desde una supuesta izquierda a reconocer el valor político de los alimentos, sin embargo, ya los discursos y los interrogantes de muchos líderes apuntan a desentrañar el conflicto que se viene ineludiblemente: el producir comida o producir combustibles, dado que la fuente de ambos será indefectiblemente, al menos si continuamos por este camino, la misma agricultura, y todos temen que no habrá posibilidades de abastecer los dos mercados simultáneamente, y entre la necesidad de comer de los pobres y la necesidad de abastecer el hambre de los automóviles de los ricos, es previsible imaginar quienes habrán de quedar en el camino...

Hemos dicho que, tanto el modelo rural como la producción de alimentos industrializados y su comercialización, se encuentran en manos de lo que se denominan los Agronegocios, y ello se expresa mediante las cadenas agroalimentarias que se inician en un modelo de agricultura sin agricultores, no importa de quién sea la tierra, y que llegan hasta nuestra mesa en forma de productos envasados cargados de publicidad, de residuos agrotóxicos y de conservantes. Ha sido ese un proceso lento pero implacable de conquista del sector, un proceso de apropiación masiva de los mercados, de cooptación y especialmente de aculturación del productor, porque persuadir al hombre de campo que lo suyo era un agro business, y transformarlo de chacarero a pequeño empresario rural, no fue un hecho menor, sino decisivo, para poder imponer el modelo agroexportador de las biotecnologías y de la dependencia a insumos que ahora tenemos.

Y no estamos hablando de algo que ocurrió ni de algo que ha llegado a su máxima expresión… no, todo lo contrario, las últimas informaciones nos hablan de 24 villas miserias nuevas, tan sólo en la Ciudad de Buenos Aires, y según los estudiosos del INTA, 8 de cada 10 de los desocupados que las pueblan, son desempleados de la agricultura… El proceso de despoblamiento continúa…

Ahora bien, si son las cadenas agroalimentarias las que dominan el sector de la producción y comercialización de alimentos, bien podríamos entonces admitir que cada vez que el Gobierno Nacional intenta resolver cupularmente, alguno de los problemas que en esta área se producen, estaría reconociendo y hasta legitimando ese poder de los agronegocios. Cada negociación con los dueños de las grandes cadenas no hace a lo sumo, más que solucionar los problemas hoy, pero a la vez fortalece el modelo hegemónico de los agronegocios y de las cadenas agroalimentarias.  Las negociaciones copulares y el modelo de premios y castigos que se han institucionalizado como práctica política, entre otros con los sectores rurales, es algo peor que aquello de tapar agujeros, es en definitiva una torpeza, el hacer doctrina de la coyuntura y olvidar cuáles serían las tareas indelegables de la investidura en el ejercicio del Estado. Lo que quiero decir es que en la negociación con el Agronegocio, se llame Mastellone o como se llame  ese agronegocio, el único argumento válido a ser usado por el funcionario podría ser el de: Señores, moderen su codicia y su voracidad de ganancias o me obligarán a hacer, lo que yo como funcionario debería estar haciendo…

Sigamos un poquito más con esta idea porque vale la pena desarrollarla. Lo que estoy diciendo es que el Agronegocio ha expropiado al Estado la función reguladora que al Estado le corresponde, y por supuesto la usa de una manera bastante discrecional y en su propio beneficio. El agronegocio es el que le fija el precio al productor, pero cuando ese precio baja en la tranquera no significa que vaya a bajar en la góndola para el consumidor de la ciudad. Creer esta inocentada es el engaño en el que muchos caen… algunos de buena fe y otros con muy, pero muy malas intenciones... La relación no es mecánica, porque los agronegocios manejan las cadenas agroalimentarias, así como los supermercados, y las manejan a discreción. Ellos son los dueños de todos los eslabones. A ver si se entiende: estamos jugando a los naipes con alguien que tiene todas las cartas, también las nuestras…

El precio que baja en la tranquera porque lo decide al Agronegocio, obliga al pequeño productor a disminuir los costos o a desaparecer, y ello significa incorporar el paquete tecnológico de la gran escala que también es parte del Agronegocio, o puede significar acaso incorporar mano de obra familiar que trabaja por la comida o incorporar mano de obra esclava o semiesclava proveniente de los países limítrofes. De hecho se da esa situación con los lácteos y la Serenísima, desde la dictadura de Onganía hasta el presente, sin que el esquema haya sido modificado en tantos años de Democracia. Se da también una situación similar con las retenciones a las exportaciones, en que al pequeño no se le discrimina si la soja va como poroto que paga el 21 o como aceite que paga el 5… el precio lo fija siempre el Agronegocio y la balanza se generaliza siempre para un solo lado. Y se ha producido lo mismo últimamente con la carne, donde la disminución del precio del animal en pie, se la quedaron los frigoríficos y los intermediarios, y no llegó al consumidor sino en mínima expresión y tan sólo para cubrir la apariencias y hacer como qué... es decir, hacer ver que la política empleada fue la correcta, mientras que en verdad, los agronegocios multiplicaron sus ganancias...

Entonces, y repito: toda negociación cupular implica la inmoralidad de manifestarle a la cadena de agronegocios que maneja los precios, algo así cómo: Señores, moderen sus exacciones o me veré obligado a tomar las medidas políticas a las que mi función me obliga y que no tomo porque prefiero continuar con el circo y preservar el modelo impuesto y negociar con ustedes que son como el zorro en el gallinero…

El plan ganadero anunciado no hace más que reafirmar ese modelo impuesto en los años noventa. Y también me refiero a que el Estado no tiene en estos momentos, instrumento alguno como para fijar políticas de cambio de ese modelo y ni siquiera para incidir en lo que ocurre en los mercados. Veamos sino: el ONCA no define políticas sino que es apenas un inspector comercial. El SENASA es en cambio un inspector sanitario y por supuesto tampoco define políticas. Y entonces qué?… La Junta Nacional de Granos y la Junta Nacional de Carnes, que se abolieron en épocas de Menem, sí en cambio definían políticas, porque regulaban el stock ganadero, porque fijaban precios sostén cuando eran necesarios, pero también, porque podían satisfacer esa necesidad de participación de los productores en las políticas, que es absolutamente legítima y que en estos últimos conflictos ganaderos ha surgido a luz como una reivindicación entre otras que, bueno sería atender en desmedro del liderazgo que sobre ellos tienen las corporaciones…

La supresión de las exportaciones de carne no ha hecho sino favorecer a los Agronegocios y a la extensión de la agricultura de las sojas transgénicas. O sea que, una mala política sobre el sector ganadero y más allá de sus intenciones  manifiestas, que han sido la de hacer descender el precio de la carne al consumidor, ha terminado favoreciendo a los frigoríficos, o sea a los agronegocios, que se quedaron con la parte del león en las diferencias de precios habidos en la intermediación y además ha favorecido también lamentablemente, al desarrollo de mayores extensiones de soja, porque son muchos los ganaderos que desalentados en sus producciones, se han pasado a la agricultura industrial de la soja.

Y esta situación que describimos se produce en un momento muy especial, cuando grupos importantes de municipios en la Provincia de Buenos Aires se reúnen por primera vez, para estudiar algún modo de detener la creciente sojización con que los amenazan los pooles de siembra, detener el cierre de los tambos y además la emigración a las ciudades de las poblaciones de sus municipios. Esta sojización se produce también, cuando crece en todo el país la resistencia de los vecinos hacia los sojeros y hacia las fumigaciones que acompañan la soja, y cuando los médicos verifican a diario una catástrofe sanitaria originada en la agricultura industrial; que el cáncer, las malformaciones, los abortos espontáneos y el descenso de la capacidad intelectual en los niños, se extienda como una mancha de tinta en todas las periferias urbanas de la Argentina, y que ello es la evidente consecuencia de los venenos que acompañan al modelo de la soja …

Pero hay más para demostrar el despropósito de ciertas políticas que por error u omisión, terminan alentando el modelo de la Sojización. De hecho, los agronegocios se han independizado de las políticas del Estado, imponen sus propios modelos y sus intereses regionales a nivel del MERCOSUR y se despreocupan de las alternativas político electorales que desvelan a los funcionarios y a los hombres de partidos. Ellos, los agronegocios, están más allá de esas alternativas y hechos coyunturales, son los que generan las políticas públicas y los que planifican el futuro de nuestros países. Nada que pueda hacer el Gobierno con su anecdotario de premios y castigos y con sus medidas errátiles, puede llegar a opacar lo que para el rediseño de la Argentina próxima que requieren las biotecnologías y los biocombustibles, pueden llegar a significar proyectos como el de la Hidrovía Paraná Paraguay y ahora también el del ferrocarril Belgrano Cargas, más conocido como el tren de la soja, con sus siete mil kilómetros de extensión, en las manos de Franco Macri y del jefe de la CGT, el camionero Hugo Moyano.

Lamentablemente,  no sólo el Gobierno es rehén del modelo sojero de los Agronegocios y tampoco atina a diseñar una política que sea capaz, al menos, de ponerlo nuevamente en posición de manejar los tiempos políticos y del desarrollo económico. También los pequeños productores son rehenes del modelo y los hemos visto en estos días haciendo causa común con los frigoríficos que se embolsaban las grandes tajadas de la torta, tanto como han hecho en los últimos años causa común con las cerealeras, en el absurdo reclamo contra las retenciones que, ellos precisamente no deberían haber pagado nunca porque son retenciones a la exportación y no al productor, y sin embargo son los exportadores los que les traspasan el tributo y son a tal punto prisioneros del modelo que, en vez de rebelarse ante el abuso descarado de los exportadores, hacen causa común con ellos y en su extrema confusión se rebelan y protestan contra el Estado…

No podemos ser ignorantes ni indiferentes ante estas situaciones. Hoy el modelo rural se proyecta de manera hegemónica sobre la Argentina toda, condicionando nuestras vidas en todos los ámbitos sin excepción alguna. Los Agronegocios nos han impuesto un modelo que conduce inexorablemente a generar enormes territorios vacíos por una parte y enormes conurbanos inmanejables por la otra. Un modelo de país en que la puesta de la agricultura industrial al servicio de la producción de biocombustibles, conducirá inexorablemente a un riesgo mucho mayor aún que los actuales: el de que carezcamos de la suficiente provisión de comida para los argentinos. Continuar enfrentando ese futuro temible sin reconstruir el Estado en sus instrumentos imprescindibles para elaborar políticas de intervención, políticas que puedan modificar el modelo de la soja, limitar sus desarrollos o morigerar sus crecientes impactos, no solo será un gravísimo error político, sino que constituirá un importante incumplimiento de la función de gobierno. Hacerlo desde un pensamiento meramente progresista, nos equipara, con los hermanos uruguayos y con la penosa tragedia de una generación de luchadores sociales y revolucionarios, que terminaron en el país hermano siendo absolutamente funcionales a lo que siempre combatieron o al menos declararon combatir. Si esa misma tarea se intentara  hacer en la Argentina desde los símbolos del Peronismo, tan solo estaríamos añadiendo la burla más cruel a la combinación de torpeza y de falta de conciencia nacional. 
Jorge Eduardo Rulli
www.grr.org.ar

(3)
Sobre el tema se puede consultar en la revista elinterpretador.net , Nº13, de marzo de 2005, Tensiones y contenciones: Nielsen, Piglia, Fogwill y demás .

(4)
Las personas que he citado hasta aquí son, según pude consultar, hoy: 18/07/06, en  www.bolsar.com , parte del directorio del Galicia, sólo parte, apenas el Presidente, el Vicepresidente y sus 7 Directores Titulares.

(5)
Días después de haber escrito este texto, lo releo y me doy cuenta de que hay una pregunta que falta ser formulada en él. Una pregunta que no está, que no he formulado y sin la cual, cualquier lector podría interpretar legítimamente que lo que escribo peca de ingenuidad o cinismo. La pregunta es la siguiente: ¿acaso la revista donde se publica este texto, elinterpretador.net, y en la cual yo colaboro activamente, no ha recibido un subsidio del Gobierno de La Ciudad de Buenos Aires, el año pasado, por 5000$, para financiar el proyecto?  Sí, lo ha recibido. ¿Y no tengo nada para decir al respecto? Quiero decir: ¿es decente recibir un subsidio del Gobierno de la Ciudad de Bs. As. para financiar la publicación de una revista digital, pero indecente que el Banco Galicia financie a un grupo de escritores para que se presenten en un ciclo de conferencias hablando de literatura argentina? ¿Sería la decencia lo que está en juego acá? ¿Es eso? No, creo que no. Creo que el problema no pasa por ahí, sino, por la incapacidad real y concreta de poder pensar y problematizar qué verdad se pone en juego entre un proyecto cultural – ya sea hacer una revista, un ciclo de conferencias, escribir un libro o grabar un disco— y los medios materiales – el dinero— que se necesita para llevarlo a cabo con un máximo de autonomía posible. La verdad que no tengo nada claro al respecto y estoy escribiendo a ciegas. Pero, intuitivamente, voy a concluir planteando dos cosas. Por un lado, que no es lo mismo el Banco Galicia que el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, ya que el primero es un ente privado y el segundo un ente publico que le pertenece al conjunto de los ciudadanos, de lo cual deduzco, que las obligaciones y deberes que le competen a uno y otro son de diferente orden. Y por otra parte, que hoy las editoriales, el cine independiente, la música, las revistas culturales o literarias, el pensamiento crítico en gran medida esté financiado por becas, subsidios, esponsores estatales o privado o mixtos, o sencillamente por empresas de capitales privados, lo cual no me parece mal, ya que sin dinero, al menos en la sociedad tal como la conocemos hasta la fecha, no se puede vivir; pero sí me parece un problema grave que alegremente se pase por alto las preguntas que ponen en conflicto y problematizan el hecho de que el mundo del arte, el pensamiento y la cultura, sólo son posibles en la medida en que existe un capital que permite su desarrollo, y que este capital tiene un pasado, que no pocas veces ha sido forjado a expensas del dolor ajeno.

 

 

 

 
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Número 13: abril 2005 - Tensiones y contenciones: Nielsen, Piglia, Fogwill y demás

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