el interpretador narrativa

Copi

La guerra de los putos 
-versi�n completa-
por Copi

Traducci�n: Margarita Mart�nez

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1.- Las escaleras de la Rue Andr�-Antoine

Hablaba con un acento que me pareci� al comienzo norteamericano, despu�s espa�ol. Su madre me la present� como Concei�ao do Mundo. Comprend� enseguida que no era una travesti como las dem�s.
Su madre la ayud� a sacarse una capa de plumas de pavo real que le llegaba hasta los tobillos. Su madre era al mismo tiempo su chofer; volvi� a salir con la capa para estacionar el auto. Concei�ao avanz� desnuda, en tacos aguja. Nunca hab�a visto una mujer tan hermosa, aparte de que era un hombre. Pose�a una cabellera roja llameante que ca�a sobre sus ojos de �gata, y la piel mate de las mujeres caribes sobre una nariz apenas negroide. Su boca era carnosa, con labios pintados de naranja; ten�a los ojos maquillados a la manera de las negras del sur de los Estados Unidos, con diferentes polvos fluorescentes. Era imberbe. Sus senos eran puntiagudos y firmes. Bronceada, no conservaba ninguna huella del traje de ba�o. Entre su pelvis tupida y sus piernas divinas pend�a la m�s maravillosa pija del mundo. Ten�a la medida de un antebrazo y el grosor del pu�o cerrado de un ni�o de doce a�os. Despu�s de haberse sacado muy pausadamente un largo guante de sat�n negro, me tendi� la mano, que bes� bastante intimidado.
?Es usted Pogo Bedroom? ?me pregunt�.
?Soy su amigo ?respond� sonroj�ndome? se est� preparando.
?Que se apure� ?me dijo? no es mi �nico cliente Pogo Bedroom.
Saqu� de mi bolsillo dos billetes de quinientos francos, la suma convenida. Ella no sab�a d�nde guardarlos, no ten�a cartera. Los dobl� en cuatro y se los puso en el interior de uno de sus zapatos. Se sent� en el sof� Chesterfield de mi biblioteca, con las piernas abiertas y comi�ndose las u�as. Tocaron el timbre; atraves� el living para ir a abrir. Era su madre.
?Se olvid� el l�tigo en el auto ?me dijo su madre? �Todav�a no comenz� la sesi�n?
Me preguntaba si deb�a hacer pasar a la madre o decirle que esperara en el auto. Adivin� mis pensamientos.
?Voy a esperar en la cocina ?dijo? me voy a hacer un caf�.
La preced� en el pasillo. Era una mujer bastante bella, de unos cuarenta a�os aunque parec�a m�s joven, mestiza de indio o de negro; estaba vestida con un sari anaranjado y un turbante plateado. Le expliqu� el funcionamiento de la vieja cafetera a presi�n que Pogo quer�a tanto. Me pregunt�, ri�ndose: ?�Se hace meter la cafetera ardiendo en el culo??. Me pareci� chocante.
Pogo era masoquista desde hac�a cierto tiempo, le agarraba una o dos veces por mes; conoc�amos una red de travestis s�dicos bastante simp�ticos. En general no hab�a ning�n problema: a Pogo le daban latigazos con un cintur�n y despu�s lo sodomizaban. Luego yo le pasaba mercurocromo en las nalgas y no habl�bamos m�s del asunto. Esos seres eran feos y sin encanto, y r�pidamente los olvid�bamos. Pero esta vez yo estaba inquieto. Concei�ao do Mundo era la travesti m�s seductora que hubiera encontrado jam�s. Y encima se presentaba con su madre.
Escuch� un grito penetrante. Era la voz de Pogo. Me precipit� en la biblioteca, Concei�ao estaba sentada a horcajadas sobre Pogo; le hab�a atado las manos detr�s de la espalda y le quemaba los bigotes con un soplete que hab�a sacado Dios sabe de d�nde. Me precipit� para arranc�rselo; la madre me asest� un golpe de karate en la nuca. Me desplom�, atontado a medias, en el Chesterfield. El olor de los bigotes quemados me dio n�useas; ahora le quemaba los pelos del sexo. No se si esa pesadilla dur� treinta segundos o tres minutos; recuerdo la risa demon�aca de la madre cuando Concei�ao do Mundo saltaba con sus tacos aguja sobre las costillas de Pogo desvanecido.
Antes de partir, la madre me dio un golpe con la fusta que me abri� la mejilla y la nariz. Corr� a desatar a Pogo. Ten�a olor a cerdo asado, quemaduras bastante horribles de ver en los p�rpados y en los test�culos y heridas de los tacos aguja en el vientre. Lo dej� seminconsciente sobre la alfombra y llam� a una ambulancia con dedos temblorosos.
Felizmente, sus heridas s�lo eran de segundo grado, pero eso no impidi� que estuviera como m�nimo una semana en la cl�nica.
No era �sa nuestra primera experiencia de cohabitaci�n homosexual, pero antes, ni para �l ni para m�, la cosa hab�a durado m�s de algunos meses. Hab�a conocido a Pogo en el FHAR (1) en 1970. Inmediatamente me fascin� por ese joven maric�n, norteamericano, musculoso, rubio y de bigotes. Me dej� crecer inmediatamente los bigotes y lo invit� a vivir conmigo en mi departamento de Montmartre. Durante diez a�os seguimos militando, cada vez m�s relajadamente. Pero hab�amos estado juntos en la manifestaci�n de homosexuales de Washington en 1979, por ejemplo, y hab�amos contribuido con nuestro bolsillo a la creaci�n de varias publicaciones gays. Pogo estaba en la moda. Hac�a una colecci�n por temporada de pr�t-�-porter masculino. Soy, lo que es bastante raro para un homosexual, dibujante humor�stico. Mi oficio me obliga a frecuentar heterosexuales. De hecho, me siento tan c�modo entre los dibujantes humor�sticos como entre los homosexuales; los encuentro iguales en su comportamiento social, aunque los dibujantes humor�sticos sean invariablemente feos, yo el primero.
Nos dec�amos que si hab�amos vivido juntos sin la sombra de una nube era gracias al humor. El humor de Pogo, muy norteamericano, se llevaba de maravillas con el m�o. Pas�bamos por per�odos en donde nuestro lado femenino tomaba la delantera y nos pele�bamos como dos conventilleras (2) a prop�sito de un par de botas mejicanas o de una camisa de seda, pero nuestras reconciliaciones no hac�an m�s que volverse m�s viriles. El hecho de que se hubiera convertido poco a poco en masoquista no me sorprendi� en lo m�s m�nimo. Yo tambi�n me hab�a convertido en masoquista al mismo tiempo que �l gracias a un bailar�n negro de New York que nos inici� en ese arte sutil�simo del sexo. Pero Pogo entend�a este giro en nuestros v�nculos como esencial; adquiri� el vicio de pagar, lo cual es absurdo. Hubi�ramos podido darnos latigazos y agujerearnos las tetillas con alfileres de gancho entre nosotros sin gastar un centavo, del mismo modo que antes nos cule�bamos mutuamente, pero seg�n �l, para gozar verdaderamente con el sufrimiento deb�amos pagar para convertirnos en esclavos. �Es un rasgo de la cultura neoamericana del que mi avaricia, bien francesa, me habr�a podido dispensar! La culpa no era de Pogo, lo repito, sino de esa diferencia radical entre Am�rica y Europa que, a nuestra edad, se convierte en una fosa tan profunda como el oc�ano Atl�ntico. En tanto que norteamericano, el peso de su cultura hac�a de Pogo mi hermano mayor; en tanto que europeo, me sent�a con frecuencia una madre que rega�a a su beb� que camina en cuatro patas porque pone los dedos en el enchufe, lo que le ocurr�a con frecuencia, por desgracia. Si es cierto que cada nacionalidad lleva en s� el fantasma de su pena capital, nosotros, los franceses, nos vemos m�s inclinados a la prudencia y al dolor, y siempre con un car�cter ejemplar, como en las f�bulas de La Fontaine; los norteamericanos, por el contrario, saben que su moral cambia por lo menos una vez cada diez a�os. Esto les permite aproximarse a la silla el�ctrica solos, como los h�roes griegos, seguros de que nadie extraer� de ello una moral, sino apenas una foto para la televisi�n entre dos spots publicitarios. Y su moral no hace m�s que convertirse en m�s s�lida.
Era bastante consciente de ello y tambi�n de otra cosa: me quer�a de manera m�s visceral que yo a �l; dir�a que amaba todo de un modo m�s animal, incluso la muerte. Yo ten�a en ese entonces cuarenta a�os. Mi militancia homosexual no me imped�a ver una cosa de frente: el amor. El acuerdo entre dos seres exige un amplio margen de nobleza, sobre todo cuando se pertenece a dos culturas diferentes. El mimetismo norteamericano, la manera en la cual se disfrazan y piensan al un�sono una vez por d�cada, no hace m�s que ahondar la fosa atl�ntica. Nosotros, los europeos, continuamos contando el tiempo por siglos. E incluso siendo putos, todos tenemos algo de musulmanes, adem�s de las matem�ticas: todos llevamos una Scherezada en el coraz�n. Cada vez que nos dormimos nos habla al o�do. Eso nos hace so�ar, incluso si nos dormimos con una pija en el culo. Todas las noches son las Mil y Una. Nunca una buena mujer de las de ahora podr�a entenderlo, ya que se duermen con el fantasma de su padre, probablemente no mayor que un cl�toris. La mujer moderna es una invenci�n norteamericana, no dejo de repetirlo. S� que mi lenguaje es extra�o, pero me impulsa el humor. Hay un humor jud�o y un humor homosexual, pero nosotros, si se nos llevara a Jerusal�n, transformar�amos el Muro de los Lamentos en un meadero y nos har�amos culear por los palestinos.
Esa semana que Pogo pas� en la cl�nica fue para m� una verdadera pesadilla. El tel�fono no dejaba de sonar. Est�bamos en pleno verano y la gente esa de la moda preparaba la colecci�n de oto�o. Pogo continuaba dise�ando en la cl�nica telas para chalinas, a pesar de sus p�rpados tumefactos que apenas le permit�an entreabrir los ojos. Estaba irreconocible. Ya no podr�a dejarse crecer el bigote, su labio superior era una llaga; le volver�a a crecer muy poco cabello sobre el cr�neo y le hab�an tenido que hacer la ablaci�n de un test�culo pr�cticamente calcinado. El jefe de los m�dicos quer�a que hici�ramos la denuncia a cualquier precio, pero Pogo se opuso en�rgicamente. Yo estaba de acuerdo. Tan s�lo vivir ya implica un riesgo de muerte, sobre todo para un homosexual. Concei�ao do Mundo y su madre eran tambi�n v�ctimas de la sociedad, a igual t�tulo que nosotros; ��bamos a agregar los horrores de la venganza jur�dica? Pogo no quer�a por nada del mundo que contara a sus socios de la moda la agresi�n de la que hab�a sido objeto. Yo respond�a invariablemente, por tel�fono, que estaba pasando unos d�as en una cl�nica para hacerse un lifting; una vez que sali�, nuestros conocidos se acostumbraron poco a poco a las cicatrices.
Le compr� una peluca de cabellos rubios enrulados casi id�nticos a los suyos para el d�a en que le dieron el alta del Hospital norteamericano, y unos inmensos anteojos de sol. Apenas entr� en la casa hizo la primera crisis de histeria en nuestras relaciones. Me acus� de haberme divertido vi�ndolo quemarse vivo, y hasta lleg� a arrojar mis originales por la ventana. Me encerr� en la biblioteca e hice como que dibujaba a pesar de que las l�grimas me impidieran ver con claridad. ?Pogo Bedroom soy yo?, me dec�a. ?Si me mirara en el espejo con el rostro quemado me sentir�a tan mal como �l, y estamos juntos para lo mejor y lo peor; voy a esperar el momento en el que recupere su verdadera personalidad?. Pero cada vez que intentaba encontrar una idea para un dibujo humor�stico, lo que sal�a de mi pluma era el rostro desfigurado de Pogo. La primera noche de amor fue bastante penosa para ambos; yo cerraba los ojos e intentaba imagin�rmelo tal como era antes. Consciente del fracaso, corri� al ba�o e intent� cortarse las venas con una gillette. Para imped�rselo, tuve que golpearlo. Rodamos ambos en la ba�adera, donde llegu� a dominarlo; abr� la canilla y le puse la cabeza debajo del agua fr�a hasta que se calm�. Le di un somn�fero, y cuando finalmente se durmi�, estall� en sollozos. Retir� los espejos de la entrada y del ba�o, y el p�ster de la biblioteca en donde aparec�amos posando desnudos en el palmar de Marruecos. Termin� durmi�ndome sobre el Chesterfield con la ventana abierta.
Me despert� con la salida del sol, temblando de fr�o, y fui a acurrucarme contra Pogo. Me abraz�. Eso fue quiz�s, entre nosotros, esa ma�ana, el verdadero casamiento. Nos juramos no abandonarnos nunca en ninguna circunstancia; lo peor ya hab�a pasado. Y el humor tom� la delantera. El humor y su coraje, ese coraje norteamericano que logr� no solamente la conquista del oeste sino tambi�n la fuerza eterna de Am�rica.
Al despertar, me encontr� con una fuente de cerezas al aguardiente, pop corn y huevos con tocino sobre la almohada. Era la primera vez que me llevaba el desayuno a la cama. Hab�a escondido su rostro detr�s de una toalla anudada como si fuera un chador. Estall� de risa; me hizo cosquillas en la planta de los pies y las axilas y nos revolcamos en la cama, volcando la bandeja del desayuno sobre las s�banas; fui a ducharme mientras �l pasaba la aspiradora en la alfombra de la habitaci�n, cubierta de pop corn.
Desde el primer d�a mostr� su coraje yendo a hacer las compras solo a la Rue Lepic, en donde la noticia de la agresi�n se hab�a extendido. Concei�ao do Mundo y madre eran muy conocidas en el barrio. No eran madre e hija, sino dos travestis brasile�as que hac�an la calle por las noches en el mercado, tendidas sobre los mostradores de pescados de la esquina de la Rue des Abbesses. Ten�an una clientela cada vez m�s viciosa. La que yo hab�a cre�do la madre se hac�a llamar Vinicia da Luna. Ten�a una especialidad repugnante: sodomizaba a sus clientes introduci�ndoles en el recto v�sceras que sacaba de los tachos de basura. Nadie hab�a hecho todav�a la denuncia porque nunca robaban una billetera, y cobraban por anticipado. Viv�an en la parte alta de la Rue des Martyrs, en lo de un maric�n maso al que ataban con una cadena al pie de la cama y al que no dejaban nunca salir, oblig�ndolo a hacer sus necesidades y a comer en un mismo recipiente. Pogo me cont� todo esto muy excitado, mientras vaciaba el contenido del carrito de supermercado en la heladera; yo mientras me hac�a un Nescaf� entre dos dibujos.
?Esto se ha convertido en algo peor que New York ?continuaba con su mejor acento neoyorquino? �los travestis brasile�os invadieron Pigalle! Se dicen miembros de una escuela de samba, ?As Mulatas de Fogo?, c�lebre en R�o, pero de hecho se trata de una banda de cangaceiros del nordeste brasile�o que desembarcaron en Par�s con pasaportes falsos. Son m�s de cincuenta.
No cre� ni una palabra, pero para asegurarme llam� por tel�fono al amigo de uno de mis antiguos amigos que tiene v�nculos con la polic�a (3) de la circunscripci�n XVIII, Jean-Jacques. Me dijo que hab�a o�do hablar de una banda de travestis marroqu�es, pero que no cre�a que fueran brasile�os. ?En todo caso ?me dijo Jean-Jacques? ya no es posible salir de noche por el barrio. El s�bado pasado, una compa�era m�a jugaba al flipper en la plaza Blanche, y bien, �le arrancaron la cartera! En cuanto a los brasile�os, me voy a informar?.
Me volvi� a llamar una media hora m�s tarde. �Era verdad! Travestis brasile�os hab�an tomado una casa en los altos de la Rue Trois-Fr�res. No se trataba de cincuenta, como se dec�a en la Rue Lepic, pero eran una buena veintena. Jean-Jacques estaba tan indignado como nosotros. Decidimos una reuni�n de militantes homosexuales de la circunscripci�n XVIII en nuestra casa esa misma noche. Comparamos nuestras listas: no �ramos numerosos y la mayor parte estaba de vacaciones.
?�Aprovechan el mes de agosto, esas sucias basuras! ?grit� Jean-Jacques? �me importa un comino que ataquen a sus clientes en las puertas de los garages, pero nosotros, incluso si pagamos, estamos en nuestra casa! �O vamos a terminar todas quemadas como Juana de Arco, entonces!
Pogo volvi� a salir a comprar pan cortado en rebanadas, diez latas de at�n desmenuzado y un frasco de mayonesa. Cada uno traer�a una botella. Nos volvimos a encontrar catorce; cada uno hab�a llegado con su compa�ero y dos botellas. Hice una gigantesca paella al at�n mientras discut�amos. Comenzamos por contarnos los �ltimos cr�menes homosexuales, unos m�s atroces que los otros. En los pa�ses musulmanes, nos cortaban las manos; en Am�rica Latina, se nos despellejaba y se nos entregaba, todav�a vivos, como pasto para los c�ndores. No hab�amos llegado a tanto en el barrio, pero ya hab�a elementos como para inquietarse. Jean-Jacques cont� una vez m�s la historia de su compa�era, a la que hab�an arrancado la cartera mientras jugaba al flipper, pero no era nada al lado de lo que nos hab�a pasado a nosotros.
Mientras Pogo bat�a la mayonesa, decidimos redactar un comunicado para los diarios, pero el asunto termin� mal; comenzaron a tratarse de marxistas y de fascistas entre ellos; los hice re�r haci�ndoles notar que cada pareja de homosexuales est� formada por un marxista y un fascista, y no por un hombre y una mujer. Finalmente, nos pusimos de acuerdo para no politizar el incidente, y pasamos a la paella. Por una vez, hab�a tenido �xito; estaba exquisita. Se hicieron las bromas habituales, aunque sin vuelo. Lo que m�s nos divierte es contar historias de travestis, pero no nos permitimos re�rnos de los travestis brasile�os, a pesar de ser un tema de oro, a causa de Pogo, cuyo rostro desfigurado en la cabecera nos remit�a a una realidad demasiado cruel. En el momento en que serv�a la crema al caramelo, Pogo se quebr�. Atraves� la ventana y lo atrap� casi en el vac�o ayudado por Jean-Jacques. Fue una escena atroz. Su peluca hab�a ca�do en la cuneta, tres pisos m�s abajo; lo dominamos sobre la mesa, en medio de las sobras; vomit� la paella, se apoder� del cuchillo para el queso con el objeto de intentar cortarse la garganta. El amigo de Jean-Jacques, que es m�dico y vive en el inmueble contiguo, corri� a buscar su botiqu�n, donde guardaba algunos gramos de morfina. Lo extendimos sobre la cama. Mientras que Jean-Jacques lo consolaba, volv� al sal�n; nuestros amigos estaban trastornados. Jean-Jacques lleg� desde la habitaci�n, haci�ndonos signos de que nos call�ramos.
?Se calm� ?dijo con voz apagada.
De golpe, un barullo infernal nos lleg� desde la calle. Todos nos precipitamos a la ventana. Viv�amos en la parte baja de las escaleras de la Rue Andr�-Antoine. �No eran treinta ni cincuenta, como hab�amos cre�do, sino al menos un centenar! Bajaban las escaleras vestidos como en el carnaval de R�o. La mayor parte era mulata, los m�s viejos, negros como el bet�n. A la cabeza, Concei�ao do Mundo no ten�a nada que envidiar a Carmen Miranda. No un anan� sino tres en la cabeza, m�s un racimo de bananas que probablemente hab�a robado en el mercado, y al menos treinta metros de tafeta dorada en el vestido cuya cola estaba sostenida por seis negras m�s macizas que Pel�. Jean-Jacques, que conoc�a muy bien el carnaval de R�o (es soci�logo), nos explic� el sentido de la ceremonia. Los dos diablos que estaban uno a cada lado de Concei�ao do Mundo representaban a Cosme y Damiao, dos divinidades de la macumba, semihermanos hermafroditas que encarnaban respectivamente la crueldad y la fealdad del mundo. Llevaban ambos una larga cola de tela roja a la que hab�an atado cacerolas que hac�an un ruido infernal cuando bajaban las escaleras. Detr�s de los diablos ven�an las amazonas; eran una veintena, en filas cerradas, llevaban arcos y flechas, y estaban vestidas con pieles de caballo anudadas alrededor del cuerpo con gruesas cuerdas que descubr�an un �nico seno. Llevaban plumas de todos los colores trenzadas en los cabellos. Detr�s de ellas ven�an sus ?madres? (es una expresi�n de la macumba), viejos negros m�s negros y viejos unos que otros, vestidos con t�nicas blancas, con cadenas en los pu�os y tobillos. La Madre Superiora, que a la saz�n era Vinicia, madre ficticia de Concei�ao do Mundo, y tambi�n reina de la Luna, puesto que estaba vestida con un abrigo de piel plateado y alas de vampiro, ten�a en el pu�o la fusta de la que yo mismo hab�a sido v�ctima. La usaba para dar latigazos de manera salvaje a las madres y amazonas, que lanzaban lamentos que part�an el coraz�n. Concei�ao do Mundo, con voz de tenor, entonaba una samba endiablada, acompa��ndose con un par de maracas enormes. Jean-Jacques nos tradujo la canci�n del brasile�o (4) casi entera:

A aquel que no ama la samba
Hay que quemarlo.
A aquel que ama el amor
Es un sucio marica (bicha de merda) 
A aquel que se refriega los ojos
Hay que arranc�rselos
(y  repet�an todos, en coro, ?bicha de merda?)

A aquel que toma al diablo
Por la cola, es un dios canceroso
Y hay que destriparlo

Y as� segu�a.

?�Pero es inaudito! ?grit� Jean-Jacques? �Y todo esto baja desde la plaza de las Abbesses (5)!
Lo hice callar. Muy raramente me pas� en la vida el experimentar una emoci�n est�tica, y as� ocurre entre la mayor parte de los humoristas. Pero ning�n dibujante habr�a osado imaginar esto; sent�amos que la ceremonia proven�a desde el fondo de las edades, antes de que el hombre se convirtiera en hombre, y la mujer en mujer.
Concei�ao se detuvo en lo alto de la escalera y su madre la desvisti� lentamente. Las amazonas montaron a horcajadas sobre sus madres, que relinchaban como caballos enloquecidos, bailando de manera cada vez m�s fren�tica. Hab�an dispuesto, de ambos lados de la escalera, filas de tachos de basura que hab�an llenado de nafta, y a los que m�s tarde prendieron fuego. Los dos diablos se daban latigazos entre ellos con sus inmensas colas rojas, las amazonas abr�an las t�nicas de las madres a cuchilladas limpias, pero lo m�s alucinante no hab�a llegado todav�a: unos diez de ellos, los m�s hermosos y j�venes, llegaron, tom�ndose de la cintura, desde lo alto de las escaleras. Estaban vestidos, y no miento, con carne. Uno llevaba un collar de tripas anudado alrededor del cuello, y nada m�s; otro se hab�a hecho un sombrero con una pavita; algunos llevaban v�sceras verdaderamente repugnantes; uno se hab�a hecho una suerte de corpi�o de pl�stico que rebosaba de bofe e h�gado, otro ten�a un conejo despellejado entre los dientes.
Concei�ao do Mundo permaneci� inm�vil en lo alto de la escalera, con las piernas abiertas, los cabellos sobre el rostro, y sosteniendo, en sus brazos, un at�n inmenso. Cantaba:

Si el hombre no es un pez
La mujer es una sirena
Si el agua del oc�ano comenzara a hervir
Cambiar�amos
De concepci�n de mundo

Las madres lam�an los cuerpos de los j�venes negros cubiertos de v�sceras, y las amazonas daban latigazos a todo el mundo a cadenazos de bicicleta.

Si yo no fuera hombre,
�el hombre no ser�a una mujer!

Y todo el mundo cantaba:

Concei�ao do Mundo
�Rainha do Ceu y do Inferno!

Su madre le chupaba el sexo, cuyo tama�o hab�a pasado a ser el de mi brazo. Los j�venes efebos negros la frotaban con restos de carne, mientras quemaban el at�n en un tacho de basura; el humo llegaba hasta nosotros.
?�Pero viste esa pija? ?grit� Jean-Jacques.
Corri� a buscar los binoculares. �ramos catorce maricas de bigotes balance�ndonos en la ventana, pas�ndonos los binoculares. Concei�ao do Mundo, en trance, eyacul� en la boca de su madre, lanzando aullidos que espantaron a las palomas.
Un patrullero llegaba por la Rue des Abbesses. Las Amazonas huyeron en desbandada, abandonando los tachos de basura en llamas que obstaculizaban la escalera. Llegaron los bomberos. Cerramos los postigos; la prudencia del militante tom� la delantera.
?Hay que saber qui�nes son y qu� pretenden ?dijo Jean-Jacques? Hace una eternidad que vamos a los pa�ses del tercer mundo para hacernos culear por gente como �sta, entonces, por una vez que los encontramos en el barrio, �no se los vamos a entregar a la cana! �No militamos diez a�os para llegar a esto!
Pero no pod�amos vivir en el terror. La cana los hab�a espantado, los bomberos pon�an fin al incendio de los tachos; hac�an rodar los restos del at�n y de las v�sceras a manguerazos limpios desde lo alto de las escaleras.
?�Pero qui�n nos asegura ?dec�a muy apropiadamente Jean-Jacques? que esta misma noche, si bajamos a los meaderos de la plaza Abbesses, no vamos a terminar calcinadas al soplete, atadas a la entrada del metro?
?S�lo tenemos que constituirnos en nuestra propia fuerza del orden ?dijo Gontran, el amigo m�dico de Jean-Jacques? �como en Estados Unidos!
?�Pero es rid�culo, no vamos a ir todas juntas de levante a los ba�os a horas fijas!
Estallamos de risa, nos pasamos un porro de la mejor brasile�a.
?�Hay que decir que nunca vi una pija as� en mi vida!
?�Hab�a j�venes soberbios!
?�Viste al que ten�a un pollo en el slip?
?�Ah, y los diablos, qu� excitantes eran!
?�Y las amazonas, entonces! �C�mo hacen para hacer que les crezca un solo seno?
?�Se cortan el otro!
?�Qu�?
?�Las ind�genas se cortan el seno derecho para tirar con el arco!
?�Pero qu� son, negras o ind�genas?
?�Las dos cosas! �Pero los ind�genas son de origen asi�tico!
?�Qu�?
Hab�a un putito que no sab�a decir otra que ?qu�?, parec�a un pato. (6)
?No, pero es incre�ble, �se hacen pr�tesis de parafina en un solo seno?
?�Se inyectan parafina incluso en los muslos!
?�Qu�?
Me hab�a olvidado de que era el cumplea�os de Jean-Jacques. Fui a buscar el champagne y los saladitos. Al pasar, entr� en la habitaci�n en puntas de pie para ver c�mo estaba Pogo. Gracias a la luz que llegaba del pasillo, lo vi ovillado entre las s�banas de las que s�lo sobresal�a su rostro deformado; le hab�amos administrado tres gramos de morfina y no se despertar�a hasta el d�a siguiente. Me pregunt� si no deb�a llamar a San Francisco para contarle a su madre el accidente, pero era un asunto delicado. Su madre y yo nos detest�bamos, ella me acusaba sin cesar de ser el culpable de la homosexualidad de Pogo, aunque la �ltima vez que hab�a venido a pasar sus vacaciones en Europa nos hab�a regalado un cubrecamas en patchwork hecho por ella misma. La madre de Pogo era de origen esquimal, de Alaska; ?Pogo?, en esquimal, quiere decir ?el Inmortal?. Bedroom era el apellido de su padre, un cazador de focas ruso, no se sabe demasiado por qu�. Su madre es el ser m�s insoportable que me haya cruzado en la vida, y mit�mana adem�s. Al abrir la heladera, romp� la botella de champagne que estaba mal ubicada en el freezer. En ese momento escuch� un ruido de vidrios rotos en el sal�n; corr� dejando la heladera abierta. Todos los putos estaban sobre las sillas y gritaban como locas. En el medio de mi alfombra persa, un espect�culo alucinante: una rata tan grande como un gato, atada a un adoqu�n con ayuda de un alambre, a medias calcinada, lanzaba gritos de agon�a. La hab�an arrojado contra la ventana, rompiendo los vidrios. Escuchamos una explosi�n formidable en la biblioteca. Hab�an arrojado una bomba Molotov sobre mi mesa de dibujo; mis originales se hab�an prendido fuego en los estantes; nos precipitamos a la cocina para buscar baldes, pero s�lo ten�amos dos; llenamos todas las cacerolas en la ducha; alcanzamos a dominar el incendio, pero dos paneles de la biblioteca estaban destruidos. La rata continuaba chillando en el sal�n; la desatamos del adoqu�n y la volvimos a dejar en la escalera.
Eran las seis de la ma�ana; los otros putos se retiraron, estaban agotados. Jean-Jacques y yo nos quedamos poniendo un poco de orden. Finalmente nos acodamos en la ventana, mojados y cubiertos de cenizas.
La cana y los bomberos se hab�an ido. Ya no hab�a diferencia entre mi departamento y la calle. Se podr�a haber dicho que hab�amos sido v�ctimas de un bombardeo durante la �ltima guerra. Comenzaba a clarear.
?�Nos fumamos el �ltimo porro? ?pregunt� Jean-Jacques.
Mientras lo armaba, me fui a preparar un Nescaf� bien fuerte. Cuando abr� la puerta de la cocina, el olor a gas me hizo retroceder. Corr� hacia la entrada a cortar la llave de paso general, pero era demasiado tarde: Pogo estaba muerto con la cabeza en el horno. Fue por pura casualidad si una chispa del incendio no hab�a alcanzado la nube de gas; todo el inmueble habr�a podido saltar.
Hab�a dejado unas palabras en la heladera, borroneadas sobre un Kleenex: ?I love you?. Hab�a muerto sentado y en tailleur. Nos cost� ponerlo de pie para recostarlo sobre la cama. Mientras llamaba a la madre de Pogo a San Francisco, el amigo de Jean-Jacques, Gontran, redactaba la partida de defunci�n.
La madre se tom� el asunto con bastante frialdad, me pidi� que le enviara su parte de la herencia junto con las cenizas de Pogo para enterrarlo en Alaska. Jean-Jacques se ocup� de todo. Me fui algunos d�as a Berry a lo de mi madre, mientras rehac�an mi biblioteca. Decidimos no hacer la denuncia antes de tomar una decisi�n en com�n entre los militantes homosexuales. La mayor parte estaba de vacaciones en lo de sus padres o en Baule; los que no ten�an padres hab�an alquilado ah� una casa enorme frente al mar. Durante esa semana cre� volverme loco; felizmente ten�a a mi madre cerca de m�. Me consolaba, acarici�ndome los cabellos.
?Despu�s de cierto tiempo uno se olvida de que es viuda ?me dec�a? �todav�a sos joven!
Pero yo no contaba con rehacer mi vida. O al menos no en lo inmediato.
?Es Jean-Jacques por tel�fono ?me dijo mi madre.
Los militantes homosexuales de la circunscripci�n XVIII hab�an rehecho el departamento por completo pag�ndolo de su bolsillo, aprovechando las vacaciones de mediados de agosto. Hab�an puesto el comedor donde estaba la biblioteca, lo que quedaba de la biblioteca en la entrada, y el dormitorio en el sal�n. Hab�an vuelto a pintar todo de blanco y hab�an puesto geranios en las ventanas para despistarme. Me esperaban esa misma noche y organizaban una suerte de fiesta de bienvenida.
Me desped� de mi madre. Yo lloraba; ella hizo como si no se diera cuenta. Me acompa�� en taxi hasta la estaci�n. En el taxi, me desahogu�. Ya no sab�a qu� hacer de mi vida despu�s de la muerte de Pogo. Pap� se hab�a suicidado, de acuerdo, pero no en las mismas circunstancias. Pap� se hab�a arruinado y eso no hab�a manera de arreglarlo. Pero en cuanto a Pogo, lo que estaba en cuesti�n era mi conciencia de homosexual, no era un asunto de dinero. Mi madre no me escuchaba; yo enjuagaba mis l�grimas. El tren estaba retrasado y tomamos dos Coca-Cola en el bar mientras el taxi esperaba. Comprend� que hab�a incomodado a mi madre, que me hablaba de los pulgones de sus rosales.
El tren estaba repleto; era la vuelta de las vacaciones, y tuve que viajar parado. Al llegar a la estaci�n de Austerlitz, Jean-Jacques me esperaba en el and�n con un ramo de violetas. Hab�a venido con su enorme moto; me sent� detr�s sobre mi valija y tuve que disfrazarme con un casco. Mientras pasaba a toda velocidad los sem�foros (7), Jean-Jacques gritaba a los cuatro vientos:
?�Ya est�, los s�dicos brasile�os est�n presos! �El gobierno brasile�o pidi� su extradici�n! �Hab�an hecho explotar un estadio en R�o durante un campeonato mundial de f�tbol! �Lo que es una cagada es que la mayor parte son pr�fugos de los campos de concentraci�n para homosexuales de Rio Grande do Sul! �Si los vuelven a llevar all�, van a ser ejecutados!
?�Y Concei�ao do Mundo?- pregunt�.
?�Desparecida! Hicieron una redada en el barrio, encontraron a la madre pero no a ella. La madre es una criminal peligrosa, ex?miembro de las Brigadas de la Muerte. Se la buscaba en Brasil por varios cr�menes rituales de homosexuales. �Y sab�s qu� es lo m�s raro? �Sab�s que edad tiene ella, Concei�ao? �Catorce a�os!
No daba cr�dito a mis o�dos.
?�Pero qu� se hizo de ella?
?�Se volatiliz� en Par�s!
Llegamos a mi casa y Jean-Jacques estacion� la moto.
?�Catorce a�os? �No es posible, con tremenda pija! �Y los pechos?
?�En ese pa�s son adultos a los doce!
Todos los militantes homosexuales de la circunscripci�n XVIII me esperaban en casa con una sonrisa congelada. No reconoc� mi departamento; hab�an derribado el muro entre la biblioteca y el comedor y hab�an instalado luces bajas un poco en todas partes. �ramos trece en la mesa y comimos en silencio. A la hora del caf�, todo el mundo se puso a hablar al mismo tiempo. Yo no los escuchaba. Toda mi atenci�n estaba focalizada en la cortina de la ventana. Se mov�a empujada por el viento; me imagin� que alguien estaba escondido detr�s. Tom� un cuchillo y me precipit� para apu�alar a la cortina. Michou, el ex marido del amigo de Jean-Jacques, estaba all�. Es un psiquiatra joven que se opuso a que me internaran. Mi delirio dur� cuatro d�as. Se turnaron en mi cabecera, me dieron inyecciones antialucinatorias. El rostro calcinado de Pogo me obsesionaba al punto de verlo dibujado incluso en mis huellas digitales. Cuando recuper� la raz�n, mi madre y Jean-Jacques estaban junto a mi cabecera.
?Felizmente te despertaste ?me dijo mi madre?, estaba a punto de abandonarte.
Me bes� en la frente. Jean-Jacques la acompa��, los escuch� discutir largamente en la entrada; volv� a caer en el sue�o.
Me despert� tarde en la noche; sobre la cabecera, una nota de Jean-Jacques: ?Llamame a cualquier hora. Te dej� Nescaf� listo en la bandeja, solamente ten�s que calentar el agua? Me par�; mis piernas apenas me sosten�an. Hab�a luz en la cocina; fui lentamente, apoy�ndome en las paredes del pasillo. Sobre la mesa me hab�an dejado incluso dos brioches y una banana. Puse agua a hervir; una puerta chirriaba; cre� que era en el piso de arriba. Pero era la puerta de entrada. Jean-Jacques deb�a haber olvidado cerrarla al salir. Tuve la impresi�n de escuchar una respiraci�n en el sal�n; era el ruido del viento, la ventana hab�a quedado abierta. Volv� a la cocina, el agua herv�a. La vert� sobre el Nescaf� y apagu� el gas. Esta vez era claro: alguien respiraba detr�s de m�. ?Es mi paranoia?, me dije. ?Ya se me va a pasar, no vale ni siquiera la pena llamar a Jean-Jacques?. Fui a leer algunas p�ginas de Colette a la biblioteca antes de acostarme.
Estaba entredormido en el Chersterfield cuando algo me hizo cosquillas en la oreja. Un insecto, seguramente. Apagu� la luz y me dirig� a la habitaci�n. En la penumbra, reconoc� primer la capa de plumas de pavo real. Cubr�a totalmente la cama. Concei�ao do Mundo hac�a como que dorm�a, chup�ndose el pulgar. No pod�a tener, en efecto, m�s de catorce a�os. Bostez� y se dio vuelta, poniendo en evidencia su culo divino y dejando que la pija le sobresaliera entre los muslos. Me volv� en puntas de pie a buscar el rev�lver que me hab�a prestado Jean-Jacques y que hab�a escondido en un caj�n del escritorio. Revolv� todos los cajones y no lo encontr�. Estaba en uno de los estantes descargado, con las seis balas al lado. Lo volv� a cargar y me lo guard� en el bolsillo de la bata. Me asegur� de que nadie se ocultara ni en la entrada ni en el armario de las escobas; volv� a la habitaci�n.
Concei�ao do Mundo se acariciaba la enorme pija con ambas manos; me miraba con una sonrisa que quer�a ser perversa, pero que era de una ingenuidad encantadora. Encend� la ara�a, se tap� los ojos y lanz� un grito.
?�Oh, no, luz no, por favor, tom� �cido!
Apagu� la luz y dej� solamente iluminado el pasillo. Lloraba como un beb�; comprend� que hab�a tomado una droga muy fuerte. Fui a buscar un vaso de leche. Bebi� como si estuviera tomando la teta, aferrada a mi cuerpo. Su olor me embriag�. Le acarici� la espalda mientras dejaba el vaso vac�o sobre la mesa de luz. Escondi� la cabeza en mi bata y me inund� de l�grimas los pelos del pecho. Le lam� las l�grimas, deliciosamente saladas, y luego descend� hasta los senos, que mordisquee. Me empuj� la cabeza hasta la pija, pero yo no estaba acostumbrado; me introdujo el glande en la boca, me asfixi� y me puse a toser. Me levant� de los cabellos y peg� sus labios a los m�os. Yo estaba en el colmo de la excitaci�n.
?And� a buscar la mostaza ?murmur�.
Fui a buscar un frasco de mostaza a la heladera; me unt� bien el ano antes de penetrarme. No era la primera vez que me dejaba culear, pero nunca por una pija de ese tama�o. �Sab�a lo que hac�a para tener catorce a�os! Y puedo decir que nunca, nunca en mi vida, hab�a experimentado tanto placer. El placer es como el nacimiento o como la muerte, nos ocurre una sola vez, pero al nacimiento lo olvidamos y a la muerte la ignoramos; el placer es ese �nico instante de �xtasis cuyo recuerdo o ilusi�n nos mantiene vivos. Nos ocurre solamente una vez. El resto de la existencia, antes y despu�s, solamente es una reflexi�n sobre el tema. Es rid�culo pero es as�, para los putos y para los dem�s. Creemos amar a una sola persona pero de hecho solamente amamos ese flash de placer, quiz�s como los cat�licos aman la crucifixi�n de Cristo. Pero no ser�a el primero en arrojar una piedra sobre los masoquistas.
Me dej� hacer sin miedo; era consciente de que Concei�ao estaba drogada, no importa en qu� momento pod�a matarla, ten�a mi rev�lver en el bolsillo de la bata al alcance de la mano. Me unt� con miel de la cabeza a los pies y fue a buscar un cepillo al ba�o; me frot� de arriba a abajo y me orden� maullar. Yo no maullaba lo suficientemente fuerte, me dio una bofetada, me orden� maullar como una gata en celo; obedec�. Entonces despanzurr� un almohad�n y me cubri� de plumas que quedaron pegadas a la miel.
?�Hac� como que sos una gallina!
Cacaree. Me orden� poner un huevo. Me sent� en el inodoro, me apret� la cabeza entre las rodillas. Me sent�a en el colmo de la humillaci�n. Me hizo tomar una ducha fr�a mientras me daba latigazos con un cintur�n, antes de atarme a la pata del Chesterfield con la correa del antiguo caniche de Pogo en el cuello; ah� me qued�, temblando de fr�o con la ventana abierta, mientras ella dorm�a en mi cama, envuelta en su capa de plumas de pavo real.
Cuando la escuch� roncar, me atrev� a sentarme en el Chesterfield. Alguien estaba sentado en mi escritorio. Se dio vuelta y encendi� un cigarrillo. Era su madre, Vinicia da Luna. Estaba vestida de hombre, con un traje gris impecable y un sombrero panam�.
?No soy su madre ?me dijo con mucho acento, pero pronunciando con mucha lentitud? soy su padre. Puede usted desatarse y ponerse la bata, se va a agarrar una neumon�a. S� que tiene un rev�lver escondido en el bolsillo de su bata, pero est� descargado.
Me ofreci� un cigarrillo, que rechac�. La luz de la luna que entraba por la ventana dejaba en evidencia sus rasgos; parec�a un viejo asesino asi�tico de una pel�cula de Hollywood. Es el hombre que m�s miedo me dio en toda la vida.
?�Conoce usted la macumba?
Solamente conoc�a lo que hab�a le�do en los folletos de los charters Par�s-R�o.
?Concei�ao do Mundo quiere decir Concepci�n del Mundo. S�lo nace una por milenio. �Y va a reinar en el a�o dos mil!
Me di cuenta de que era un loco peligroso; acept� uno de sus cigarrillos y le ofrec� una copa de oporto. Se sac� su panam�. Ten�a los cabellos afeitados y tatuajes de todos colores en el cr�neo. Prendi� mi l�mpara de dibujo, me aproxim�. Su cr�neo era un patchwork de injertos de cuero de diferentes colores cosidos unos con otros.
?Soy un brujo del Amazonas, me dijo. Concei�ao es hija de un viejo linaje que se manifiesta una vez cada mil a�os; es la hermafrodita perfecta, la flor y nata de las obras de arte de la naturaleza.
Sigui� un silencio. Se concentraba, aspiraba su habano.
?Usted es un buen hombre, se la dejo en custodia. Nuestra secta pasa por un mal per�odo ?agreg�, frunciendo el entrecejo y mamando su cigarro.? Muchos de los nuestros est�n en prisi�n. Para los catorce a�os de Concei�ao, incendiamos un estadio de f�tbol; el gobierno brasile�o se las agarr� contra nosotros. Nos queman en la plaza p�blica en Porto Alegre.
Se me escap� una pregunta muy francesa:
?�Pero por qu� son incendiarios?
?Adoramos al sol- me respondi� est�pidamente.
Sac� de su bolsillo un diamante grande como un pu�o. A la luz de la luna, produc�a reflejos en toda la habitaci�n como una bola giratoria de discoteca.
?Me permito regalarle este diamante.
?�Para agradecerme qu�?
?Para agradecerle que adore a Concei�ao do Mundo.
?�Y a usted qu� le hace pensar que yo la adoro?
Arroj� su cigarro por la ventana.
?Todo el mundo la adora.
?�Mi educaci�n me impide adorar lo que sea!
Se ri� discretamente.
?Siempre puede usted cambiar de religi�n ?me dijo?. Hasta hoy, usted adoraba a un dios norteamericano; pereci� por el gas y por el fuego. Hoy adora a un dios hermafrodita venido desde el fondo de las edades.
?Si usted llama a eso un dios hermafrodita, �de acuerdo! �Pero no quiero saber nada con su diamante! �Lo �nico que tiene que hacer es agarrar a su hijo e irse, incluso si es su hija!
Se qued� un momento en suspenso.
?Le pido perd�n ?dijo humildemente.? Me equivoqu� de persona, yo a usted lo cre�a bueno.
Fue a la habitaci�n a despertar a Concei�ao. Los escuch� hablar en una lengua extranjera sin comprender una palabra: por precauci�n, fui a tomar un cuchillo para cortar verduras que escond� en el bolsillo de mi bata antes de volver a sentarme en el Chesterfield. Concei�ao lleg� ba�ada en l�grimas, completamente desnuda. Se aferr� a mis rodillas.
?�Pap� dice que usted ya no me quiere!
Sollozaba. Le acarici� los cabellos. El padre o la madre ?no lo voy a saber nunca- sonre�a con todos sus dientes amarillos camino a la puerta.
?�Feliz noche de amor! ?dijo.
Deposit� el enorme diamante sobre el televisor antes de dejar el departamento. Lo escuch� re�r a carcajadas en la escalera; fui a correr el cerrojo. Concei�ao tiritaba en el Chesterfield. Ten�a fr�o y fui a buscar la capa de plumas de pavo real. Me abraz�.
?�Tengo miedo del infierno! �Mi padre es el Demonio!
Le bes� la frente perlada de sudor.
?Quedate conmigo ?supliqu�?. Me importa un comino que tu padre sea el Demonio, te voy a proteger incluso de �l.
Tuvimos una erecci�n. Le lam� primero la pija, despu�s los huevos, luego abism� mi hocico entre los muslos. Dios santo, �era un verdadero hermafrodita! Entre los huevos y el ano, ten�a un sexo de mujer que no habr�a sospechado. Moj� en �l mis bigotes y ella maull�, toda temblorosa. Nunca hab�a penetrado a una mujer, y nunca hubiera podido imaginar la naturaleza de semejante placer; me parec�a renacer, no sab�a incluso si era un pez o un mam�fero. Nunca hab�a sospechado que se pudiera sentir en el pene la emoci�n de un navegante solitario que descubre la isla de sus sue�os. El culo te aprieta la pija, hay que luchar para agrandarlo, pero una concha de mujer te envuelve, te ama, es tu madre, o al menos, la madre de tus sue�os.
Gozamos durante largo tiempo. Yo lloraba de alegr�a. Eyacul� al mismo tiempo que yo. Le chup� el esperma, sobre los senos, y luego lam� las l�grimas sobre sus mejillas. Nos abrazamos muy fuerte.
?�Mi padre me quiere cortar la pija ?me murmur� al o�do? �pero yo quiero conservar todo, yo nac� as�!
Me cont� en el Chesterfield cosas que me hicieron erizar los cabellos de la nuca: hab�a nacido hermafrodita en una tribu amazona. Su madre, aunque tambi�n madre de dieciocho ni�os normales, fue castigada con un suplicio atroz: le cortaron los senos y le cosieron los labios vaginales; huy� y pas� el resto de su vida en una tribu de simios. Concei�ao fue vendida a un circo de monstruos por algunas monedas de cobre; pas� la m�s tierna infancia en una jaula, en compa��a de una negra cubierta de pelos que ten�a ocho pezones y de una cabra blanca banal, animal que en la jungla era fabuloso. El circo era itinerante, recorr�a el Amazonas al azar de las sequ�as e inundaciones. Cuando ten�a apenas cinco a�os la ataban a la entrada del circo para atraer a los espectadores; al final de la funci�n, se hac�a una rifa entre los ind�genas y era ofrecida al ganador. A veces era una tribu entera la que pon�a plata para comprar un �nico n�mero. Le pas� ser torturada durante toda una noche por una familia de j�baros completa. Me mostr� cicatrices de quemaduras en los muslos que yo bes�, llorando de amor. El que se hac�a llamar indistintamente Vinicio o Vinicia da Luna la hab�a comprado al circo hac�a apenas un a�o. Pertenec�a a una banda absolutamente odiosa: �compraban menores hermafroditas en el tercer mundo para hacerlos trabajar en Pigalle! Concei�ao se durmi� sobre el Chesterfield, chup�ndose el pulgar, despu�s de haber bebido un vaso de leche; la cubr� con la capa de plumas de pavo real y me fui a la habitaci�n a llamar por tel�fono a Jean-Jacques. Eran las seis de la ma�ana y lo despert�.
?�Tomaste el Nescaf� y los somn�feros? ?bostez�.
Le cont� los �ltimos acontecimientos. Crey� que todav�a era v�ctima de una alucinaci�n; me dijo que me quedara tranquilo hasta que �l llegara. Largu� el tel�fono cuando escuch� gritar a Concei�ao. Me precipit� en el sal�n, pero no estaba. La puerta del departamento estaba abierta; encend� la luz del palier. La capa de plumas de pavo real yac�a en la escalera. Salt� hacia delante y baj� los escalones de cuatro en cuatro. Lo atrap� en la puerta del garage. Ten�a a Concei�ao desvanecida sobre uno de sus hombros. Era un negro viejo vestido con un overol de trabajo de vinilo blanco. Le hice una llave; Concei�ao rod� por tierra sobre el felpudo de la puerta del garage. El raptor me dio un golpe en la frente antes de huir; yo chorreaba sangre por la nariz; corr� a tomarle el pulso a Concei�ao. Apenas se sent�a. Intent� levantarla en mis brazos cuando lleg� Jean-Jacques; se hab�a puesto un blue jean sobre el piyama. Lanz� un alarido que habr�a despertado a todo el inmueble si no fuera porque estaba desierto; est�bamos en pleno mes de agosto. Se dio cuenta de que todo lo que le hab�a contado por tel�fono pertenec�a a la pura realidad. Tom� a Concei�ao por las axilas, yo por las rodillas, la subimos hasta mi casa y la extendimos sobre el Chesterfield. Entr� la capa de plumas de pavo real que hab�a quedado en el palier. Mi nariz no dejaba de sangrar; las escaleras y la capa estaban inundadas de sangre. Jean-Jacques llam� a Gontran, su amigo m�dico que viv�a en el inmueble de al lado. Jean-Jacques tom� todas las esponjas y los repasadores para limpiar las manchas de sangre de la escalera y de la entrada; me qued� con Concei�ao mientras ella volv�a en s�. Le frot� los pies helados, respiraba apenas; la bes� en la boca, me devolvi� el beso. Jean-Jacques y Gontran entraron al mismo tiempo. Yo ten�a el puente de la nariz roto, pero no era grave; Gontran me introdujo bolas de algod�n embebidas de sulfamidas en las fosas nasales. Concei�ao se despertaba. La tom� entre mis brazos y la llev� a la cama de mi habitaci�n, temblaba de fr�o. La envolv� con mi bata, se chupaba ambos pulgares; se durmi�. Me puse un par de blue jeans y volv� al sal�n. Por la actitud de Jean-Jacques y de Gontran, apoyados en los brazos del Chesterfield, comprend� que estaban celosos.
?Me quedo con ella, �entendieron?
Me tom� de un trago la mitad de una botella de whisky.
?Me importa poco que sea un hombre o una mujer, �no me importa qu� edad tenga!
Arroj� la botella por la ventana y estall� en la vereda.
?Hac� lo que quieras ?dijo Jean-Jacques? pero no somos tus asistentes sociales; �no ten�s derecho a despertarnos a cualquier hora para abrumarnos con tus atentados homosexuales, la pr�xima llamamos a la polic�a!
Estall� en c�lera, los trat� de putos nazis; mi nariz empez� a sangrar de nuevo. Me extendieron sobre el Chesterfield con una bolsa de hielo en la cabeza.
?�Si es una guerra de gangs ?les dije?, voy a saber c�mo proteger a Concei�ao tanto de los putos militantes franceses como de la banda de s�dicos brasile�os!
?�Dej� de tratarnos de putos! ?me dijo Jean-Jacques?, �solamente estamos ayud�ndote! �Y esto qu� es?
Hab�a olvidado completamente el diamante que Vinicio da Luna hab�a dejado sobre el televisor.
?Un diamante.
?�Un diamante grande como el Ritz?
Gontran llam� a uno de sus amigos que es especialista en diamantes, Lulu. Organizaron un desayuno de militantes homosexuales para las diez de la ma�ana. S�lo eran las seis y media; yo no pod�a m�s.
?Hagan lo que quieran ?les dije?. Me voy a acostar.
Tom� el rev�lver, me asegur� de que estuviera cargado; me lo guard� en el bolsillo de la bata. Dej� a Jean-Jacques aferrado al tel�fono sobre el Chesterfield organizando su meeting, y me fui a la habitaci�n. Concei�ao dorm�a sobre el vientre, como los beb�s; se hab�a desvestido. Me saqu� el blue jeans, ya ten�a una erecci�n. La olisquee por todas partes, su olor me embriagaba. Se dio vuelta, me abraz�. Lloraba.
?�Por qu� llor�s, mi amor?
?Te traigo muchos problemas ?me dijo, con acento brasile�o.
Baj�, lami�ndole los senos, y le mord� con ternura el glande. Me rechaz�.
?�Solamente me quer�s por mi sexo!
?�Quiero todo en vos; te amo a vos, tal como naciste y tal como siempre vas a ser!
?�Y si mi padre me cortara la pija, me seguir�as queriendo?
?�Te amar�a m�s que nunca! �Pero tu padre no te va a cortar nada, estoy ac� para defenderte!
?�Y qui�nes son los otros se�ores?

-�Son amigos m�os, militantes homosexuales!

Fue preciso que le explicara de qu� se trataba, pero ella ya dorm�a chup�ndome los pelos del pecho. Jean-Jacques golpe� la puerta discretamente.
?�Entr�!
?El diamante cuesta miles de millones ?me dijo en voz baja?. No lo podemos tener ac�. �Lo vamos a poner en el banco, en la caja fuerte de Gontran!
Me puse un slip y fui a la biblioteca. Lulu, el especialista en diamantes, era el peque�o puto de bigotes que me hab�a pintado de blanco la entrada del departamento. El diamante estaba en el medio de mi mesa de dibujo; a la luz del d�a que empezaba, parec�a enorme.
?�Es el diamante m�s hermoso que haya visto en mi vida ?dijo Lulu? tiene m�s de mil facetas! �Para tallar una piedra de este tama�o, no alcanza con la vida de un hombre!
Nos miramos estupefactos.
?En el centro tiene un punto amarillo, que se llama la semilla; en eso consiste todo su brillo. Ya fue descripto en los jerogl�ficos egipcios; se piensa que era el diamante del collar de Rams�s II.
?�Qu� hora es?
?Las siete y media.
Y el banco de Gontran no abr�a antes de las nueve y media. Mientras esper�bamos, decidimos esconder el diamante bajo el Chesterfield. Jean-Jacques me hizo un Nescaf� bien fuerte. Luego, llam� por tel�fono a uno de sus amigos periodistas, y le cont� la historia en dos palabras, pero le suplic� que por el momento no lo desparramara; no sab�amos todav�a de qu� se trataba en verdad. Lo que yo no quer�a, sobre todo, era que Concei�ao se encontrara con los periodistas y menos todav�a con los fot�grafos.
Lulu, Gontran y Jean-Jacques pusieron mi mesa de dibujo contra la puerta de entrada, por las dudas. Nos relevamos para vigilar por la ventana. Me tragu� cuatro aspirinas. El viejo negro vestido de vinilo blanco apareci� dos veces en lo alto de las escaleras de la Rue Andr�-Antoine; nos arroj� algunas piedras y un petardo.
?�Entend�s? ?dijo Jean-Jacques? �es una guerra entre trabas brasile�os! �Te das cuenta? �En Montmartre!
?�Pero qu� quieren?
?�El diamante!
?Se cagan en el diamante. �Bastante bien saben que lo van a recuperar, al diamante ese! �Nos tienen bastante confianza como para eso!
?�Pero yo cre�a que la madre estaba en prisi�n!
?�Se escap� de Fresnes!
?�Entonces se entiende que haya venido a dejar el diamante ac�!
?�Pero entonces, lo que no entiendo es por qu� el viejo con el vinilo blanco no se llev� el diamante, en lugar de a Concei�ao!
?�Te digo que se cagan en el diamante!
?�Pero qu� quieren entonces?
?�A Concei�ao do Mundo! �Solamente nace una por milenio!
?�Pero un diamante as� es milenario de sobra!
?�Hay una diferencia entre un diamante y un ser humano!
La conversaci�n se empantan� en discursos izquierdistas. Los dej�. Me fui a mi habitaci�n; Concei�ao ya no estaba. Corr� al ba�o; dorm�a en la ba�adera, envuelta con sus plumas de pavo real. La despert�.
?�Por qu� est�s durmiendo ac�?
?Porque usted ya no me quiere.
La envolv� en la capa y la volv� a llevar a la cama.
?�Nunca, escuchame bien, nunca en mi vida voy a dejar de quererte!
?�En serio? ?Bostez�?. And� a buscarme un vaso de leche.
?No me queda leche.
?Entonces and� a buscarme una Coca Cola.
?No tengo Coca Cola.
Me dio un pu�etazo que me hizo sangrar de nuevo la nariz; fui a poner la cabeza debajo de la canilla de agua fr�a. Me asest� un golpe de pu�o en la nuca; me romp� uno de los dientes incisivos contra la canilla. La abofetee. Me salt� a la garganta como un puma. Jean-Jacques, Lulu y Gontran entraron en el ba�o y nos separaron. Por dos mil�metros no me seccion� la vena yugular.
Mientras que Lulu y Jean-Jacques la dominaban, Gontran corri� a buscar su botiqu�n de m�dico. Me dio dos puntos de sutura al lado de la nuez de Ad�n; no era lindo de ver, con el diente roto y la nariz que se hab�a puesto violeta y que no dejaba de chorrear sangre.
?Esto se volvi� imposible ?me dijo Gontran mientras me cos�a la garganta?. �Es preciso que tomes una decisi�n!
?�Qu� decisi�n quer�s que tome? �Ay!
Me hab�a hecho doler. Estaba sentado en el bidet. Tuve ganas de vomitar; me precipit� al lavatorio.
?Te est�s destruyendo a vos mismo ?me dijo, con la aguja en la mano?. �Esta Concei�ao do Mundo no es m�s que un enga�abobos para masoquistas!
Vomit� litros de Nescaf�.
?Sos libre de hacer lo que se te de la gana, �pero nosotros, en tanto que homosexuales militantes, no te apoyamos m�s! �Apenas hace una semana que tu Concei�ao do Mundo quem� a Pogo con el soplete!
Es cierto, me hab�a olvidado completamente de la existencia de Pogo.
?�Y hoy ador�s al asesino de tu compa�ero? �Mirate en el espejo, mir� en qu� te convertiste entre las manos de Concei�ao do Mundo!
Me mir� en el espejo. Ten�a la cara de un boxeador en el �ltimo round de su vida.
?�Pero qu� quer�s que haga? �Estoy enamorado de ella!
?Uno no se enamora de un monstruo. En fin.
Vi en el espejo que corr�an l�grimas por mi nariz tumefacta.
?S� ?le respond�? uno se enamora de un monstruo, uno solamente se enamora de monstruos.
Volv� a sentarme en el bidet; termin� de coserme la garganta. Me ayud� a llegar hasta la cama, despu�s de limpiarme todo con un algod�n embebido en alcohol.
Jean-Jacques y Lulu estaban sentados en la cabecera de la cama junto a Concei�ao, que lloraba como un nene.
?Yo cre�a que a usted le gustaba el dolor ?implor�?. �Me perdona?
Estaba claro que Jean-Jacques la hab�a retado severamente.
?Yo a vos te amo. Si te qued�s conmigo, te voy a ayudar a vivir como un ser humano, Concei�ao.
Jean-Jacques, Lulu y Gontran se retiraron de la habitaci�n; se sent�an dem�s. Pegu� mis labios a los suyos, pero ella ya se hab�a dormido. Jean-Jacques me sacudi� el hombro.
?Corre sangre por debajo de la puerta de entrada ?me dijo.
?Pero si debe ser mi sangre, cuando me romp� la nariz.
?No es sangre humana.
?�C�mo que no es sangre humana?
Me precipit� a la puerta de entrada. Lulu y Gontran estaban ah�. Un raudal de sangre entraba por debajo de la puerta, inundando mi alfombra marroqu�.
?Es demasiada sangre para un solo hombre ?dijo Gontran, que es m�dico.
Corr� a buscar el rev�lver antes de abrir la puerta. La cabeza del negro vestido de vinilo blanco nos miraba desde el felpudo. El cuerpo continuaba debati�ndose en el palier; dio saltos de un metro antes de inmovilizarse. De su cuerpo brotaba un surtidor de sangre que nos salpic� de la cabeza a los pies. Lulu se desmay�; Gontran y yo lo arrastramos hasta el Chesterfield.
�Vengan a ver ?grit� Jean-Jacques? la cabeza habla!
Nos precipitamos al palier. La cabeza se contra�a con un rictus de animal aterrorizado, mov�a las orejas, sus ojos eran grandes y estaban abiertos como platos. Escupi� un �ltimo chorro de sangre antes de distenderse; estaba muerta.
Nos bajamos entre los cuatro una botella de vodka antes de tomar la menor decisi�n.
?�Qu� hora es?
?Ocho y diez.
?�Y a qu� hora llegan los dem�s putos?
?�A las diez!
?�Lo mejor es� que se encuentren afuera, y que lleguen todos juntos!
?�Y armados!
?�Absolutamente! �Es preciso que todos vengan armados!
Nos cost� un trabajo enorme llevar el cuerpo del viejo negro hasta la mesa de la cocina; pesaba por lo menos cien kilos sin la cabeza. Jean-Jacques volvi� a agarrar los trapos para limpiar el palier; felizmente el inmueble estaba desierto porque todos los vecinos estaban de vacaciones. Gontran, entretanto, llamaba por tel�fono a su amigo periodista de Lib�ration, pidi�ndole que viniera al desayuno de militantes homosexuales; la cosa se pon�a cada vez m�s candente. A Lulu le agarr� una crisis de histeria. Gontran le administr� un supositorio de belladona.
?�Ven�! ?me murmur� Jean-Jacques al o�do.
Lo segu� a la cocina. Mientras limpiaba el vinilo blanco del mameluco de trabajo cubierto de sangre, Jean-Jacques se hab�a dado cuenta de algo atroz: el viejo negro no era un hombre. Era una mujer con el cl�toris seccionado y la vulva cosida; sus senos hab�an sido cortados, con toda seguridad. Solamente quedaban cicatrices horribles.
?�D�nde est� la cabeza? ?pregunt�.
?�En la bolsa de pl�stico adentro de la pileta de la cocina!
Era repugnante de ver; la sangre segu�a goteando por la boca, la nariz y las orejas, y corr�a abundantemente por el agujero de la garganta. La tom� de los cabellos; le limpi� el rostro con una esponja, y aunque era negra y mucho m�s vieja, la cabeza ten�a los rasgos de Concei�ao. Dej� caer la cabeza en la pileta dela cocina y me sent� sobre el tacho de basura.
?�Es su madre!
?�Qu�?
Jean-Jacques se apoy� sobre el cad�ver.
?�Es la madre de Concei�ao do Mundo!
Gontran lleg� de la biblioteca.
?Para vos, por tel�fono, una voz misteriosa.
Era Vinicio da Luna.
?�Es la noche de los regalos! ?me dijo.
�De qu� regalos me habla?
Jean-Jacques y Gontran escuchaban por el otro tel�fono desde la cocina.
?Le di al menos tres en una sola noche: Concei�ao do Mundo, el diamante m�s hermoso de la tierra y el cad�ver de su madre. �Son tres regalos o no?
?�Qu� quiere usted de m�?
?Quiero Par�s.
?Si usted cree que yo soy Luis XIV y que Pigalle es Versalles, �pobre de usted! �Adem�s, en ese caso, usted no estar�a hablando por tel�fono, sino en la Bastilla!
Me ahogaba de la rabia.
?�Le doy un consejo, se�or, vaya inmediatamente a la polic�a si se quiere beneficiar de las circunstancias atenuantes! �En Francia, cortar la cabeza, incluso si se trata de la cabeza de un j�baro, est� penado con la guillotina!
?Bien dicho ?subray� Jean-Jacques desde el otro tel�fono.
Vinicio da Luna se ri� antes de cortar. Nos sentamos en el Chesterfield antes de ponernos a hablar los cuatro al mismo tiempo.
?�Es vud�! �Te digo que la macumba es vud�! �Son brujos peligrosos de verdad!
?�Pero c�mo lleg� hasta aqu� su madre?
Les cont� lo que Concei�ao me hab�a contado: madre de una ni�a hermafrodita en una tribu de amazonas, hab�a sido castigada con atroces suplicios rituales cuyas huellas se pod�an ver en el cad�ver, luego de lo cual se hab�a escondido en una tribu de simios.
?�Pero es verdad, se podr�a decir que es un mono!
?�Una mona, completamente!
?Cuando nos arroj� piedras por la ventana, era un completo gorila, incluso con el overol de trabajo de vinilo blanco.
?�Pero c�mo lleg� hasta aqu�?
?�Le dan pasaportes a cualquiera!
?�Habr� venido a recuperar a Concei�ao?
?�Seguramente, un t�pico comportamiento de mona!
?�Y decir que la tom� por King Kong, y solamente era su madre!
La broma nos relaj� un poco.
?Vamos, �nos hacemos un Nescaf�?
?�Mejor armemos un porro! �Ya no ten�s la brasile�a?
?�No hablemos m�s de brasile�as!
Nos re�mos. Fui a revolver mis cajones; siempre escondo peque�os paquetes de hierba un poco por todas partes. Uno de los cajones estaba lleno al ras de marihuana. No recordaba haberla comprado. Era de la mejor, el olor era muy fuerte. Sobre la hierba, una tarjeta de visita convencional: Vinicio da Luna.
?�No la fumemos, quiz�s est� envenenada!
?�Hagamos aunque sea uno chiquito! �No vamos a tirarla a la basura, hay por lo menos tres kilos!
?�Pero si estuviera impregnada de curare?
Los dej� discutir para ir a hacer el Nescaf�. Ya no me sosten�a en pie. Solamente al entrar en la cocina me di cuenta de la gravedad de la situaci�n. El cad�ver de la madre, con el mameluco de vinilo blanco, sobresal�a ampliamente de la mesa de la cocina, incluso sin la cabeza; sus inmensas zapatillas rojas se arrastraban por el piso. Hab�a sangre por todas partes, la cocina estaba inundada. En la pileta de la cocina, la cabeza parec�a mirarme. Intent� cerrarle los ojos; se volvieron a abrir, m�s grandes. Tuve �xito sin embargo en volver a meterle la lengua en la boca y en cerrarle las mand�bulas; la lav� lo mejor pude bajo la canilla de agua fr�a.
Jean-Jacques, Gontran y Lulu se hab�an armado un porro; se retorc�an de risa en el Chesterfield; cerr� la puerta antes de abrir la de mi habitaci�n. Concei�ao se hab�a despertado, miraba el techo. Me sent� en el borde de la cama y le tom� una mano, que bes� y estrech� antes de hablar.
?Ocurri� algo terrible Concei�ao; tu madre ha muerto.
?�Qu� madre? ?pregunt�.
?�Tu verdadera madre, la que te dio la vida!
Le cont� lo que hab�a pasado, endulzando los detalles m�s macabros.
?�El gran negro que intent� secuestrarme hace un momento era mi madre?
?S�.
Estall� de risa.
?�D�nde est� la cabeza? �La quiero!
Fui a buscar la cabeza; no sab�a c�mo presentarla; me decid� a ponerla simplemente sobre una bandeja de acero inoxidable. Anud� alrededor del cuello, horrible de ver, una servilleta limpia. Se la llev� a Concei�ao y dej� la bandeja sobre la mesa de luz. Se apoder� de ella y se puso a jugar al f�tbol; la cabeza rodaba por toda la pieza, rebotando contra las paredes. Luego la puso en el inodoro y tir� la cadena; era obvio que la cabeza no pasar�a; intent� hundirla d�ndole patadas con el tal�n. Sent� v�rtigo, estaba cubierto de sudor; volv� a cerrar la puerta de la habitaci�n y volv� al sal�n. Jean-Jacques, Gontran y Lulu, completamente drogados, se hab�an dormido sobre el Chesterfield; se hab�an sacado los zapatos.
Ya eran casi las nueve de la ma�ana; me asom� a la ventana. El d�a estaba lindo, un lindo d�a de verano. La calle estaba desierta, salvo algunos viejos que sub�an las escaleras de la Rue Andr�-Antoine para ir a la misa de las nueve. Un pich�n vino a posarse en el borde de la ventana, haciendo arrullos. Era una hermosa paloma blancuzca; ten�a la costumbre de darle restos de pan, pero hoy no sent�a el valor de desplazarme hasta la cocina, convertida, en mi imaginaci�n, en una c�mara mortuoria. El tel�fono sonaba. No atend�. Me sent� en la mesa de dibujo con la cabeza entre las manos. Por un instante, tuve la impresi�n de ser otra persona, alguien a quien desconoc�a totalmente.
Me despert� con un alboroto infernal. Primero cre� que era un ataque brasile�o; corr� al balc�n. Todos los militantes homosexuales hab�an llegado en caravana y estacionaban los autos de cualquier manera. Eran por lo menos cuarenta, repartidos en cuatro Jaguar, dos Porsche y diez motos japonesas. Estaban pr�cticamente todos vestidos con camperas de cuero y blue jeans, salvo algunos travestis vestidos del mismo modo, pero rubios, peinados con cola de caballo.
?�Hu, hu! ?gritaron? �llegamos con v�veres como para aguantar al menos una semana!
No daba cr�dito a mis ojos.
?�Es una remake del mayo del ?68, lo juro!
Desembarcaron de los ba�les de los autos una docena de canastas y otras tantas cajas con botellas.
Fui a despertar a Jean-Jacques, Gontran y Lulu al Chesterfield. Estaban muertos, entrelazados en una posici�n grotesca. Sus rostros eran horribles de ver, verdeazulados; sus ojos enormes estaban abiertos y cubiertos de p�stulas. �Hab�a curare en la marihuana! Solamente por casualidad no hab�a fumado yo mismo.
Cuarenta putos sub�an en tromba por la escalera. El tel�fono sonaba. Ya sab�a qui�n era antes de atender: Vinicio da Luna.
?Tiene tres regalos m�s, quiero decir, tres cad�veres. Y tres posibilidades: primero, sus amigos putos lo hacen pasar por un loco peligroso y usted se va al sobre, por el resto de su vida, a Clairvaux; segundo, usted abandona la partida y se pega un tiro en la sien derecha; tercero, y la �ltima, usted desaparece con Concei�ao despu�s de haber encerrado a todos los putos en su departamento!
Hab�a ca�do en una trampa infernal. Antes de reflexionar lo que fuese, fui a echar doble cerrojo a la puerta del departamento. Los putos sub�an la escalera y golpeaban con todas sus fuerzas la puerta; parec�a la entrada de un club bailable un s�bado a la noche.
?�Esperen un momento, ya voy! ?grit�?. �Perd� las llaves!
Fui al ba�o a hundir la cabeza bajo la canilla de agua fr�a. La cabeza de la madre de Concei�ao segu�a atascada en el inodoro. Concei�ao hab�a extendido la capa de plumas de pavo real sobre la alfombra marroqu� y dorm�a encima acurrucada, con uno de mis piyamas de cebra rayado en blanco y negro. La despert�.
?�Concei�ao, mi amor, hay cuarenta hombres armados en la escalera que van a entrar de un momento al otro!
?�La polic�a?
?No exactamente. De hecho, s�, �es la polic�a!
Marqu� el n�mero de mi madre en Berry; tard� horas en llegar al tel�fono, deb�a estar ocup�ndose de sus rosales.
?Concei�ao, ponete uno de mis trajes, tenemos el mismo talle. La camisa primero, luego el pantal�n, luego el saco. �Yo me ocupo del nudo de la corbata!
Finalmente mi madre atendi�.
?�Hola, mam�, adopt� a un ni�o del tercer mundo!
?�Pero qu� encantador! �Qu� edad tiene?
?�No s�, en esos pa�ses no se sabe la edad! Te lo env�o en el tren que llega a estaci�n de Montlu�on a las doce y treinta y cinco, yo me tengo que quedar en Par�s para ver a mi traductor, y reci�n voy a llegar a la noche!
?Tomate el tiempo que quieras, me va a hacer compa��a, me va a ayudar a regar. �Y c�mo lo voy a reconocer en la estaci�n?
?No te pod�s equivocar, mam�.
?Entend�. Te doy un beso, hijo m�o.
?Si no te molesta, mam�, llamame apenas llegue. Solamente me ten�s que decir: los rosales est�n en flor. Yo voy a entender.
Los maricas aullaban como caniches en la escalera.
?�Ya voy, acabo de encontrar las llaves! ?grit� del otro lado de la puerta.
Concei�ao estaba vestida con un traje de franela gris que le sentaba a las mil maravillas. Le puse los cabellos dentro de un gorro mientras se pon�a un par de zapatillas. Garabatee a toda velocidad en un pedacito de papel: Montlu�on.
?Mi madre te espera en la estaci�n de Montlu�on, �entendiste? Vestido as�, nadie te va a reconocer; te tom�s un taxi en la plaza Pigalle y te vas directamente a la estaci�n de Austerlitz; apenas si vas a tener tiempo de sacar el boleto. Tom�, tres billetes de cien francos. �Yo voy para all� a la noche!
Nos dimos un largo beso en la boca.
?�Me llevo la cabeza de mi madre?
?�No, eso s� que no! �Y no hables con nadie en el tren!
Le ajust� el gorro. La ayud� a bajar por la ventana de la cocina; era muy �gil, se dej� deslizar por el tubo de desag�e y lleg� sin dificultad hasta el patio.
Los putos se empujaban en la escalera.
?�Entonces, nos abr�s o no?
Abr�.
?�No s� cu�ntos son ni cu�les son sus intenciones ?grit� con voz viril- pero esto no es un picnic a la orilla del Marne! �Van a entrar en un departamento donde hay cuatro cad�veres!
Se re�an en las escaleras, los idiotas.
?�Les advierto, el que sea impresionable no tiene m�s que volver abajo y sentarse en la moto! �Entren en orden, uno despu�s de otro; dejen las canastas con provisiones en la entrada, y me siguen en fila india!
Con s�lo recibir �rdenes se convirtieron en ni�os de jard�n de infantes.
?Les advierto que el que toque un solo mueble puede dejar huellas digitales. He aqu�, a la izquierda, sobre el sill�n Chesterfield de la biblioteca, los tres cuerpos de nuestros ex camaradas, Jean-Jacques, Lulu y Gontran, envenenados con curare. Pasemos a la cocina. He aqu� el cad�ver de una mona vestida con un mameluco de vinilo blanco; es mi suegra. �Su cabeza est� en el inodoro!
Al principio creyeron que era una puesta en escena; los m�s miopes se rieron antes de que algunos comenzaran a aullar de miedo. Corr� a la ventana, vi a Concei�ao girar a la izquierda en la parte baja de la Rue Andr�-Antoine; nadie la segu�a.
Los cuarenta putos corr�an de una pieza a la otra; lo que m�s los impresionaba era la cabeza de la madre de Concei�ao en el inodoro.
La cabeza me daba vueltas, me desmay�.

***

2.- El rosedal de mi madre

Cuando me despert� estaba atado a mi cama vestido con una camisola. Me hab�an encerrado en mi habitaci�n. Me di vuelta para mirar la hora en el despertador: la una y media. Hab�a dormido entonces cerca de tres horas. Cre�a vivir dos aventuras simult�neas: mi muerte inminente y mi destino.
Escuch� detr�s de la puerta fragmentos de una discusi�n de izquierda; todo el mundo hablaba al mismo tiempo. Los t�rminos ?guillotina?, ?traidor? y ?loco? aparec�an una y otra vez.
?Evolucionaron las locas ?me dije.
Ten�a los pies sujetados al pie de la cama y los brazos anudados detr�s de la espalda; me dol�a todo. Llegu� a descolgar el tel�fono de la mesa de luz tomando el auricular entre los dientes, y disqu� el n�mero de mi madre en Berry. Tard� al menos cinco minutos; ten�a calambres en las mand�bulas. Con seguridad, si Vinicio da Luna no hab�a hecho saltar el inmueble todav�a era porque cre�a que Concei�ao no hab�a salido de �l. Mi madre tard� al menos tres minutos en descolgar el tel�fono.
?Los rosales est�n en flor ?me dijo? �Pero no me hab�as dicho que era una jovencita! �Por qu� la vestiste de hombre? Le prest� uno de mis vestidos; est� desbrozando el rosedal mientras le preparo una de mis sopas al estrag�n.
?Gracias mam� ?respond�, antes de colgar con los dientes.
Escuch� una risa ir�nica detr�s de m�, la risa inconfundible de Vinicio da Luna. Hizo brillar ante mis ojos una navaja autom�tica.
?Bravo ?me dijo?. Act�a mejor de lo que yo pensaba.
Cort� las sogas que me sujetaban los tobillos, las rodillas y los codos.
?�Beba esto! ?me dijo.
Me negu�, temiendo que fuera curare.
�l mismo tom� un largo trago y me volvi� a ofrecer la botella. Ten�a olor a ron y grapa y tom� un trago. Me sent� mejor. Vinicio me frot� las articulaciones.
?�Por qu� me tiene miedo? �Usted tiene miedo de todo el mundo!
Volv� a tomar un trago de su brebaje.
?Estoy esperando que se despierte hace diez horas y media; tengo un Rolls Royce estacionado en la esquina.
Me di cuenta de que estaba vestido de chofer, con una gorra azul en la cabeza calada hasta las cejas.
?V�stase como quiera ?me dijo? cuando uno tiene un chofer como yo, se puede vestir como se le cante. Pero no se quede desnudo, p�ngase al menos una bikini y un sombrero.
Me costaba horrores moverme; me hizo darme una ducha tibia mientras me masajeaba la espalda. Cuando est�bamos en el ba�o, alguien entr� a hacer pis; Vinicio lo degoll� con su navaja. Aull� antes de desplomarse mientras meaba. Los dem�s putos golpeaban la puerta de la habitaci�n.
?��branos, asesino! ?gritaban a coro.
?�Abra y esc�ndase detr�s de la puerta! ?me orden� Vinicio.
Obedec�. �l avanz� empu�ando una metralleta y arras� con todos los que se precipitaron primero en la habitaci�n. Salt� sobre los cuerpos y sali� al pasillo. Escuch� el chisporroteo de la metralleta en la cocina y en la biblioteca. Las locas gritaban como en la Opera antes de que bajara el �ltimo tel�n. Me desplom� detr�s de la puerta temblando con todo el cuerpo. Vinicio vino a levantarme.
?�Sigue teniendo miedo! P�ngase este impermeable, llueve.
Atravesamos el departamento. Vi entreverados los cuerpos de los candidatos homosexuales de las circunscripciones XVIII y XVI, de un periodista de Lib�ration y otro de Paris-Match, luego de una periodista de Charlie-Hebdo, todos ca�dos sobre mi Chesterfield. En el suelo, algunos hombres de teatro de izquierda, muertos en posiciones macabras. Sylvia Monfort se aferraba al cuello de Coluche y el mimo Marceau a la ara�a. Dos dibujantes humor�sticos, Wolinski y Topor, yac�an enlazados en la entrada. Pero la verdadera carnicer�a se hab�a producido en la cocina. Entre las celebridades, Michel Foucault estaba tirado sobre las baldosas, aferrado a los cabellos del peluquero Alexandre, Daniel Cohn-Bendit se hab�a muerto estrujando un trapo de piso. Hab�a al menos una decena de travestis de Le Palace y de Madame Arthur, eran los rubios vestidos con campera de cuero que parec�an mu�ecas inflables. No tuve el coraje de ir a ver de cerca el rostro de los dem�s, pero en total deb�a haber m�s de cuarenta, algunos en posturas alucinantes: Marguerite Duras se encontraba en posici�n fetal en el interior del gran tacho de basura; se hab�a tenido que esconder ah� cuando empez� el fusilamiento.
?Coraje ?me dijo Vinicio da Luna? esto reci�n empieza.
Bajamos a la calle. Llov�a a c�ntaros; Vinicio abri� un paraguas verde y me protegi� hasta llegar al Rolls Royce, estacionado en la Rue Houdon. El trueno suced�a al rayo; aparentemente, nadie en el barrio hab�a escuchado las r�fagas de metralleta. Me sent� detr�s, Vinicio me cubri� las rodillas con una manta, y me dorm� incluso antes de que el auto arrancara.
Me despert� cuando est�bamos en una autopista.
?�Quiere que paremos para tomar un Nescaf�?
?Me da igual.
?Casi hemos llegado.
?�Ad�nde?
?A lo de su madre, en Berry. �Y no se olvide de que soy su chofer!
El coraz�n se me sal�a del pecho ante la idea de volver a ver a Concei�ao do Mundo.
?�Es verdad? ?murmur�.
?�Usted cree que ten�a intenci�n de secuestrarlo? (Se ri�) Sigue teniendo miedo; �usted es un verdadero maric�n, lo juro!
Eran las seis de la tarde cuando llegamos a lo de mi madre. Concei�ao y mi madre tomaban el t� en el rosedal. Salt� del autom�vil antes de que se detuviera, corr� hacia Concei�ao que corr�a hacia m�, ten�a un vestido con un estampado a�os ?30 de mi madre y llevaba puesta una capelina. Nos abrazamos y rodamos por tierra. Te amo, te amo, te amo ?le murmur� al o�do.
?Cuidado con mis rosales ?nos dijo mi madre?. �Todav�a no me presentaste a tu chofer!
Vinicio da Luna se cuadr� antes de inclinarse dos veces. Mi madre lo tom� del brazo.
?Estoy agradecida de que sea el chofer de mi hijo ?le dijo? �es totalmente distra�do! �Se olvid� de decirme que estaba de novio! �Me hab�a jurado que hab�a adoptado un ni�o del tercer mundo, mientras que se trata de la ni�a m�s encantadora del mundo! Pero venga que le voy a mostrar mi rosedal. Aqu�, a la derecha, est�n las rosas color t�; a la izquierda, las carmes�es, llamadas ?Bocas de terciopelo?. Son muy raras. �Pero venga que le muestro mis rosas azules!
Mi madre parloteaba sola, como de costumbre, agarrada del brazo de Vinicio da Luna, que cre�a mi chofer. Desvest� a Concei�ao, ya no aguantaba m�s. Le chup� la pija que se hab�a vuelto enorme; me la meti� y rodamos entre los rosales de mi madre.
?�Pero, chicos, mis rosales! ?nos vino a decir mi madre.
Eyaculamos juntos, aullando de placer.
?�Estos j�venes! ?dijo mi madre, antes de alejarse.
Nos abrazamos, antes de secarnos la leche con un pa�uelo.
?Te voy amar toda la vida, Concei�ao ?le dije, mir�ndola a los ojos.
?�Qu� amable que es tu madre ?me dijo- acepto casarme con vos!
?�Pero sos menor! �Debemos esperar por lo menos cuatro a�os!
Se chup� el pulgar.
?�Entonces me vuelvo a Brasil y me caso con mi novio amaz�nico!
?�Pero no, mi amor, esperemos cuatro a�os!
?�Y si quedo embarazada?
Esta idea ni se me hab�a ocurrido.
?�Tom�s anticonceptivos?
?�Y eso qu� es?
?�Ya estuviste embarazada alguna vez?
?S�, una vez. Es el aspecto de las mujeres que me molesta.
?�Abortaste?
?No. Tuve una ni�a rubia, se llamaba como yo.
?�Y d�nde est�?
?La sacrificaron.
?�C�mo que la sacrificaron?
Se chup� el pulgar antes de responder.
?Porque era rubia.
?�Pero yo tambi�n soy rubio!
?Claro. �Ese es el problema!
?�Concei�ao, te juro que si tenemos un hijo, no lo van a sacrificar; lo vamos a criar juntos aqu�, en Berry! �Quedate conmigo toda la vida!
?�Pero entonces hay que matar a mi padre!
Solamente dec�a frases breves, pero iba al fondo de las cosas. Ya era mi intenci�n matar a Vinicio da Luna, pero no se la hab�a confesado a Concei�ao.
?Ven�, vamos a pasear a la orilla del arroyo.
Le ajust� el vestido y la capelina. Mi madre y Vinicio charlaban en el huerto. Tom� a Concei�ao por la cintura y bajamos por el sendero que conduce al arroyo; escuchamos croar a las ranas; vimos saltar a una muy peque�a.
?�Por qu� son tan chiquitas las ranas francesas? �En el Amazonas son grandes como perros!
?No deben ser ranas sino sapos-b�falo.
?No. �Los sapos-b�falo son grandes como un b�falo!
Se sent� sobre una piedra y se puso a mordisquear una brizna de hierba. Yo le acariciaba la mejilla.
?�Sent�s nostalgia por el Amazonas?
Afirm� con la cabeza.
?�Los r�os son m�s grandes!
?Esto no es un r�o, es un arroyo.
?Es posible, pero ac� no se puede nadar.
?�Quer�s nadar, mi amor? Ma�ana a la ma�ana te voy a llevar a la pileta; hay una en el hostal, a dos kil�metros de aqu�.
?�Qu� es una pileta?
Le expliqu�.
?�Es un r�o cuadrado?
?M�s o menos, salvo que no corre.
?�Y est� hecha solamente para nadar?
?S�.
Estall� de risa. Arroj� en el arroyo la capelina de mi madre; me descalc� para ir a buscarla; luego siguieron mis zapatos, luego el vestido. Todo estaba empapado; s�lo logr� encontrar uno de mis mocasines. Concei�ao estaba desnuda; salt� sobre un nogal con una agilidad sorprendente y se sent� en la rama m�s alta.
?�Baj�, querida, vas a tomar fr�o!
?�Estoy mirando la puesta del sol!
Me sent� sobre la piedra cubierta de musgo de mi infancia; ten�a la costumbre, a los ocho a�os, de esconder mis mu�ecas de las rabietas de mi madre. Hoy estaba enamorado como solamente una loca de cuarenta a�os puede estarlo justo antes de la menopausia. Ve�a en Concei�ao do Mundo todos mis mitos de infancia realizados: era al mismo tiempo Edith Piaf y Mae West, Jack el Destripador y un efebo del Renacimiento. Y adem�s, me llegaba desde la Amazonia, una comarca que situaba naturalmente, en mi cabeza, en el Reino de los Sue�os.
?�C�mo envejec�! ?suspir� en voz alta.
Mi madre estaba a mi lado, no la hab�a escuchado llegar por el sendero.
?�Qu� dec�s?
?Nada mam�.
?�Pero esta ni�a adorable va a tomar fr�o!
Mi madre tiene la costumbre de repetir todo lo que pienso; soy hijo �nico, y pap� se suicid� cuando yo ten�a apenas cinco a�os, en ese mismo arroyo.
Concei�ao estaba acuclillada en lo m�s alto del nogal, con la cabeza entre las manos y los ojos fijos en el horizonte. Su pija sobresal�a por mucho de la rama; felizmente, mi madre es m�s miope que yo.
Fui a buscar un chal a la casa por orden de mi madre; Vinicio da Luna regaba el rosedal, con el cigarro entre los dientes.
?Su madre es una mujer muy instruida ?me dijo?. Me ense�� muchas cosas sobre los rosales. �Siempre es �til para un extranjero!
Me preguntaba a d�nde iba a ir a parar todo aquello. Sonaba el tel�fono. Fui a atender a la cocina.
?�La se�ora viuda Pico? (En verdad, mi verdadero nombre es Pico; Copi es un anagrama.)
?Soy yo ?respond�, imitando la voz de mi madre.
?Buenos d�as, se�ora Pico. Aqu� el inspector Roux. �Usted tom� a dieciocho brasile�os como jardineros?
Vinicio me arranc� el auricular.
?Inspector Roux, soy el Senhor Vinicio da Luna.
Levant� el otro tel�fono.
?No hab�a reconocido su voz, Senhor Embassador da Luna ?dijo el prefecto Roux.- �Lo cre�a en una mina de diamantes en el Amazonas!
?Me instalo en el Berry; voy a casarme con una berrinesa, la se�ora viuda de Pico. �Usted es el primero en saberlo!
?�Mis felicitaciones, Senhor Embassador, y tambi�n para la futura se�ora da Luna! �Qu� tengo que hacer con sus jardineros? Se emborracharon en un lugar p�blico en las afueras de Orle�ns, la gente los tom� por �rabes y hubo un l�o tremendo.
?�Yo pago la fianza, l�rguelos enseguida! �Y le repito que no soy el Embajador de la Luna, soy solamente un hombre rico!
Cort�.
?Bien actuado ?me dijo? usted estuvo perfecto en el rol de su madre.
?�Pero tarde o temprano nos van a encontrar!
?�Por qu�?
?�Y los cuarenta cad�veres de los putos en mi casa, en Montmartre?
?El inmueble salt� por los aires; dej� una bomba cronometrada en su departamento antes de abandonarlo. �Por qu� usted siempre tiene miedo?
?�Tengo razones! �Tengo miedo de la guillotina!
?Era un inmueble de maricas; �vaya a escarbar en el pasado de cuarenta maricas en pleno mes de agosto! Usted est� de vacaciones en lo de su madre como cualquier burgu�s; no hay un solo testigo vivo.
?�Se est� olvidando del tel�fono! �Cuando llegaron los putos para el desayuno, ya todo Par�s estaba al tanto!
?Ma�ana ya no va a haber todo Par�s. �Es m�s, ni siquiera va a haber Par�s! �Usted ser� el �nico que ser� salvado, el �nico ac�lito en Occidente de Concei�ao do Mundo! �Un d�a, usted ser� su Marido Eterno; ese d�a lo denominaremos mi Yerno (8)!
?�Y usted d�nde piensa instalar su reino?
?Y, en la Amazonia, obviamente; conocemos todo el mundo. �Cuando me haya casado con su encantadora madre, ella se convertir� en la Reina Madre de la Amazonia! Y ahora disc�lpeme, voy a regar los repollos.
Volvi� a salir al huerto. Me precipit� hacia la televisi�n, eran casi las ocho. Las noticias: la ocupaci�n amaz�nica. Mostraban la Rue Andr�-Antoine, que parec�a Brest en 1941, apenas quedaban las escaleras y la parte alta de la calle. Todav�a no hab�an identificado a los cad�veres; esto me pareci� extra�o. Incre�ble: �hab�an hecho saltar tambi�n dos inmuebles del Carrefour de Buci, la casa de modas de Yves Saint-Laurent y la Com�die Fran�aise! Todo Par�s se hab�a movilizado, era una verdadera guerrilla. Se ve�a el jard�n de las Tuller�as ocupado por las amazonas, que hab�an cortado los �rboles para bloquear las entradas; en el centro, hab�an encendido una hoguera donde quemaban docenas de vacas y corderos enteros; hab�an desvalijado el matadero de Rungis. Estaban haciendo una toma en directo desde un helic�ptero; el jard�n de las Tuller�as estaba rodeado de camiones del ej�rcito. Hab�an instalado tanques entre las estatuas de Maillol, se los conminaba a que se rindieran por un altoparlante, pero las amazonas estaban armadas. Ten�an una bomba at�mica instalada en el lugar, �en el centro de las Tuller�as! Solamente eran doscientas, pero estaban perfectamente entrenadas; estaban desnudas, pavoneando sus enormes sexos adornados con plumas; la mayor parte de ellas ten�a senos. Llevaban turbantes hechos con pieles de animales salvajes, y fusiles l�sers livianos colgados del hombro derecho. �Todas eran zurdas!
Apagu� la televisi�n antes de que entrara mi madre. Llevaba de la mano a Concei�ao, que estaba desnuda.
?�C�mo se han desarrollado las jovencitas de hoy! �Querido, es un verdadero pedazo de hembra!
Nunca hab�a escuchado ese lenguaje en boca de mi madre. Vinicio da Luna deb�a haberle hecho beber uno de sus brebajes. Abandon� a Concei�ao en mis manos para ir a la cocina. Concei�ao ten�a los ojos h�medos y se mord�a el dedo me�ique.
?�Por qu� est�s tan triste?
?�Porque usted no mat� todav�a a pap�!
?Concei�ao, mi amor, �en Europa uno no mata a sus padres, incluso si los detesta!
Le agarr� una crisis de histeria, me ara�� el rostro, la domin� aferr�ndole los pu�os.
?�Tanto miedo le ten�s?
?�Es el Demonio!
?Tu padre no es el Demonio, es un hombre enfermo, �est� loco!
?�Es lo que le estoy repitiendo! �Qu� est� esperando, que me sacrifique en luna llena? �Es esta noche!
Record� de repente a las dieciocho amazonas que deb�an llegar de un momento a otro en un cami�n.
?�Me secuestraron para sacrificarme el d�a que cumpliera quince a�os ?solloz�-, y es hoy!
?�Sacrificarte?
?�De la misma manera que sacrificaron a mi hija, la peque�a Concei�ao, porque tambi�n era hermafrodita! �Me van a cortar la pija y me van a asfixiar con ella!
?�Qu� novela est�n dando en la tele? ?pregunt� mi madre desde la cocina.
?�Mate a mi padre, se lo suplico! �O usted es un s�dico como los dem�s? �Tiene ganas de verme supliciada?
?Es incre�ble lo que est�n pasando en la televisi�n ?dijo mi madre. �Cu�ntas pel�culas er�ticas brasile�as mal dobladas!
Volvi� a entrar en la habitaci�n con una bandeja llena de canap�s al estrag�n, era su especialidad, y su c�ctel preferido: el Wojtyla, una mezcla de vodka con pimienta roja y martini blanco, algo asqueroso.
?�Toma bebidas alcoh�licas, conejita m�a? ?le pregunt� a Concei�ao.
Brindaron antes de beberse cada una dos vasos en seco.
?�Mam�, siempre ten�s el rev�lver?
?�El rev�lver con el que se suicid� tu pobre padre? Sigue escondido en el caj�n de los pa�uelos de su armario. �Pero te suplico, mi querido, no cometas una tonter�a!
Fui a buscar el rev�lver y me lo guard� en el bolsillo. Mam� charlaba familiarmente con Concei�ao.
?Tengo la obsesi�n del suicidio, querida nuera; no puedo hacer nada. Mi padre se suicid�, mi madre se suicid�, mi marido se suicid�, mis tres hermanas se suicidaron. �Mi hijo y yo somos los �nicos en la familia que resistimos la tentaci�n del abismo!
Sal� a la huerta. Vinicio da Luna cavaba un pozo en el medio de las calabazas.
?�Qu� est� haciendo?

-Ya lo ve, estoy cavando un pozo con ayuda de una pala.

Dej� de trabajar para extenderme el enorme diamante cuya existencia hab�a olvidado.
?�Tome, se lo puede dar como regalo de casamiento a su divina madre!
Volvi� a la pala.
?�Usted se est� cavando su propia tumba, Senhor da Luna!
Saqu� mi rev�lver, �l solt� la pala, cruz� las manos detr�s de la nuca.
?�Qu� le pasa? �Todo transcurre normalmente!
?�Usted se olvida de que es un enemigo de Europa y que estoy en mi Berry natal, Senhor da Luna?
?�Lo cre�a socialista!
?Lo soy, Senhor, �usted es quien no lo es!
?�Entonces, h�bleme directamente como a un capitalista, pero sin el rev�lver, eso no se hace! Ustedes nos construyeron una represa en medio del r�o Amazonas ?la mitad de la poblaci�n muri� por la sequ�a?, �y tiene el tup� de enojarse porque nuestros muchachos se instalaron en las Tuller�as para protestar? �Va lejos, para ser socialista!
?�Me cago en la pol�tica, haga saltar Par�s si se le canta, yo quiero a Concei�ao do Mundo!
?�Pero si ya es suya! �Le repito que ma�ana ya no habr� Par�s! �Y usted ser� el pr�ncipe consorte de Concei�ao do Mundo!
?�Por qu� yo?
?�No fui yo quien lo eligi�, fue ella! Est� en plena crisis de adolescencia; ve en usted a un segundo padre, �usted es el primer hombre que adora culear! �Por eso le ped� la mano de su encantadora madre, para que todo quede en familia!
?�Concei�ao acaba de decirme que usted la quiere sacrificar con la luna llena!
?�Eso le dijo? �Le voy a dar un par de bifes!
Salt� fuera del pozo.
?�M�tase de nuevo en su tumba, Senhor da Luna!
Apret� tres veces el gatillo; se desplom� en el interior del pozo; permaneci� all�, mir�ndome mientras se re�a.
?Expl�queme por qu� quiere bajarme ?me dijo?. Es exasperante, �me paso todo el tiempo descargando sus rev�lveres! Ya le conced� la mano de Concei�ao, le regal� un diamante que cuesta m�s que una pir�mide, lo liber� de cuarenta putos que lo quer�an mandar a un asilo psiqui�trico y pongo a disposici�n de su querida madre mis dieciocho jardineros para su rosedal. No exageremos: �no soy tan mal partido para la se�ora viuda Pico! Soy lo mejorcito que se puede encontrar en Berry, el prefecto Roux se lo puede decir.
Vovi� a encender su cigarro y yo me sent� en una calabaza.
?�Pero por qu� destruir Par�s? �Usted habr�a podido destruir Brasilia, y con eso era suficiente!
?Ya destruimos Brasilia a las doce y media hora de Brasil. Y en los �ltimos noticieros, usted podr� ver la Estatua de la Libertad rota en mil pedazos en el r�o Manhattan. Tokio, Mosc� y Berl�n saltar�n al mismo tiempo. Vamos a eximir a Italia entera; es demasiado bella. Voy a instalar Venecia en la desembocadura del Amazonas para pasar all� mis �ltimos d�as.
?�Qui�n es el jefe de su movimiento? ?le pregunt�.
?Concei�ao. �Es ella, la Concepci�n del Mundo! �Yo soy solamente uno de sus directores esc�nicos!
Concei�ao y mi madre llegaban desde la casa, abraz�ndose por la cintura. Mi madre estaba desnuda, como Concei�ao; sent� escalofr�os en la espalda; nunca me hubiera imaginado que mi madre fuera una mujer desnuda como las dem�s.
?�Qu� le dio de beber? ?pregunt� a Vincio.
?�Tomamos juntos un trip de �cido!
Mi madre salt� en el pozo y se aferr� al cuello de Vinicio; le baj� los pantalones, rodaron al fondo del pozo. Tom� a Concei�ao por el brazo y la arrastr� hacia la casa.
?�Por qu� usted todav�a no lo mat�?
?�M�s tarde te explico! �Ven� conmigo!
Met� precipitadamente en una valija algunos vestidos de mi madre y me apoder� de los papeles que ten�a en la cartera, envolv� a Concei�ao con su capa de plumas de pavo real -que hab�a tenido la precauci�n de recuperar en mi departamento de Par�s-, y corrimos hacia el auto de mi madre, un Citro�n 2 CV (9), muy modesto junto al Rolls Royce de Vinicio da Luna estacionado frente a la entrada del garage. La llave estaba puesta, arranqu� sin problemas, y por cierto que ni mi madre ni Vinicio, en el estado en el que estaban, se pudieron dar cuenta de nuestra partida antes de unos largos cinco minutos.
Llegamos a Montlu�on justo en el momento en el que el cami�n lleno de amazonas desembarcaba en la plaza, haciendo huir a los �ltimos parroquianos del caf�-tabac (10). Tom� la ruta que iba a Orle�ns. Concei�ao me estrech� la mano. �Salvados!
La luna brillaba como una moneda reci�n acu�ada, eran las diez de la noche. Concei�ao se acurruc� contra m�, la abrac� con mi brazo derecho; sosten�a el volante con la mano izquierda.
?�Todav�a no estamos salvados ?me dijo? nos van a encontrar! �Usted debi� matar a mi padre!
Sent� nacer en mi interior al h�roe confuso cuya existencia todos sospechamos a fuerza de verlo representado por actores varios en las pel�culas a�o tras a�o, pero cuya posibilidad siempre nos pareci� imaginaria. En ese momento preciso, era yo ese ser �nico al que el destino hab�a hecho creer que era un semidi�s. Yo, Ren� Pico, dibujante humor�stico que usaba el anagrama de Copi, hijo maric�n de una berrinesa algo exc�ntrica, me encontraba en el centro de una guerra mundial.
?No hay diferencia entre Brasil y Berry en la lengua amaz�nica ?me dijo Concei�ao-, por eso eligieron Berry para instalar los cohetes. Berry es el centro geogr�fico de Francia, como la Amazonia es el centro geogr�fico del mundo.
�Cohetes en el rosedal de mi madre!
Le acarici� los pezones bajo la capa de plumas de pavo real.
?�Es mi padre el Demonio quien as� lo quiere, oh, maldito Vinicio da Luna!
El olor de sus axilas me embriagaba. Estacion� el Citro�n 2 CV en la banquina. Estaba loco de excitaci�n, quer�a alcanzar ese momento de �xtasis epil�ptico en el que descubr� su sexo de mujer.
?�Dejame, cretino, no tengo ganas!
Salt� del Citro�n. Mi excitaci�n lleg� al colmo. El hermafrodita de mi imaginaci�n, de inspiraci�n m�s bien griega, se hab�a convertido, en ese decorado banal de autopista, en una menor a la que iba a violar. La persegu� y la atrap� en un arbusto de ortigas. Me mordi� salvajemente la mano con que acariciaba su rostro inundado de l�grimas. Ten�a la pija dura, la domin�, se la introduje de un golpe en el culo, y la hice gritar; eyacul� inmediatamente, a la manera �rabe.
Ella lloraba. Me sent�a horriblemente humillado, como si despu�s del coito me hubiera quedado vac�o de esencia. Levant� la capa de plumas de pavo real de las ortigas, y ayud� a Concei�ao a levantarse. No nos atrev�amos a mirarnos a los ojos.
Despu�s de haber entrado en el auto, murmur�:
?�Perdoname, querida, de pronto me cre� un verdadero hombre, brutal y todo. �Te prometo que nunca m�s se va a repetir!
Estaba estupefacto, ignoraba que uno de golpe se pudiera convertir en violador. M�s que miserable, me sent�a cansado. En ese maldito d�a hab�a perdido el respeto por mi madre y el self-respect del que estaba tan orgulloso en los tiempos de mi militancia homo sexual anglosajona.
?�Pero ad�nde vamos, especie de cretino?
?A Par�s, mi amor.
?�A Par�s? �Ad�nde? �Su casa vol� por los aires y la ciudad est� en estado de sitio!
?�Tengo amigos en Montparnasse! Nos vamos a esconder en el taller de un compa�ero el tiempo necesario para ver qu� est� pasando.
No dejaba de repetir: ?�Usted deber�a haber matado a mi padre, especie de cretino!? Arranqu�. Ya nada era como antes. El mundo entero ya no era como antes. Concei�ao do Mundo, cuya fascinaci�n hab�a destruido mi equilibrio mental (como probablemente el de una multitud de personas desde su nacimiento), me asque� a un punto apenas soportable. Se son� la nariz con su mano tosca, que despu�s limpi� en mi pantal�n. No se hab�a afeitado desde la v�spera y su barba azulada asomaba a la luz de la luna. Sus senos enormes y su pija, que me hab�an excitado hasta la locura, me produjeron de repente el efecto de deformidades f�sicas, como una joroba o un pie deforme. Se tir� un pedo, baj� la ventanilla.
?�Det�ngase, quiero cagar!
No hab�a terminado de detener el auto completamente cuando un l�quido marr�n ya chorreaba entre sus muslos. Corri� a buscar alivio ruidosamente mientras yo limpiaba el asiento con la manta escocesa de mi madre. El olor era pestilente.
?Es mi lombriz solitaria que tiene una crisis ?dijo Concei�ao.
Me hab�a olvidado de que en ese pa�s tienen generalmente lombriz solitaria; seguramente yo deb�a tener toda una familia.
Continuaba tir�ndose pedos y cagando de lo lindo. Finalmente, le tend� la manta para que se limpiara. Ten�a un aire extenuado.
?�Ya se me va a pasar ?dijo?, ni bien lleguemos a una estaci�n de servicio me voy a hacer un lavaje con nafta, eso es lo �nico que calma a la tenia!
Se envolvi� con la capa de plumas de pavo real que, despu�s de todas esas aventuras, se parec�a m�s bien a un pavo real aplastado por un tractor que a la soberbia capa de alta costura de la ma�ana, y se acost� hecha un ovillo en el asiento posterior. Inmediatamente se puso a roncar.
Me dije que con suerte �bamos a llegar a Par�s hacia la una y media de la ma�ana; faltaba saber si el acceso a la ciudad era libre. Volv� a encontrar en mi universo ling��stico expresiones propias de la segunda Guerra Mundial que tanto hab�a escuchado de labios de mi madre. As�, me vino a la memoria el t�rmino ?revituallamiento?. Apenas ten�a cuatrocientos francos en efectivo y una tarjeta. Ten�a tambi�n en el bolsillo uno de los diamantes m�s caros del mundo, pero ning�n papel que probara su propiedad. �Y qui�n sabe cu�nta gente buscaba en Par�s, en ese momento, vender sus piedras preciosas y sus lingotes? Me hab�a olvidado de la existencia de la radio. La prend�. Pasaban m�sica cl�sica en todas las estaciones. T�pico de un golpe de estado a la ?coroneles? (11). �En Francia, en 1981! Faltaba saber qui�n detentaba el poder. Por cierto no las amazonas, a pesar de la ocupaci�n de las Tuller�as; en ese caso, hubieran pasado m�sica tropical.
Todas las estaciones de servicio estaban cerradas; hab�amos atravesado Orle�ns, que estaba desierta, la gente se atrincheraba en sus casas; felizmente ten�a el tanque lleno. Concei�ao gem�a en el asiento trasero, seguramente ten�a una pesadilla. La sacud� para despertarla, lanz� un aullido y me salt� a la garganta, cerrando sus manazas alrededor de mi cuello. No s� c�mo alcanc� a detener el autom�vil en medio de la autopista. Un cami�n pesado no nos choc� de milagro. Sent�a que me ahogaba y no pod�a aflojar la tenaza que me hac�a Concei�ao. De pronto, el choque. Un autom�vil se nos vino de frente a la velocidad de un rayo. Me aferr� al volante, el 2 CV se convirti� en dos toneladas, y vi el cuerpo de Concei�ao, como una marioneta atravesar el parabrisas, mientras sent�a un dolor punzante en la mand�bula. Varios autos hac�an carambolas, escuchaba gritos. El Citro�n qued� dado vuelta y yo, prisionero en el interior de la carcasa. Logr� deslizarme como una serpiente por el vidrio posterior y alcanc� el asfalto. Escup� un incisivo inferior en la mano. El Citro�n, con las cuatro ruedas en el aire, yac�a en medio de un charco de nafta y de aceite. A unos diez metros, un cami�n de seis toneladas se acoplaba a un Mercedes. Se escuchaban gritos que part�an el alma.
?�Concei�ao!?, grit�. A cincuenta metros, un auto explot�, y el fuego ilumin� la autopista como en una pel�cula. Hab�a una decena de autos accidentados; una mujer en llamas corr�a en todas direcciones, perseguida por un ni�o; de la carrocer�a de un auto sal�a un rostro horriblemente quemado, fijado en un rictus de horror; un transporte de animales hab�a volcado de lado, y los pobres caballos, apilados unos sobre otros, relinchaban mientras se quemaban.
?�Concei�ao! �Concei�ao do Mundo! ?grit�, corriendo entre los restos de los autom�viles humeantes.
Primero vi la capa de plumas de pavo real, a medias quemada en el pavimento, m�s lejos una de sus botitas rojas. Estaba ovillada a apenas dos metros de un auto que se incendiaba. Me precipit� y la arrastr� lejos de la hoguera. No parec�a severamente herida, aparte de un rasp�n en la mejilla, pero apenas respiraba. Estaba casi seguro de que ten�a un traumatismo de cr�neo. Le hice respiraci�n artificial; poco a poco respondi� a mi aliento. Estaba angustiado. Comprend� que, despu�s de todo, la amaba m�s que a nadie en el mundo. Me importaba un carajo el horror de los heridos alrededor de m�, solamente pensaba en que viviera Concei�ao.
Cre� escuchar la llegada de un cami�n de bomberos, o tal vez se trataba de una ambulancia. Alguien daba �rdenes por un altoparlante, una luz enceguecedora llegaba desde unos cien metros m�s adelante, vi gente de blanco que pasaba con una camilla. Ped� socorro. Llegaron inmediatamente, eran dos negros fornidos. Depositaron a Concei�ao en la camilla y se fueron casi corriendo. Los segu� cojeando, encima me hab�a cagado un tobillo.
Una m�quina luminosa de tres pisos estaba ah�, posada en una curva de la autopista. No sab�a si estaba despierto o si so�aba; me dije que quiz�s me encontrara en el infierno. Al verla m�s de cerca (de hecho, estaba m�s lejos de lo que yo pensaba), el aparato ten�a el aspecto de una bola de metal luminoso como si fuera de mercurio s�lido. �Era mercurio! El armaz�n era blando, con una puerta min�scula, como la abertura de una carpa india pero m�s el�stica, verdaderamente blanda, como la carne. Nos abismamos en ella. Inmediatamente, escuch� un ruido de maquinaria infernal. Los dos negros que hab�a tomado por simples enfermeros de ultramar eran, sin duda, dos peligrosas amazonas. Desvistieron r�pidamente a Concei�ao y la lavaron de manera bastante brutal, sin ocuparse en lo m�s m�nimo de m�, como si yo fuera un perro de la familia. La extendieron sobre una especie de sill�n de dentista y la envolvieron con una manta inflada de color azul el�ctrico antes de salir de la pieza. La pieza era hexagonal, con un sill�n en el medio, ten�a seis puertas de acero, cerradas, cada una en un panel del muro. Corr� a tomarle el pulso a Concei�ao, estaba mucho mejor. Pesta�e� y me mir�.
?Protegeme ?murmur�?. �D�nde estamos?
?No s�, Concei�ao.
Mir� alrededor de ella con expresi�n atontada.
?�Es el plato volador de pap�!
La habitaci�n se sacudi� como si fu�ramos v�ctimas de un terremoto. Estrech� a Concei�ao en mis brazos.
Una puerta se abri�. Vinicio da Luna, vestido de cuero dorado y cubierto por una capa de seda rosa me sonri� con todos sus dientes de oro.
?Bienvenido a ?Concei�ao do Mundo? ?me dijo?. Esta m�quina fue enteramente construida por cient�ficas amazonas ?agreg�, golpeteando los dedos contra una de las paredes?. Oficialmente, usted es el primer pasajero. �Vamos a la Amazonia, mi Yerno!
Mi madre entr� detr�s de �l, vestida de modo rid�culo con unos pantalones fuseau hechos de piel igualmente dorada, y un casco con dos antenas.
?Querido m�o ?me dijo- �Vinicio me ofreci� este plato volador como regalo de compromiso! �Todos mis sue�os de infancia consumados en un solo d�a!
Y todas mis pesadillas, pens� para m�.
Ten�a un aire extasiado. Sent� que mis piernas flaqueaban. Me desmay�.

***

3.- Los maleficios de la luna

Me despert� magullado: me dol�an los cuatro miembros, sin hablar del tronco y la cabeza. Me pregunt� d�nde me encontrar�a. En todo caso, en el negro absoluto. Me mov� un poco. Estaba desnudo en una cama muy blanda, con s�banas de sat�n. Escuchaba el ruido de un motor en sordina, como en los barcos durante la noche. Pero no hab�a ni un ojo de buey, ni sombra de una luz. Me arrastr� hasta el borde de la cama y aventur� fuera mis piernas. Hund� un pi� en el agua helada y lo retir� inmediatamente. Escuch� la risa inconfundible en la negrura.
?�Usted se despierta, finalmente?
Vinicio da Luna estaba all�. Una luz me encegueci�, escond� mi cabeza entre las s�banas. Su mano me acarici� los hombros.
?�Por qu� usted siempre tiene miedo? �Cada vez se hace m�s maric�n!
Me arranc� las s�banas. Bajo el ne�n verde, vi mi cuerpo cubierto de moretones. Mi tobillo estaba seriamente inflamado.
?�Tome, usted perdi� su diamante, no deje que se lo lleven a cualquier parte, es un talism�n!
La pieza era oval, pintada color c�scara de huevo; flot�bamos sobre un colch�n inflable que imitaba una inmensa hamburguesa. Vinicio estaba sentado al pie de la cama y sus enormes pies flotaban en el agua verde. Estaba desnudo, como yo. Su cuerpo de coloso negro estaba untado con una pel�cula brillante.
?Es aceite de h�gado de bacalao ?me dijo?, para conjurar la mala suerte.
Alrededor de �l volaban moscardones que a veces aplastaba con un gesto r�pido con ambas manos, como si aplaudiera. De repente se arroj� sobre m� y me abraz�. Me bes� en la boca y tuve ganas de vomitar. Felizmente se alej� para deslizar su boca asquerosa hasta mis pies, que lami�. Me besuqueaba el tobillo afectado.
?�Lo deseo, mi Yerno!
Me mordisque� las pantorrillas, pronto lleg� al sexo. Me sent�a mal del est�mago. �l relinchaba. Me separ� los muslos y me frot� el ano con sus mostachos. No pude contenerme y cagu� un chorro de mierda.
?�Me encanta! ?se atragantaba?. �M�s! �M�s!
Vomit�, me bes� en la boca, sorbiendo mis v�mitos como una ventosa. Me debat�, pero era m�s fuerte que yo; me mordi� el cuello como los perros en celo antes de torcerme el brazo por detr�s de los ri�ones y darme vuelta.
?�Te la voy a meter, mi peque�o Yerno!
Ten�a una pija enorme, monstruosa, en forma de gancho y dura como ninguna. Cuando me la introdujo, aull� de dolor; ten�a el recto en llamas. Continuaba aferr�ndome el cuello con los dientes; se puso a sacudirme como si jugara al flipper. Cuando eyacul�, yo ten�a el culo lleno de mierda y sangre. Luego del estallido qued� exang�e, apenas respirando. Me desprend� trabajosamente del abrazo y expuls� la pija reblandecida, mordi�ndome los labios para no gritar. No pareci� darse cuenta, ya dorm�a con toda su masa corporal sobre la hamburguesa inflable. Me dej� deslizar al agua y me lav� por todas partes, frot�ndome con una s�bana.
Me preguntaba d�nde estar�a Concei�ao. Si bien era cierto que ya no la quer�a como antes de esa horrible escena en que la hab�a tomado por la fuerza, la adoraci�n hab�a dejado lugar a un sentimiento de naturaleza maternal. El agua helada me hizo bien; mis intestinos se calmaron y mi dolor en el tobillo se hizo casi soportable.
El agua me llegaba al cuello; nad� hasta la �nica puerta oval de metal dorado de la nave, en donde estaba escrito, en bajorrelieve, con letras groseramente g�ticas: ?�Desf�ndame si quieres, sucia bicha!? (marica, en brasile�o (12) ). Estaba seguro de no so�ar, tan aguda era la conciencia de mis miserias, pero no estaba seguro de no estar siendo v�ctima de un delirio demencial. �Desde cu�ndo duraba ese delirio? Y por otra parte, �desde hac�a cu�nto tiempo dorm�a? Y Concei�ao do Mundo, �d�nde estaba? Buscaba con mis manos bajo el agua alguna manija de la maldita puerta, gritando ?�Concei�ao! �Concei�ao!?, cuando me di cuenta de que el agua se estaba poniendo tibia al mismo tiempo que su nivel sub�a. Nad� hacia el colch�n donde Vinicio da Luna flotaba roncando y salt� sobre �l; lo sacud� para despertarlo. El nivel del agua sub�a cada vez m�s a medida que se calentaba; ya se agitaba cuando mi cabeza toc� la ara�a de ne�n en el centro de la c�pula de la nave. Consegu� despertar a Vinicio a bofetadas.
?No se inquiete, es normal ?me dijo, bostezando?, es nuestro sistema de calefacci�n que hace de las suyas.
Un ruido infernal de desag�e acompa�� el r�pido desagote de la nave; nos encontr�bamos en un remolino del tipo bidet; me aferr� al colch�n que giraba sobre s� mismo como un trompo. De pronto aterrizamos, la puerta se abri�, y una corriente de aire fresco se abism� en el interior. El vapor se disip�. Entr� mi madre. Vinicio me suplic�: ?�Sobre todo, ni una palabra a su madre sobre nuestro peque�o jolgorio de reci�n!?.
Mi madre estaba vestida igual que antes, con unos pantalones fuseau cortados en un material el�stico rojo fluorescente que destacaba sus senos colgantes, sus muslos gelatinosos y su inmenso cl�toris. Pero esta vez no llevaba su casco con antenas; hab�a trenzado sus cabellos blancos con hilos dorados, y de sus trenzas tirantes colgaban bombitas de navidad. La locura de mi madre deb�a formar parte de la m�a, o viceversa. Atraves� la pieza saltando sobre sus tacos aguja para ir a frotarse contra Vinicio, cubierto de excrementos y de v�mitos, haciendo de cuenta que no me ve�a.
?�Fornicame, mi macho!
Sal� de la pieza para encontrarme en un pasillo muy angosto como de submarino, de una veintena de metros de largo, con una �nica puerta al final. Me arrastr� hasta ella y la abr�. Daba a un inmenso invernadero abigarrado de plantas tropicales cuyas dimensiones no pod�a calcular. Hac�a un calor aplastante. Volv� a cerrar la puerta velozmente cuando me di cuenta de que las ramas de los �rboles estaban cargadas de serpientes anchas como mi brazo y de varios metros de largo, de color plateado, cuyo lento movimiento en espiral alrededor de las ramas hac�a parecer casi inofensivas, como las serpientes de Walt Disney. Sent� un sudor fr�o, temblaba con todos mis miembros. Volv� sobre mis pasos a lo largo del pasillo. En el centro de la pileta color c�scara de huevo estaba la hamburguesa inflable. Mi madre penetraba a Vinicio con un frasco de ketchup. �l gritaba como una gata en celo, sacudiendo la hamburguesa de poli�ster.
?�Venga a unirse a nosotros, mi Yerno! ?se apur� a decir.
Mi madre sinti� verg�enza de la situaci�n y escondi� el frasco de ketchup entre sus piernas.
?�D�nde est� Concei�ao? ?pregunt�.
?Est� bien ?dijo mi madre- se viste para el descenso.
?�Mam�, se que siempre fuiste imb�cil, pero no c�nica hasta ese punto!
?No sab�a que usted se inquietaba tanto por Concei�ao, Yerno m�o ?me dijo Vinicio da Luna?. Est� de lo mejor, con sus damas de compa��a, organizando las festividades para el alunizaje.
?Alunizamos ?agreg� mi madre? and� a vestirte, querido, �no te arrastres desnudo por los pasillos!
?�D�nde est� Concei�ao!
?�Por qu� te pon�s as� de nervioso, Copi? ?se indign� mi madre.
?No lo rega�es, mam�, solamente es un ni�o ?dijo Vinicio.
?�D�nde est�? ?aull�.
Sent� una presencia con el rabillo del ojo y me di vuelta. Concei�ao estaba ah�. Me tom� r�pidamente de la mano y me arrastr� al mismo pasillo de antes. Estaba ataviada con una t�nica liger�sima, tejida de perlas min�sculas y de coral, que dejaba entrever las divinas puntas de sus senos y su soberbia pija adornada con un peque�o colibr�. Cerr� la puerta de la nave detr�s de nosotros antes de besarme largamente en la boca. Est�bamos solos en el pasillo.
?Concei�ao ?murmur� entre sus labios?, te cre�a perdida para siempre...
?Nunca m�s vuelvas a decir eso ?me dijo, acarici�ndome los labios con su aliento frutado.
Me arrastr� hasta la puerta del invernadero.
?�Hay serpientes! ?le advert�.
?�Son amigas!
Entramos. La abrac�, apoy�ndome en sus hombros; el calor me sofocaba y yo cojeaba. Atravesamos trabajosamente el invernadero, apartando las ramas y las grandes hojas; felizmente, las serpientes se alejaban a nuestro paso; yo, sin embargo, temblaba de miedo. Llegamos hasta la ra�z de un �rbol gigantesco que ten�a una puerta disimulada en la corteza; Concei�ao apenas la toc� con los dedos y la puerta se abri� para dejar ver un ascensor que me sorprendi� por su aspecto anticuado. �Un ascensor Roux-Combaluzier en el interior de un �rbol tropical, en el interior de una nave espacial! Por primera vez me di cuenta de que ya no ten�a a nadie en el mundo con quien compartir mi asombro.
?Dormiste durante tres d�as ?me dijo Concei�ao.
Hablaba como una son�mbula, atenta al manejo del ascensor. �ste se detuvo una primera vez, y entr� un viento glacial; pude ver un igl� cubierto de peque�as focas. Un esquimal no mayor que una foca verdadera se meti� con el viento. Estaba vestido con una piel de oso blanco. Me toqu� la barba. �Entonces era cierto que hab�a dormido tres d�as!
?�Qu� pas� durante todo este tiempo?
?Un accidente espantoso, la Tierra pr�cticamente explot� ?dijo Concei�ao.
?�C�mo ?explot�??
El Roux-Combaluzier se puso en marcha. Esta vez baj�bamos. El esquimal tom� la palabra. Hablaba como en los noticieros. La ocupaci�n amaz�nica hab�a enloquecido al gobierno sovi�tico al punto de que hab�a hecho explotar una bomba de neutrones en Par�s; y ah� los norteamericanos no se hab�an quedado atr�s. Hab�an aprovechado para arrasar todas las capitales de Europa del Este, aparte de Varsovia. Ayer, los �ltimos sovi�ticos hab�an hecho explotar New York, San Francisco, y -la gente se preguntaba por qu�- La Habana.
?�Y el hemisferio sur?
?Los argentinos hicieron explotar una bomba at�mica que desencaden� el derrumbe de la Cordillera de los Andes en el Pac�fico, Libia se apoder� de Africa y de Oriente sin la m�s m�nima violencia. Khadafi es el �nico pol�tico que aprovech� ampliamente la situaci�n.
S�, �pero en qu� mundo? Las secuelas de la cat�strofe pod�an aniquilar la vida sobre la Tierra en un corto plazo; faltaba ox�geno, los beb�s nac�an muertos. Una multitud de sobrevivientes del hemisferio norte hu�an hacia el hemisferio sur. Los accidentes a�reos se multiplicaban. En cuanto al mar, todos los medios de transporte eran buenos, desde el barco de paseo hasta la simple balsa. Los sobrevivientes de Estados Unidos, de la Uni�n Sovi�tica y de Europa se precipitaban hacia las costas africanas, desafiando al Mediterr�neo, por primera vez en furor, y al Atl�ntico, bastante perturbado por un cambio radical en las mareas. En la mayor parte de los casos eran atrapados y asesinados por miedo al contagio at�mico y se los quemaba vivos en sus propias embarcaciones. Se hab�an convertido en los apestados de un orden universal y el mundo musulm�n quer�a aprovechar la situaci�n para aniquilarlos.
?As�, Al� habr� tenido su corto reino sobre la tierra?, me dije. Y todo por culpa de las amazonas. Esta especie de mutantes amaz�nicas era el accidente imprevisto que ninguna religi�n en el mundo habr�a podido imaginar, o bien s�, todas juntas. Se trataba hist�ricamente de un coito natural, si se lo pensaba a la francesa. La conciencia de mi propio rid�culo era el �nico vestigio de la filosof�a con la que hab�a sido alimentado.
El peque�o esquimal frot� las pieles contra mis muslos. Me hab�a olvidado de que estaba en un Roux-Combaluzier, y desnudo. El esquimal me bes� la mano.
?Lo debe sorprender verme vestido as�. Doy de comer a las focas, pero ahora me puedo quitar el abrigo.
Lo que hizo, dej�ndolo caer al suelo. La puerta del ascensor se abri� para dejar ver una enorme pieza redonda con una mesa cuadrada en el centro. Alrededor de la mesa hab�a una veintena de amazonas que hablaban en su lengua todas a la vez. Eran de una belleza soberbia, como si reunieran en ellas lo mejor de cada raza. Ten�an sexos de hombre enormes, y senos bien moldeados y puntiagudos; me pregunt� si tendr�an, adem�s, como Concei�ao, sexos de mujer. Not� que todas ten�an los ojos de distinto color. El izquierdo era invariablemente de terciopelo negro, como s�lo vi en las mujeres veladas de Egipto; el ojo derecho pod�a ser verde, azul, amarillo o violeta. Una ten�a el ojo derecho rojo, como un conejo (era el �nico feo). Pero en todas las dem�s, el ojo derecho ten�a la movilidad y el brillo de los ojos de las fieras. El esquimal me present�: ?�Es el habitante de Europa!?. Las amazonas me aplaudieron, algunas saltaron sobre la mesa. Ten�an la piel oscura, cobriza, salvo la columna vertebral, que estaba erizada de pelos que continuaban una crin como en los caballos. Sin embargo, no ten�an cola. Ten�an entre siete y catorce a�os. En ese momento tuve la seguridad de que las amazonas eran productos de una manipulaci�n gen�tica que sobrepasaba nuestra noci�n de raza, de edad y de sexo.
?Es preciso que te deje ?me dijo Concei�ao.
Se precipit� hacia el ascensor antes de que tuviera tiempo de atraparla. El Roux-Combaluzier se puso en marcha y desapareci� de mi vista, aunque la escuch� gritar: ?�Vuelvo enseguida!?
?Yo le voy a hacer de int�rprete ?me dijo el esquimal?. Y si usted me lo permite, tambi�n voy a ser su abogado. Tenga confianza en m�, voy a saber defenderlo, pero j�reme que usted es un puto de verdad, caso contrario no va a funcionar. Ya bastante dif�cil es defender su caso, por culpa de su madre, que accedi� testimoniar en su contra, no sabemos bien por qu�. Pero no olvide que en ning�n caso debe decir que usted es heterosexual, ya su relaci�n con Concei�ao es lo bastante sospechosa, �felizmente su pasado de militante homosexual lo honra!
Est�bamos todos desnudos, incluido mi abogado, que era el m�s peque�o del grupo; era el �nico de raza asi�tica y se lo habr�a podido tomar por un enano japon�s. Pero yo me sent�a el �nico desnudo entre los asistentes; escond� mi sexo entre las manos.
?�Pero de qu� se me acusa?
?�Y usted lo pregunta? �Usted es el responsable de la cat�strofe de la Tierra!
?�Vinicio da Luna no puede declarar a mi favor?
?La situaci�n de �l es m�s delicada que la suya, y eso para no hablar de Concei�ao do Mundo. Apenas aceptaron emplearla como ascensorista, luego de haber sido l�der absoluta del movimiento amaz�nico. Pero no se inquiete, no se trata de juzgarlo, para hablar en sentido estricto. Se supone que usted es un agente de Khadafi, pero algunos se inclinan por la versi�n de una serie de acontecimientos en cascada que se deben simplemente a su idiotez. En este sentido, el testimonio de su madre nos puede ser �til.
?�Soy el �nico sobreviviente de Europa?
?No es el �nico sobreviviente porque usted no est� vivo. Todos estamos muertos.
Tuve conciencia de estar tratando con un loco e hice como que entraba en su mundo.
?�Cu�ndo me mor�?
?Usted ya estaba muerto en el vientre de su madre, al menos es lo que ella afirma. Es un testimonio capital. Le puede permitir probar que es inocente, pero esto cuestiona la inocencia del jurado, que se encuentra m�s o menos en la misma situaci�n.
�Entonces ese japon�s min�sculo era la cabeza pensante del movimiento amaz�nico! Era de prever. Despu�s de las oleadas de profetas de toda nacionalidad y religi�n que hab�amos padecido en la tierra durante los �ltimos a�os, jam�s hab�amos escuchado hablar de un gur� japon�s. �Y bien, aqu� estaba, era �l! Hubiera debido pensarlo inmediatamente. Esta m�quina, que reduc�a a la �ltima nave espacial americana al estado de un globo aerost�tico, nunca podr�a haber sido construida por las amazonas, y por ninguna potencia del mundo m�s que por Jap�n. Mi conocimiento del mundo moderno se limitaba a algunas lecturas de publicaciones cient�ficas en la sala de espera del dentista. Cre�a, ignorante de m�, que me encontraba todav�a en el futuro hipot�tico de la prensa francesa. Me dije con sorpresa que incluso mi oficio de dibujante humor�stico, que consiste en afirmar la realidad como ficci�n, me imped�a captar la verdadera naturaleza de los acontecimientos actuales.
Nunca me hab�a considerado, como trabajador de la imaginaci�n, m�s que un reh�n perpetuo del obrero desconocido cuyos ideales compart�a; jam�s habr�a imaginado que pudiera ser el reh�n de una guerra de ese tama�o, en la que las nociones de sociedad y de pa�s estaban casi excluidas.
?�Cu�ntos somos en el sat�lite?
?Para hablar en t�rminos correctos no se trata de un sat�lite, sino de un cohete que cambia de direcci�n constantemente. No podemos saber cu�ntos somos, ni siquiera las dimensiones del veh�culo ?respondi� con calma el japon�s?. Todas las piezas se comunican entre s� por medio de ascensores, pasillos, ventanas, aberturas. Encontramos aqu� todos los climas y creemos incluso que al menos una familia de cada especie animal de la tierra puede vivir en los acuarios y los invernaderos mantenidos por robots.
Sab�a que ment�a: lo hab�a visto a �l mismo d�ndole de comer a las focas.
?�No hay ninguna autoridad superior al tribunal?
?S�, usted. En fin, por el momento. Depende del veredicto.
Estaba verdaderamente loco.
?�Qui�n da el veredicto?
?Usted, obviamente. No somos competentes, pero estamos aqu� para ayudarlo.
?�Ustedes exigen de m� una suerte de autocr�tica?
?�Ah! No, no hay que confundir cr�tica y justicia, incluso muertos, sobre todo muertos. Usted va a juzgarse en alma y conciencia.
?No s� de qu� se me acusa.
?De la cat�strofe mundial.
?�Absurdo! Adem�s, �para qu� defenderme, si estoy muerto?
Las amazonas me miraban con la boca abierta; yo no estaba seguro de que comprendieran una sola palabra.
?No s� qui�nes son ustedes ni cu�ntos somos ?continu�? pero en este momento s�lo veo dos v�ctimas en esta historia: �Concei�ao do Mundo y yo mismo! �D�jennos tranquilos en un rinc�n de su sat�lite! �Qui�n sabe cu�l es la duraci�n de nuestra memoria? �Y para qu� utilizarla para juzgarnos los unos a los otros!
Hubo un silencio. Me sorprend� por el car�cter pol�tico de mi discurso; conclu�:
?�No nos juzgamos entre muertos!
?Esa es la �nica raz�n para juzgarlo ?respondi� el japon�s?. Usted es un caso nuevo en la justicia, porque en ning�n caso se podr�a sentar jurisprudencia; de all� el inter�s extremo del tribunal.
?�Entonces, que se me juzgue en ausencia, soy el �nico al que este juicio no interesa en lo m�s m�nimo!
?Estamos de acuerdo ?dijo- salvo por este detalle: a usted le toca juzgarse.
?�Jam�s me he acusado de nada, no puedo juzgarme!
?Su mala fe es evidente, pero nadie le dijo nunca que usted estaba obligado a juzgarse, puesto que no existe hora, ni fecha, ni incluso lugar preciso que lo obliguen a hacerlo. Usted juzgar� la oportunidad de juzgarse en todo momento. �Y ahora, qu� quiere hacer?
?Primero, �qu� puedo hacer?
?Todo. Por ejemplo, puede pasearse por la Nave, jugar a las cartas, limarse las u�as, comer en las fondas, charlar. �Todo puede hacer!
No hab�a escuchado llegar a Concei�ao; estaba detr�s de m�. Su mano me roz� los cabellos.
?Todo va bien, mi amor ?murmur�.
La tom� en mis brazos.
?Concei�ao, �por qu� me juzgan?
?Es una costumbre que les qued� del Amazonas ?dijo sonriendo?. Entre nosotros es un pasatiempo, como el scrabbel en Francia.
Concei�ao me hablaba ahora como si fuera una persona adulta. Como una enfermera habla a un enfermo, en realidad. Ya no ten�a m�s razones para creerle a Concei�ao en lugar de al japon�s. Ni a Vinicio da Luna. Y menos todav�a a mi madre. En cuanto a los dem�s, no pod�a estar seguro de que, adem�s de las amazonas y los animales del invernadero y los acuarios, hubiera otros hombres civilizados en la Nave, m�s all� del asi�tico y yo mismo. Se habr�an manifestado, o bien se me habr�a hecho saber de su existencia. Pero quiz�s yo no era el �nico. �C�mo saberlo? Hab�a escuchado lo suficiente como para comprender que era in�til plantear preguntas; todo el mundo me ment�a. Esta serie de mentiras deb�a esconder sin embargo una verdad menos compleja, m�s evidente, pero por el momento, no pod�a m�s que limitarme a intentar descubrir la identidad del verdadero Cerebro de la Nave. Y me inclinaba siempre por Vinicio da Luna, m�s que por el japon�s.
Este �ltimo, despu�s de que entrara Concei�ao en la pieza, hab�a cambiado radicalmente de actitud; se hab�a sentado en un rinc�n alejado, con la cabeza entre las rodillas.
?Est� muy angustiado ?me dijo Concei�ao?. Es el ingeniero que construy� la nave, pero contaba con quedarse sobre la tierra. La Isla del Sol Naciente fue arrasada por una marea; no m�s nipones. Sin la Nave, New-New se habr�a quedado abajo.
?�New-New! ?lo llam�.
El se arrastr� hasta nosotros como un perro, con una cola imaginaria entre las piernas. Ella le dio una patada en la cabeza.
?Decile hola al Amo ?le orden�.
El japon�s lloraba: ?�Quiero hacerme el hara-kiri! �Denme un cuchillo!? Las amazonas se retorc�an de risa; algunas lo escup�an y le hac�an pis encima. Entonces mi juicio hab�a sido solamente una broma gratuita de New-New, �el cuasi perro asi�tico de la tribu amaz�nica!
?Si es tu voluntad, lo podemos torturar ?me dijo Concei�ao? eso va a divertir a todo el mundo!
El japon�s me abraz� las rodillas e implor�: ?�Por favor, Amo, no deje que me torturen!?. Se dio vuelta para mostrarme sus nalgas quemadas.
?�Mire lo que me hicieron!
Todo el mundo estall� de risa, incluso Concei�ao. Vi en este hecho la resurrecci�n de toda la bestialidad b�rbara de la que siempre hab�a querido arrancarla.
?�No se tortura a un hombre, Concei�ao!
Ella me estrech� el brazo.
?�Ven� que te muestro la Luna!
Me condujo hacia el ascensor. El japon�s se hab�a aferrado a mi mano.
?�Puedo seguirlo, Amo?
?�Por supuesto, New-New!
Las amazonas lo persiguieron hasta la puerta del ascensor, pellizc�ndolo por todas partes y retorci�ndole las orejas. Su piel de oso toda pringosa de pescado estaba todav�a en el suelo del ascensor; se la volvi� a poner y se volvi� a agarrar de mi mano, llorando como un ni�o. Concei�ao se re�a a carcajadas limpias mientras manejaba el ascensor.
?�No hay que re�rse de la infelicidad ajena, Concei�ao!
No hac�a m�s que repetir los viejos argumentos cristianos que hab�a ridiculizado toda la vida.
La puerta del ascensor se volvi� a abrir; ya no sab�a si hab�amos subido o bajado, ni cu�ntos pisos. Nos encontramos al aire libre, en una terraza inmensa, en el momento de la puesta del sol. Hac�a calor, pero la brisa nos acariciaba. Rodee los hombros de Concei�ao con ambos brazos. El sol formaba un mosaico azul y verde. Algunas amazonas dorm�an en el suelo, acurrucadas, otras abrazadas en grupo. La terraza estaba rodeada de una balaustrada de m�rmol de Carrara, blaqu�sima; nos aproximamos. El espect�culo me maravill� hasta el punto que olvid� mis problemas. La Nave, vista desde lo alto de la terraza, me pareci� m�s ancha y angosta que cuando la hab�a visto desde abajo; su caparaz�n de mercurio el�stico, inflado en ciertos lugares, adoptaba, en otros lugares, la forma de la jaula de un ascensor. Sobrevolamos con la mirada una espesa selva ecuatoriana, que herv�a de gritos de animales.

?�Transportamos el Amazonas a la Luna! ?me dijo Concei�ao?. �Mir� la Tierra!
Levant� la vista. Vi, en el cenit, el globo terr�queo de la biblioteca de mi infancia reducido a la categor�a de un gran mel�n podrido. Se distingu�an los continentes como en las fotos de los viejos sat�lites norteamericanos, pero algo hab�a cambiado: la constelaci�n de los continentes. En una de las superficies del Oc�ano, en la que ya no exist�a l�mite entre el Atl�ntico y el Pac�fico, Africa se codeaba, incluso se adaptaba, a las formas de Am�rica del Sur. Europa Occidental, particularmente la Isla del Reino Unido, se hab�a deslizado hasta el Golfo de Vizcaya y se hab�a separado de su consuegra de Europa Oriental y formaba una enorme masa de tierra que giraba perceptiblemente sobre s� misma. La ruptura entre ambas Am�ricas se hab�a debido producir a la altura de Panam�. Am�rica del Norte estaba incrustada en Asia. No puedo decir que pensara en Dios, pero tuve la intuici�n de lo que un dios �nico pudo representar tal vez para nuestros ancestros cristianos.
?�Qu� piensa usted de esto?
Era la voz de Vinicio da Luna. Vi a mi madre a su lado; ella hac�a como que lloraba de emoci�n. Vinicio se inclin� sobre la balaustrada. ?Amazononanamazanomamazona...? comenz� a repetir, como en �xtasis, con su potente voz de tenor. La selva se eriz� de gritos de m�ltiples bestias. Esperaba un discurso dictatorial, pero no, se puso a cantar una bossa nova ya antigua sobre la tierra: ?Ah, que saudade tenho da minha terra, a minha luna (13) e sempre a mesma, minha fortuna e ver a brincadeira, quero brincar v�c� � noite enteira!? Y he aqu� lo que me dej� estupefacto: todas las voces de los animales (cuya naturaleza no conoc�a, salvo las raras arar�s que sobrecargaban los �rboles, pero sospechaba que hab�a una multitud de especies, ya que sus gritos iban desde el aullido del puma al silbido de la serpiente, del grito agudo del c�ndor al tam-tam del sapo-b�falo) comenzaron a parodiar la bossa nova, siguiendo el ritmo de Vinicio. Ten�a miedo, estrech� a Concei�ao entre mis brazos. Me bes� profundamente en la boca. Se elev� desde el fondo de la selva una ovaci�n con una voz cuya naturaleza me pareci� apenas humana. Las ramas de los �rboles, a nuestros pies, se llenaron de amazonas que se balanceaban como monos, haciendo huir a una multitud de p�jaros. Nos mostramos en la balaustrada, mi madre del brazo de Vinicio y yo abrazando a Concei�ao. El enano New-New segu�a pegado a m�; no sobrepasaba la altura del balc�n.
?Le voy a servir de int�rprete ?repet�a.
El sol se puso de golpe y la atm�sfera cambi� en un instante: la Tierra, que reflejaba la luz del Sol detr�s de la luna, se hac�a cambiante, caleidosc�pica. Se ve�a el horizonte de la selva virgen, de pronto preciso, en donde se perfilaban cuellos de animales (�dinosaurios?) rematados por min�sculas cabezas que pac�an en las ramas altas de los �rboles. En ese momento me di cuenta de las verdaderas dimensiones de la luna; el horizonte estaba muy cerca y se ve�a sensiblemente m�s curvo que el de la Tierra. Tuve v�rtigo; me alej� de la balaustrada. Concei�ao, mi madre y Vinicio continuaban saludando al pueblo amaz�nico, los otros continuaban aclam�ndolos, y todo estaba jalonado por el concierto de la selva. El enano New-New continuaba adhiri�ndose a m�. Ya me hab�a acostumbrado a �l como a un perro.
?Amo, no se enoje conmigo por haberlo enga�ado hace un momento; quer�a medir la grandeza de sus sentimientos. �De aqu� en m�s, ser� su esclavo eterno!
Comenz� a lamerme la mano y lo apart�. Tuve nostalgia de la Tierra como un inmigrante italiano tiene nostalgia de la suya cuando comprende que la vuelta s�lo podr� ser imaginaria. Despu�s de todo, mi aventura no era m�s que demasiado humana. Pero estaba asombrado por el comportamiento de mi madre, de la que cre�a haberme hecho, sin embargo, de una vez por todas, una imagen.
Las amazonas pon�an una mesa en medio de la terraza. Una mesa de metal oval que reflejaba la imagen de nuestra Tierra, siempre inm�vil en el cenit. Apenas hab�a cambiado respecto de un momento atr�s, salvo una nube sombr�a que avanzaba desde lo que quedaba de Asia hacia la masa de hielo del Polo Norte. �Un cicl�n? Los sobrevivientes de la humanidad deb�an estar viviendo en ese momento lo que siempre hab�amos denominado, oscuramente, ?Apocalipsis?; quiz�s nos vi�ramos reconfortados por el recuerdo ancestral de otros cataclismos, de los que somos hijos espirituales.
Yo lloraba; el enano New-New quiso lamerme las l�grimas, pero lo apart� con el codo. Vinicio vino a ofrecerme una dosis de coca�na mientras que Concei�ao y mi madre, de la mano, daban �rdenes a las amazonas acerca de la disposici�n de los diferentes platos que llegaban por el ascensor. Cada plato cuadrado de bamb� estaba sostenido por cuatro amazonas. Todo estaba desparramado por la terraza. La escena transcurr�a a gran velocidad, como si se tratara de utileros de teatro montando un decorado durante el entreacto. Pero desconfiaba cada vez m�s de mi noci�n de tiempo. Ten�a un poco de fr�o, me di cuenta de que estaba desnudo. Como si hubiera adivinado mis deseos, una amazona, negra como el �bano, con el ojo izquierdo color de �gata, corri� hacia m� con una capa de lino blanco que apoy� sobre mis hombros. New-New me la abroch� elegantemente sobre el pecho. Aspir� dos rayas que Vinicio da Luna me ofreci� sobre un espejo de bolsillo, con ayuda de un canuto de plata.
?Es coca�na made in Amazonia, tenemos nuestros laboratorios al pie mismo de las plantas. �No hay restricciones en la luna! �Qu� piensa usted de nuestro Reino? (comenz� a re�r con esa risa contagiosa del tercer mundo.) �Los agarramos, a los putos!
Se�alaba la Tierra, luego se agarraba el est�mago. New-New tambi�n re�a, nerviosamente; yo no. Hubiera preferido encontrarme en el lugar de cualquiera de mis hermanos que se hab�an quedado sobre la Tierra para vivir nuestro destino com�n o morir juntos. Decididamente, mi revuelta atea estaba menos consumada que la de mi madre. Completamente ebria, se hab�a acostado sobre la mesa oval, donde vomitaba. Las amazonas la lavaban. Vinicio da Luna comprendi� mi desamparo; lo sent� en su mirada, humana por primera vez.
?S� que hay muchas cosas que usted todav�a no comprende ?me dijo? y la primera es �sta: �usted es nuestro jefe!
En efecto, hab�a muchas cosas que comprender.
?�Pero por qu�?
?Yo no lo eleg� ?me respondi� secamente Vinicio da Luna?. Usted tiene poca memoria. �Fue usted quien secuestr� a Concei�ao do Mundo en Par�s para llevarla a lo de su madre en Berry, y tambi�n fue usted quien la secuestr� en Berry para provocar ese accidente espantoso en la autopista de Aquitania, donde por poco ella pierde la vida por su idiotez! Despu�s de lo cual nosotros lo hemos salvado in extremis de la cat�strofe mundial, �y en lugar de agradecerme me pregunta: por qu� yo? Me cago en que sea usted u otro, �solamente pienso en la felicidad de Concei�ao! �Y por eso hasta estoy dispuesto a casarme con su madre! �Esto le parece a usted anormal porque usted tiene mentalidad de maric�n!
?�Usted es un ser humano s� o no? ?estall�?. Est� contemplando la aniquilaci�n del mundo desde lo alto de este balc�n en la Luna, �y me habla de la felicidad de su hija?
?�Usted no es m�s que un peque�o burgu�s que desconf�a de su banco! ?me devolvi� la pelota?. �No me diga que alguna vez, en su miserable vida de marica parisino, imagin� que un d�a se iba a casar con el hermafrodita de sus sue�os, y que se convertir�a por eso en el jefe de la Luna!
?�No lo busqu�!
?�Nadie lo busc�!
?Pero entonces, �por qu� esta cat�strofe?
Me sacudi� por los hombros.
?�Pero entonces usted no entendi� nada? �Se trata de la atm�sfera! �Poseemos el Amazonas, el pulm�n del mundo! La vida ya no est� sobre la Tierra, �est� sobre la Luna! �Usted lo est� viendo, la Tierra agoniza! �Todo el mundo lo preve�a desde Einstein, pero nadie, aparte de las amazonas, previ� salvaguardar el ox�geno! �Usted sigue creyendo que yo soy un cient�fico loco y que las amazonas son mis esclavas? Las amazonas siempre fueron bisexuales; son la �nica especie privilegiada en el mundo; no tienen necesidad de construir pir�mides para momificarse; plantaron metro a metro la selva amaz�nica, �mientras que los otros imb�ciles edificaban sus torres de Babel, y sus estatuas de la Libertad! �Por no hablar de las columnas griegas y de la Torre Eiffel! (Se ahogaba de la rabia). Y eso generaci�n tras generaci�n, �desde que existe la memoria humana!
No me tom� el trabajo de se�alarle la diferencia entre nuestra cultura milenaria y la ecolog�a apenas reciente sobre la tierra, pero observ�:
?Quiz�s no sean nuestras esclavas, �pero nos tratan como si fu�ramos una familia real!
?�Es lo que somos! Las divierte disfrazarnos y servirnos a la mesa. �Bastante suerte tenemos si no nos env�an otra vez sobre la Tierra! �Concei�ao les expres� claramente su deseo de reproducirse con usted; claro que comprendieron que usted era su jefe!
?En este aspecto, las amazonas imitan de alguna forma las costumbres de las hormigas marabunta ?retom� el asi�tico New-New?. Durante la gestaci�n, el macho es mimado por la tribu; el d�a del nacimiento, si el ni�o no es bisexual, al padre se lo castra.
New-New temblaba, aferr�ndose a mis rodillas al punto de hacerme perder el equilibrio.
?Todo depende de sus genes ?dijo Vinicio?. Adem�s, no es para ma�ana. El tiempo de gestaci�n de las amazonas es de siete a�os y medio, aunque es preciso prever que sobre la Luna puede influir la falta de gravedad y hacer que el feto pueda tener m�s ganas de caminar en cuatro patas desde el quinto a�o de embarazo. Las amazonas caminan con los codos y las rodillas por lo menos durante diez a�os; solamente comienzan a escalar en el momento de la pubertad, para alcanzar las ramas de los �rboles. Imitan a los p�jaros hasta la edad de treinta a�os, antes de cubrirse de plumas. Hacen una �nica nidada de huevos de los que nacen los ?arar�s?, una suerte de mulo de la Amazonia. Bastante m�s tarde comienzan a crecerle los pechos y el cl�toris, entonces bajan de los �rboles para llevar una vida humana; en fin, una vida de amazona.
?�Pero qu� edad tienen? �Las hab�a tomado por adolescentes!
?�En esto, amigo, deseng��ese! �Viven bastante m�s que un elefante!
?Lo m�s curioso ?agreg� el asi�tico, siempre aferrado a mis rodillas? es que hacia el final de su vida se convierten en animales acu�ticos; se van a fundar selvas de algas en el fondo de los r�os. Al comienzo, nadan un poco como los caballos, luego les crecen escamas y cada pi� se prolonga hasta formar una cola de pez, �y esto les permite nadar a una velocidad extraordinaria! Antes de la muerte se convierten en bastante malvadas; son una especie de viejos batracios que pasan su tiempo devorando a las pira�as que contaminan los r�os.
?Las pira�as son descendientes de las amazonas desde tiempos inmemoriales, que se rebelaron para comerse a su madre ?declam� Vinicio da Luna, con su voz de tenor?. De all� su �ltima mutaci�n: �se convierten en batracios para luchar contra las pira�as!
?�Darwin hab�a anunciado la teor�a de la relatividad, pero al rev�s! ?solloz� el asi�tico.
?En lo m�s m�nimo ?se indign� Vinicio?. Los viejos batracios ponen un solo huevo antes de morir, �y de �l sale una cris�lida de Luni�n!
�La �ltima mutaci�n del Hombre, entonces, se llamaba Luni�n!
?Son cris�lidas que nacen con alas ?dijo el asi�tico New-New? y que no envejecen tal vez jam�s. �La m�s vieja que se conoce tiene m�s de mil a�os!
Lo que yo hab�a tomado por enormes mariposas que giraban en el cielo casi verde, �eran Luniones! Intent� enfocarlos en aquella luz terrestre rojiza casi enceguecedora. Ten�an inmensas alas de todos colores, como los p�jaros del Moulin Rouge. Una se aproxim�. En lugar del cuerpo que yo hab�a imaginado, el de un gran insecto, hab�a un sexo de hombre en erecci�n; del glande sobresal�an dos ojos peque�os de bogavante. Las pelotas escamosas recubr�an un sexo de mujer que se parec�a m�s a un erizo de mar que a una concha de verdad. Ten�an tres pares de brazos, cuyos dedos terminaban en pinzas que hac�an que sus manos parecieran cangrejos de una habilidad extraordinaria; atrapaban murci�lagos al vuelo, a los que luego les romp�an todos los huesos antes de introducirlos en sus conchas de erizos que inmediatamente se cerraban. De su boca en medio del glande eyaculaban una gelatina blancuzca que parec�a esperma. No dejaban de devorar por detr�s y chorrear por la boca. Quien sabe por qu� capricho de la naturaleza el aparato digestivo se hab�a invertido.
Sent� un escalofr�o. La humanidad solamente se fundaba en la belleza del rostro, incluso en el caso de las bestias. Me sorprend� por segunda vez pensando como un cat�lico. Les plantee la pregunta m�s simple, que hac�a largo tiempo hubiera debido plantear:
?�Qui�n es Dios?
?�No hay Dios ?respondi� Vinicio? ya lo ve!
Quiz�s lo ve�a bien, pero no llegaba a creerlo; y sin embargo, siempre hab�a cre�do saberlo, Dios no exist�a.
Es preciso que lo invente dentro de m�, me sorprend� pensando. Es preciso que invente a Dios, o al menos a un dios cualquiera, porque no estamos en la Luna, �bajamos al Infierno! Ya hubiera debido sospecharlo en el ascensor. Y Concei�ao do Mundo estaba sin duda muerta: sus movimientos eran los de una aut�mata, pero con la elegancia que solamente los pintores m�sticos pudieron capturar en el instante fugaz.
A la luz de la Tierra, Concei�ao era blanqu�sima; estaba acodada en el balc�n lejos de nosotros, absorbida en sus pensamientos; se abanicaba con una pluma de pavo real. Me excus� con Vinicio y New-New para aproximarme a ella. Solamente cuando llegu� hasta ella y percib� su fragancia de mujer me di cuenta de que est�bamos todos vivos, y bien vivos.
?Nunca dudes de mi amor ?solloc�? permitime amarte hasta la muerte, �incluso si nuestro hijo nace unisexual y es necesario castrarme!
Ella sonri�.
?�Qu� m�s te contaron esos imb�ciles?
Me arrastr� hasta el otro extremo de la terraza en donde hab�a una peque�a fuente. Una amazona se aproxim� con dos helados rosados sobre una bandeja marroqu�. Ten�a mucha sed, me tragu� el m�o, no ten�a sabor. Nos sentamos en una hamaca, la atm�sfera ten�a olor a todos los perfumes de Arabia. Levant� la vista y la vi, a mi Tierra. A trav�s de las l�grimas la vi como un tomate que pivoteaba sobre si mismo. Concei�ao me acarici� tiernamente los p�rpados roz�ndomelos con los labios, luego me lami� las l�grimas. Me murmur�: ?No llores, mi amor. La Tierra ya no existe, estamos en la Luna...?
Sent� el calor de su cuerpo, sus senos puntiagudos, la curva de sus muslos. Ya ten�a una erecci�n. Me apart� bruscamente.
?�Estoy embarazada! Si quer�s coger, and� a que te culeen las amazonas; yo no pienso coger mientras est� embarazada!
Hab�a adquirido las inflexiones de voz de mi madre en sus peores momentos.
?Tengo miedo de que nuestro hijo se vea afectado; ya bastante me la dej� meter, en Pigalle, en la �poca en que hac�a de traba, donde est� la fuente, acodada en las verjas del metro; bastantes chances tengo de que nuestro v�stago nazca anormal; no vengas a removerme el �tero. �Si aborto ahora, entonces en serio nos vamos a la mierda!
?�Tambi�n me vas a impedir que te ame? �Solamente porque est�s embarazada de m�?
Me puse nervioso. Me clav� las u�as en las mejillas y me mir� directo a los ojos.
?�Querido m�o, lo sab�s desde el comienzo, no sos m�s que una pantalla!
Me desprend�; mis mejillas chorreaban sangre. Comenz� a llover, una lluvia glacial. Un rel�mpago ilumin� la terraza de la Nave, y casi inmediatamente el trueno me ensordeci�. Me tap� los o�dos con ambas manos. Algunas amazonas se precipitaron con un paraguas que nos aisl� de la lluvia, un verdadero torrente. Concei�ao temblaba de la cabeza a los pies; yo estaba empapado, en mi t�nica; me asest� un pu�etazo en la mand�bula.
?�Vinicio da Luna es el Demonio, te rogu� mil veces que lo mataras, pero sos un cobarde! �Y ac� estamos, reducidos a ese juego innoble de mujer embarazada en la Prenatal, en compa��a de tu madre, de la que estoy harta!
Sus narices temblaban como las de una pantera. Me mordi� el b�ceps.
?�Concei�ao, te amo!
Yo gritaba sobre el ruido de la tempestad.
?�Te amo, Concei�ao do Mundo, y a ninguna otra, ni siquiera a mi madre, a la que siempre detest�! �Si estamos ac� no es por mi culpa; intent� matar a Vinicio al menos tres veces en la Tierra, vos lo sab�s!
Me escupi� en la cara.
?�Anda con ese camelo a enga�ar a otros, maric�n! �Hay que matar a Vinicio para apoderarse de la luna!
Me tendi� una joya en forma de coraz�n, estaba llena de un polvo rosado.
?�Trat� de que se tome esto antes de que se siente a la mesa, es estricnina pura!
Era un anillo a la Medicis; me lo puso en el me�ique.
La lluvia par� en seco. Brot� el sol instant�neamente en el horizonte, encegueci�ndome como un reflector de teatro.
?Tom�, ponete esto ?me dijo Concei�ao do Mundo.
Me dio un par de anteojos negros.
Mi djellaba ya estaba seca. El enorme calor aumentaba sensiblemente. Vestido como estaba, ten�a el aspecto de un hippie en una terraza en Marrakech, y no en la Luna. Una amazona se precipit� con un par de babuchas, que me puse; el sol era cada vez m�s fuerte. Otra vino a abanicarme con una rama de magnolia. Concei�ao me murmur� al o�do: ?No te olvides de hacerle tomar la estricnina, �es nuestra �ltima oportunidad!? Me tom� de la mano y avanzamos hacia la mesa oval en donde mi madre y Vinicio da Luna ya estaban sentados, cada uno en un extremo. Mi madre, desnuda y con el peinado deshecho, beb�a champagne. Cada vez que tomaba un trago, lo vomitaba inmediatamente, luego estallaba en risas. Dos amazonas le volcaban champagne helado en la cabeza. Ya ten�a los senos y los hombros gravemente quemados por el sol.
Concei�ao y yo nos sentamos frente a frente; mi madre estaba a mi derecha, Vinicio da Luna a mi izquierda. �ste ten�a un aire sombr�o.
?Me preocupa algo, Yerno m�o. Se trata de la salud ps�quica de Concei�ao. Se volvi� demasiado agresiva para con usted. Si lo molesta, s�lo hay que enjaularla en su ascensor hasta el final de la gestaci�n. Siempre fue de una perversidad inaudita; no querr�a que en una de sus crisis de histeria lo hiriera, o lo quemase con el soplete como hizo con su querido amigo Pogo Bedroom, �acu�rdese!
Concei�ao se apoder� de un cuchillo que estaba sobre la mesa y lo arroj� sobre Vinicio, a la manera apache. El se apart� lo suficientemente r�pido como para que el cuchillo solamente le afeitara el cuello como un rel�mpago antes de incrustarse en el ojo de una amazona que estaba detr�s de Vinicio, sirviendo.
Mi madre estall� en carcajadas; yo lanc� un grito de horror. Me encontraba en un mundo que hab�a odiado sobre la Tierra, pero solamente a trav�s de mis opiniones; no hab�a vivido ni la guerra ni el hambre, cuyo horror solamente hab�a conocido a trav�s de las pel�culas; �qu� pod�a saber entonces del verdadero can�bal?
Un grupo de amazonas se precipit� sobre la herida; mientras una le chupaba la sangre que brotaba del ojo, otra le arrancaba el cuero cabelludo con el mismo cuchillo con que le hab�a arrancado del ojo, otra le cortaba los senos y las pelotas, otra le ataba las mu�ecas a los tobillos. La amazona herida gritaba como un cerdo desangr�ndose. La pusieron sobre la mesa en donde Vinicio la ultim�, traspas�ndola a golpes de cuchillo.
Las amazonas, cubiertas de sangre, se frotaban y mord�an como si fueran lesbianas. Vinicio le cort� una oreja al cad�ver y se las arroj�: se la disputaron como lobas hambrientas.
A pesar del calor, ten�a los pies y las manos helados; pasaba una nube enorme. El asi�tico New-New, cuya existencia incluso hab�a olvidado, salt� sobre el respaldo de la silla y me cubri� la espalda con un chal de vicu�a muy ligero, pero que me manten�a caliente. Me desliz� al o�do: ?Sobre todo no coma la entrada; espere el plato principal, que est� congelado. �Y sobre todo no me d� propinas, van a sospechar que soy su c�mplice!? Estaba vestido con un frac de sat�n rosado cuyos faldones le llegaban hasta las rodillas, con una peluca enrulada del mismo color que hac�a resaltar no solamente su tez amarilla sino tambi�n el dibujo de sus ojos, m�viles como los de una serpiente. Mi pasado de ni�o cin�filo me vino a la memoria y me sirvi� para reconfortarme.
Despu�s de haber arrojado el cuchillo, Concei�ao se hab�a quedado inm�vil, furiosa, mir�ndome a los ojos y acariciando con su �ndice el borde de una copa de plata. Entre nosotros yac�a el cuerpo de la amazona supliciada. Mi madre gritaba ?�Ol�, ol�!?, y aplaud�a. Bajo la nube, la luz se hab�a convertido en plateada, como la de la Luna antiguamente sobre la Tierra. La Tierra hab�a desaparecido en el horizonte. La selva alrededor de nosotros se volvi� silenciosa; New-New me sopl� al o�do:
?Toda la Amazonia est� rezando por el alma de la difunta. El esp�ritu de la amazona se concentra en el vapor de agua de la nube que nos oculta el sol. Para ellas es una muerte ejemplar, porque Concei�ao es la �nica autorizada a matar; es su primer crimen sobre la Luna, de ah� su car�cter �nico. Van a santificar a la amazona una vez que la digieran, con toda seguridad. Pero le repito: �no diga a nadie que soy su aliado!
Se alej� inmediatamente para murmurar unas palabras a o�dos de mi madre; ella estall� de risa. Concei�ao me dijo por encima de la mesa: ?�Vas a aprender, pedazo de cobarde, sos el pr�ximo que se va para abajo!? El asi�tico New-New corri� a enrollarme una servilleta alrededor del cuello, al mismo tiempo que me deslizaba al o�do:
?�El verdadero enemigo es su madre! Est� celosa de usted desde que naci�, porque su padre tambi�n era puto; �se quiere vengar con usted! �Para ella es la oportunidad so�ada! �Atenci�n, amigo m�o!
Despu�s desapareci� debajo de la mesa.
La nube se disip�, dejando lugar al sol en el cenit. Tuve de inmediato la impresi�n de estar as�ndome. Felizmente las amazonas nos cubr�an con sombrillas y nos arrojaban agua fr�a a c�ntaros sin interrupci�n, de otro modo nos habr�amos desmayado del calor. Sobre la terraza, la reverberaci�n multiplicaba los dibujos de los mosaicos azules y verdes al infinito.
Vinicio chasque� los dedos. Era la se�al para que comenzara el fest�n. Las amazonas se precipitaron a la mesa y devoraron a su hermana frente a nuestros ojos como hienas. Nos vimos cubiertos de desperdicios; encontr� una tibia y un pedazo de pie sobre mis rodillas. Despedazaban los m�sculos con sus cuchillos; quebraban las coyunturas para separar mejor los miembros. Algunos Luniones daban vueltas alrededor, husmeando el cad�ver, pero sin atreverse demasiado a aproximarse, quiz�s debilitados por el calor. El olor, cada vez que estallaba un �rgano, se hac�a m�s pestilente. New-New vino a darme un pa�uelo embebido en �ter que pegu� a mi nariz.
?�Coraje, amigo m�o, solamente vamos por la entrada!
Vinicio comenz� a roer un antebrazo, Concei�ao destrozaba un dedo del pie, mi madre se deleitaba con la punta del h�gado.
?�Puedo levantarme de la mesa?
?�No se olvide de que es el �nico jefe de la Luna, Yerno m�o!
Me alej� hacia una extremidad de la terraza que no hab�a explorado, oculta por una hilera de cipreses. El enano New-New me sigui�, con una sombrilla amarilla.
?�Qu� va a pasar ahora, New-New?
?�C�mo podr�a saberlo, Amo?
Detr�s de la hilera de �rboles, hab�a una pileta redonda. Felizmente soplaba una brisa fresca. Me desvest� y me met� en el agua clara: me sent� revivir. Esta �ltima escena de canibalismo me hab�a golpeado m�s que todos los cr�menes de los que hab�a sido testigo. �C�mo pod�an llegar al punto de devorar a uno de sus heridos, como ratas, cuando ni siquiera ten�an necesidad de alimento? No se trataba de un crimen s�dico ni de un crimen ritual; la mec�nica del asesinato se hab�a desencadenado por la visi�n de la sangre derramada. �Como las pira�as! Record� lo que me hab�a dicho Vinicio a prop�sito de las pira�as. El menor corte en el me�ique y corr�a el riesgo de ser devorado por las amazonas. �Y hasta mi madre, de buena gana, me devorar�a el h�gado! En cuanto a Concei�ao do Mundo, ya no era el caso de experimentar el menor deseo por ella, ni incluso ternura. Y si yo viv�a hasta el nacimiento de nuestro hijo (nada era menos probable), �a qu� monstruo dar�a a luz Concei�ao? Las amazonas llevaban impresa, sin duda, la ferocidad de los animales m�s salvajes en sus genes. �Qu� clase de hijo iba a tener, yo, pobre homosexual que nunca hab�a so�ado con reproducirme? Me pareci� �til repetirme que estaba bien vivo; ya hab�a sucumbido una vez a la tentaci�n de considerarme muerto, y solamente estaba cediendo a mi miedo; era preciso que fuera fuerte y que conservara la cabeza fr�a. S�, �pero en honor a qui�n? Los dos �nicos seres civilizados que hab�a en la Luna �ramos New-New y yo mismo, y toda idea de reproducci�n simplemente humana estaba excluida. Incluso con mi madre, que hab�a superado la edad de la menopausia. �Y si hab�a, entre las amazonas, mujeres normales? Imposible; todas ten�an pijas, e incluso tres veces m�s grandes que la m�a; para no hablar de la de New-New, del tama�o de un r�bano rosado. Flotaba a mi lado en la pileta, lanzando agua por la boca como un peque�o cachalote de Walt Disney. Walt Disney era el �nico artista sobre la tierra que hab�a presentido esta Luna, en donde la percepci�n de los movimientos y los colores adquir�a la rapidez de un dibujito animado. No era solamente a causa de la diferencia fundamental de la naturaleza de la luz, sino a causa de la falta de gravedad, que nos hac�a movernos al ritmo de un dibujito animado. Era rid�culo pero al mismo tiempo emocionante, aunque a veces la aceleraci�n me diera un poco de miedo, como a los m�s peque�os cuando van por primera vez a ver un espect�culo. Lament� no haber le�do con m�s cuidado los informes de los cient�ficos acerca de las experiencias que intentaron los astronautas sobre la Luna, aunque estoy seguro de que el miedo los atenazaba tanto como a m�. Pero ellos se sent�an �tiles a la Humanidad, mientras que yo desarrollaba un serio complejo de inutilidad. Me sent�a confuso por pensar cada vez m�s cat�licamente, pero despu�s de todo, era normal, en semejante lugar. Me pareci� raro que nadie viniera a importunarnos; deb�an entregarse a vaya a saber qu� satanismo.
?�Usted conoce la selva amaz�nica, New-New? �Es abordable?
?Por supuesto ?respondi� New-New, suspendiendo sus g�rgaras?. Todo es abordable para usted, porque usted es su jefe. Las amazonas est�n obligadas a defenderlo contra cualquier cosa, y cr�ame: en un cuerpo a cuerpo, �incluso los gorilas machos les tienen miedo! Pero solamente hay que prestar atenci�n a no comer ni frutas ni hierbas, porque todos los vegetales son alucin�genos. Los animales tambi�n: no hay que comer ning�n animal, hasta los caracoles son alucin�genos. Es la �nica tentaci�n a la que nunca debe ceder; no se conocen bien todav�a los efectos de los alucin�genos en la Luna, pero corremos el riesgo de llevarnos una sorpresa nada linda; se habla de mutaciones s�bitas extremadamente dolorosas. Por el momento, se desaconseja a todo el mundo comer frutas, verduras y animales de cualquier tipo.
?�Pero qu� comen ellas?
?Usted ya vio, comen lo humano.
?�Se comen solamente entre ellas?
?�Ah, no, lo que faltaba! Solamente se comen a las heridas.
El asi�tico New-New sali� del agua y se sent� en una reposera a la sombra de un cipr�s.
?Pero es excepcional ?continu�?. Vivimos principalmente de productos congelados. Una peque�a nave vuelve a la Tierra una vez por semana para aprovisionarse de cad�veres. No es pillaje, sino simplemente limpieza; eso evita las p�rdidas. Y cad�veres humanos siempre va a haber. Estaba previsto en el proyecto para la Luna. �Y desde hace milenios! Los asi�ticos estamos en este proyecto desde hace mucho tiempo, ?la Isla del Sol Naciente? nunca quiso decir otra cosa. Nuestro �nico problema es de orden religioso. Las amazonas no tienen religi�n y eso es muy inquietante; �est�n a merced de cualquier gur�, como Vinicio da Luna!
?Al principio yo cre�a que usted era el gur� ?repliqu�.
?Bien que trat�, cr�ame, pero Vinicio da Luna es demasiado fuerte, los tiene agarrados desde hace mucho tiempo. Soy el primero en rebelarme porque se comen entre ellos; bastantes desconocidos congelados hay que provienen de la Tierra. Pero las amazonas est�n subyugadas por Vinicio; yo no puedo hacer nada. En esto comparto la opini�n de Concei�ao: usted deber�a matarlo; despu�s de todo, es el jefe. Quiz�s usted tema las reacciones de su madre, pero una vez que Vinicio est� muerto, perder� pr�cticamente todos sus poderes.
?�No es un hombre f�cil de matar! �No voy por mi primer intento! �Usted vi� la velocidad con la que esquiv� el cuchillo de Concei�ao? �Est� acostumbrado a evitar la muerte a cada instante! �Incluso aliados con Concei�ao nunca llegar�amos a matarlo!
?�Chi lo sa? (14) ?dijo el asi�tico.
Escuchamos gritos espantosos detr�s de la fila de cipreses. Era la voz de mi madre. Estaba clavada (o m�s bien atornillada) en la mesa de metal oval, con los cuatro miembros doblados en forma de cruz esv�stica. Las amazonas me apartaron violentamente, se peleaban por el cuerpo. Felizmente s�lo dur� un instante, una le seccion� la yugular, y ella expir� entre borbotones. Hab�a unos quince devorando a mi madre. Vinicio da Luna observaba la escena de lejos. Concei�ao estaba a mi lado.
?Es el momento de vengarnos ?me sopl� al o�do?. Ya est� lo suficientemente drogado, ya casi no tiene reacciones, �tom� este pu�al!
?Nunca mat� a nadie, y ser�a incapaz de hacerlo. Si quer�s, pod�s matarlo vos misma. Y a m� tambi�n me pod�s matar, me da igual.
Era cierto; en ese momento, no ten�a las m�s m�nimas ganas de matar, ni el menor miedo de morir. La vida y la muerte me eran indiferentes, como en la televisi�n, cuando se cambia de canal indefinidamente al punto de confundir las series dram�ticas y los flashes publicitarios, las informaciones pol�ticas y las pel�culas de terror.
De repente se levant� un viento fuerte. Un tornado rojo se aproximaba r�pidamente desde el horizonte, arrancando al paso las ramas de la copa de los �rboles. Las amazonas corr�an por la terraza en todas direcciones, plegando las sombrillas. Incluso se hab�an olvidado el cad�ver despedazado de mi madre sobre la mesa oval. Un golpe de viento me levant�. Me aferr� al balc�n para evitar que una r�faga me arrastrara. Algunas amazonas pasaron por debajo del balc�n, literalmente sopladas por el viento; me aferr� con todas mis fuerzas. Las r�fagas se hac�an cada vez m�s fuertes y frecuentes. De pronto me sent� agarrado de la cintura por dos brazos potentes; primero cre� que quer�an precipitarme por sobre el borde, pero, por el contrario, me proteg�an peg�ndome al balc�n; me ayudaron a mantenerme hasta que el viento comenz� a ceder. Cuando me hube recuperado, me di vuelta para ver el rostro de mi salvador. Era un hombre, un verdadero hombre, que me sonre�a bajo un bigote negro muy poblado.
?�Va mejor? ?me pregunt�, en franc�s?. �Creo que llegamos justo en el mejor momento!
Lo que hab�a tomado por un tornado eran las h�lices de una m�quina que se hab�a posado en la terraza de la Nave, una suerte de ara�a met�lica de color ladrillo que nos ocultaba el cielo, sostenida por pinzas que se aferraban al borde del balc�n.
No se ve�a a una sola amazona sino a una veintena de hombres de bigotes que bajaban por una cuerda enganchada en una abertura en el medio del vientre de la ara�a. Todos eran herc�leos, como los homosexuales de la California de los a�os ?80; llevaban shorts de blue jean, ten�a el torso desnudo y zapatillas. Envolvieron el cuerpo de mi madre (en fin, lo que quedaba de �l) en una bolsa de pl�stico que volvieron a subir a la ara�a con un montacargas.
?Le vamos a dar una sepultura terrestre ?me asegur� mi salvador?. �Qui�n era?
?Era mi madre.
?Dios m�o ?suspir�? apret�ndome los hombros?. �Hay otros humanos civilizados en la Luna?
?Que yo sepa, no. �Ah! S�. Un enano asi�tico, pero no es peligroso. Insiste en recordarme que es mi esclavo, aunque se pretende el arquitecto de la Nave.
?�Es el asi�tico New-New, tambi�n llamado ?el Perro Pomelo??
?Absolutamente. S�lo puede ser �l.
?Cu�nteme qu� ha visto.
?�Preferir�a que antes me d� noticias de la Tierra!
?No tenemos tiempo, �cu�nteme primero todo lo que ha visto en la Luna!
Hice el esfuerzo de contar en orden cronol�gico, y lo m�s r�pido posible, todo aquello de lo que hab�a sido testigo desde mi despertar en la Luna, pero mi lengua se petrificaba, no llegaba a articular. Me dorm� como una masa inerte.

***

4.- Concei�ao do Mundo

Me despert� en la cama de una cl�nica de estilo norteamericano; las enfermeras que me rodeaban eran solamente hombres. Uno de ellos me hizo aspirar un frasco de ?poppers?, otro me acomod� la almohada. Sent�a que me volv�a a hundir en la oscuridad cuando me pincharon el brazo.
?Es ultraca�na, para que se despierte solamente el tiempo necesario para mantener una conversaci�n.
Mi salvador se hab�a sentado en el borde de la cama. Despierto brutalmente por la droga, lo inspeccion�. Era como cualquier puto de mi edad. Me sonri� muy ampliamente. ?�Usted es nuestro primer h�roe de la Luna!?. Los enfermeros salieron de la habitaci�n, dej�ndonos solos.
?�C�mo se siente?
Me tendi� su estuche de cigarrillos de laca verde.
?Es habano cultivado en Venus.
Era una verdadera loca; ten�a un uniforme seguramente dise�ado por Courr�ges.
?�Se acuerda de m�? Me encontr� con usted en el Caf� de Flore en mil novecientos setenta y cinco.
No me hab�a equivocado: era el viejo gigol� canadiense de un viejo puto de la moda.
?Me llamo Louis du Bois.
�Qu� lejano me parec�a aquel mundo!
?�D�nde est� Concei�ao do Mundo?
?Est� bien. En libertad.
?�Y Vinicio da Luna?
?Posiblemente sea pasado por armas. Su juicio no puede demorar. Esperamos todav�a a algunos miembros del jurado que se encuentran en galaxias lejanas.
?�Seguimos estando en la Luna?
?S�, estamos en el Hospital del Estado Mayor. Plantamos bandera en la Luna.
Me asombr�. ?�La bandera canadiense?? Se ri�: ?�No, ni siquiera la bandera de la Tierra!? Me mostr� la insignia rosada que llevaba en la solapa. �La insignia homosexual!
?�Pertenecemos a todas las nacionalidades y nos esmeramos en esconder nuestra existencia a los heterosexuales de la Tierra! �Siempre habr� suficientes como para fabricarnos peque�os homosexuales!
Sonre�a con todos sus dientes debajo del bigote negro.
?�Nos reclutamos entre las personas m�s interesantes de la Tierra, y usted es una de ellas!
?�J�reme que me dice la verdad!
?Lo va a ver con sus propios ojos, Copi. Cada vez que alguien llega a nuestra asociaci�n, compruebo asombrado que nadie en la Tierra sospecha de nuestra existencia. �Qui�nes, adem�s de los homosexuales, han tenido acceso a todos los planes de la humanidad? �Y para qui�n iban a trabajar, sino para esta Interespacial Homosexual? Tan representada que est� en la ciencia ficci�n y en el humor, artes homosexuales, �no?
?Esc�cheme, en ese punto ya no se qu� pensar, ni siquiera estoy seguro de no estar so�ando. Por el momento me siento incapaz de discutir acerca de arte homosexual.
?�El espect�culo de la muerte de su madre lo dej� muy impresionado?
?No, no creo. Soy un reci�n llegado en su sociedad, que me parece altamente civilizada. Sin duda provengo de un mundo acostumbrado a la violencia, incluso a la violencia que, en su memoria y lejos de la Tierra desde hace largo tiempo, puede parecerle verdaderamente horrible.
Algo en mi tono lo moviliz� al punto que sus ojos se humedecieron.
?Usted es un hombre valiente ?me dijo.
?Sin embargo, es usted quien me salv� la vida. Tengo una opini�n bastante diferente de m� mismo. Por as� decirlo, estoy enamorado de una amazona, se�or Puto, �todav�a soy demasiado humano para usted!
Se ri�; era un hombre bastante fino y por cierto honesto.
?�Hace una eternidad que no escucho pronunciar la palabra ?puto?, pero hace m�s tiempo todav�a que no escucho la palabra ?amor?! Usted es un eterno adolescente; es raro entre los putos, como dice usted. No tema por Concei�ao do Mundo. Incluso si ha perdido su rango de Princesa Imperial de la Luna, todav�a conserva sus poderes imaginarios. Est� encantada con el juicio que iniciamos a Vinicio da Luna, aunque no pienso que el jurado le permita declarar. Se instal� con su cortejo de amazonas en la Nave que le hemos dejado por ahora. Despu�s de haberle sacado los comandos, claro est�. Creo que se divierte mucho; no deja de enviarnos emisarias amazonas que exigen la cabeza de Vinicio da Luna, que se quiere comer. �Las amazonas nunca dejar�n de sorprendernos! Comprendo perfectamente que uno se enamore con locura, sobre todo alguien como usted, con sentido de lo teatral. Pero antes de liberarlo en la naturaleza para que vaya a ver a su Concei�ao do Mundo (lo voy a llevar yo mismo en jeep), quisiera invitarlo a almorzar con nuestro estado mayor. Se mueren de curiosidad por conocerlo. Solamente se tiene que poner una djellaba, es lo mejor para soportar las horas c�lidas de la Luna. Pero no hay que olvidar que entre las dos y las cuatro de la ma�ana lunar hace un fr�o glacial, y que siempre tiene que tener a mano una ligera combinaci�n de amianto. En fin, ya se lo explicaremos m�s tarde.
Me di cuenta de que, desde mi despertar en la Nave hasta la llegada de la Brigada de los Putos, solamente hab�an pasado dos o tres horas, mientras que mi impresi�n era que el lapso hab�a durado siglos.
Me ayud� a levantarme de la cama, me dol�a todo.
?Usted durmi� cuatro d�as, �venga y saque la nariz afuera, a la Luna!
Salimos de la habitaci�n a una galer�a que daba a la selva amaz�nica; esta vez, est�bamos en el nivel de las ramas m�s altas de los �rboles.
?Es impresionante como belleza, �no?
En efecto, era un poco mejor que Walt Disney.
?�Es peligrosa la selva?
?Para nada. No hay animales salvajes adem�s, quiz�s, de las pira�as. Incluso los cocodrilos son amables como corderos; todos los animales son herb�voros. Las �nicas peligrosas son las amazonas, aunque esperamos que con la desaparici�n de Vinicio da Luna entren en un per�odo m�s calmo. S�lo desde hace poco tiempo son can�bales, y �nicamente por influencia de �l.
?�Es un verdadero demonio!
?Es solamente un hombre malo, pero bastante est�pido, como todos los heterosexuales.
?�Ah� usted exagera un poco!
?Para nada. Ser�a de la opini�n de volver a enviarlo a la Tierra en vez de juzgarlo si no fuera por el car�cter ejemplar del espect�culo de la ejecuci�n. En la Amazonia, en la Tierra, ser�a un heterosexual como los dem�s y se volver�a a adaptar, estoy convencido.
?�Pero es �l quien construy� la Nave, creo?
?No, fuimos nosotros. Las amazonas no ser�an capaces siquiera de construir con sus manos una pir�mide de ladrillos de cincuenta cent�metros.
Continu� casi riendo:
?Nos encontr�bamos cerca de Manaos para aprovisionarnos de plantas de marihuana, y a la vez para reclutar algunos homosexuales entre los j�venes oficiales, que son encantadores. Ah� fue cuando Vinicio da Luna y el asi�tico New-New, que ten�an un burdel de amazonas en Manaos, nos robaron la Nave, hace apenas un a�o.
Esto coincid�a con la instalaci�n de los travestis brasile�os en Pigalle.
?Durante ese a�o, ocultaron la Nave en Berry, muy cerca de lo de su madre. Los dejamos hacer, sab�amos que inevitablemente volver�an a la Luna; la Nave solamente funciona ida y vuelta de la Tierra a la Luna, imposible hacerla ir a otro lugar.
?�Tienen muchas astronaves?
?Muchas m�s de las que usted imagina. Nosotros somos los OVNI, y no solamente los OVNI.
?�Y decir que los humanos siempre tomaron a los homosexuales por marcianos!
Nos re�mos de buena gana.
?Y hay algo m�s raro: �los cat�licos de los pa�ses pobres nos toman por apariciones de la Virgen!
De repente se puso serio: ?�Usted es creyente, Copi??
?No; es m�s, odio hablar de eso. �Voy a verme obligado a enrolarme en un ej�rcito, una religi�n o una ideolog�a cualquiera?
?Para nada, �usted no me ha comprendido!
Se ve�a confuso.
?�Estoy verdaderamente consternado por haberle dado esa impresi�n!
Por mi parte me sent� molesto:
?Mi lenguaje es el de un antiguo militante gay decepcionado ?me excus�?, �ltimamente tengo fobia a cuaquier tipo de agrupaci�n.
?Nadie mejor que nosotros comprende eso, pero usted, por su parte, se tiene que dar cuenta de que no somos una agrupaci�n, �porque somos los �nicos en el Universo!
?�No soy el �nico loco ac�! �En qu� cl�nica psiqui�trica nos encontramos?
Me apoy� suavemente las manos en los hombros, mir�ndome a los ojos con su mirada h�meda:
?S� que se tarda mucho, mucho tiempo en comprender, pero de ahora en m�s estamos en la realidad del Universo, y no en la de nuestra Tierra, �estamos en la Utop�a, Copi!
?�Le regalo la cacofon�a (15) ?repliqu�, liber�ndome de su abrazo? pero prefiero seguir siendo un salvaje y siempre voy a estar del lado de las amazonas!
?�Pero todos estamos del lado de las amazonas!
?�En los tiempos en que usted, Louis du Bois, y yo, Ren� Copi, �ramos asiduos de Saint-Germain-des-Pr�s, su comportamiento se llamaba colonialismo! �Y, en resumidas cuentas, la barbarie de Vinicio da Luna me da menos miedo que la suya!
Sent� una presencia. Me di vuelta. Se trataba de una mujer de una cierta edad, con los cabellos grises cortados � la gar�onne, vestida con un djellaba como el m�o. Sonre�a cerrando los ojos, ya arrugados, detr�s de sus anteojos a la Chirac.
?Se�or Copi, esper�bamos su despertar con verdadera curiosidad.
Hablaba con acento norteamericano.
?Mamie Dong ?me present� Louis du Bois.
?Lo he visto en New York en mil novecientos setenta y uno; usted estaba hermoso con su traje de Cardin, �inmediatamente me enamor� de usted!
Me sacudi� la mano hasta hacerme mal en las articulaciones.
?�Bienvenido a la Interespacial Homosexual!
Estaba azorado. �Tambi�n hab�a lesbianas! Me tom� por el brazo.
?�Me tom� el atrevimiento de invitar a nuestro brunch a Conce��a� Mundi y su corte imperial amaz�nica! �Los adoramos!
Bajamos por una larga escalera de m�rmol, tan grande como la de los monumentos de Washington. Nos cruzamos con dos putos barbudos tomados de la mano, vestidos con polleritas de tenis; una mujer calva, que deb�a pesar por lo menos cien kilos, vino a besarme en ambas mejillas.
?�Lo he conocido en lo de la ?Gran Tatave? en el canal Saint-Martin, yo era Rosa la Pelirroja!
Estas Brigadas Interespaciales deb�an estar llenas de parisinos que yo cre�a emigrados, retirados a provincias o muertos. Deb�an reclutar a cualquier desecho, mientras hiciera profesi�n de homosexual. Y Dios sabe si era f�cil, con los tiempos que corr�an en la Tierra. En la base de la Organizaci�n, sin duda hab�a alg�n genio humanitario, como en la base de todas las locuras humanas. Luego el asunto debi� haber sido tomado por estafadores de todo tipo. Hab�an esclavizado a las amazonas para hacerlas trabajar y reproducirse. Ni m�s ni menos que como los jesuitas hab�an hecho con sus ancestros en tiempos de la conquista de la Amazonia. Finalmente, yo quer�a saber de qu� se trataba y no quer�a precipitar mi juicio.
Llegamos a una gran plaza que reconoc�: �la Plaza San Marcos de Venecia!
?Es la verdadera ?me dijo Louis du Bois?; la sustituimos piedra por piedra.
No s� si era la verdadera, pero el efecto era apabullante.
?Deseng��ese, la Piazza San Marco es un poco un espejismo. Digamos que es una ciudad flotante de diez mil habitantes; somos un poco los marinos del espacio.
?�Hay otras colonias en el espacio?
?�Y usted insiste con esa palabra horrible! No, no hay una sola colonia. Cambiamos indefinidamente de planeta y de galaxia; conocemos alrededor de diez mil ciudades en nuestra galaxia, pero nuestra galaxia no es la �nica. Los Universos son innumerables. Estamos aqu� o all� en el espacio, hasta en una decena de ciudades al mismo tiempo, como hoy sobre la Luna, pero esto ocurre raramente. Algunos aprovechan la ocasi�n para separarse de sus c�nyuges y cambiar de ciudad, pero despu�s de alg�n tiempo las personas se cansan; todas las ciudades se parecen, y todos los planetas tambi�n. Salvo la Tierra, por supuesto. �Pero qu� quiere, es nuestro caldo de cultivo!
La lesbiana Mamie Dong se hab�a alejado de nosotros para asistir a un partido de pelota vasca que los putos y las tortas disputaban contar el muro de la iglesia de San Marco. Se ve�an grupos de amazonas sentadas en los escalones o apoyadas en las arcadas, ataviadas con pieles de pumas y plumas de arar�s. Abordaban indiferentemente a las parejas de putos y lesbianas.
?Yo s� lo que usted piensa ?me dijo Louis, mientras atraves�bamos ese gent�o?. No se entregan a la prostituci�n, por el contrario. �Quieren que se les ense�e a hablar!
?�A hablar?
?Es lo �nico que les interesa de nosotros. �No not� qu� �vidas est�n de nuestras palabras? No comprenden m�s palabras que un perro dom�stico.
?Cre�a que al menos hablaban entre ellas.
?Para nada. La �nica que habla es Conce��ao do Mundo; usted, decididamente, es muy distra�do. Imitan a veces el canto de los p�jaros tropicales, pero no saben hablar. Preferimos no ense�arles nada para dejarlas que inventen solas su medio de expresi�n. Que quiz�s no sea auditivo, sino t�ctil y olfativo. Pero no se puede afirmar que sean sordomudas. En fin, ya tendremos tiempo de ver c�mo evolucionan las cosas. Muchas de ellas quedan con frecuencia embarazadas de nuestros homosexuales, pero abortan luego de dos o tres a�os expulsando un chorro de agua que hormiguea de peque�os renacuajos que s�lo sobreviven unas horas; sin embargo, nuestros mejores cient�ficos est�n inmersos en ese problema, no lo dude. Las amazonas han copulado tambi�n con algunas de nuestras lesbianas, aunque eso les repugna. Pero ellas ni siquiera quedan embarazadas. Puede ser que su acoplamiento con Concei�ao do Mundo sea de naturaleza diferente, brome�. �Quiz�s tengamos el derecho de asistir al nacimiento del Homosexual Sapiens sobre la Luna!
Se ri� sin malicia. Me di cuenta de que sab�a tan poco del porvenir como yo mismo. Todos est�bamos en suspenso, tanto las amazonas como los homosexuales. Era la idea de sabernos suspendidos en el espacio lo que deb�a producirnos esa impresi�n; la Luna era un punto en donde nos ve�amos id�nticos, pertenecientes a un linaje que inclu�a la gravedad terrestre.
?�Y por qu� no dejaron a las amazonas en la Tierra? ?pregunt�.
?Estaban aqu� antes que nosotros. En cada planeta que exploramos (y esto ocurre en todas las galaxias que hemos descubierto), nos encontramos con una reproducci�n de la selva amaz�nica m�s o menos similar a la brasile�a. �Qui�n sabe desde cu�ndo est�n! Probablemente esas selvas estuvieron en la base de la vida en varios Universos. En los planetas sin oc�ano, la selva produce ella misma su agua, al concentrar el ox�geno y el hidr�geno que se encuentran, a veces, en galaxias lejanas de la nuestra. El Universo est� recorrido por nubes m�s r�pidas que la luz que solamente las amazonas logran descubrir. En su lengua, llaman a eso ?os?, o bien ?eau? (16). En esto son como los perros, que creen que el alimento les viene del aire, o que se produce por s� mismo en una lata de conservas.
?�Y usted insiste en compararlas con los perros!
?Se las puede comparar con todo. Son nuestra imaginaci�n. Se puede incluso imaginar que nosotros somos la suya, usted quiz�s lo sepa mejor que yo. Nos encontramos a cada lado de un mismo espejo, pero ni unos ni otros conocemos su curva o superficie.
Llegamos a un peque�o canal que atravesamos por un puente. Algunas amazonas nadaban, dando saltos de delfines. Parejas de putos y tortilleras las aplaud�an y les tiraban huesos, con frecuencia carcasas de palomas que las amazonas se disputaban con bastante gracia en la superficie del agua, antes de que alguna se apoderara de ella y se sumergiera para devorar la presa por su lado.
?S� lo que piensa ?me dijo Louis du Bois?; �el Carnaval de Venecia ya no es lo que era sobre la Tierra! Pero las amazonas, sin duda, hubieran divertido a los Dogos de la antigua Venecia.
Su humor pseudo-nazi me dio n�useas. Un peque�o helic�ptero vino a buscarnos al extremo del puente; estaba piloteado por una vieja pelirroja de anteojos negros, parecida a una chica que hac�a strip-tease que hab�a conocido en Pigalle. �Era un traba operado de Madame Arthur! �Decididamente, la Interespacial Homosexual era como un Ej�rcito de Salvaci�n que se hab�a ganado el Universo jugando a la loter�a!
Me sent� a su lado en el helic�ptero; Louis du Bois y Mamie Dong se instalaron en el asiento trasero. Nos elevamos muy alto bastante r�pido, lo suficiente como para ver el c�rculo del horizonte de la Luna por debajo de nosotros a trav�s del suelo transparente del helic�ptero. La Luna era verdaderamente peque�a; la ciudad que acab�bamos de abandonar, grande cuando uno estaba en ella, vista desde lo alto no sobrepasaba las dimensiones del Monte Saint-Michel. Hab�a todav�a cinco ciudades similares en el radio de la selva, y entre ellas la Nave en la que yo hab�a llegado a la Luna. Vista desde el helic�ptero ten�a el aspecto de un pico de la Cordillera de los Andes; la cima estaba cubierta de pl�stico blanco que imitaba las nieves eternas.
?Pusimos el pl�stico para ocultar la vista de la terraza y evitarle recordar la muerte de su adorada madre.
Era Mamie Dong la que hab�a hablado.
?�Ad�nde vamos?
?�Ac� nom�s! �Qu� impaciente que es usted!
?�Estoy impaciente por volver a ver a Concei�ao!
Vimos en el horizonte una ciudad mayor que las otras; su forma era la de una carpa de circo, a simple vista, pero era m�s alta que un rascacielos. En la parte superior estaba escrito ?Interespacial Homosexual Circus? en enormes letras de strass art d�co. Me pareci� de un gusto p�simo.
?Comprendemos su impaciencia, denos tiempo de alunizar.
Tuve v�rtigo y cerr� los ojos. Rebotamos como una pelota de ping pong en una explanada de granito roja. Hab�a quiz�s una decena de miles de personas disfrazadas con trajes varios, pero sin un estilo preciso; la mezcla iba desde el Drag�n del Circo de Pek�n al Arlequ�n Negro del Carnaval de Montevideo; centenares de lesbianas con coturnos, t�nicas negras y m�scaras de tragedia griega se aferraban del brazo, saltando en el lugar; me arroj� fuera del helic�ptero y ca� en cuatro patas en la pista de alunizaje; me desoll� la palma de las manos y las rodillas. Inmediatamente me vi rodeado de j�venes petisos, barbudos y forzudos, que me alzaron sobre sus hombros. Alrededor de m� vi, entremezclados, amazonas, lesbianas y putos que estaban con los animales m�s diversos. Las amazonas llevaban nutrias vivas alrededor del cuello y pelucas de todos los colores sujetadas de sus crines; las lesbianas llevaban caimanes e iguanas de la correa; los putos acunaban peque�os mandriles que se aferraban a su pecho peludo para mamar. �Eso era entonces la Interespacial Homosexual! Me llevaron r�pidamente a la entrada de la carpa. Me dejaron junto al asi�tico New-New, que estaba en el interior de una jaula de bamb�. Grit�: ?�Copi, hac� que me saquen de ac�!? Busqu� con la vista a Louis du Bois o a alguna de mis acompa�antes, pero se hab�an perdido en la muchedumbre. Los barbudos eran, sin duda, mis guardaespaldas; me rodeaban para protegerme de la multitud que quer�a tocarme. Me hicieron entrar en la carpa; en el interior, era el negro absoluto. La carpa se hab�a vuelto a cerrar detr�s de m�; estaba solo. La voz de New-New continuaba, afuera: ?�Socorro! �Quieren lincharme!? La abertura de la carpa dej� pasar a Louis du Bois, cuyo aspecto era alegre.
?�No hab�amos previsto tal recibimiento, las amazonas lo toman por un profeta!
?�No les entregue a New-New, se lo suplico!
?�Acabo de hacerlo liberar!
New-New se desliz� bajo el borde de la carpa y se peg� a m� lloriqueando. Le acarici� la cabeza; se calm�. Mis ojos se habituaban poco a poco a las tinieblas. Est�bamos en medio de un gran c�rculo de arena rosada.
?�D�nde est� Concei�ao do Mundo?
?�No puede tardar! �Usted vio la multitud que la espera en el exterior?
?�Usted me traj� ac� con el pretexto de encontrarme con el Estado Mayor Homosexual!
?La situaci�n me pone inc�modo, Copi, est�n demorados. Ten�amos la intenci�n de darle un mejor recibimiento, pero nos acaba de ocurrir un contratiempo que retrasar� sin duda todo el juicio de Vinicio da Luna. Lo sabr� tarde o temprano, es in�til que se lo oculte durante m�s tiempo: la Tierra entr� en erupci�n. De ah� la histeria de las amazonas. Nuestro Estado Mayor se va a reunir en cualquier momento; nos sentimos muy honrados de contar con su presencia.
?�D�nde est� Concei�ao do Mundo? �Por qu� me la ocultan?
?�Bueno, Copi, no complique m�s las cosas! Todo el mundo solicita a Concei�ao do Mundo, �puede escuchar a la multitud aullar fuera de la carpa!
En efecto, la multitud coreaba: �Con-cei-�ao-do-Mun-do!
?�Mamie Dong les va a dar un discurso para calmarlas!
?�Pero d�nde est� Concei�ao?
?Desapareci�. Estamos haciendo redadas en la selva, pero hasta ahora nuestras b�squedas no se vieron coronadas por el �xito.
?�D�jenla en paz! ?estall�?. �Si se fue, es problema de ella!
?�No es solamente problema de ella sino de todos nosotros! �No se fue, la secuestr� Vinicio da Luna!
?�Usted me hab�a dicho que �l estaba preso esperando el juicio!
?�Es lo que le dije, y era verdad!
En la penumbra, vi su frente perlada de sudor.
?No entendemos c�mo pudo escaparse de la prisi�n. �Estaba rodeado de un muro de rayos l�sers que fundir�an el acero!
?�Es el Diablo! ?solloz� New-New, aferr�ndose a mis rodillas.
?Dej� estas palabras, vea ?me dijo Louis du Bois.
Le�, a la luz de un encendedor: ?La Luna va a explotar despu�s de la explosi�n de la Tierra?. Firmado: Vinicio da Luna.
?Lo m�s molesto es que las amazonas se lo creen; �ya fueron testigo de la explosi�n de varios planetas, antes de la Tierra!
Mir� su reloj. Llegaban del exterior briznas del discurso de Mamie Dong, que repet�a indefinidamente: ?�Peace! �Peace! �Peace!?, palabras casi ahogadas por los gritos de las amazonas que reclamaban a Concei�ao do Mundo.
?Si todo hubiera ocurrido de acuerdo con nuestros planes ?me dijo nerviosamente Louis du Bois? lo hubi�ramos casado con Concei�ao do Mundo antes de que se abriera el juicio, en una ceremonia principesca. Esto habr�a distra�do y calmado a las amazonas.
?�C�mo, casarme con Concei�ao?
?Era una sorpresa que le reserv�bamos. En el momento en que fue secuestrada por Vinicio da Luna, ya estaba vestida de novia y se dirig�a hacia aqu� subida a un rinoceronte, seguida de su corte imperial amaz�nica. Vinicio la rapt� a caballo, �y se perdieron en la selva!
?�Pero no los van a encontrar nunca!
?S�, los vamos a encontrar, pero vaya a saber cu�ndo.
Un boy con bombachones blancos vino a ofrecernos dos dry-martinis mientras que otro nos acercaba dos sillas de bamb� en las que nos sentamos. New-New se acost� a nuestros pies en la arena rosada.
?�Todo estaba listo para que evacu�ramos la Luna ?dijo Louis?, si no fuera por este contratiempo!
?�Evacuar la Luna? �Usted realmente cree que va a implosionar?
?Incluso si la Tierra explotara, no pienso que tenga incidencia alguna en la Luna, salvo, quiz�s, un ligero cambio de trayectoria. �Y la Tierra en erupci�n, no exageremos! Se produjo una falla que va de Islandia a Tierra del Fuego; se supone que debido a una bomba nuclear que explot� por error en el fondo del Atl�ntico. Esto provoc�, a la fuerza, volcanes y g�isers en cadena a lo largo y ancho del mundo, pero la Humanidad sobrevivir�.
?�Entonces por qu� evacuar la Luna?
?Las amazonas se volvieron peligrosas. Cont�bamos sobre todo con el juicio y la ejecuci�n ejemplar de Vinicio da Luna. Hemos cometido un grave error en lo que concierne a las amazonas. Las dejamos libradas a su imaginaci�n en lugar de ocuparnos de su educaci�n. El resultado es que est�n abandonadas en la Luna a merced de cualquier charlat�n, y esto no lo hab�amos previsto. Es triste porque al comienzo no se hab�an fanatizado en ning�n sentido. Antes de la llegada de Vinicio da Luna, llevaban una vida salvaje muy libre; su bisexualidad las pon�a al salvo de todas las enfermedades nerviosas y de todos los canibalismos. Eran hermosos animales l�bricos que se reproduc�an por s� mismos; por cierto, la obra de un dios anterior al nuestro. Pero Vinicio da Luna es un demonio de inspiraci�n cristiana, �su juego es demasiado diab�lico! �Me pregunto incluso si no habr� previsto la erupci�n de la Tierra!
?�Previ� todo, Louis, ca�mos todos en la trampa de Vinicio da Luna, homosexuales y amazonas!
?�Usted es un paranoico, Copi!
Se trag� sin embargo su dry-martini con mano temblorosa.
?Y entonces, �c�mo fue que se escap� de su prisi�n?
?Todav�a no sabemos nada; quiz�s haya habido c�mplices. Entiendo que nos lo pueda reprochar, Copi, pero le aseguro que Concei�ao do Mundo goz� de todas sus libertades hasta su secuestro. Esto ocurri� mientras nosotros est�bamos en el helic�ptero; usted tiene que entender que no tuvimos todav�a tiempo suficiente para encontrarlos.
Un puto de bigotes lleg� corriendo desde el fondo del circo.
?�Los encontramos! ?grit� antes de llegar hasta nosotros?. �l est� muerto. �Ella lo mat�! �Le cort� la cabeza y viene con ella!
Se escuchaba delirar a la multitud en el exterior de la carpa.
La carpa que cubr�a la entrada se abri� para dejar pasar la luz del d�a. Concei�ao do Mundo entr� corriendo, mientras lanzaba un grito sostenido; estaba desnuda, sus cabellos en desorden flotaban sobre sus hombros. Sosten�a de los cabellos la pesada cabeza de Vinicio, que ten�a la lengua afuera. Record� la escena en que la hab�a visto jugando al f�tbol con la cabeza de su, por as� decirlo, madre. Me arroj� la cabeza de Vinicio a los pies y exclam�: ?�Te he vengado, amor m�o!? El enano New-New recibi� la cabeza en pleno pecho y exhal� un gemido de perro apaleado.
Concei�ao me abraz� y se peg� a m�; estaba cubierta de sangre seca y de barro, ten�a mucho olor, como a pis de cabra. Una multitud de amazonas se precipit� en el interior de la carpa, llevando antorchas. Concei�ao se sacud�a con todos sus miembros, como si hubiera entrado en trance. La cubrieron de collares de �mbar, corales y perlas. Estaba m�s hermosa que nunca; peg� sus labios a los m�os antes de lamerme la nariz y los ojos; enseguida se me par�.
?�Concei�ao, te cre�a perdida para siempre!
?Ya estuve demasiado tiempo separada de vos, �pero era a causa de Vinicio da Luna y tu cochinada de madre! �Ahora ambos est�n muertos! �Y nosotros vamos a tener un hijo, que ser� el Dios de la Luna!
Las amazonas coreaban una samba que hac�a temblar la lona de la carpa.

O deus da Luna (17)
Nao � filho da Fortuna
E filho da Concei�ao
Que do Mundo � a Ilusao

Louis du Bois me atrap� antes de que fuera arrastrado por la multitud.
?�Preste atenci�n, Copi, esta ceremonia puede convertirse en peligrosa! �Si deriva en un desastre, no vamos a poder asegurarle nuestra protecci�n!
Las amazonas nos hicieron subir, a Concei�ao y a m�, a un hipop�tamo que atraves� la muchedumbre con bastante rapidez y sali� de la carpa al trote; entramos en la selva, seguidos de un centenar de amazonas a caballo. Nos encontr�bamos en una suerte de canasta de paja atada al lomo del hipop�tamo, al que las amazonas pinchaban con sus lanzas para que corriera m�s r�pido. Me aferr� a Concei�ao, que sosten�a las riendas del hipop�tamo. El animal, que hab�a galopado lo mejor que pod�a en los pantanos, se detuvo en seco frente a un r�o. Las amazonas lo obligaron a entrar en �l a punta de lanza; se hundi� y comenz� a nadar a contracorriente. Felizmente, la canasta estaba bien sujetada a su lomo; llegamos sin embargo empapados a una isla; se trataba de un palmar que se extend�a hasta el alcance de la vista en una playa de arenas negras que me hizo pensar en una isla m�s bien volc�nica que fluvial; s�lo entonces me di cuenta de que el agua del r�o que acab�bamos de atravesar era l�mpida y de naturaleza marina.
Apenas llegamos a la isla, el hipop�tamo y los caballos nos abandonaron para ir a pastar algas entre las rocas. Mientras las amazonas encend�an un enorme fuego en la playa, Concei�ao y yo nos quedamos frot�ndonos y besuque�ndonos, con los pies en el agua. Las amazonas instalaron una enorme tela rojo sangre sobre la arena negra, y nosotros nos acostamos y abrazamos, mir�ndonos a los ojos.
?Vos sab�as que iba a matar a Vinicio da Luna ?me murmur�?, no solamente para vengar a tu madre, sino tambi�n a la m�a.
Su voz estaba marcada por una calma asombrosa, despu�s de todo lo que acababa de vivir.
?Soy yo quien hubiera debido matarlo en tu lugar, mi amor; soy un cobarde.
?Por eso te amo; por eso quer�a quedar embarazada de vos, para que nuestro hijo nazca cobarde como vos, �y as� tambi�n voy a poder culearlo!
Me mordisque� con ternura las tetillas.
?Si no fueras un cobarde, �jam�s te la habr�as dejado meter!
?�Concei�ao, mezcl�s todo! �En nuestra sociedad terrestre, hace falta valor para dejarse culear!
?�Es cierto ?ri�, mientras me acariciaba el ano con sus dedos expertos?. �Y �sta, te gusta?
Me empuj� la cabeza hasta su enorme pija, cuyo glande saboree golosamente con la boca. El olor a huevos me embriag�, sub� hasta sus enormes senos, que chup�; me sent� sobre ella y me penetr�. Tuve espasmos de placer, mis cabellos se erizaron y mi espalda se cubri� de sudor fr�o. Se contorsion� hasta chuparme la pija y retener el esperma en la boca; eyaculamos al mismo tiempo. Algunas amazonas vinieron a lavarnos las partes genitales y a perfumarnos los cabellos con s�ndalo. Nos pusieron una enorme almohada blanca en la cual nos acodamos, mir�ndonos a los ojos.
Del otro lado del r�o, se produc�a la puesta de la Tierra en el horizonte de lunar. Se la ve�a de un rojo resplandeciente, como una bola de vidrio l�quido. A la luz de la Tierra, se distingu�a una multitud de ciudades que se elevaba en el aire como globos, y luego desaparec�an en el cielo verde.
?�Las Brigadas Homosexuales abandonaron la Luna, Concei�ao!
?Qu� bueno haberse desembarazado de ellas ?suspir�.
Nos dormimos enlazados.

Copi

Traducci�n: Margarita Mart�nez

NOTAS

(1)
Front Homosexuel d?Action R�volutionnaire. Se trata de un movimiento parisino gestado entre fines de 1970 y principios de 1971 que reun�a a un grupo conjunto de lesbianas y gays con fines de activismo pol�tico. Dos de sus l�deres fueron Guy Hocquenghem (amigo de Copi) y Fran�oise d?Eaubonne.� En consonancia con los debates en torno del Mayo Franc�s, el FHAR reivindicaba la subversi�n del estado burgu�s heteropatriarcal y la inversi�n de los valores machistas de la sociedad.

(2)
Chiffoni�res en el original. Literalmente, pelearse como dos "traperas".

(3)
Police des m?urs en el original. Se trata de la rama de la polic�a que se ocupa de la prostituci�n.

(4)
Br�silien, en el original, en lugar de portugais.

(5)
Place des Abbesses es, literalmente, ?plaza de las abadesas.?

(6)
Juego entre ?qu�? (quoi) y cua, el sonido producido por el pato cuando parpa, fon�ticamente iguales.

(7)
Pendant qu?il br�lait les feux, en el original. Juego de palabras: br�ler les feux se puede traducir como ?quemar los fuegos?, en alusi�n a los feux rouges, los sem�foros, ?fuegos rojos?.

(8)
Beau-gendre, en el original, en lugar de beau-fils.

(9)
Un deux-chevaux, en el original (por ?dos caballos de fuerza?.) As� se nombraba en general a los autom�viles Citro�n 2 CV.

(10)
En Francia los cigarrillos se venden en el tabac, que generalmente est� instalado junto a un caf�.

(11)
En espa�ol en el original.

(12)
Br�silien, en el original, en lugar de portugais.

(13)
Luna, en lugar de lua, en portugu�s.

(14)
En italiano en el original.

(15)
Nous sommes dans l?Utopie, Copi!, en el original. Los �ltimos dos t�rminos riman y producen la cacofon�a.

(16)
Os y eau, fon�ticamente iguales, significan en franc�s huesos y agua respectivamente.

(17)
Luna, en lugar de lua, en portugu�s.

el interpretador acerca del autor

Copi

Publicaciones en el interpretador:

N�mero 28: septiembre 2006 - Eva Per�n (Traducci�n: Gabriela Sim�n)

N�mero 30: marzo 2007 - La torre de la defensa (Traducci�n: Guadalupe Marando)

N�mero 30: marzo 2007 - La guerra de los putos (Traducci�n: Margarita Mart�nez)


Direcci�n y dise�o: Juan Diego Incardona
Consejo editorial: In�s de Mendon�a, Camila Flynn, Marina Kogan, Juan Pablo Lafosse, Juan Leotta, Juan Pablo Liefeld
secci�n artes visuales: Florencia Pastorella
Control de calidad: Sebasti�n Hernaiz

Im�genes de ilustraci�n:

Margen inferior: Michal Macku, Obra (detalle).