el interpretador narrativa

Dos pasos m�s

Juan Leotta

/1/

Yo jam�s me habr�a considerado un arribista. Contra lo que pudiera suponerse, esa figura no iba conmigo. Yo no ten�a ambiciones tan precisas, tan calculadas. Pero parec�a ser que no todos ve�an as� las cosas.

?Ahora a �sta? ?me preguntaban mis hermanas? �vos la quer�s?

Y yo dudaba. �Qu� se puede responder a esa pregunta a los veintid�s a�os? Para enfocar el asunto desde otro �ngulo, yo no hablaba sobre mi afecto hacia Loly, sino sobre la plata de su viejo.

?Che, tampoco es para tanto ?les dec�a yo.

Pero no era verdad.

Loly era hija de un financista, ex funcionario del �ltimo gobierno radical, pasado al �mbito privado tras el estallido nacional. El hombre, tal vez por el impacto de su viudez, le hab�a regalado a cada hija un departamento. El de Loly era inmenso y luminoso.

Sobre todo, eso: luminoso.

/2/

Despu�s de conocerla, yo no tardar�a mucho en instalarme ah�. Otra etapa junto una chica... Desde la adolescencia, mi vida ven�a siendo un ciclo inalterable de idas y regresos: casa de Mam� T�a, departamento de alguna novia, casa de Mam� T�a, de vuelta por ah� con otra chica?

Como casi siempre, esa vez todo fue para mejor. En el pacto impl�cito con Loly no hab�a dudas sobre lo que se daba y lo que se merec�a. El Equilibrio fue casi espont�neo, dir�a. Pero no voy a entrar ahora en detalles dom�sticos? Suficiente con recordar que las cosas que yo merec�a estaban bien claras. Todo el tiempo del mundo para escribir y escribir, tranquilo. Y tambi�n, por supuesto, para entrenar. Porque si algo he hecho yo en mi vida, d�a a d�a, eso es sin duda entrenar.

/3/

M�s all� de mi procedencia, en ciertos ambientes yo nunca hab�a dejado de pagar un precio por mimetizarme con mis parejas. �Para qu� negarlo? A m�, la verdad, siempre me hab�an intentado correr por izquierda. Cualquier escritor de barrio la iba de pulenta conmigo? �Era casi c�mico! Pero en el fondo la situaci�n no dejaba de molestarme. Por dos razones, b�sicamente.

Primero, porque en sus barrios de origen esos tipos eran, por lo general, los giles de la cuadra. Y segundo porque a m�, eventualmente, esos mismos tipos no me aguantaban en pie ni un solo golpe. Literalmente hablando?

Pero bueno, eso puede pasar cuando ten�s ojos azules (como yo) y sos rubio (como yo) y durante a�os fuiste desarrollando una t�cnica exquisita en Taekwondo (como yo) y adem�s de todo un d�a decidiste (como yo, s�) entrar de lleno en la Literatura.

/4/

Esos documentos lo cambiar�an todo. Cuando pas� lo de la caja fuerte de su viejo, yo ya no podr�a dejar de admitirlo. La del arribista bien pod�a ser mi figura. Y a todo esto en gran escala, porque las perspectivas de la ganancia eran m�s que considerables.

Pero en realidad falta para eso?

Digo, antes quiero contar otras cosas.

/5/

A Loly la conoc� en Pach�. A�os de hockey, cremas importadas, buenos cuidados. Intu� casi al instante que ella, de no haber tenido plata desde la infancia, quiz�s no habr�a llegado a ser tan linda. Pero bueno, la hab�a tenido. Y era lo que era.

Por su parte, ella no pod�a creer que esa noche nos hubi�ramos encontrado. �Qu� hac�a alguien como yo en ese boliche? Por momentos, era como si ella incluso quisiera disculparse por estar ah�. Dec�a que eran sus amigas quienes la hab�an arrastrado.

? Yo vine solo ?le dije?. Bah, en realidad soy medio amigo del due�o y de algunos pibes de las barras... �Qu� pasa? �Por qu� te re�s as�?

Ella estaba feliz.

Como si fuera poco, le promet� que iba a leer sus poemas.

/6/

Al d�a siguiente, me acuerdo, yo ten�a que comenzar las pruebas del Cuarto Dan de Taekwondo. En perspectiva, hab�a sido una locura absoluta salir la noche anterior... Igual, claro, siempre la Ambivalencia: puesta en el entrenamiento, esa misma locura me invest�a de una proyecci�n, de un futuro ciertamente envidiado por muchos ah� en el gimnasio.

Sea como sea, mal dormido, fui a consultar la situaci�n con el Sabon. De un vistazo, sin que yo abriera la boca, �l supo todo.

?Vas a rendir igual ?me advirti�.

Y para el combate descart� al otro aspirante a Cuarto Dan: se present� �l mismo en el tatami. �Qu� puedo decir? De vuelta en casa, mientras buscaba hielo, pens� que nunca m�s llamar�a pelea a una discusi�n con otro escritor. Los espectros de lo ag�nico, el escritor combativo, la met�fora del libro como cross? todo pas� a ser, desde entonces, un chiste malo. Un chiste muy malo.

/7/

?A ver, querido? ?me dijo Mam� T�a?. Dej�me a m�, a ver, dej�me?

Y agarr� las cubeteras con sus manos huesudas y las empez� a vaciar cubito a cubito.

Mam� T�a nos hab�a criado a mis hermanas y a m�. Era la Bondad hecha persona. Hasta que tuvo salud, fue maestra en la zona este de Padua. Muchos ah� todav�a la trataban como a una instituci�n viviente. No era para menos: yo la conoc�a en lo cotidiano? Hubiera hecho cualquier cosa por ella.

/8/

De Pach�, hasta entonces en mi historia, yo deb�a haberme levantado veinte o veinticinco minas. Loly result� la primera fr�gida.

Como un t�mpano, casi.

Y en cierta medida la comparaci�n no era irrelevante. Porque aunque al respecto fueran rid�culas las categorizaciones, yo no dejaba de intuir que, de los distintos grados de frigidez imaginables, el suyo era uno de los jodidos.

/9/

Ah� yo estuve vivo. Hice un par de cosas inteligentes. B�sicamente, y para resumir, digamos que en todo momento impost� una Comprensi�n sin l�mites, una Calidez sin fisuras? Debo reconocer que se trataba de una impostura de la cual jam�s me hubiera cre�do capaz. Pero as� como surgi� se agigant� poco a poco, con inercia propia. Y de pronto Loly ten�a una nueva certeza en el mundo: m�s all� de su sexualidad glacial, yo estar�a ah�, junto a ella, dispuesto a seguir a su lado.

Le brillaban los ojos de gratitud.

Como ansiosa por conocerme m�s (acaso para quererme m�s), durante un tiempo insisti� en leer mis borradores. Pero yo le quit� esa obstinaci�n. M�s misterioso que did�ctico, le ense�� con �xito que una Novela tiene su fuerza interna de escritura, y que no hab�a nada m�s pat�tico ?al menos para m�? que la ansiedad de violentar ese n�cleo secreto.

?Pero a ella? ?me preguntaban tambi�n Flori�n y Lucho, dos amigos m�os? �a ella? vos la quer�s?

A esta altura, dif�cil rechazar en retrospectiva tales sospechas. �No debo haber sido yo, desde un primer momento, un arribista? Uno consumado, de pies a cabeza, en virtud justamente de esa inconsciencia plena en sus actos.

Tal vez tenga que admitir que s�. Que lo era.

Y mucho, mucho antes del episodio de la caja fuerte y los documentos.

/10/

?No aparecen los remedios de Mam� T�a ?me dijeron mis hermanas por tel�fono?. Debe haberlos tirado a escondidas, no le gusta tomarlos, �viste?

Hablaba una sola, desde luego, pero para m� ellas eran como una unidad.

?Ahora no nos van a dar una receta nueva. Vamos a tener que comprarlos?

Para empezar, les hice saber que no hab�a necesidad de dramatizar tanto. Promet� que apenas pudiera, ir�a para all�. Y de hecho as� fue. Cuando al rato lleg� Loly, le expliqu� la situaci�n, le ped� la plata y sal� hacia Padua.

Me resign� a no leer nada durante el viaje?

Entre distra�do y reflexivo, me di que no hubiera podido decir con cu�l de mis hermanas hab�a hablado poco antes. Pero no s�lo con ellas sol�a pasarme algo as�. Era muy t�pica en m� esa costumbre de agrupar a la gente en unidades que anulaban las diferencias. �Ser�a que s�lo yo ve�a con tanta fuerza los rasgos comunes, la cara positiva de las unidades resultantes? En esas pavadas pens� mientras anochec�a m�s all� de las ventanillas sucias. Llegu� cansado.

?No era para tanto, che ?les dije a mis hermanas.

Y saqu� la billetera y les di como para tres cajas.

/11/

Los poemas de Loly eran horribles. Hablaban sobre lo siniestro de lo familiar; algunos ?los peores? trataban sobre los hijos. Mucho yeite del tipo: "desposada", "esposo", "en el pozo", "esposada"? Pero en la poes�a femenina de Buenos Aires pod�a relucir cualquier cosa, y as� una vez la invitaron a leer en p�blico. Fue en San Telmo. Yo tuve que ir, obvio. Para decirlo sin vueltas: lo m�s parecido a una hemiplej�a que conoc� en vida.

/12/

Pas� luego que el viejo de Loly, justo para el cumplea�os de ella, tuvo que irse de viaje. Un congreso de financistas en Aruba o algo por el estilo. De entrada, quiz�s, el hombre pod�a quedar asociado a los inoperantes despertados a patadas por los desbordes de aquel lejano diciembre. Pero yo sab�a bien que �l no era ning�n boludo. Incluso sus hijas ?detalle significativo? confesaban no poder explicar del todo bien sus nuevas actividades.

?Cuidado con los huracanes, suegro ?brome� yo como el mejor, al despedirlo?. Y no se quede a vivir all�, eh. Vuelva, vuelva?

En fin. As� era mi papel.

Lo importante fue que Loly y yo quedamos a cargo de la casa familiar en Mart�nez.

? �Y si el viernes festejo ac� mi cumplea�os? ?me pregunt� ella, al rato de estar solos.

�Acaso eso no estaba decidido de antemano?

? Obvio, Lol ?le dije yo?. �Por qu� no?

Los preparativos no demandaron demasiado esfuerzo. Aunque nada, a la larga, pod�a ser tan simple para Loly: se le ocurri� ponerse no s� qu� pilchas de no s� d�nde de una amiga suya, con la cual intercambiaba ropa desde chica. As� que la tarde del mismo viernes sali� apurada a buscarlas, y yo qued� solo en la casa. Completamente solo.

Era muy lindo estar as�.

/13/

En realidad no ten�a nada premeditado. S�lo revis� algunos armarios, abr� ac� y all� un par de cajones, como cualquiera en esas circunstancias. No m�s que pura curiosidad o chusmer�o. Adem�s de decenas de gemelos dorados, para mi sorpresa el viejo ten�a un verdadero arsenal de remeras Nike dry-fit. �Har�a deporte? Loly me hab�a contado alguna vez que no andaba muy bien del coraz�n. Pero que igual jam�s paraba de trabajar. De hecho hab�a un estudio casi anexo a su dormitorio. All�, la caja fuerte me llam� la atenci�n por la delicadeza de sus detalles.

�Qu� puedo decir?

A m� en la vida las cosas se me dan, o no se me dan. As� de simple, siempre un misterio. Y esa vez, la verdad, las cosas se me dieron. Porque casi jugando prob� una combinaci�n cualquiera de n�meros: seis, ocho, cuatro, dos, tres, dos? Y de golpe, como si nada, la caja abri�.

? Noooo? ?dije al sentir el clic.

Lo recuerdo bien. Fue as�. Lo dije en voz alta.

/14/

Hubiera esperado encontrar plata. Pero s�lo hab�a papeles. Hojas con membretes de fondos de inversi�n extranjeros, y tambi�n formularios de banco, en formato continuo, llenos de n�meros largu�simos. Cualquiera, en mi lugar, habr�a cerrado la caja y listo. Pero yo no. Siguiendo un impulso inveros�mil, saqu� todos los papeles y los guard� en mi mochila, escondidos entre unas p�ginas manuscritas de mi Novela. �Valdr�an de algo?

/15/

Esa misma noche fue el cumplea�os de Loly. Decenas de personas por toda la casa. Caras desconocidas. Amigos de amigos de amigos? Sin esperarlo, se hab�a dado el marco propicio para una peque�a actuaci�n:

?Lol ?me acerqu� a ella, y le susurr� al o�do? �vos conoc�s a todos los que est�n ac�? �No deber�amos ordenar un cachito esto? Mir� si alguien, por ah�?

Ella dijo que no me preocupara. Que todo estaba bien. Que sus fiestas de cumplea�os eran as�.

?Soy una chica popular, �viste?

Y yo simul� re�rme del chiste. Con renovada tranquilidad, fui a prepararme un Cuba Libre. De pronto me sent�a m�s confiado. Como estaban las cosas, yo quedaba cubierto. Pudo haber sido cualquiera el que rob� los papeles.

�Valdr�an de algo?

/16/

Lo averig�� a los dos d�as, cuando reci�n pude sentarme a leer todo con atenci�n.

?Noooo? ?dije otra vez, solo, en voz alta.

Y de pronto un pasado que yo sent�a haber vivido puramente v�a televisi�n se reactualizaba ahora de manera impensada para m�. �Tres, cuatro a�os? �Cu�nto tiempo hab�a pasado de aquello? No lo suficiente como para quitarle relevancia a esos papeles, eso seguro. Porque los mismos, para mi sorpresa, no eran otra cosa que un informe (tan conciso como exhaustivo) que compromet�a a la a�n vigente primera l�nea de empresarios del pa�s.

Datos, nombres, fechas: no faltaba nada para demostrar que un secreto de Estado hab�a sido vendido estrat�gicamente. "Qu� historia berreta �sa que tuvimos", pens� yo, mientras le�a? No, no faltaba nada para demostrar que antes de su promulgaci�n, el famoso decreto de retenci�n de los dep�sitos financieros hab�a sido anticipado a un selecto grupo de ahorristas mayores. "Qu� historia berreta?", volv� a pensar, ya sin reprimirme, y sin saber muy bien qu� deseaba al desear que todo hubiera sido al menos "dignamente violento". Qu� se yo. A veces me ven�an cosas as� a la cabeza?.

Admirable, eso s�, era la compacta exactitud de la informaci�n. Por momentos llegu� a sentir incluso algo asimilable a la contemplaci�n est�tica. Sin exageraciones. Es que todo parec�a obra de un consumado estilista de la delaci�n. Aunque quiz�s no fuera �sa la palabra? �Delaci�n? �O acaso arrepentimiento? �O por qu� no supervivencia? El abanico de mis dudas ten�a un justificativo insoslayable: el viejo de Loly, autor del informe, quedaba auto incriminado de lleno en el asunto. Desde la primera hasta la �ltima l�nea. Para m�, sinceramente, todo un misterio.

/17/

Nunca dar�a con una explicaci�n convincente al respecto. En realidad ni siquiera empezar�a un intento serio. Hacerlo presupon�a nada menos que conocer con algunos detalles las actividades actuales del viejo?

�Y para qu� mentirme? Ya de entrada me superaba por completo una tarea como �sa. Al viejo ?creo haberlo dicho antes? yo en ning�n momento lo hab�a considerado un boludo. Incluso, m�s bien todo lo contrario? Por eso mismo cualquier hip�tesis sobre el informe se me figuraba tan razonable como ardua de confirmar.

"Seis, ocho, cua?"

Al escribirlo, el viejo quiz�s hubiera optado por un mal menor, vaya uno a saber. Quiz�s enfrentara otras complicaciones, otros niveles de riesgo que buscaba conjurar al precio ?curiosamente barato? de esa auto incriminaci�n.

"?tro, dos, tres, dos?".

Bien, s�: me acordaba la combinaci�n de la caja fuerte. A fin de cuentas �sa era mi �nica certeza. M�s de una vez pensar�a en retornar all� los papeles y olvidarme de todo. Con tantas incertidumbres me parec�a imposible actuar. Y, a todo esto? �Qu� significaba actuar? �Qu� me cre�a capaz de hacer? �Por qu� me obstinaba en conservar el informe, ocultado celosamente entre las hojas de mi Novela?

/18/

?Equilibrio ?me dijo el Sabon?. A partir de este punto todo depende del Equilibrio.

?OK ?asent� yo, inm�vil en el tatami?. Pero? �como hasta ahora, no?

Ah� �l se ri�, desilusionado. Mil veces me hab�a repetido que mi tara �ltima no era t�cnica, sino sensitiva.

?Se nota que no entend�s de qu� te estoy hablando ?me dijo mientras se sacaba el cabezal?: �Qu� te pasa, rubio? �ltimamente and�s medio perdido.

Esa tarde me ir�a bastante aturdido del gimnasio. En el vestuario no habl� con nadie. Estuve un largo, largo rato bajo la ducha, callado. No sirvi� de mucho.

/19/

La �nica que nunca llegar�a a enterarse de nada fue Loly. Contra lo que yo esperaba, su viejo no le hizo ninguna pregunta especial. Desde su regreso de Aruba, su relaci�n con nosotros continuar�a como hasta entonces, es decir, marcada por una indiferencia casi constante.

Desayunando una ma�ana, ya de vuelta en el departamento, trat� de tantearla a ver si asomaba alg�n indicio:

? �Y tu pap�? �Todo bien?

?Bien ?dijo ella con espontaneidad?. Se lo ve medio cansado, pero est� bien. Pap� es as�, trabaja todo el tiempo. A los m�dicos nun?

? �Y de m� no te dijo nada?

? No? �por? ?una pausa, un sorbo de caf�?. O sea, sab�s que �l no es muy expresivo. Qu� feo este Nutrasweet. Pero te aprecia, cre�me.

Confirmado: ninguna sospecha sobre m�. Seguramente el viejo se inclinar�a por la teor�a de otro tipo de robo: una entrada profesional, impecable, sin huellas a rastrear. Al menos as� permit�a imaginarlo la talla de los involucrados en el asunto. No tanto de los visibles en el informe, desde luego, sino de aquellos invisibles que yo ?aunque deseoso de no caer en fantasmagor�as? supon�a tambi�n en juego.

?Vamos a tener que cambiar las cortinas ?dijo Loly, sin mirarme?. Unas m�s oscuras, �no? En esta �poca del a�o casi que molesta tanta luz, �no?

/20/

�Qu� curiosas algunas vueltas de la vida! Porque cuando el secreto empez� a pesarme, yo decid� contarles todo a Lucho y Flori�n, dos amigos m�os a quienes hab�a conocido en una circunstancia que parec�a en gran parte un calco m�s inofensivo de los sucesos recientes.

Me los hab�an presentado una noche de fiesta, en una casa acomodada. La chica que cumpl�a a�os, a quien ninguna de nosotros conoc�a, hab�a resultado ser la sobrina nieta del Che Guevara ?por parte de los Lynch, desde luego. Mala la m�sica, en el tedio reinante la empat�a con Lucho y Flori�n fue creciendo trago a trago. Y lleg� a su punto m�ximo cuando antes de irnos se robaron varias fotos familiares. "Esto se hace guita?", me dijeron con un gui�o c�mplice, ya afuera, "en alguna debe estar el Che, aunque sea de pibe".

Desde entonces yo me har�a cada vez m�s amigo de ellos. Me aburr�a cuando hablaban tanto sobre las armas y los pol�gonos. Pero bueno, a fin de cuentas cada uno con sus man�as. Lo importante era que en ellos yo pod�a confiar plenamente. Por eso esa noche, despu�s de entrenar, hab�a acordado pasar por el dos ambientes que compart�an.

/21/

Sal�a del gimnasio cuando Loly me llam� al celular.

? Reci�n terminado. �Te leo?

T�pica ansiedad suya. Yo ya estaba prevenido, porque ella me hab�a avisado que le faltaba definir un solo adjetivo. Escuch� entonces su nuevo poema:

          te cr�o de negro
con mi temblor primero
y el escote sin volumen
en el altar de madera

No s� qu� m�s segu�a... Insufrible, como siempre. Pero ella no lo sospechaba, y todav�a se segu�a alegrando cuando yo la felicitaba. Quiz�s por eso no se tomar�a a mal que esa noche no volviera a dormir junto a ella.

?Mam� T�a necesitaba veme un poco, Lol ?le ment�?. No s� qu� le pasa. Habl� con ella. Cosas de la edad, supongo.

Despu�s de cortar me fui al departamentito de Lucho, adonde tambi�n ir�a Flori�n. Y camino hacia all� me convenc� de que estar�a bien encarar ese plan reci�n concebido (por primera vez, s�: un plan). Y estar�a bien porque una cosa era ya segura: no habr�a podido soportar mucho m�s a esa piba. Hora de independizarme, como se dice.

/22/

? Riesgo hay. Pero s�, loco, en definitiva cierra.

Tanto Lucho como Flori�n estaban en cierta medida sorprendidos. Quiz�s no esperaran tanto de m�. Sobre todo despu�s del gastado episodio del pol�gono de tiro. Hab�an sido ellos quienes me hab�an llevado ah� por primera vez. Yo prob� tirar un cargador completo, pero al rato les confes� que no me gustaba. Con el cuerpo yo todo bien, pero tirar? la verdad que no. Todo bien, pero no.

?Una cosa ?me dijo Lucho?. El viejo? �qui�n va a suponer que somos nosotros cuando llamemos? ��l tiene alg�n enemigo o algo as�?

Baches o datos ignorados de esa �ndole no eran para m� un punto d�bil del plan. Quiz�s esa vez no se los haya explicado a ellos con las mejores palabras, pero trat� de darles a entender que cosas as� no nos generaban mayores inconvenientes.

?Problema suyo, no importa eso? ?creo que les dije?. Justamente la clave es que no tenga idea, �me entend�s?

Que ninguno de los dos quedara muy convencido me pareci� un hecho para mejor. Porque m�s de una vez, por estar muy convencido de algo, yo al fin no lo hab�a concretado. Al menos as� pasaba conmigo? Igual, cuando son� el portero, nada le import� demasiado a nadie. Fin de la reuni�n. Hab�an llegado las chicas.

/23/

En aquello que estaba a punto de vivir ?al menos seg�n lo imaginaba? hab�a un cambio importante para m�. Y como parte del mismo, algo cercano al alivio dejaba sentirse anticipadamente. O quiz�s habr�a que decir que no tan anticipadamente? Claro que nada en la vida se da de manera aislada, y as� ya tiempo antes pod�a marcarse en mi historia el antecedente de esa nueva etapa.

Mi posici�n extrema acerca de las rencillas entre escritores no hab�a sido simplemente una bravuconada, una excentricidad propia de mi personaje en ese mundillo. De ning�n modo. Lo que por entonces hab�a empezado a cambiar en m� era nada menos que la complacencia de vivir esa realidad eufem�stica, toda esa experiencia hecha de met�foras. Aunque pocos pudieran comprenderme, yo era un partidario absoluto de la Literalidad. Antes respecto a pelear; ahora, respecto a?

Bueno, ah� no estaba seguro a�n de poder dar una precisi�n plenamente certera. Intu�a, eso s�, que aquello que estaba a punto de redimensionar en acto era esa supuesta viveza arribista que siempre me hab�an adjudicado los dem�s ?sobre todos mis hermanas, como si ellas tampoco buscaran tipos m�s grandes que las sacaran de Padua. Yo no pod�a negar que gracias a ello hab�a tenido varios beneficios a lo largo de mi adolescencia; pero bueno, a decir vedad, tampoco hablamos de cosas de otro mundo. �M�s o menos se entiende?

/24/

?Si no quer�s que ventilemos el informe cerr� la boca y empez� a hacer lo que te decimos.

La voz de Lucho hab�a sonado teatral pero contundente.

Al viejo le dar�amos instrucciones precisas y graduales: una a una, a medida que las iba cumpliendo. Que saliera de la casa caminando. Que se tomara un taxi a Retiro. Que se tomara un tren a Tigre. Que se ubicara s� o s� a la izquierda, junto a una ventana. Que tirara la bolsa con la plata mientras el tren, poco antes de San Fernando, pasara frente a los tres galpones quemados.

Flori�n, oculto en la zona, fue el encargado de recoger la bolsa.

? �Cumpli�! ?entr� gritando al departamentito, reci�n al d�a siguiente, con la bolsa en la mano.

Contamos los billetes varias veces a lo largo de esa noche. Tal cual lo hab�amos ordenado: de cincuenta y discontinuos. Ni uno m�s, ni uno menos.

/25/

Durante esos d�as hice dentro de todo una vida m�s bien normal. Escrib�a y entrenaba, escrib�a y entrenaba. Cada tanto, sin embargo, mientras esperaba un taxi o el agua para el mate, de golpe ca�a a tierra y me resist�a a creer aquello que estaba protagonizando. Ya en ese grado, la incredulidad pod�a infundir su particular v�rtigo sutil. A veces ?sobre todo al lado de Loly? llegaba a re�rme de los nervios.

Pero a�n as� hab�a algo en curso que me gustaba mucho. Y, lejos de misticismos, por momentos percib�a que un aura nueva rodeaba todas las cosas. A decir verdad, me resultaba perfectamente comprensible, porque de alguna manera de hecho se estaban corriendo los l�mites de aquello que yo hubiera cre�do posible en mi mundo. Aunque sonara c�mico en m�, por entonces me sent�a adulto a full. Incluso arriba del tatami.

?Equilibrio, eso rubio ?me felicit� el Sabon.

/26/

Sin duda era decisivo estar atentos al momento en que conven�a detener el plan. "Engolosinarnos puede ser mortal", hab�a resumido Flori�n. Pero tambi�n, por otra parte, nos hab�amos jurado no amedrentarnos hasta juntar una suma digna. Y para eso faltaban dos pasos m�s.

?Esta vez te mand�s vos, �no? ?le dije a Lucho?. La �ltima voy yo.

Levantar la plata era sin duda la parte m�s delicada del procedimiento. Hab�amos acordado que el que encargado de esa tarea pasar�a un d�a en soledad antes de reencontrarse con el resto. Cosa que si �l ca�a, ca�a s�lo, sin arrastrar a nadie m�s.

Con Flori�n vimos consumirse ese tiempo de precauci�n.

? �No deber�a haber llamado ya?

Ni se�ales de Lucho.

/27/

Por las dudas nos fuimos hasta Haedo, donde acababa de mudarse la hermana mayor de Flori�n. Nos cost� una barbaridad encontrar la callecita Arruti. Aunque no hab�amos comido nada en todo el d�a, no quisimos cenar.

?Traten de no hacer ruido ?nos dijo ella antes de acostarse.

Ten�a varios cr�os y la casa era chiquita. Flori�n y yo nos quedamos en la cocina, casi sin hablar, frente a un televisor mudo. Hubiera sido in�til intentar dormir. No sab�amos si a Lucho lo habr�an atrapado. Si el pobre habr�a cedido a los aprietes para que hablara. Si el turro se habr�a escapado con toda la plata. No sab�amos nada.

A m� me pesaba un dolor �spero en todo el cuerpo. Como si la realidad me hubiera vuelto a pegar mal, con el l�mite de acero de lo posible. A las tres de la ma�ana son� mi celular.

Era Loly. Ten�a la voz llorosa.

/28/

Creo que ya lo he dicho antes. A m� en la vida las cosas se me dan, o no se me dan. As� de simple, siempre un misterio. Y esa vez ?otra vez? las cosas se me dieron.

?Pap� se descompuso? ?me dijo Loly y se quebr�.

No s� c�mo hice para no demostrar alivio. Digo, no hab�a duda de que el viejo estaba mal. De hecho nunca saldr�a de terapia intensiva.

?El coraz�n? el coraz�n??balbuceaba Loly, casi ella misma en shock.

La seguidilla de paros card�acos hab�a sido fulminante. La tensi�n, el p�nico, o las sinceras ganas de reventar. Qu� se yo... Cuando un organismo quiere reventar, revienta. Siempre fui de esa idea. Y loco se vuelve s�lo el que quiere, no me vengan con estructuras de psicosis y otros versos similares. Pero bueno? esos son otros temas. No vienen al caso. Lo que s�, una cosa curiosa: apenas cort� con Loly pens� que aquella tarde en su casa no me hab�a probado las Nike dry-fit. Probablemente el viejo y yo tuvi�ramos el mismo talle. Pero bueno? en realidad eso tampoco viene al caso.

/29/

A los dos d�as tuvimos noticias de Lucho. Logr� volver s�lo al departamentito. Estaba casi desfigurado.

?Me la banqu� ?dijo el pobre, todav�a temblando?. No habl� nada, ni una sola palabra?

Lo metimos bajo la ducha fr�a. Ten�a la piel roja por los golpes. Era impresionante. Casi admirable, dir�a. Se la hab�a bancado de verdad, como un hombrecito.

?No entiendo por qu� me soltaron? Me estaban preguntaban para qui�n trabajaba, me pegaban sin parar y me preguntaban. Y de un momento para otro no s� qu� pas�, me soltaron?

Ah� fue entonces que le explicamos. El viejo de Loly hab�a palmado, le dijimos.

?Los tipos deb�an ser profesionales ?se explay� Flori�n?. Cien por ciento profesionales. De los servicios, o de la resaca de la represi�n? Y deb�an estar contratados por el viejo, claro. As� que una vez muerto el que pagaba, ellos no ten�an nada que hacer con vos.

Lucho escuchaba con cara de no entender. De nada sirvi� que le consigui�ramos Vicodin. Tembl� como dos d�as enteros. Eso s�, en ning�n momento ni una l�grima. Hasta donde yo s�, el informe qued� en su cuarto. Seguramente lo habr� quemado.

/30/

La que s� llor� much�simo fue Loly. Nunca pens� que alguien pudiera llorar tanto. La pobre anduvo muy deprimida por casi dos meses. Pero despu�s, de un d�a para el otro, esta vez s� un prodigio: se corrieron como si nada los l�mites de lo posible para ella. Fue un tr�nsito abrupto, inesperado, por ende casi obsceno. La cosa es que cerrado su duelo empez� a coger con goce. Con mucho goce. Como una perra.

Todav�a es mi novia.

Hace poco vendimos el departamento y nos quedamos con la casa familiar. Como mis hermanas han ido haciendo su vida, Mam� T�a ahora vive con nosotros, en una de las tantas piezas. Es una santa, no molesta a nadie. Alg�n d�a le voy a dedicar mi Novela.

/31/

Respecto a escribir pasan a veces cosas curiosas. Por ejemplo, yo nunca pens� que fuera a escribir esta historia. Los meses han ido pasando y parec�a que todo iba a quedar atr�s, en otro de mis logrados olvidos. Pero al final me sent� a escribirlo. Y si lo hice (lo hago) es por algo que pas� ayer. Nada tan importante, tampoco. Pero no s�, me dio el pie. El impulso suficiente.

/32/

Tuve un sue�o. Eso fue lo que pas� ayer. Un sue�o bastante desgradable.

Me hab�an descubierto y me ten�an secuestrado. Una voz delatadora, sin duda. �Quiz�s una traici�n de Lucho o Flori�n? Dif�cil. Igual ya poco importaban las explicaciones. Ahora estaba atado a una cama vieja, sin colch�n. Por la habitaci�n caminaban tres tipos, o cuatro, no s�, sonaban muchos pasos. Y en punto la sensaci�n era que ellos empezaban a cansarse de que yo no hablara.

Terrible, porque yo no ten�a nada para decirles.

Y entonces, de repente, hablaban ellos. Y me dec�an:

"Ahora lo vas a visitar un poquito a Osterheld".

Tal cual; lo juro. En el mismo sue�o yo pensaba que era imposible que me dijeran eso. Pero s�, me lo dec�an. Y por las dudas me lo repet�an.

"Ahora lo vas a visitar un poquito a Osterherld".

Y me pon�an una picana en los test�culos.

Era el infierno. Qu� otra cosa que el infierno.

Un sue�o horrible, �no?

Juan Leotta

el interpretador acerca del autor

Juan Marcos Leotta

Publicaciones en el interpretador:

N�mero 1: abril 2004 - Lo propio y lo impropio: recorrido de inversiones en La virgen de los Sicarios Acerca de La Virgen de los Sicarios de Fernando Vallejo (ensayo)

N�mero 1: abril 2004 - Las voces de Elhoim (narrativa)

N�mero 2: mayo 2004 - Los descensos de S�sifo (narrativa)

N�mero 4: junio 2004 - Manifiesto desde las alcantarillas (narrativa)

N�mero 5: julio 2004 - La conjura de la letra: "Amuleto" de Roberto Bola�o (ensayo)

N�mero 12: marzo 2005 - Luster (narrativa)

N�mero 19: octubre 2005 - Acerca de Plop de Rafael Pinedo (rese�as)

N�mero 20: noviembre 2005 - Los raros afectos de Charly Gamerro (rese�as)

N�mero 22: enero 2006 - Mis enemigos, un hacker y yo (narrativa)

Direcci�n y dise�o: Juan Diego Incardona
Consejo editorial: In�s de Mendon�a, Camila Flynn, Marina Kogan, Juan Pablo Lafosse, Juan Marcos Leotta, Juan Pablo Liefeld
secci�n artes visuales: Juliana Fraile, Florencia Pastorella
Control de calidad: Sebasti�n Hernaiz

Im�genes de ilustraci�n:

Margen inferior: Francisco de Goya, El sue�o de la raz�n produce monstruos (detalle).