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La conjura de la letra: "Amuleto" de Roberto Bola�o

Juan Marcos Leotta

Nos interesan aqu�, en esta ocasi�n, las reescrituras. Nos interesan las nuevas escrituras de un tema o suceso ya escrito. Nos interesan las escrituras que se repiten y, siendo las mismas, devienen otras en su repetici�n. Nos interesan las escrituras que son trasladadas de un contexto a otro y se transforman mediante dicho traslado. Nos interesa, en definitiva, una propiedad esencial de toda escritura y de todo lenguaje que permite estos traslados: la posibilidad de su repetici�n, su iterabilidad(1). Dada la inevitable identificaci�n de la cr�tica con el objeto abordado, el plural de la persona de la enunciaci�n que utilizamos en esta oportunidad no es tanto convenci�n del g�nero cr�tico como imposible conciencia de escritura: llevada a un extremo, la idea de reescritura acaba por leer toda escritura como reescritura. M�s a�n, la lectura misma es comprendida en t�rminos de reescritura. Son, por ende, inevitables (deseables acaso) los ecos ajenos. Hay despersonalizaci�n en la escritura, pero tambi�n esquizofrenia: se escribe siempre desde un nosotros.

Intentaremos aqu� leer Amuleto(2) de Roberto Bola�o como un espacio, nunca final sino siempre intermedio, de traslados de textualidades(3). Amuleto es, entre otras cosas, la reescritura de un tema ya tratado por la literatura mexicana y latinoamericana: la matanza de Tlatelolco y la represi�n de las dictaduras latinoamericanas en la d�cada del setenta. Tambi�n es la reescritura de un fragmento de una obra previa del autor. El personaje Auxilio Lacouture integra la colecci�n de biograf�as de Los detectives salvajes(4) y Arturito Belano est� presente en el cuento Los detectives(5). Amuleto es, o puede ser, el punto de partida de una nueva reescritura. La escritura, como el amuleto, es siempre transportable (y, para algunos te�ricos, tambi�n objeto de mitifaci�n).

Jacques Derrida se�ala en M�rgenes de la filosof�a las nociones de marca y contexto como fundamentales a la hora de pensar el proceso de reescritura. La repetici�n de una marca (siempre repetible) y su traslado de un contexto a otro supone siempre una resignificaci�n de la misma. El nuevo contexto le da un nuevo significado a lo escrito y pone en jaque la figura del autor al impedir la perpetuaci�n de su intenci�n. La escritura, dada su infinita iterabilidad en contextos variables, es el lugar de la disoluci�n del autor tras los grafos o marcas del lenguaje; s�lo quedan las marcas que ha dejado. Entre ellas, de todos modos, puede estar una marca muy especial: su nombre, su firma(6).

Hablamos (habla Derrida y sus predecesores) de marcas que, presentes en cierto espacio, perduran en el tiempo. Ahora, no obstante, podemos preguntarnos por distintas posibilidades o destinos de las marcas. Podemos preguntarnos por las marcas que, sometidas a la operaci�n de explicar, resultan insuficientes y vuelven a ser escritas en una renovaci�n del prop�sito inicial. Podemos preguntarnos adem�s por las marcas que se borran, que se desdibujan con el paso del tiempo, y que motivan la necesidad de la reescritura; estar�amos, desde una perspectiva pol�tica y m�tica, frente a la reescritura como acci�n y como conjura (amuleto que protege): se escribe otra vez para que lo narrado no suceda nunca m�s. Sin embargo, otra posibilidad o destino de la marca nos parece m�s productivo para el presente an�lisis de Amuleto. Conviene pensar ?lo haremos a continuaci�n? en las marcas que nunca estuvieron, en las marcas ausentes.

Los personajes de Bola�o establecen distintas relaciones con las marcas. (�De qu� marcas hablamos? �Qu� es esta ?marca? repetida, esta reescritura o pliegue del texto?) Digamos para empezar que los personajes infames se caracterizan, seg�n el conocido trabajo de Foucault, por su aptitud para dejar su marca: ?Todas estas vidas que estaban destinadas a transcurrir al margen de cualquier discurso y a desaparecer sin que jam�s fuesen mencionadas han dejados trazos, breves, incisivos y con frecuencia enigm�ticos?(7). Nosotros podemos plantear interrogantes no s�lo sobre la marca que se deja, sino tambi�n sobre la marca que se recibe o, m�s bien, que no puede recibirse. Nuestra l�gica de an�lisis puede resultar antit�tica; es, de todos modos, una reescritura de un elemento del texto analizado; Auxilio piensa frente al soldado: ?ambas singularidades constitu�an a partir de ese segundo las dos caras de una moneda atroz como la muerte? (p�g. 34).

Hay ciertamente personajes que no dan marcas, pero que, curiosamente, tampoco las reciben. Dice Auxilio en el texto: ?La traves�a por la nieve me hab�a convertido en piel?. No obstante devenida ella entera perfecto espacio apto para la marca, la misma nunca surge: ?lo que la pintora me muestra es un pre�mbulo, una escenograf�a en la que se va a desarrollar una escena que me marcar� con fuego, o no, con fuego no, nada me va a marcar con fuego a estas alturas? (p�g. 94). En tanto la marca es suced�nea de la herida cicatrizada y curada, Auxilio, cuya herida es una p�rdida, no puede quedar marcada. Dice al respecto de sus enc�as desnudas: ?Yo siempre supe que ese hueco iba a permanecer hasta el final en carne viva? (p�g. 36). Faltan cuatro dientes en una boca vac�a. La herida es una falta, un vac�o. La herida es permanente. Hay una marca ausente. Una ausencia de marca (que puede acaso marcar y devenir ausencia como marca).

Otro tipo de marcas tambi�n est�n ausentes en Amuleto. La tortura, la matanza y el horror no tienen palabras o marcas del lenguaje que las nombren expl�citamente. No hay una descripci�n o una narraci�n del infierno en la reescritura de Bola�o. A diferencia de ciertas cr�nicas o documentos anteriores que registran el horror con una minuciosidad tan desgarradora como entones necesaria(8), los mismos sucesos son narrados en Amuleto de manera indirecta, el�ptica, meton�mica. ?�sta ser� una historia de terror. (?) Pero no lo parecer�.?(p�g. 11), advierte Auxilio. Y esta apariencia generadora de error, enunciada desde un principio, es posible en tanto que se opera en el texto un desplazamiento de la mirada en el abordaje del genocidio. Apoyada en esa mirada desplazada, la reescritura de Bola�o resuelve el problema lo inefable: muestra sin decir.

El desplazamiento mentado se da repetidas veces. ?En la Universidad no hubo muchos muertos. Fue en Tlatelolco. (?) Pero yo estaba en la Facultad cuando los granaderos entraron y arrearon con tada la gente.? (p�g.28) reconoce Auxilio. Tampoco hay un relato de la detenci�n de Arturito Belano en Chile tras el golpe de Pinochet; dicha experiencia se recupera tangencialmente en el transcurso de la historia de vasallaje y homosexualidad que involucra a Ernesto San Epifanio: ?T� no tienes miedo, dijo Ernesto, t� vienes de chile, todo lo que el Rey me pueda hacer a m� tu lo has visto multiplicado por cien o por mil? (p�g. 75). Pero ninguna palabra sale de boca de Arturito: ?todos esperaban que contara las �ltimas noticias del Horror, pero �l se manten�a en silencio? (p�g. 69). Finalmente, Auxilio recupera el relato de la masacre de la juventud latinoamericana en un espacio lindante con lo on�rico o lo alucinatorio: ?As� pues los muchachos fantasmas cruzaron el valle y se despe�aron en el abismo. Un tr�nsito breve.? (p�g. 153). El �crimen atroz? (p�g. 11) nunca es mostrado expl�citamente en un texto que presenta, multiplicado y variado en diversas ocasiones, el mismo mecanismo de espacializaci�n(9).

Hay otro desplazamiento importante en Amuleto que corresponde a la voz elegida para llevar a cabo la narraci�n: no se narra desde una voz racional, sino desde una voz lindante con la locura. Auxilio Lacouture sugiere (y niega y vuelve a sugerir?) la posibilidad de haberse vuelto loca. El recurso de las repeticiones puede ser entendido desde esta perspectiva como un atributo caracter�stico del discurso psic�tico(10). Por otra parte, si consideramos las nociones de tiempo y espacio como dos categor�as b�sicas de la raz�n en la tradici�n filos�fica occidental (pensamos en el Iluminismo y en Kant, desde ya), la distorsi�n o negaci�n de las mismas pone en cuesti�n el estatuto racional del discurso de Auxilio. Hay entonces un desplazamiento de un centro de orden a partir del cual se origina y conforma la narraci�n de Auxilio. Y el punto crucial del lavabo del cuarto piso de la Facultad es posible en el texto solamente a la par de otro desplazamiento: se trata del movimiento de las fuerzas militares, dirigidas desde el centro (espacio simb�lico de la raz�n, la autoridad, la esencia) hacia un �mbito an�malo y perif�rico. Estamos frente a otra irracionalidad: la de los heraldos de la ley y la raz�n desplazados desde su centro(11).

Otras obras de Bola�o abordan los sucesos relativos al totalitarismo y al terrorismo desde estas voces ajenas. En La literatura nazi en Am�rica y Los detectives salvajes Bola�o relata la biograf�a de Ram�rez Hoffman, un integrante en las fuerzas de represi�n. Se trata tambi�n en este caso de una reescritura: la misma empresa realiza Luis Guzm�n en Villa; tiempo antes Borges, en el cuento Deutsches Requiem(12), asume el desaf�o de relatar el destino de Alemania tras la Segunda Guerra en boca de un oficial alem�n.

�Juan Marcos Leotta

NOTAS

(1) La noci�n de iterabilidad est� desarrollada en la teor�a escrituraria de Derrida. RF: Derrida, Jacques; M�rgenes de la filosof�a, Madrid, C�tedra, 1998.

(2) Bola�o, Roberto; Amuleto, Barcelona, Anagrama, 1999. Vale ahora la reescritura de una acalaraci�n: todas las citas acompa�adas a partir de ahora por el n�mero de p�gina corresponden a este texto.

(3) Y es necesario consignar aqu� un traslado de voces previo a la escritura: el personaje de Auxilio Lacouture es identificable con Alcira, un personaje que integra el espacio oral del folcklore universitario mejicano.

(4) Bola�o, Roberto; Los detectives salvajes, Barcelona, Anagrama.

(5) Bola�o, Roberto; Llamadas telef�nicas, Barcelona, Anagrama.

(6) En el caso que nos ocupa, resulta curioso observar que Bola�o, en el texto de la reescritura de la biograf�a de Ram�rez Hoffman en Estrella distante, consigna su marca hay una referencia a ?mi novela? utilizada para indicar la procedencia de la historia a narrar.

(7) Foucault, Michel; La vida de los hombres infames, La Piqueta, Madrid, 1990, p.181. Celina Manzoni toma las figuras de Focault para el an�lisis de estos textos de Bola�o. Aqu� nos interesa otro sentido de la figura del infame. Rf: Manzoni, Celina; ?Reescritura como desplazamiento y anagn�risis en Amuleto?, en Celina Manzoni (Compilaci�n, pr�logo y edici�n), Roberto Bola�o: la escritura como tauromaquia, Buenos Aires, Corregidor, 2002.

(8) El ejemplo paradigm�tico es, tristemente, vern�culo. RF: Conadep; Nunca m�s, Bs. As, Eudeba, 1998.

(9) Se trata de movimientos espaciales y temporales de los personajes en los que prima el desplazamiento del objetivo �ltimo del trayecto. Son acercamientos indirectos que, si bien se caracterizan al final por la consecuci�n del destino, refuerzan el gesto de narrar los sucesos tr�gicos de manera indirecta. Hay muchos ejemplos. Luego de abandonar Montevideo Auxilio cuenta que ?me fui a Buenos Aires y de Buenos Aires, al cabo de unos meses, tal vez un a�o, decid� seguir viajando porque ya entonces mi destino era M�xico? (p�g 12, 13). Al reencontrarse a Elena en la cafeter�a, Auxilio encara ?un acercamiento que no s� por qu� dilat� deteni�ndome en cada mesa? (p�g. 46). Paolo, por su parte reside temporalmente en el DF: ?lo �nico que hac�a era esperar un visado y una fecha para viajar a Cuba a entrevistar a Fidel Castro? (49). Arturo Belano tambi�n recorre varios lugares antes de llegar a Chile.

(10) Se podr�a analizar tal vez la noci�n de repetici�n como reescritura en el interior del texto. Estamos, al igual que ocasiones anteriores (se pliega y se rescribe ahora nuestro texto en su interior), frente a una l�nea de an�lisis que excede los l�mites propuestos.

(11) Para Adorno y Horkheimer la racionalidad llevada a un extremo, es decir desplazada, se convierte irracionalidad. Rf: Adorno, T. ; Horkheimer, M.; Dial�ctica de la ilustraci�n, Madrid, Ed. Trotta, 1997.

(12) Borges, Jorge Luis; El Aleph, Buenos Aires, EMEC�, 1996.

el interpretador acerca del autor

Juan Marcos Leotta

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