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Bailando en este mundo gastado -6-

Martín Llambí

 

 

 

 

III

Estoy en el barrio antiguo. Paso a buscar a mi hermano menor y a su novia. Caminamos unas cuadras y le tocamos el timbre a mi hermana. Cuando baja, abraza a mi hermano menor y le da muchos besos. Tomamos un colectivo y llegamos a lo de mi madre. Somos puntuales. Mi madre preparó una comida para festejar el cumpleaños de mi hermano menor. Nuestro otro hermano, el que se va a casar, todavía no llegó. En la cocina mi madre me dice, Martín, hoy no quiero peleas, por favor, quiero que festejemos el cumpleaños y el casamiento…Tu hermano (se refiere al que todavía no llegó y se va a casar) sigue ofendido porque aún no lo felicitaste, El que está ofendido soy yo, no lo felicité porque aún no llamó para avisarme que se casa (segundos de silencio) Ay, Martín, estos malos entendidos lo único que generan son distancias en la familia, Bueno Madre, está bien, ¿dónde hay un vino?

Para mi madre el tema culinario es importante. Recordar que para mi suegra también lo era. No puedo parar de comer los fiambres y quesos que hay. Tomo bastante vino. Cuando llega mi mujer estoy un poco picado. Ella me estudia con la mirada. Cuando llega mi hermano (el que todavía no había llegado y se va a casar) y su novia, estoy más picado aún. Nos saludamos de pie, con un apretón de manos. Nos sentamos y sigo con los fiambres.

La carne a la cacerola está muy rica y el vino también. Cuando hablo se me traba un poco la lengua, pero nada grave. Comentamos algunas películas y unos libros. Al rato, levanto la copa, todos me miran y se callan. Mi madre pone cara de preocupación. Quería proponer un brindis por el casamiento de los chicos. Estamos todos muy contentos…Seguro que la fiesta va a ser divertida y, a pesar de algún malentendido por el aviso indirecto que hicieron, la vamos a pasar muy bien. A mi hermano y a su novia la cara se les pone como un tomate. Ahhhh, y también brindemos por el cumpleaños del chiquilín. A mi hermano menor tampoco le gustan los festejos. Mi madre respira hondo y sonríe.

Terminamos de comer, mi mujer y yo nos despedimos y tomamos un colectivo. Durante el viaje miro por la ventana. Hay cartoneros empujando carros con ruedas de bicicleta y una familia durmiendo en el estacionamiento de un banco extranjero. También veo a un pelado que llamó a una grúa para que le cambie la rueda pinchada de su auto. Me imagino que ese pelado debe encerrarse en el baño con las revistas que lee su mujer, las que traen fotos de la modelo-rubia de sonrisa vacía y falsa. No alcanzo a deprimirme.

En casa, mi mujer prepara un té. Nos gusta tomar de la misma taza. El vino me puso un poco querendón. Antes de ir a la cama, mi mujer me dice, Estuviste bien en la comida, Gracias, ya sé, y empezamos a darnos un beso.

3/8/04

 

 

El otro día pasó mi madre por casa. Preparé café. Me gustaría tener una mini-máquina de café express. Mirá, es la cadena y la cruz de tu bautismo, la encontré en un cajón de casa, ¿Para qué la quiero? (Cara de desconcierto) Bueno, está bien, me la quedo, muchas gracias.

Cuando trabajaba en la corporación tomaba el subte todos los días. Ahora prefiero la bici. De todos modos hoy no es hora pico y voy en subte parado al lado de la puerta. La mayoría de los pasajeros va en los asientos acolchados. Son dos filas largas y enfrentadas. Pienso que si se apretaran un poco, cabrían más personas sentadas. Una vieja gorda debió pensar algo parecido, porque se para enfrente de un flaquito y le dice, Permisoooo, Permisoooooo. Antes de que el flaquito se pueda correr, la vieja descarga su humanidad y quedan apretujados. Es cómico ver la cara del flaquito. Al rato aparece una chica con una lata en la mano, la va moviendo y suenan monedas. Tiene las cejas un poco arqueadas, con forma de techo a dos aguas. Usa zapatillas último modelo. Un metro atrás, viene otro ser. El ser tiene la cabeza y la cara quemadas. La gente lo mira y después cambia la expresión. El ser no tiene pelo, supongo que no le crece. Cuando pasa, veo que en realidad tiene una trenza larga tipo samurai. Me alegra que no se le haya quemado ese pedazo ínfimo de cabeza de donde le cuelga la trenza tipo samurai. El ser es una chica.

Me bajo en la estación que queda cerca de los tribunales. Camino una cuadra y me topo con una caravana de manifestantes. Son miles y van agitando palos de madera. Algunos tienen las caras tapadas con pañuelos. Por un segundo me acuerdo del Llanero Solitario. Después de dudar un poco, cruzo la calle que están bloqueando, tratando de no mirar a ninguno a los ojos. Llego a donde están los negocios de compra-venta de oro. Hay un par de cuadras repletas de locales. También dan un poco de miedo. Durante el viaje había decidido que mi precio mínimo de venta sería de treinta pesos. Me meto en el primer local. Buen día, vengo a tasar una cadena. El tipo la agarra, la mira con esa lupa de joyero que aparece en las películas, la pesa con un aparto del tamaño de una calculadora y me pregunta, ¿Ya fuiste a algún otro local?, No, respondo, Bueno, entonces me tengo que batir a mi mismo JAJAJÁ (se autofesteja), vale doscientos sesenta pesos, pero si alguien te ofrece más, yo te lo mejoro, Gracias, voy a dar una vuelta. En el segundo local, se repite algo parecido, $250. En el tercero, IDEM, $290. En el cuarto, me atiende una señora. Hay dos empleados vestidos de traje. La señora los maltrata. Mira mi cadena con la lupa, la pesa, etc., Vale doscientos cincuenta y siete con cincuenta, Gracias pero tengo ofertas mejores, ¿De cuánto?, De dos noventa, Eso no puede ser, es un trucho, te va a decir que tiene que probar si es oro, le va a tirar ácido, y todo para bajarte el precio, yo acá te pago lo que te dije sin pruebas, Bueno, muchas gracias, hasta luego. Vuelvo al tercer local y el tipo intenta hacer las pruebitas. Le pido que me devuelva la cadena.
Ahora estoy con la señora que maltrata a los empleados, uno me mira con cara pícara, es gay, y cerramos la transacción.

A la noche como con mi mujer. Vendí la cadena de mi bautismo, tomá esta plata, compráte ropa o lo que quieras, ¿Qué?, me voy hacer un vestido bla bla bla bla bla bla

Reflexiones del día:
A veces, el sistema capitalista funciona.
A veces, muy pocas, Dios es útil.

5/8/04

 

 

Como ya les comenté, mi mujer realiza múltiples actividades. Mi mujer es psicoanalista y va a unas reuniones llamadas grupos de estudio donde tardan un año en leer un libro de Lacan. Atiende en dos consultorios diferentes, uno queda en la provincia y el otro es el living de nuestra casa. Además es bailarina de danza contemporánea. Toma clases con tres maestras diferentes. Hace poco bailó. Cuando baila la veo más linda. También es profesora de yoga. Tiene algunos alumnos pero ella prefiere el psicoanálisis y la danza.

Mi mujer es increíble. A ella no le interesan las noticias de actualidad. Hace poco descubrí que no sabía el nombre del ministro de economía. Le gustan los regalos-sorpresa, en especial los relacionados con la industria textil. No maneja, a pesar de haber hecho un curso con esos autos doble-comando. Es muy responsable y le gusta tener todo programado y organizado. Insistió para que compráramos una computadora y nunca la usa. Dice que su problema es que no domina el mousy. Mi mujer fue la única que entendió que abandonara la corporación para tomarme un año y medio sabático. Come poca carne. Creo que durante su vida debe haber ingerido cerca de una ton. (tonelada) de milanesas de soja. Dice que es fanática de las películas de terror, le pido que nombre las dos que más le gustaron, y nunca responde. En general consigue todo lo que se propone. Cuando nos reímos, es divertido. A ella también le da por llorar. No le gusta que llegue tarde a casa y últimamente habla de casamientos.

Mi mujer es increíble. Hace poco me dijo entre risas que le gustaría tener un poco más de protagonismo en mis escritos. Para ella son estas líneas.

6/8/04





©Martín Llambí

 

 
 
el interpretador acerca del autor
 

 

               

Martín Llambí

"Tengo 31 años. Desde los 15 leo unos tres libros por mes. Mi madre estudió Letras. Durante 9 años trabajé en un banco. Cuando terminé de aburrirme, pedí un plan de retiro voluntario. Con esa guita pude tomar un año y medio sabático: le di duro a la guitarra, fui a ver dos mil películas y empecé a ir a un taller de escritura. Al cabo de dos meses, el taller no me resultó muy productivo y abandoné. Desde entonces escribo por mi cuenta, confiando en mi criterio. Las entrevistas a escritores y los textos donde explican sus trucos son fundamentales. Leo mucho e imito cosas de distintos autores. Hace un tiempo que escribo una especie de diario. Estuve tratando de adaptarlo para transformarlo en novela pero no hubo caso. Seguirá siendo un diario.

Desde que la plata del retiro voluntario se acabó, tengo distintos empleos. Ninguno es tan importante como para que logre angustiarme."

 

Publicaciones en el interpretador:

Número 8: noviembre 2004 - El regalo (narrativa)

Número 9: diciembre 2004 - La fiesta (narrativa)

Número 9: diciembre 2004 - Bailando en este mundo gastado -1- (aguafuertes)

Número 10: enero 2005 - Bailando en este mundo gastado -2- (aguafuertes)

Número 11: febrero 2005 - Bailando en este mundo gastado -3- (aguafuertes)

Número 12: marzo 2005 - Aeroclub (narrativa)

Número 12: marzo 2005 - Bailando en este mundo gastado -4- (aguafuertes)

Número 13: abril 2005 - Bailando en este mundo gastado -5- (aguafuertes)

   
   
   
   
   
 
 
 
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Consejo editorial: Inés de Mendonça, Marina Kogan, Juan Pablo Lafosse
Corrección: Sebastián Hernaiz
Prensa: Elsa Kalish
 
 
 
 

Imágenes de ilustración:

Margen inferior: Max Ernst, Chaussettes (detalle) y Max Ernst, Fatagaga-Bild (detalle).