el interpretador aguafuertes

Las Doce Puertas de la Prosperidad

Juan Leotta

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Hab�a llegado para m� la hora impostergable de dejar el cigarrillo. De treinta a ninguno: el cambio fue extremo. Tambi�n extremo, lo confieso, fue el padecimiento. Tuve una sola certeza por entonces: todo ser�a factible, nada de lo que viniera a futuro deber�a sorprenderme demasiado. As�, en un nuevo tiempo inconsistente, insomne las primeras noches de abstinencia, ca� en el singular h�bito de ver a diario el programa de la Iglesia Universal del Reino de Dios.

Recuerdo bien, por una raz�n especial, uno de los exorcismos en el luminoso altar. Entregado a su tarea, uno de los pastores brasileros tomaba por los pelos a una mujer arrodillada ante una suerte de c�liz dorado. �Deixa el rencor!, ordenaba ?grav�simo? el pastor. Y la mujer, entre espasmos y llantos, mov�a las manos hacia el c�liz, como si efectivamente dejara all� el rencor. �Deixa la envidia!, �Deixa el odio!, tronaba a continuaci�n el pastor, a lo cual obedec�a la mujer extendiendo sus manos para dejar la envidia y el odio. Y cada vez se hac�a m�s imperativa la contundencia de las �rdenes, cada vez m�s notable la magnitud de los requerimientos, hasta el punto en que parec�a ya que el poder exorcista del pastor ser�a capaz de expulsar el n�cleo remoto y �ltimo donde el demonio hab�a clavado sus garras para atrapar a perpetuidad a ese ser. �Ad�nde iba a llegar el exorcismo?

Tal vez me enga�e, pero creo haber percibido un segundo, s�lo un segundo antes de verlo en pantalla:

Deixa el vicio do cigarrillo!

?No??, me qued� helado yo. Y m�s a�n cuando vi que la mujer no se mov�a.

�Deixa el vicio do cigarrillo!, repiti� el pastor.

Y a duras penas la mujer amagaba a extender las manos hacia el c�liz.

�Afuera, Diablo! �Deixa! �Deixa el vicio do cigarrillo!

?Esto va a ser m�s dif�cil de lo pensado??, fue todo lo que pude concluir entonces.

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Como m�dico consuelo, durante las noches siguientes me di cuenta que en realidad eran espor�dicas las emisiones dedicadas a los problemas usuales del televangelismo de trasnoche: alcoholismo, brujer�a, violencia familiar y depresi�n. Por eso mismo, tambi�n eran espor�dicos los conjuros del exorcismo. Ahora todo all� giraba en torno una celebraci�n muy especial, de la cual bastaba para conocerla ?como siempre? con o�r el nombre, con dejar hablar al nombre: la Conferencia Empresarial.

Uni�n, racionalidad, confianza, crecimiento... El magma mismo del mundo de la motivaci�n ejecutiva, maravilloso como un haz caleidosc�pico de color esperanza, impregnaba a raudales la pantalla. Todo ser�a factible, seg�n mi �nica certeza: c�mo iba a extra�arme ahora que, en los vaivenes de una abstinencia quasi alucinatoria, encontrara cierto alivio para mantenerme en pie. Digo, para conciliar m�s f�cil el sue�o.

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�Si termin� yendo a una de las reuniones?

S�. Por supuesto.

Aunque imposible negar algo en m� parecido ?vergonzosamente? a la curiosidad tur�stica, por entonces yo me dije que fue por inter�s cr�tico. Ten�a a mano, incluso, una excusa perfecta: a medio empezar en mi cabeza giraba un engorroso trabajo pendiente que buscaba, desde una perspectiva culturalista, decir algo sobre la relaci�n entre medios, saberes y comunicadores en la configuraci�n de figuras de recuperaci�n y �xito en la Argentina post 2001.

�Pude imaginarlo, brillante como un milagro, en el horizonte de mi monitor! Qu� quieren que les diga? Ning�n dilema auto condenatorio por el financiamiento de la cultura es capaz de empa�ar el gozoso v�rtigo de esas iluminaciones que de tanto en tanto le acontecen a quien transita estas lides. Promisorio como los �ndices K, hab�a a mi vista un punto nodal de proliferaci�n discursiva que me impulsar�a hacia adelante?

Para abreviar: a partir de concebir el recorrido mismo como material de an�lisis, y sin desde�ar ?otras vez? la tradici�n bibliogr�fica de lo kitsch, podr�a robar un buen trecho de escritura dibujando un contrapunto ir�nico con al menos tres cap�tulos de Personas en loop, deDiedrich Diederichsenn, recientemente editado por Interzona en su l�nea Ensayos, con apoyo ?ya que estamos? del Estado Alem�n via el Goethe Institut, traducido impecablemente por mi coprovinciana Cecilia Pav�n, rese�ado con loas en todos lados, pero casi casi no le�do por nadie en Argentina, ni tampoco en v�as de serlo.

Como quien dice, la preciosa impunidad de las especificidades.

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Apenas salgo del subte y vislumbro las columnas d�ricas de pseudo m�rmol del templo fara�nico de la calle Corrientes me doy cuenta de dos cosas desfavorables. Primero: voy a ser el m�s joven ?por lejos? de la Conferencia Empresarial. Segundo: estoy mal vestido. Digo, deber�a haber ido con otra ropa.

?Adelante?, mastica bajo la puerta un urso con pinta de preventor ultra profesional, vestido de impecable traje negro, que casi no me mira. �De d�nde lo tengo? Jurar�a que me lo he cruzado en el gimnasio del CENARD; pero no, al menos �l no da muestras de haberme reconocido.

Menos mal, claro. Porque una vez dentro, la sensaci�n de desubique empieza a agravarse. No miro bien qu� tienen puesto las mujeres, pero de los hombres muy pocos tienen jean, y los jeans de esos muy pocos no son modernosos como el m�o, sino m�s rectos y sin bolsillos a media pierna y otros hermosos detalles afines. Mejor ni hablar de mi camperita deportiva. Rescato del murmullo que en la ceremonia del d�a no recibiremos un frasquito de �leo consagrado en Israel, ni otro objeto similar esperable, sino que pasaremos bajo las Doce Puertas de la Prosperidad. Instintivamente, vuelvo a mirar hacia la puerta de entrada, y luego hacia el interior del hall, donde adivino m�s ursos escondidos por ah�, atentos tras c�maras y conectados con handies. Se van a dar cuenta que vengo de visitante, que voy para explorar el lugar, que estoy haciendo una investigaci�n para un programa de periodismo de autor como el que sufrieron alguna vez en el pasado. Raro tanta paranoia en m�?

En realidad, a decir verdad, durante los �ltimos tiempos me he sentido levemente m�s paranoico. No s� bien a qu� atribuirlo: la explicaci�n t�pica no sirve en este caso. M�s all� de mi amistad con Diego Cousido, nunca tuve h�bitos que potencien la paranoia.

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La dimensi�n de los salones, la altura de los techos, la potencia blanca de la las luces, los bronces del altar, la comodidad de las butacas, el enorme vitral sobre una laguna artificial al fondo... Impactado por el ambiente, recupero de pronto una noci�n del peso de la empresa evang�lica.

S�lo en Brasil, la Iglesia Universal del Reino de Dios tiene hoy por hoy un banco, dos diarios, 45 estaciones de radio, 47 diputados, y la cadena televisiva de 25 repetidoras TV Record. Las �ltimas investigaciones de un fiscal estrella brasilero insisten en la vinculaci�n de la Iglesia con el c�rtel de Medell�n.

Ex cajero de un casino carioca, Edir Macedo Bezerra fund� la Iglesia en 1977 y sobrevivi� a duras penas varios a�os hasta que una donaci�n de una fiel le permiti� tener 10 minutos de aire diarios en la radio Metropolitana de Rio de Janeiro. Su genio era medi�tico.

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Pasa un ratito y todav�a me cuesta creerlo? Mientras m�s lo miro, m�s me cuesta creerlo... Es notable el parecido entre el pastor que dirige la Conferencia Empresarial y mi querid�simo t�o Alberto? Qui�n sabe si la ilusi�n se esfume con la cercan�a, pero al menos as�, a veinte metros, son iguales... Ese tipo de pavadas uno siempre necesita comentarlas con quien tiene al lado, pero en este caso yo no me decido entre una se�ora pelirroja a mi izquierda y un hombre mayor medio pelado a mi derecha, ambos demasiado compenetrados como para ser perturbados con algo as�. Igual, m�s all� de eso, yo tampoco tengo ganas de hablar, porque mis cinco sentidos van cediendo poco a poco al histrionismo de mi t�o Alberto, que va de aqu� para all� en el amplio altar, arriba de las Doce Puertas de la Prosperidad, ubicadas entre �ste y la primera fila de butacas. En el escenario hay tambi�n cinco sillones, donde se sentar�n alternadamente otros pastores. Oficiosos en sus camisas blancas, los pastores nunca dejan de moverse. A veces hablan tambi�n ellos o leen un pasaje de la Biblia o le acercan el micr�fono a alguno de los fieles que dan testimonio. Las voces parecieran fundirse, pero hay una voz que las articula a todas y �sa es la voz de mi t�o Alberto. Y hay una palabra que articula a todas las palabras y �sa es la palabra que me queda tatuada en el cerebro: conquista. Las personas viven su primera, su segunda, su tercera conquista en el camino de crecimiento del negocio. Del emprendimiento. La conquista es objetivo a futuro e hito del pasado. Recuerda alguien que su primera conquista tuvo lugar en diciembre del 2005 y que espera realizada su tercera conquista para noviembre del 2006. Entre conquistas y conquistas el tiempo se evapora, y nadie parece cansarse nunca, pero al ser un ne�fito yo me distraigo de a ratos? �Ser� la abstinencia de cigarrillo ?me pregunto, ido? lo que �ltimamente me viene poniendo paranoico y temeroso? Quiz�s s�. Aunque es obvio que bajo la fantasmagor�a de la abstinencia me he entregado sin resistencia a los caprichos de una inestabilidad que a esta altura reconozco como una constante riesgosamente c�moda en su familiaridad. Caigo a la Conferencia otra vez cuando las personas de mi fila empiezan a moverse, como de otras filas han hecho antes, y vamos caminando rumbo al altar para pasar bajo las Doce Puertas de la Prosperidad, unos arcos blancos de dos metros y algo de vaya a saberse qu� material pl�stico, grabados cada uno con una leyenda en letras doradas: Afianzar Ganancias, Potenciar Rendimientos, Captar Clientes... Es fascinante. Mi t�o Alberto ha vuelto a tomar el micr�fono, advierto ya desde mi butaca, y sigue perorando como nunca antes. �Los dem�s querr�n como yo pasar de nuevo por las Puertas? Se dicen muchas cosas m�s, pero ya me voy mareando un poco, entregar�a gustoso mi diezmo por respeto a la prepotencia de palabra. La verborragia es impresionante. Avasallante, dir�a incluso. Llego a imaginar con la ingenuidad necesaria que los pastores hablan en espa�ol s�lo para ser inteligibles ante s� mismos. Que lo hacen no tanto para captar el mercado de fieles argentinos ?flor de conquista, si las hay?, sino m�s bien para sobrevivir en el pantano desaforado de su propia lengua vuelta incontenible en el destino de incertidumbre de su arrojo en el mundo.

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Como si supiera que es mi primera vez en la Conferencia Empresarial, y sobre todo como si me leyera el pensamiento, la se�ora pelirroja que tengo al lado, que ha apretado con fuerza la mano en m�s de un pasaje, no bien terminada la ceremonia me dice algo que tarde o temprano yo sab�a que iba escuchar: ?A m� me sirve venir ac�?.
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Me da por pensar que en la escritura de experiencias ?recorridos, visitas, encuentros? la soberbia del observador tiene, casi como contra cara, un error igual de notable. �C�mo explicar esto? Antes de salir de casa esa tarde, yo hab�a tenido en manos un volumen hecho a pulm�n por un colectivo editorial de unos viejos amigos. Madera sobre madera, creo que era el t�tulo. Se trataba de una colecci�n de escenas biogr�ficas de un grupo de artesanos de El Impenetrable, muy conocidos en todo el Chaco por su producci�n de diademas de palo borracho, algarrobo y quebracho. La verdad es que mir� todos los rincones del volumen con absoluta voracidad; no por el tema en cuesti�n, desde luego, sino por la buena fe editorial de empecinarse en suponer borrables las mediaciones, por obstinarse en apostar a la aparici�n de la voz real de los hombres reales.

Creo que no se entiende del todo a qu� apunto? Igual, no importa. Vale aclarar que no hab�a nada jodido en mi lectura. Todo lo contrario. Pasa que me ponen de buen humor cosas como �sa. Siempre me ponen bien los errores gruesos que surgen por mucho coraz�n.

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Al terminar la ceremonia, algunos fieles se acercan a algunos de los pastores en particular. Parecieran formarse distintos grupos, quiz�s ya preexistentes, o quiz�s improvisados. No voy a averiguarlo porque ya no quiero quedarme m�s tiempo all�. Hago mi camino entre los grupos rumbo a la salida, pero alguien me intercepta el paso.

?Amigo?, me dice uno de los pastores m�s j�venes.

P�lido, rubi�n, debe tener apenas un par de a�os m�s que yo. Se presenta como el Pastor Gabriel. Por un instante me cruza la cabeza como un rayo la idea de estar en un futuro lejos en otro pa�s propalando discursos encendidos de la ma�ana a la noche.

?�Y t� c�mo te llamas??, me pregunta ahora. ?�Primera vez aqu�??

Yo le contesto con un murmullo, casi una vacilaci�n. Y en mi actitud �l encuentra el espacio perfecto para desplegar su juego, para preguntarme qu� puede hacer por m�, qu� le tiene que pedir a Dios al orar por m�, qu� necesito yo, qu� le pasa a mi emprendimiento, qu� me pasa que no puedo comenzar un emprendimiento.

Trato de decirle que antes entrar en el tema de mis conquistas debo solucionar un problema de salud. Y as�, en un acto de sinceridad, me entrego al principio:

?Tengo tambi�n otros problemas, Pastor. Problemas con el vicio del cigarrillo... �Sabe c�mo ayudarme??

Juan Leotta

el interpretador acerca del autor

Juan Marcos Leotta

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Direcci�n y dise�o: Juan Diego Incardona
Consejo editorial: In�s de Mendon�a, Camila Flynn, Marina Kogan, Juan Pablo Lafosse, Juan Marcos Leotta, Juan Pablo Liefeld
secci�n artes visuales: Juliana Fraile, Florencia Pastorella
Control de calidad: Sebasti�n Hernaiz

Im�genes de ilustraci�n:

Margen inferior: Jacek Malczewski, Death (detalle).