el interpretador narrativa

 

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Ampere -11-

Juan Diego Incardona

 

 

 

 

continúa...

 

Contenebresco en el campito se apagó la luz en el otro ditio, descansemos hoy los ojos pensé mirar la oscuridad, subexplico las manos me temblaban en el frío frío flotante del pasto, olor de cardos y verde sudado me batía la mente con el regocijo, vaya viene sentimiento con tristitia debajo del arbolito final, observador del claroscuro la desgracia del huscarle, melancolía de reversa con llanto tritus la muerte de Roque, prisionero de la pampa imprevista dejo las uñas clavadas en la imagen cada más confusa de la chica gótica, clavada la tierra, en siempre, en estuvo, espectro eferre con cara de barro me pongo de pie hacia la noche y buscaré la luna, y abro el aire con un paso fantasmal, nómade sin testigo quiero viajar, segundo paso sobre el pajonal del pasado y el futuro, peregrino sin presente real mi nombre aún era Jael.

Empecé la nueva caminata en este campo del ilusorio con los ojos entrecerrados y fui más allá del tumulto embetunado hasta llegar al punto del mirador, y entonces vi delgadas luces horizontales que atravesaban las hendijas del techo negro, cielo agitado para la lucha, se apaga la luz, se prende la luz, se apaga la luz, se prende la luz, para el terraplén por favor adelante, no se detenga antes de la sartura muy lejos.

Hacia el continuo paso empecé a conversar con la nada, primero tímidamente, después con disserto pluvial, a vos te hablo pronunciaba mi discurso al invisible, amperítico del campo arrastraba sílabas de la bestia recalesca, inexpresivo sobre mi rostro expresivo, la romería y el río de mí en el obbrutesco de mis facciones, campo inevitable, campo irreparable, la cara se ha transformado en una postura de ademanes paralizados, marino del olvido por fin he llegado, caminante negro-blanco como esta meseta deslizante, muerto, ausente como un hombre de fotografía, intermori, demori, decedere, obire, eppetere, perire, interire polimorfo y narrador canino del paisaje extranjero, del campo y la noche.

Noctámbulo, noctívago en la sala de la gran pampa me dolía el estómago, me dolía el pecho en la caminata abovedada, me dolía el brazo, pensaba cómo era la chica gótica, no me acuerdo cómo era esa chica, me concentraba pero cómo era esa chica, endocrinaba la hipófisis pero cómo era esa chica, secretaba la antidiurética pero cómo era, cómo me miraba, era una noche de primavera, esa chica dónde está, caminaba, me dolía, me aplastaban los hectopascales, pero cómo es posible que no me acuerde, me dolía el estómago, la gente rezaba, la gente lloraba, cómo era, la baldosas se quebraron, a las personas se las tragó la multitud, se las tragó el aire lacrimógeno, después el pasto duro de la Plaza de Mayo, y el hipotálamo me quería devolver los besos que le regalé a esa chica, que sangra, que chorrea el cefalorraquídeo en la hemorragia interna de mi memoria, pero cómo era, tan joven, tan linda, cómo era esa chica pintada de negro, noctámbulo me dolía el brazo, noctívago me acosaba el invisible, pero cómo está, hombre campo, hombre nada, ¿está bien?, ¿podré verla?, ¿podré recordarla al menos?. La gravedad se desmenuza, hombre campo.

Mientras charlaba con la desolación, caminando bichito el paso regular de la frecuencia fui llegando a una pequeña loma, cubierta de hierba dorada. Sin interrumpir el ampere natural, subí la cuesta hasta llegar a la parte superior, desde donde pude dominar, mejor, el plano abandonado. En todas partes la luna, en todas partes la suposición, la quimera, siempre mis ojos y nada más, en todas partes yo reproducido, yo plurimus, yo repetido hasta el infinito, rebotando en las paredes negras, hecho de un cuerpo plástico, que se alargaba, que se ensanchaba, que se estiraba y deformaba más allá sin testigos, y aunque recordara los nombres de las cosas y la gente, sus imágenes me resultaban imposibles, todo había desaparecido en el gran agujero negro de esta llanura.

Pero en un breve pasaje de la antiperspectiva me pareció ver una interrupción, un detalle, un incordio de la noche del yo. A lo lejos, en el valle posterior, había una mancha amarillenta con forma trapecial. No pensé más y hubieran animado descendí de la colina hacia el valle, caminé uno dos uno dos y hasta creí notar la marca de un caminito bajo mis pies, un canal apenas perceptible entre la hierba, así que me dejé llevar por la conductancia, refloresco, electromagnético, polimorfo redundo, mientras observaba la monotonía del paisaje que, sin embargo, mostraba, a medida que avanzaba el caminante percido, cada vez más detalles, más interrupciones, más fisuras haciendo percrucio.

Entonces me acordé de Ayax y Pulccino, aunque no de sus caritas, pero la niebla de sus recuerdos fue suficiente para que el irroro manara de mi tristitia, y qué sería de ellos, quién los cuidaría, quién los alimentaría, hombre campo, ¿puedes hacer algo al respecto?, y con lamentaciones en la nostalgia de futuro continuaba noxa noxalis el evento nómade y solitario, y camina, camina, bichito el último plano, el último ditio, y poco a poco fui llegando a un terreno irregular, nuevo detalle que ahora me acaparaba, y recalesco celebré la heterogeneidad del paisaje y observé todo con mayor concentración.

Tum tum resonaban mis pasos como golpes al tambor, y miraba el lateral derecho cuando descubro una estructura ruinosa, no muy lejos, no muy, y abandono la conductancia suave entre la hierba y empiezo a caminar hacia allá cuando, estoy seguro, habrán susurrado vi caer una estrella fugaz, bibaculus chupando negro, chupando silencio, y rápidamente me agarra el viejo extranjero que me conmociona el cuerpo y pensé es ésta la fiebre del que espera frente al despertar.



continuará...

 

Juan Diego Incardona

 

 
 
el interpretador acerca del autor
 
                       

Juan Diego Incardona

Villa Celina, 1971.

 

Publicaciones en el interpretador:

Número 2: mayo 2004 - Eyeston (narrativa)

Número 3: junio 2004 - Super Dios (narrativa)

Número 4: julio 2004 - Maldita Ley Interpretación acerca del artículo 194 del Código Penal en relación a los cortes de ruta y la criminalización de la protesta en Argentina (ensayo en colaboración con María Cecilia Incardona)

Número 4: julio 2004 - La voz de la señora Chamberlain (narrativa)

Número 5: agosto 2004 - El estanque de agua inmutable (narrativa)

Número 5: agosto 2004 - Beth o La lucha por la casa Acerca de La furia y otros cuentos (1959) de Silvina Ocampo (ensayo)

Número 6: septiembre 2004 - Bartleby, el oxímoron Ensayo sobre Bartleby, el escribiente (1856) de Herman Melville.

Número 6: septiembre 2004 - Canción para muertos (narrativa)

Número 7: octubre 2004 - Internet (narrativa)

Número 9: diciembre 2004 - Ampere -1- (narrativa)

Número 10: enero 2005 - Ampere -2- (narrativa)

Número 11: febrero 2005 - Ampere -3- (narrativa)

Número 12: marzo 2005 - Ampere -4- (narrativa)

Número 13: abril 2005 - Ampere -5- (narrativa)

Número 14: mayo 2005 - Ampere -6- (narrativa)

Número 15: junio 2005 - Villa Celina -1-: "Los reyes magos peronistas" (aguafuertes)

Número 15: junio 2005 - Ampere -7- (narrativa)

Número 16: julio 2005 - Ampere -8- (narrativa)

Número 17: agosto 2005 - Villa Celina -2-: "El hombre gato" (aguafuertes)

Número 17: agosto 2005 - Ampere -9- (narrativa)

Número 18: septiembre 2005 - Villa Celina -3-: "El ahorcado" (aguafuertes)

Número 18: septiembre 2005 - Ampere -10- (narrativa)

Número 19: octubre 2005 - La gargantilla (aguafuertes)

   
   
   
   
 
 
 
 
 
 
Dirección y diseño: Juan Diego Incardona
Consejo editorial: Inés de Mendonça, Camila Flynn, Marina Kogan, Juan Pablo Lafosse, Juan Marcos Leotta, Juan Pablo Liefeld
sección artes visuales: Juliana Fraile, Mariana Rodríguez
Control de calidad: Sebastián Hernaiz
 
 
 
 

Imágenes de ilustración:

Margen inferior: Franz von Stuck, Lucifer (detalle), y" stromcirkel" (detalle).

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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