el interpretador narrativa

Frentokis

Leonardo Oyola

No es lo mismo que te den un frentoki a que te den un 'tate quieto.

����������� Los dos son correctivos.

Ninguno de los dos lastima f�sicamente.

Bueno, no tanto.

Eso s�: los dos son humillantes.

El frentoki se da, con los cuatro dedos de una mano, menos el pulgar. Te lo ponen en la frente. De ah�, su nombre. Y es m�s ruido que otra cosa.

Es para decirte ?�avivate!?, ?�no seas pelotudo!?.

El ?tate quieto es otra cantar.

Tambi�n la palma de una mano, pesada, sacudi�ndote la nuca.

Un poco pica.

Te hace cogotear. Saludar al rey. Un Le pertenezco, Sr. Director.

Que te den un ?tate quieto es para que te qued�s en el molde. Es para ponerte los puntos. Decirte: ?en esta foto no te pein�s que vos no sal�s?.

En toda mi vida, solo una persona fue capaz, sin que yo le amputara los garfios, de darme un frentoki o un ?tate quieto.

Tuve ganas, muchas ganas de arrancarle esa mano, lo admito.

Siempre.

Pero no pude.

El �nico que me humill� de esa manera, el �nico que me aplic� esos correctivos, fue mi pap�.

Mientras me ense�aba a manejar me llen� de frentokis.

Aprend� a los once. Si ese d�a no sacaba la camioneta andando en primera, de tantos correctivos, la cabeza me iba a reventar.

La cabeza o la vena en el cuello.

?�Animal! �Te dije despacio!?

�Plaf!

?�Animal! �Que me lo est�s ahogando!?

�Plaf!

?�Animal! �Dej� de acelerar! �Larg� el embrague!?

�Plaf! �Plaf! �Plaf! �Plaf!

�Pero que hijo de mil putas!

Mi pap� dec�a que la parte m�s dura del cuerpo humano, que la parte m�s dura del esqueleto era la frente.

Que no ten�a que llorar porque en la frente no dol�a? y porque yo era un hijo suyo �Qu� mierda!

La concha de su madre. S�, s�; mi abuela. Tambi�n me cago en ella.

Cada frentoki que me daba mi viejo era la humillaci�n de un cucurucho en la frente.

Hoy no te digo que lo perdono. Pero, as� y todo, esas se las dejo pasar.

Incluso la vez que me calz� un ?tate quieto.

* * * * *

En un terreno bald�o a una cuadra de donde viv�amos se hab�a instalado una feria con tumbalatas, tiro al blanco con rifle de aire comprimido, hamacas voladoras, botes, todas esas cosas? y la vuelta al mundo. Con el dinero que me hab�a dado mi viejo para mi cumplea�os, un s�bado a la noche, lo llev� a mi hermano. Nos ba�amos. Nos empilchamos. Compart� con el nene mi colonia Pibes y nos fuimos prometi�ndole a mi pap� que volv�amos a las once para cenar con �l, antes de que se fuera a bailar.

?Vuelvan en el entretiempo, as� no rompen las pelotas?, nos hab�a pedido, porque se defin�a la Copa de Oro con un supercl�sico.

Me acuerdo muy bien que esa tarde nos hab�a mandado a hacer la compra obligatoria de todos los s�bados. Levadura, harina y queso para amasar la pizza, la Coca y una Quilmes bien fr�a. En la semana nos cocinaba cuando pod�a. Pero mientras estuvimos con �l nunca nos falt�, los s�bados a la noche o cuando cumpl�amos a�os, una de jam�n y queso.

Mi primo el Sapo nos hab�a ense�ado que todos los puesteros eran tramposos. Que ten�an arreglados sus juegos para que vos nunca ganaras.

?La mira en los rifles es una fija que est�n desviadas. Hac� el primer tiro y fijate para d�nde se te corri� el bal�n. A qu� le diste. De ah�, sac� la cuenta?.

Si acertabas los tres tiros, te ganabas un radiograbador. Con dos un Mazinger Z de pl�stico o una mu�eca con pelo de verdad y vestidito de �poca. Acertando uno te daban un reloj de juguete que yo ya ten�a porque me hab�a salido en un Topolino.

Le hice caso al Sapo y despu�s de mi primer disparo me aviv� que la mira tiraba hacia la derecha. Solo tuve que apuntar un poquito m�s desviado hacia el otro lado. Y as� acert� los dos tiros que me quedaban.

-Ten�s culo, pendejo �eh?- celebr� mi punter�a el due�o del puesto. El cigarrillo que aparentemente ten�a pegado en los labios se le hab�a ca�do al suelo.

Le di el Mazinger a mi hermano para que lo llevara �l. Yo no quer�a que me vieran con el mu�eco en la mano, pero en casa �c�mo iba a jugar! �Saben qui�n era Koji Kabuto? �Yo! Obvio.

Ya nos pod�amos ir.

Hubi�ramos ganado mucho si ah� nos volv�amos a casa.

Pero yo quer�a subirme a la vuelta al mundo. Y mi hermano tambi�n.

Me encantaba. Nos encantaba.

Estar ah� arriba y ver las luces de las casas, las filas de luces de mercurio y las luces altas y de posici�n de los autos que iban circulando.

Mi hermano miraba para arriba, a las estrellas y a la luna.

Esa noche los dos buscamos mirar donde lo hac�amos siempre y cada uno encontr� algo diferente.

En la cola para dar la vuelta en el juego, adelante nuestro, estaban dos de las hermanas Nu�ez. Me gustaban las tres, pero yo estaba enamorado de Mariela. Y la pendeja lo sab�a. Y las hermanas tambi�n. Y todo mi grado, todo quinto. Todo el colegio. Mi hermano, mi primo el Sapo y los otros hijos del t�o Mart�n. Hasta el t�o Mart�n y la t�a Pocha.

El �nico que no se hab�a enterado era mi pap�.

Mariela y Patricia quedaron en el asiento anterior al nuestro. Yo no dejaba de mirarla a ella. As�, todas las vueltas. Cuando paraban la rueda para bajar a los que ya hab�an cumplido su recorrido, nos qued�bamos ah� suspendidos. Y Mariela me miraba de reojo por encima del hombro y sonre�a. Yo tambi�n le sonre�a. En una de esas paradas, nos toc� quedarnos en lo m�s alto. Yo me tent� un poco con la enorme luna anaranjada de ese verano. Con la luna moneda. Y despu�s me volv� a concentrar en ella. Mariela era m�s linda que una luna llena.

Entonces se nos vinieron las sorpresas.

La dulce y la amarga.

Mariela se dio vuelta y apoyando los brazos sobre el respaldo, y su pera sobre sus manos, cerrando los ojos me mand� un beso.

No me dio tiempo a reaccionar el flor de eructo que se tir� un vago detr�s de nosotros. Lo escuch� toda la rueda. Y mi hermano se cag� tanto de la risa?

-�Eh! �Vo?! �Putito! �De qu� te re�s?- nos barde� ese conchudo. Y digo nos barde�, porque si se met�a con mi hermano se estaba metiendo conmigo. Lo mir� de costado y entr� en la volteada-. �Y vos qu� mir�s? �Tambi�n sos puto?

No le dije nada. Con mi hermano los dos mir�bamos para abajo. Para adelante. Y Mariela y Patricia nos miraban a nosotros, preocupadas.

Lo vi un segundo. Era un a�o, dos como mucho, mayor que yo. Ese y el otro. Que tambi�n se prendi� en el verdugueo.

-�Mir�! �Juegan con mu�equitos los dos putitos!

Not� que mi hermano se estaba por poner a llorar. Le ped� que no lo hiciera y agarr� yo al Mazinger.

Cuando pararon la rueda para que se bajaran Mariela y Patricia; los escuch� y supe lo que eran antes de sentirlos en la espalda, el cuello y el pelo. Supe lo que eran antes de verlos en mi hermano y en el Mazinger.

Flor de gargajos nos estaban escupiendo.

La rueda dio una vuelta completa con esos dos hijos de puta escupi�ndonos.

-No llor�s, hermanito. Aguant�. No llor�s.

Cuando nos bajamos, lo abrac� y lo obligu� a apurar el paso hasta la calle para salir de la feria. Ah�, en la oscuridad de la vereda de Atenas, mi hermano moque� por los dos la rabia y el dolor de c�mo nos hab�an humillado.

Yo lo abrac� y lo tranquilic�. Le limpi� los pollos que ten�a en la ropa y en el cuerpo. Con mis manos le sequ� la saliva de esos guanacos y la concha de su madre. Y le ped� que no le contara nada a pap�. Que sino no nos iba a dejar salir m�s. Y que capaz que si se enteraba sal�a para armar bardo. Pero que antes seguro nos cagaba a frentokis.

Mi hermano me dijo que s� con la cabeza pero no abr�a la jeta para nada. Si lo intentaba se le escapaban unos sollozos que a m� me iban a terminar haciendo largar los mocos tambi�n.

No s� cu�nto estuvimos. Fue un buen rato. Volvimos con el partido ya terminado. En el tocadiscos sonaba el ?swing del buen humor?, la c�bala del viejo cada vez que se preparaba para ir al Jesse James.

Nos escuch� entrar. �l estaba en el ba�o termin�ndose de afeitar.

-�Pendejos atrevidos! �Antes de las once me dijeron que volv�an! �Que conste que no los cago a palo porque le hicimos el orto a los bosteros! Ahora van a manducar solos la zapi por m�s que est� fr�a, �eh?

Nos fuimos para la pieza. Nos encerramos. Pap� no era boludo. Sab�a que algo nos pasaba.

-�Qu�? �No van a cenar? �No quieren ver la pel�cula de terror en la tele?

-Queremos escuchar m�sica. �Nos dej�s poner el disco de la Credence?

Me mir� todav�a desconfiando.

Pero al loco lo cebaba que tuvi�ramos los mismos gustos.

-Dale. Pon� ?Molina?.

Encar� para el tocadiscos. Ah� me deschav�.

-Pini, �qui�n te escupi� en la espalda?

-Nadie- contest� con el sobre de P�ndulo en la mano.

Menos Fogerty, el resto de los m�sicos usaba la barba y el pelo largo.

-�C�mo que nadie! �Ten�s un flor de pollo verde en la espalda!

Se puso loco.

Pero sab�a moverse.

Yo, adem�s del apellido, hered� su andar.

Pap� sab�a que yo no iba a aflojar. Que no le iba a largar prenda.

-Contame todo ?le orden� a mi hermano.

-Pa?- quise evitar que el nene hablara.

Y mi pap� ah� me hizo picar en la nuca un ?tate quieto.

Mi hermano le cont� todo.

Y se volvi� a llorar todo.

Pap� lo dej�.

Lo hizo que se lavara bien la cara para que no se notara que hab�a estado llorando y le pidi� que se trajera el Mazinger. A m� me agarr� de un brazo y me hizo salir con ellos.

-Son aquellos dos- les se�al� el nene.

-�Los que est�n comiendo algod�n de az�car?- pregunt� mi viejo arrugando la frente. Mi hermano le dijo que s�.

?Negros de mieerrrda?, pronunci� pap� entre dientes y me empuj� para ese lado.

Los pibes cuando nos vieron llegar con mi viejo se pusieron tan blancos como lo que estaban morfando.

-�Ustedes son los que escupieron a mis hijos?

-�Qu�?- dijo el que hab�a eructado haciendo montoncito con los dedos.

-Mir�, pendejo, a m� no me hac�s ese gesto. Y si mi hijo dice que ustedes los escupieron es porque fue as�. �O vos me vas a convencer a m� de que mi hijo me miente?

Se quedaron mudos. La gente se empez� a acercar. A rodearnos.

-Esc�chenme bien. Esto lo tenemos que arreglar. Y tiene que terminar ac�. Yo no cr�o putitos -dijo y me mir�? Yo no tengo hijos que se coman los mocos. As� que si ustedes tienen alg�n problema, lo solucionamos ahora. �l es chiquito, tiene ocho. Pero el otro cumpli� once. Ya se la aguanta. Se van a boxear con �l. As� me lo estropeen, yo no me voy a meter. Un round cada uno.

Se miraron entre ellos y se rieron de los nervios. El que hab�a eructado despu�s me mir� a m� y se ri� de m�.

Do�a Nico, una vecina, se cubri� la boca con las manos.

-Oyola, no le haga eso a su nene.

Mi viejo no le dio bola. Cuando se enfurec�a no escuchaba a nadie.

-�Qu� me dec�s, L�tigo? �Sab�s dar �oquis o solo te dedic�s a los gallos?

-Don, si yo le pongo una mano a su hijo usted se va a meter?

-Para nada. Soy un Oyola. Mi apellido, pibe, se tiene que respetar. Yo te doy mi palabra. Lo �nico que quiero es que mi hijo se haga respetar. Que haga respetar el apellido. �Se la bancan?

Volvieron a mirarse entre ellos. Alzaron los hombros, coordinados, como diciendo y bueno. Pan comido.

Dio un paso adelante el del eructo.

Y mi pap� al o�do solo me dijo:

-Pini: ese sorete es el que escupi� a tu hermanito. �Qu� vas a hacer?

Me prend� fuego.

Sal� al encuentro del sorete que escupi� a mi hermanito dando un salto.

Lo sorprend�.

Ca� agarr�ndolo de los hombros y d�ndole flor de cabezazo.

Como pap� me hab�a ense�ado: la frente. La parte mas dura del cuerpo.

Despu�s empec� a cagarlo a trompadas gritando y llorando enfurecido.

Mis gritos eran aflautados. Propio de la voz de un nene de esa edad.

�Pero qui�n iba a decir que gritaba como una mina? �Qui�n me iba a decir que gritaba como un puto despu�s de la flor de paliza que le estaba dando a ese guanaco?

Mi pap� me atenaz� de los hombros para separarnos.

Yo quer�a seguir d�ndole masa, as� que al viejo le cost� despegarnos. Me levant� y me tir� hacia atr�s. Me trab� en los talones y me ca� de culo.

-Segundo round- le dijo al otro, mientras yo me paraba.

-Don? fue �l? el que escupi� a sus hijos, yo no hice nada.

Mi viejo sonri� satisfecho.

Agarr� el Mazinger y se lo dio.

-Tuyo -le dijo clav�ndole el mu�eco en el pecho-. Con esto juegan los putitos. -Despu�s alz� a mi hermano en brazos y me hizo se�a para que lo siguiera.

La gente se abri� para dejarnos pasar.

����������� Y lo que m�s me hinch� las pelotas de todo esto fue que Mariela ya nunca m�s me mir� como lo hab�a hecho en la vuelta al mundo.

Y mucho menos me volvi� a tirar un besito.

����������� En casa, pap� acost� a mi hermano. Prendi� la tele en Canal 7. Trasnoche Aurora Grundig iba a dar ?Frankestein debe morir? con Peter Cushing y Christopher Lee. Puso en un plato dos porciones de pizza fr�a y sirvi� un vaso de cerveza. La botella la dej� en la mesa.

����������� Alz� la mano y yo cerr� los ojos esperando un frentoki o un ?tate quieto.

����������� Y entonces mi pap� me acarici� la cabeza, despein�ndome.

����������� Despu�s se fue a bailar.

Leonardo Oyola

el interpretador acerca del autor

Leonardo Oyola

Naci� en Buenos Aires en 1973. Su primera novela, Siete & el Tigre Harapiento, obtuvo la tercera menci�n del Premio Clar�n-Alfaguara 2004 y fue publicada por la editorial G�rgola para la colecci�n Laura Palmer no ha muerto (2005). Sus cuentos Matador y Anim�tal forman parte de la antolog�a de casos policiales (Mondadori) y de Buenos Aires-Escala 1:1 (Entrop�a), respectivamente. La editorial Salto de P�gina public� en Espa�a en mayo del 2007 Chamam�. ?Frentokis? es la adaptaci�n del cap�tulo 7 de esta novela tal como fuera le�do en el ciclo de lectura organizado por la Editorial Carne Argentina en el Mantis Club (abril de 2007).

Direcci�n y dise�o: Juan Diego Incardona
Consejo editorial: In�s de Mendon�a, Camila Flynn, Marina Kogan, Juan Pablo Lafosse, Juan Leotta, Juan Pablo Liefeld
Control de calidad: Sebasti�n Hernaiz

Im�genes de ilustraci�n:

Margen inferior: Francisco de Goya, El perro semihundido (detalle).