el interpretador

 

Salvatierra

(Fragmentos sobre el río)

Pedro Mairal

 

 

 

 

 

 

Sinopsis: A los nueve años, Juan Salvatierra quedó mudo después de un accidente a cabalo. A los veinte, empezó a pintar en secreto una serie de larguísimos rollos de tela que registraban minuciosamente la vida en su pueblo litoraleño. Tras la muerte de Salvatierra, sus hijos viajan desde Buenos Aires para hacerse cargo de la herencia: un galpón inmenso atestado de rollos pintados. Intrigado por la obra monumental creada por su padre, el hijo menor se dispone a ordenarla. Junto con las telas, desenrolla una intriga de secretos familiares que se hunde en el pasado y echa sus sombras sobre el presente.

 

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“Durante esos años de aprendizaje con Holt, Salvatierra evitaba todo lo posible a sus primos y hermanos, y paseaba a pie por el monte de la costa. Así conoció a los pescadores, viejos canoeros que armaban ranchadas en la orilla y que vivían de lo que pescaban con espineles y tejidos. Viejos que evitaban que la creciente les llevara las pocas cosas que tenían, colgándolas de las ramas más altas de los algarrobos. En la tela puede vérselos entre constelaciones de peces monstruosos como suelen ser los peces de río: grandes surubíes atigrados y bigotudos; bagres amargos con el color de la bilis; patíes de rasgos orientales; manduvíes con pico de pato, y el pez armado chancho, que es el acorazado de los peces, con púas a lo largo de sus costados. Así pinta Salvatierra a los pescadores de su infancia, como santos, harapientos, patronos de los peces que nadan en el aire del ramaje, entre chapas, ollas, bolsas, cucharones, que cuelgan de los árboles para que no se los lleve la creciente. Como si todos nadaran tanto en el aire como en el agua: los hombres, los peces y las cosas”.

 

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“Esperé un rato largo, sentado en el muelle, mirando el escaso movimiento. Las olitas turbias pegaban contra los pilotes, haciendo bambolear la basura que flotaba”.

 

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“Fue muy difícil elegir el encuadre de las distintas partes de la tela, porque Salvatierra pintaba sin bordes laterales, lograba una continuidad entre las escenas. Eso era algo que lo obsesionaba. Quería captar en la pintura la fluidez de un río, la fluidez de los sueños, la manera en que las cosas se transforman en los sueños, con toda naturalidad, sin que el cambio parezca absurdo sino inevitable, como si encontrara la violenta metamorfosis que se esconde dentro de cada ser, de cada cosa, de cada situación”.

 

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“De vuelta en el galpón, le hice caso a mis tías y revisé los trastos. Debajo de la canoa encontré mi viejo bote celeste. Fue como ver una aparición. En verano, mi padre nos llevaba en sulky al río con Tiza, una yegua blanca que dejábamos pastando en los baldíos de la cuadra. Cuando llegábamos, desataba la yegua y la hacía pasar por la orilla, sobre la arena donde íbamos a jugar, para espantar a las rayas de cola venenosa. Después nos metíamos; no nos dejaban alejarnos de la orilla porque el río tenía pozos y remansos traicioneros. Mi bote me soportaba apenas a mí. Le atábamos una larga soga. Yo me dejaba arrastrar río abajo. Salvatierra me hacía "chau" con la mano, jugando a que me iba de viaje. Después me traía de vuelta recogiendo la soga, una y otra vez. Un día dejamos de ir. Mi hermana Estela se ahogó mientras nadaba con unas amigas cerca del puente viejo y mamá no quiso que volviéramos al río”.  

 

 

 

“Después Salvatierra empezó a pintar a mi hermana de un modo menos doloroso: ahogada, como dormida, purificada por el río, una Ofelia de aguas cálidas y turbias. Salvatierra había querido pintar la fuerza del río en su tela, y el río le había pedido a cambio a su hija de doce años. El río se la llevaba despacio pero implacable, sin que él pudiera detenerlo. Y así la pintó: Estela ahogada en el remanso de los sauces; Estela entre los peces monstruosos, su pelo enredado entre los juncos de la orilla, su vestido pesado, los párpados en la corriente calma; Estela apenas visible bajo la superficie, entre las nubes del reflejo del agua”.

 

 

Pedro Mairal

 

 

 
el interpretador acerca del autor
 

 

               

Pedro Mairal

Nació en Buenos Aires en 1970.

Su novela “Una noche con Sabrina Love” recibió el Premio Clarín en 1998 y fue llevada al cine en 2000.

Publicó, además, el libro de cuentos “Hoy temprano” (2001), dos libros de poesía, “Tigre como los pájaros” (1996) y “Consumidor final” (2003), y las novelas "El año del desierto" (2005) y "Salvatierra" (2008).

Ha sido traducido y editado en Francia, Italia, España, Portugal, Polonia y Alemania.

 

Publicaciones en el interpretador:

Número 20: noviembre 2005 - Campamento en Maschwitz (narrativa)

Número 30: noviembre 2005 - El viaje dentro del viaje (aguafuertes)


   
   
   
   
   
 
   
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Imágenes de ilustración:

Margen inferior: Alexmather, River to Sea ( detalle).