el interpretador ensayos/artículos

 

Nazismo Bizarro:

La ecología del Tercer Reich

Juan Terranova

 

 

 

 

   

“Los que abogan por la transparencia, por la honestidad, por la moral, por la pureza, de esos es de los primeros que hay que desconfiar. Suelen empezar con buenas intenciones, pero su idealismo se les enreda alrededor del cuello y muchas veces el aire no les llega al cerebro. Y un cerebro poco oxigenado es capaz de cualquier cosa...”

Gregory Corso

“Si tiene que comer pescado, asegúrese que sea un trozo enorme. Y crudo. Muy, muy crudo.”

¿Qué haría Maquiavelo?, Stanley Fish.


Para Quintín.

 

1.

El 27 de noviembre del 2004, el suplemento Radar de Página/12, publicaba una atractiva nota con un pésimo título. (1) El artículo, firmado por Federico Kukso, empieza narrando cómo, en el 2001, guardabosques alemanes de la aldea rural de Zernikow, a 110 kilómetros de Berlín, talaron un bosque de alerces. Según Kukso, vistos desde el aire formaban "una esvástica de tamaño descomunal (60 metros x 60 metros), que había sobrevivido a la derrota alemana en 1945 y fue olvidada en el bosque hasta su (re)descubrimiento, recién en 1992."

Había sido el regalo de un "ardiente simpatizante y empresario nazi al Führer en su 49º cumpleaños". Kusko agrega que fue uno de los mejores regalos que recibió ese año, de lo cual me permito dudar, ya que en el 12 de marzo de 1938 (año en que Hitler, nacido en 1889, cumplía cuarenta y nueve años) se dio la anexión de Austria, lo cual no debe haber sido poca cosa.

La nota sigue así: "(...) el dictador, además de ser un riguroso vegetariano anti-tabaco, y aunque muchos no lo sepan y suene tan disparatado como para creerlo, era un insolente ecologista que instigaba a su círculo de ministros a seguir sus pasos verdes y lo acompañaran en el culto de todo lo que crecía desde lo hondo de la tierra germana."

Es interesante que Kusko defina el ecologismo de Hitler como "insolente ecologista", sin embargo, su nota, escrita en base a una serie de prejuicios muy comunes, no deja de sorprenderse frente al descubrimiento de la relación nazismo-ecología. ¿De qué prejuicios hablamos? La sorpresa ante la unión entre nazismo y ecología es producto tanto del desconocimiento general del nazismo y sus mitos de origen como de la superficial idea que se tiene de los movimientos ecológicos, su historia y sus ramificaciones.

Si la ecología es, según Wikipedia, una parte de la biología que estudia las interrelaciones entre los seres vivos y su entorno, tanto con otros seres vivos como con los aspectos físicos, el movimiento ecológico en la actualidad no es ni homogéneo ni único. Más allá del internacionalismo televisivo de Greenpeace, el "ecologismo" es hoy también una fuerza política, que, no por nada tiene sus sedes más importantes en Europa, y dentro de Europa, en Alemania y Austria.

Fundado en 1979, el Bündnis 90/Die Grünen (abreviado Grüne) es un partido político alemán que surgió de la fusión de Bündnis 90 (Alianza 90), un partido de oposición de la antigua RDA con die Grünen (los verdes). Más reciente es el Partido Verde europeo. Creado el 22 de febrero del 2004 en Roma, se consolida con la fusión de treinta y dos partidos ecologistas nacionales de veintinueve países de Europa, que incluyen seis no miembros de la Unión Europea, y tiene un bloque en el Parlamento Europeo junto a diputados independientes, nacionalistas y regionalistas de izquierda con el nombre de Los Verdes Europeos.

Si el nazismo es El Mal por definición, entero y homogéneo, y la ecología, El Bien, no hay posibilidad de avanzar hacia ninguna parte y su conexión parece imposible. Entender que hasta en la más absoluta proyección del mal hay matices (y esta es una de las grandes enseñanzas del Marqués de Sade) no significa, de ninguna manera, adherir a él. Mientras tanto, es necesario admitir que la ecología no es, ni de lejos, la emanación apolítica del bien universal.

Más allá de que no termina de responder a la pregunta del copete "¿De dónde vino esa devoción nazi por el medio ambiente?", la segunda parte de la nota, titulada Sangre y tierra, es, por mucho, la más interesante. Citando al pasar a Goethe, Mahler y a los primeros románticos, Kukso escribe que "los alemanes veían en el bosque la deidad pagana perfecta para venerar y para emplazar como sinónimo de la identidad alemana" y luego aclara que existía "una suerte de matrimonio hombre-naturaleza con la armonía, la fertilidad, la mística, el amor a la Tierra Original o Urlandscahft". Sin salir del siglo XIX, cita un fragmento textual del historiador Wilhelm Heinrich Riehl (1823-1897) (2) y menciona las relaciones entre el biólogo alemán Ernst Haeckel y Charles Darwin. El primero habría unido en 1866 los términos griegos oikos (casa, hábitat) y logos (razón, discurso) para crear la palabra "ecología", mientras impulsaba el darwinismo social, la eugenesia y la pena de muerte como instrumentos de selección.(3)

Ahora bien, cuando en la tercera parte de la nota, titulada "travestismo ideológico", Kukso tiene que pasar finalmente al siglo XX, la argumentación se desbarranca. Después de aclarar con prolijidad que el Tercer Reich fue el primer gobierno de la historia en sancionar leyes de protección del medio ambiente (4), el periodista vuelve a caer en el equívoco y escribe: "No era la primera vez que la ecología había sido travestida con la ropa de la derecha", trayendo la privatización de los bosques de Wyoming, Montana e Idaho para crear el parque nacional de Yellowstone, la primera gran reserva natural protegida del mundo.

Sobre el final, hay una mención al pasar del libro El Nuevo Orden Ecológico (Tusquets, Barcelona, 2004) del filósofo Luc Ferry, al que la nota de Kukso le debe mucho más de lo que admite.

 

2.

La relación entre la izquierda y la ecología es real, pero también relativa, como la mayoría de las cosas en política. La ecología, otro punto de encuentro entre nazismo y marxismo es el artículo más importante que se obtiene cuando se ponen las palabras "ecología" y "nazismo" en el Menos ingenuo y más tendencioso que el texto de Kukso, el artículo firmado por Fernando Serra y publicado originalmente en, atención, liberalismo.org, no sólo no se sorprende por la unión entre nazismo y ecología, sino que la lee en relación al marxismo.

"(...) El marxismo y el nacionalsocialismo –escribe Sierra– parten de idénticos principios, comparten el convencimiento de estar en posesión de la verdad absoluta, el marxismo incluso pretende elevar esta verdad a la categoría de ciencia, persiguen también la "salvación" de la humanidad y no dudan por último en aniquilar a los grupos que se opongan, sociales unos y raciales otros."

Una cita de Engels en el Anti-Dühring le sirve de ejemplo: "Una revolución –dice Engels– es la acción por la que una parte de la población impone su voluntad a la otra con fusiles, bayonetas y medios bélicos autoritarios...". Serra luego recurre a los intelectuales y recuerda a Werner Sombart, del que dice que "mantuvo en su juventud correspondencia con Federico Engels, salió luego en defensa de las tesis de El Capital cuando Böhm-Bawerk señaló las flagrantes contradicciones en que caía Marx, y terminó redactando el programa económico del Tercer Reich". (5)

A continuación introduce el tema del judaísmo en la discusión y cita el ensayo Sobre la cuestión judía, escrito por Marx en 1843, donde, siempre según Serra, después de identificar el judaísmo con la codicia, el culto por el mercado y el "dios-dinero" amenaza diciendo que el comunismo "haría imposible al judío". Finalmente, trae una estremecedora y no del todo carente de sentido cita de Murray Rothbard (6): "En definitiva, el terrible sufrimiento económico del género humano bajo el comunismo se corresponde con su penuria intelectual y espiritual... Ninguno de los horrores perpetrados por Lenin, Stalin u otros regímenes marxistas-leninistas pueden igualar la monstruosidad del ‘ideal’ comunista de Marx".

Recién entonces, pasada la mitad del artículo, aparece el tema de la ecología. Lo primero que hace el articulista, en un movimiento predecible, es señalar al nazismo como precursor de la ecología, "una doctrina que ha calado como pocas en el actual conglomerado ideológico de la izquierda". La cita de la legislación nacionalsocialista no se hace esperar y como buena argumentación liberal, la de Serra no puede prescindir de la cita paranoica sobre la propiedad privada: "Pero lo más sorprendente es que esta labor teórica y legislativa tiene una orientación doctrinal exactamente igual a la que defienden los movimientos ecologistas modernos y radicales, la llamada ecología profunda que condiciona la protección del medio ambiente a las transformaciones socialistas y, especialmente, a la abolición de la propiedad privada."

Para terminar, el artículo ofrece un breve análisis del libro de Luc Ferry, El nuevo orden ecológico. Serra diferencia el ecologismo democrático, donde todo gira alrededor de la propiedad privada: "(...) los animales y la naturaleza quedarían al servicio del hombre por lo que agredir a alguno de ellos es condenable porque supone atentar contra derechos del hombre, el de propiedad fundamentalmente" (el subrayado es mío), del ecologismo donde los animales tienen derechos o de "liberación animal, o finalmente de la llamada "ecología profunda". Esta última, un ecologismo "ecocéntrico", "biocéntrico" o "profundo", respaldado por los movimientos alternativos y antiglobalizadores de Estados Unidos y Alemania, es la que Serra identifica cercana a los postulados nacionalsocialistas, reconociéndoles una misma justificación ideológica. Por supuesto, en el fondo del artículo, pero vertebrando su intención general, está la teoría de los dos demonios, sobre la que aquí no nos explayaremos.

Aunque dispone de más cintura crítica y más bibliografía que Kukso, y como bien lo dice el título de su texto, la ecología es para Serra sólo "otro punto de encuentro entre nazismo y marxismo" y sirve apenas como puente para atacar básicamente todo aquello que no responda a las consignas liberales. Como todo articulista liberal a ultranza, Serra pasa con mucha facilidad de la solidez al ridículo. Y por supuesto, deforma, simplifica y banaliza tendenciosamente las ideas de Ferry.

 

3.

Al analizar la relación entre ecología y nacionalsocialismo, lo primero que hace Ferry es dejar en claro que "La presencia de un auténtico interés por la ecología en el seno del movimiento nacionalsocialista no constituye, en mi opinión, una objeción pertinente a la hora de hacer un examen crítico de la ecología contemporánea."

Y agrega que es necesario desconfiar de la demagogia que recurre al rechazo que inspira el Nacionalsocialismo para descalificar a priori cualquier preocupación ecológica. A continuación, Ferry desarma la fácil filiación de Kukso entre el romanticismo alemán del siglo XIX y el nazismo con una cita de síntesis envidiable: "No se trata de autorizar aquí la opinión según la cual el nacionalsocialismo sería la mera y sencilla continuación del romanticismo y, por así decirlo, como pretende Schoenichen, su realización correcta. Sería sin duda tan absurdo considerar a Hölderlin o a Novalis como los padres fundadores del nacionalsocialismo como ver en Stalin al intérprete más fiel de Marx."

Luego remite el tema de la ecología en el Tercer Reich al debate, ya secular, sobre "el estatuto de lo natural como tal". Con una refinada y bien documentada comparación, Ferry examina las diferentes maneras de entender "lo natural". Para los clásicos franceses, dice, la naturaleza "originaria y auténtica" carece de sentido de verdad.

"La razón es la siguiente: a partir del cartesianismo y de su lucha contra el animismo de la Edad Media surge la idea de que la naturaleza verdadera no es la que percibimos de forma inmediata a través de los sentidos, sino la que aprehendemos mediante un esfuerzo de la inteligencia. Mediante la razón, según Descartes, aprehendemos la esencia de las cosas. Y lo que los clásicos franceses llamarán «naturaleza» no es más que esta realidad esencial que se opone a las apariencias percibidas en la inmediatez sensible."

Toda esta idea de naturaleza, insiste Ferry, va a redundar en el paisajismo francés, altamente matemático. Mientras tanto el bosque, el océano, la montaña, sólo pueden inspirarle un justificado espanto al hombre de gusto: el caótico desorden que reina en ellos estaría ocultando la realidad. En la Argentina, las obras de Carlos Thays, entre las cuales puede contarse la construcción del parque Tres de febrero y el diseño de los jardines de innumerables estancias, derivan directamente en estas ideas.

Ferry opone a la "visión clásica", la "estética del sentimiento", fuertemente arraigada en la concepción alemana de "lo natural". De la mano de esta "estética del sentimiento", renace el mito de la edad de oro, del paraíso perdido y de allí, el tan frecuente discurso en la Alemania del primer cuarto del siglo XX sobre la decadencia, la caída, ocaso de Occidente y el renacimiento.

"Estos dos temas [la belleza como sentimiento y la edad de oro perdida] son, esencialmente, los que conservará la ecología nacionalsocialista, oponiendo al clasicismo francés, racionalista, humanista y artificialista, la representación «alemana» de una naturaleza original, salvaje, pura, virgen, auténtica e irracional, accesible únicamente a través de las vías del sentimiento. Esta naturaleza original se define como tal incluso por su carácter extrahumano. Es exterior al hombre y anterior a él.- exterior a su razón matemática y anterior a la aparición de la cultura artificial de la que el desvarío y el orgullo humanos son los únicos responsables."

A partir de estas concepciones, Ferry establece un vínculo entre la "estética del sentimiento" y lo que luego se convertirá en el tema central de la ecología profunda, un mundo natural en sí mismo digno de respeto, independientemente de cualquier consideración hacia los seres humanos.

 

4.

Es probable que la imagen que se tiene hoy en día del nacionalsocialismo, un movimiento político, social y cultural tan complejo, quizás el más complejo del siglo XX, sea muy aproximada, incluso errada en los lugares claves. El cine, en este sentido, fue más un creador de poderosos mitos que otra cosa. Y de hecho, el nazismo sigue siendo un tema controversial. No hace falta más que revisar las acaloradas polémicas que despertó una película con La caída para comprobarlo.

El modernismo reaccionario, de Jeffrey Herf, cuyo subtítulo es Tecnología, cultura y política en Weimar y el Tercer Reich, publicado en español por Fondo de Cultura Económica en 1990, es un inestimable aporte para develar qué fue lo que pasó durante el ascenso de los nazis al poder. (7)

Para empezar, Herf deja bien en claro que la modernidad "en general" no existe, sino que cada sociedad nacional se moderniza a su manera y que las dicotomías (tradición-innovación, progreso-reacción, comunidad-sociedad, razón-carisma) tan frecuentes para explicar el desarrollo en la modernidad europea no pueden ni empezar a explicar lo que sucedió en Alemania. Para avanzar sobre la historia y el pensamiento nacionalsocialista, Herf forja un concepto relativamente nuevo, el del "modernismo reaccionario", que produciría un tipo definible como el "modernista reaccionario".

"Allí donde los conservadores alemanes habían hablado de la tecnología o la cultura, los modernistas reaccionarios –escribe Herf– enseñaron a la derecha alemana a hablar de la tecnología y la cultura. El modernismo reaccionario no fue primordialmente una reorientación pragmática o táctica, lo que no niega que haya transformado las necesidades militares-industriales en virtudes nacionales. Más bien, incorporó la tecnología moderna al sistema cultural del nacionalismo alemán moderno, sin disminuir los aspectos románticos y antiracionales de tal sistema."

Herf cita un ensayo de Thomas Mann donde el escritor alemán describía al nacionalsocialista como "mezcla de una modernidad robusta y una postura afirmativa hacia el progreso combinadas con sueños del pasado: un romanticismo altamente tecnológico".

Estos "modernistas reaccionarios" retomaban el legado anti-occidental del nacionalismo alemán, su mística y su credo en la voluntad, pero las privaban de sus ideas antitecnológicas ya que éstas redundaban en la impotencia nacional. Su trabajo consistió en demostrar que la tecnología podía ser separada de su cáscara liberal y occidental y retomada por el sueño pangermánico como ideal de dureza, pasión y espíritu. Ya en pleno auge del nazismo, Goebbels repetiría sin cesar que el siglo XX era el siglo del stählernde Romantik, o romanticismo de acero.

Por lo tanto, los modernistas reaccionarios era modernistas "en dos formas". Por un lado, pugnaban por los avances tecnológicos y una Alemania cada vez más industrializada, y al mismo tiempo eran irracionalistas, despreciaban la razón, denigrando su papel en asuntos políticos y sociales.

Como Ferry, Herf deslinda al romanticismo del siglo XIX del nazismo: "Después de la Primera Guerra Mundial Ernest Jünger y Carl Schmitt se enorgullecían de sus diferencias con el romanticismo del siglo XIX. Pero su entusiasmo por la Fronterlebnis (experiencia del frente) y su creencia en que la mortandad estaba creando un hombre nuevo constituían una antigua visión romántica en un contexto moderno".

Es en este contexto, entonces, que debe ser leída la vocación ecologista del Tercer Reich, cercana a su voluntad esotérica, a sus teorías raciales pero también políticas y a la tradición mística de los sajones.

 

5.

Ferry es claro cuando dice que "el amor hacia la naturaleza, tal y como la ecología profunda nos invita a practicarlo" aparece tanto en reaccionarios como entre progresistas: "A este propósito, las tesis filosóficas que dejan entrever las legislaciones nacionalsocialistas solapan a menudo las que demandara la deep ecology, y ello por una razón que no debería subestimarse: en ambos casos, nos encontramos ante una misma representación romántica y/o sentimental de las relaciones de la naturaleza y la cultura, unida a una revalorización común del estado salvaje en contra del de la (pretendida) civilización."

De allí que la idea de "travestimo ecológico" introducida por Kukso para definir las leyes ecológicas sancionadas por los nazis, sea banal o directamente equivocada. El libro de Ferry retoma un debate que en la Argentina parece extraño pero que en Europa tiene cada vez más peso político. Después de todo, ¿es tan extraño pensar que la radicalidad de los movimientos anti-globalización y sus pretendidos buenos principios puedan estar ligados a posiciones reaccionarias, anti-intelectuales, anti-políticas e incluso anti-democráticas? ¿Puede ser la ecología una fuerza fundamentalista?

Como respuesta, una vez más, la paradoja. En el folleto que acompaña Play, quizás su disco más exitoso, Moby incluyó cinco viñetas fechadas "New York City, January 1999" que él mismo describe como "essays" y de los cuales admite "no están relacionados con la música".

Mientras el primer texto, titulado "1", abre así: "Fundamentalism (of any kind) troubles me" y se explaya sobre cuán en desacuerdo está con cualquier tipo de fundamentalismo, en el texto titulado "3" se confiesa Vegan, alguien que no come, ni viste ni usa productos animales. "¿Nunca?" podría preguntarle algún despistado. A lo que Moby seguramente respondería "Jamás de los jamases".

Juan Terranova

 

Notas

(1)

http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/radar/9-1839-2004-11-27.html

(2)

"El pueblo alemán tiene necesidad del bosque y, aun en el caso de que ya no tuviéramos la necesidad de la leña para calentar al hombre exterior, no por ello dejaría de resultar igual de necesario para calentar el hombre interior. Tenemos que proteger el bosque, no sólo para evitar que la estufa se enfríe en invierno sino para que el pulso del pueblo siga latiendo caliente, alegre y vital, para que Alemania siga siendo alemana", escribió el historiador Wilhelm Heinrich Riehl (1823-1897).

(3)

Ernst Haeckel, biólogo y filósofo alemán, nacido en Potsdam en 1834 y muerto en Jena el 8 de agosto de 1919. Estudió medicina en las universidades de Berlín, Wurzburgo y Viena, tras lo cual se incorporó, en calidad de asistente de zoología, a la Universidad de Jena, de la que sería catedrático (1865-1909). Las contribuciones de Haeckel a la zoología fueron una mezcla de investigación y especulación. Abogó por el monismo y por una visión totalmente materialista de la vida y el universo. Amplió las ideas de su mentor, Johannes Müller, argumentando que las etapas embrionarias en un animal recapitulan la historia de su evolución, y que por tanto la ontogénesis reproduciría la filogénesis. Sus estudios acerca de la biología marina, realizados en colaboración con Müller, le condujeron a comparar la simetría de los cristales con la de los animales más simples, y a postular un origen inorgánico para los mismos. En 1866 anticipó el hecho de que la clave de los factores hereditarios reside en el núcleo de la célula. Provocó una fuerte controversia al proponer que todos los animales multicelulares se originaron a partir de un ser hipotético, a la vez endodermo y ectodermo, al que denominó gastraea.

Muy valiosas fueron sus aportaciones al estudio de los invertebrados, como las medusas, los radiolarios, los sifonóforos y las esponjas calcáreas, entre otros. Fue también el primero en distinguir entre seres unicelulares y pluricelulares y entre protozoos y metazoos. Ferviente darwinista, en Morfología general de los organismos (1866) presentó sus ideas evolucionistas, pero la comunidad científica apenas prestó atención a su obra. Organizó varias expediciones zoológicas y fundó el Museo Filético de Jena.

Se lo recuerda especialmente por adoptar e impulsar el darwinismo social como filosofía y fue, sin duda, un pensador decisivo en la integración de las diferentes tendencias pangermánicas que culminarían en el concepto de pureza racial que a su vez incluiría el de la superioridad de la raza alemana.

(4)

"«Im neuen Reich darf es keine Tierquálerei mehr geben» (En el nuevo Reich no debe haber cabida para la crueldad con los animales). Sacadas de un discurso de Adolfo Hitler, estas simpáticas declaraciones inspiran la imponente ley del 24 de noviembre de 1933 sobre la Protección de los animales (Tierscchutzgesetz). Según Giese y Khler, los dos consejeros técnicos del Ministerio del Interior encargados de la redacción del texto legislativo, de lo que se trataba era de trasladar por fin este mensaje del Führer a la realidad concreta –una tarea imposible, al parecer, antes de la llegada al poder del nacionalsocialismo–. Eso es por lo menos lo que explican en la obra que publican en 1939 bajo el título: El derecho alemán de la protección de los animales. En sus trescientas páginas de apretada escritura se encuentran reagrupadas todas las disposiciones jurídicas relativas a la nueva legislación, así como una introducción que expone los motivos «filosóficos» y políticos de un proyecto cuya amplitud, en efecto, no tenía entonces parangón. Muy pronto quedarán completadas, el 3 de julio de 1934, con una ley que limita la caza (Das Reichsjagdgesetz), y más adelante, el 1 de julio de 1935, con ese monumento de la ecología moderna que es la Ley sobre la Protección de la Naturaleza (Reichsnaturschutzgesetz). Fruto las tres de un encargo de Hitler, que hacía de ello un asunto personal, aun cuando correspondían también a los deseos de numerosas y poderosas asociaciones ecológicas de la época, llevan, además de la del canciller, las firmas de los principales ministros afectados: Göring, Gürtner, Darré, Frick y Rust."

Fragmento de El nuevo orden ecológico, de Luc Ferry, Tusquets, Barcelona, 2004. El capítulo del que fueron extraídos estos párrafos, "La ecología nacionalsocialista: las legislaciones de noviembre de 1933, julio de 1934 y junio de 1935", se encuentra disponible on line, en un sitio de clara orientación neonazi llamado Nuevo Orden. http://www.nuevorden.net/f_28.html

El capítulo se presenta con una introducción sin firmar que dice así: "Es lamentable pero el mejor trabajo que hay en Castellano sobre la legislación Nacionalsocialista sobre la Naturaleza y los Animales, está escrita por un profundo adversario liberal, Luc Ferry. Por tanto, y pese a sus inclusiones antifascistas, este texto puede considerarse esencial para entender el espíritu y el alcance enorme de la política Nacional Socialista sobre Naturaleza y protección de los animales. Está magníficamente detallada y por encima de comentarios del autor, puede descubrirse la esencia de esta posición. Por desgracia los textos esenciales están en alemán y no disponibles para poder leerlos y difundirlos."

(5)

Werner Sombart (Ermsleben, 1863 - Berlín, 1941) Economista alemán. Estudió en Pisa y Berlín y ocupó una cátedra de economía política en Breslau (1890-1906) para pasar luego a la Handelshochschule (1906-17) y a la Universidad de Berlín. En su obra principal, Der moderne Kapitalismus (3 volúmenes, 1902-1928), siguió el desarrollo histórico del sistema capitalista hasta el comienzo de la Primer Guerra Mundial. Aunque marxista en muchos de sus principios básicos, no coincidía con Marx en lo referente a los orígenes del capitalismo y estimó que éste sobreviviría, restringido por una creciente planificación, juntamente con otros sistemas económicos. Sus obras más conocidas son Sozialismus und soziale Bewegund im 19. Jahrhundert (Socialismo y movimiento socialista en el siglo XIX) de 1896, Die Juden und Wirtschafsleben (Los judíos y la vida económica) de 1911, Der Bourgeois (El burgués) de 1913 y Die Drei Nationaloekonomien (Las tres economías nacionales) de 1930.

(6)

El economista Murray N. Rothbard (1926-1995) nació en New York de padres judíos procedentes de Polonia. Estudió matemáticas y economía en la Universidad de Columbia donde se doctoró en 1956. Fue profesor de Economía en la Universidad Politécnica de New York y en la Universidad de Nevada, Las Vegas.  Siendo estudiante participó en el seminario de Ludwing von Mises en la Universidad de New York convirtiéndose en uno de sus más destacados discípulos. Es uno de los más respetados líderes de la llamada escuela austriaca por su tenaz defensa del liberalismo económico. 

(7)

El título original del libro es Reactionary Modernism, Technology, Culture and politics in Weimar and the Third Reich, Cambridge University Press, Cambridge, 1984. Primera edición en español, Fondo de Cultura, México, 1990. Primer reimpresión, Argentina, 1993.

 

 

 

 
 
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Juan Terranova

 

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Margen inferior: Massimo Carnevale, Obra (detalle).