SEGUNDA SERIE DE RELATOS DE LA SAGA VILLA CELINA

El campito -2- 
"Riachuelito"

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por Juan Diego Incardona

Cargu� las palanganas de ropa y sub� la escalera hasta la terraza. Broche a broche, fui colgando en el alambre pantalones, remeras y toallas, que el viento pronto mover�a. Debajo, el entorno familiar se disipaba adentro de las piezas. Levant� la vista y mir� a todas partes. Los galpones de las f�bricas y los monoblocks de la General Paz temblaban por el sol, que llenaba el horizonte de espejismos.

En el techo de Claudio, al lado de casa, un hombre pintaba con brea las uniones entre las baldosas. Lo mir� durante un rato. Concentrado en sus movimientos, mis ojos iban y ven�an con el trapo negro, y empez� a darme sue�o.

De pronto, el tipo se puso a cantar:

??Hist�rico bodeg�n / del priorato y del Trinchieri / donde una noche Cafieri / entr� a copar la reuni�n...?

Entonces lo reconoc�:

?�Carlitos!

Se dio vuelta y me mir� fijo, pero antes de dirigirme la palabra, complet� la estrofa:

??...tra�a un d�o de cantores / y haciendo orgullosa punta / dijo aqu� traigo una yunta / que cantando hace primores?. �Juan Diego! ?me contest� reci�n entonces?. �C�mo and�s pibe?

?Bien, ac�, colgando la ropa. �Y usted?

?Haciendo una changuita, pero ya termin�.

?�No era que usted no trabajaba?

?Casi nunca, pero bueno, es que ahora estoy ahorrando para comprarme una cosa.

?Ah, qu� bien. Esteee... �quiere que le suba algo fr�o para tomar?

?No, gracias, muy amable, eh, pero yo tengo mis propias infusiones ?y sac� la petaca.

?Venga, p�sese a mi terraza y descanse un poco ac� en la sombra ?le se�al� la parte que estaba abajo del tanque de agua.

?Pero c�mo no ?y cruz�.

Nos sentamos. Carlitos cerr� los ojos un momento. Eran m�s o menos las tres de la tarde.

?�Y su gato? ?le pregunt�.

?Eso est� mal dicho, pibe, porque ese gato no es m�o. �l es una criatura libre. Si viene conmigo, es por su propia voluntad. Ahora debe andar all� por el campito, oliendo el pasto. Es que no le gusta entrar mucho por los barrios, porque la gente lo persigue, dicen que es un hombre gato.

?Es verdad. Usted nos cont� la historia la vez pasada.

?Mir�, hace poco anduvimos por Aldo Bonzi, bordeando la v�a de trocha angosta. En un momento nos cruzamos con unos changarines que ven�an del Mercado Central. Cuando lo vieron al gato, empezaron a gritar como locos, espantados, y salieron todos corriendo. Tanto miedo le ten�an que dejaron la mercader�a: papas, zanahorias, remolachas. Yo los llamaba para que vuelvan, les gritaba que el gato era bueno, que no les iba a hacer nada, pero no hab�a caso: chiquitos! se los ve�a de tanto que corr�an.

?�Y qu� hizo con la mercader�a?

?�Y qu� voy a hacer? Nada. La dej� ah�, como corresponde. En una de esas despu�s volv�an para buscarla. A m� no me gusta tocar lo ajeno.

?Carlitos, �le puedo hacer una pregunta?

?�Qu� problema hay? Si ya me preguntaste varias cosas.

?Es verdad, pero bueno, es que �sto es algo personal.

?A ver.

?�Para qu� est� ahorrando plata?

?Ah, �eso era? Es que me quiero comprar una br�jula.

?�Una br�jula? �Para qu� la quiere?

?Me extra�a, pibe, �no sab�s para qu� sirven? Para orientarme.

?S�, ya s� que sirven para eso, pero...

?Dej� que te lo explique. Yo paso casi todo el tiempo en el campito. Para ubicarme, siempre mir� las estrellas. Jam�s necesit� otra cosa. No hay como el cielo para que el hombre sepa en qu� lugar de la tierra tiene los pies. Pero ahora este m�todo ya no sirve m�s, porque las constelaciones se est�n desfigurando, por cuestiones pol�ticas.

?No entiendo.

?Lo que pasa es que en los �ltimos tiempos el cielo se llen� de sat�lites. Parece que quieren espiar los barrios secretos que mand� a construir Evita por toda esta zona de La Matanza. Vaya uno a saber. Tendr�n miedo de que se arme una revoluci�n.

?�Pero qui�n tiene miedo?

?�Qui�n va a ser, pibe? La oligarqu�a. Esos sat�lites est�n alquilados por las se�oras del Barrio Norte, a la NASA.

�?Es la primera vez que lo escucho.

?No me extra�a. Estas cosas no las sabe todo el mundo. Yo me entero porque ando mucho por ah�, y escucho, y veo. Bueno, la cosa es que hace poco estaba por adentro de las calles muertas, en pleno descampado, y quise venir para Celina, siguiendo las estrellas de siempre. Pero el cielo est� tan complicado que termin� en cualquier parte, por el Riachuelo, pasando Ingeniero Budge. No sab�s las cosas que me pasaron.

?Cuentem�.

?�Ten�s tiempo?

?S�, s�, no se preocupe.

?Bueno ?y se qued� callado.

?�Y? ?lo apur�, ansioso.

?Paciencia, pibe, ya va.

Carlitos destap� la petaca y tom� un trago. Yo mir� alrededor. En las calles no caminaba un alma. El barrio estaba tan tranquilo que daba la impresi�n de haberse paralizado. Los �nicos movimientos perceptibles suced�an en la terraza de mi casa.

?�Est�s listo?

?S�.

?Bueno. Era de noche y hac�a un fr�o de la gran siete. El aire te congelaba hasta los huesos. Yo ten�a puesto mi saco de invierno, pero igual estaba temblando, as� que pens� en venir para Celina. Sal� de mi covacha, una hondonada donde crece un gomero que cubre todo con la copa, y empec� a caminar. Iba solo, porque el gato no aparec�a por ning�n lado. Seguro se hab�a ido a cazar.

Mir� para arriba. Busqu� la pierna flexionada de Ori�n, que baja de la estrella m�s alta del cintur�n, y le segu� la punta del pie. Siempre fue una receta infalible para ir a Celina. Cuando quer�a salir para Ciudad Evita, en cambio, segu�a la l�nea doblada del brazo izquierdo.

Anduve como una hora, cruzando potreros y calles muertas, hasta que me di cuenta que estaba en cualquier lado. Yo ven�a mirando el mapa en el cielo para orientarme, pero no hab�a caso, che, era tanta la cantidad de sat�lites que los dibujos estaban todos manchados. Seguro me estaban vigilando. Capaz que pensaban que era de la CGT, que estar�a cumpliendo una misi�n importante para la se�ora. Apenas lo pens�, me escond� abajo de un �rbol, para que las luces no me vieran m�s. No vaya a ser que me dispararan, o algo as�. Para m� que las se�oras del Barrio Norte, con tanta plata que tienen, le alquilaron a la NASA lo mejor de lo mejor: naves con misiles espaciales. Hay que andar con cuidado, que estos aprietan un bot�n y te borran de la faz de la tierra. Y ah� solo de noche en el campito, �qui�n te ha visto? Te mandan un misil y nadie se entera.

De pronto, escuch� unos gritos desesperados:

?�Auxilio! �Qu� alguien me ayude por favor!

Era una voz finita que te pinchaba el o�do; parec�a de un chico.

?�Ahhhhh! ?gritaba-. �Por favoooooor!

Dej� el �rbol y me adentr� por unos ca�averales, en direcci�n a los gritos. Unos p�jaros que estaban dormidos salieron espantados y casi me muero del susto. Camin� m�s r�pido, hasta que sal� de adentro de las ca�as. Entonces, me encontr� frente a un barranco. Abajo corr�a un r�o. �Era el Riachuelo!

�C�mo hab�a ido a parar ah�? Que lo tir� con los sat�lites.

En el este, empezaba a clarear; en el oeste, la luna iluminaba todo y por eso se ve�a bastante bien.

?�Se�or! �Se�or! �Ayudem�, por favooor! �Acaa�!

A pocos metros, en la misma orilla donde estaba yo, alguien estaba atrapado por la mitad del barranco, abajo de un tronco grande de eucaliptus.

Baj� despacio, porque estaba muy resbaloso, hasta una especie de caminito. En pocos pasos, llegu� al tronco.

?�Gracias a Dios que vino! �Por favor, se�or, s�queme de ac�!

Al final no era un chico, sino una persona adulta, pero muy chiquita, una especie de enano.

?�Le doy lo que quiera! ?me suplicaba?, pero s�queme antes de que venga.

?�Antes de que venga qui�n?

?S�queme,� buen se�or, despu�s se lo explico.

?Bueno ?le dije?, tranquilizate, voy a tratar.

Estudi� la situaci�n. La cosa no estaba f�cil. El lugar donde estaba aplastado era una pendiente, no muy pronunciada, pero con la inclinaci�n que hab�a bastaba para que el tronco terminara de rodar en cualquier momento, y como la cabeza del enano estaba hacia abajo, si esto pasaba, el golpe pod�a matarlo. Lo �nico que paraba el tronco por ahora, que hac�a equilibrio encima de su pecho, era una piedra grande que sobresal�a de la tierra, a un costadito.

?Tenemos dos opciones ?le expliqu�?. La primera es que busque un palo fuerte, para hacer palanca. Entonces yo lo trato de aguantar al tronco, as� vos pod�s salir. Pero es complicado porque ten�s que sacar la mayor parte del cuerpo y vas a tardar mucho, y si se llega a zafar la palanca, est�s frito.

?�Y cu�l es la otra?

?Es m�s inc�moda, pero creo que m�s segura. Te puedo cavar un pozo abajo de la cabeza. Lo hacemos despacio para que nada se mueva. Despu�s apoy�s la nuca adentro y yo te tapo otra vez con la tierra. Vas atener que aguantar un rato la respiraci�n. Entonces empujo el tronco para abajo.

?�Y as� me pasa por arriba! Es una idea muy buena ?se alegr� el enano.

?S�, pero no te apur�s. Pens� que si el tronco se mueve poco y no termina de caer, puede quedar trabado encima de tu cabeza, y te pod�s ahogar.

El enano empezaba a llorar.

?No s�, �cu�l me recomienda usted?

?Mir�, las dos son peligrosas, pero yo me inclino m�s por la segunda.

?Haga lo que a usted le parezca, se�or, mi vida est� en sus manos.

?Bueno, vamos a hacer la del pozo, entonces.

Durante veinte minutos me dediqu� a escarbar, con un palito, por debajo de su cabeza. Lo hice de a poco, para no hacer movimientos bruscos que pudieran mover el tronco.

Cuando el pozo estuvo listo, el enano meti� la cabeza.

?Bueno, mijo, lleg� la hora de la verdad ?le avis�?. �Quer�s decir algo antes de que te tape con la tierra?

?S�, se�or, le quiero dar las gracias por ayudarme.

?No es nada, ojal� que todo salga bien. �Alguna cosa m�s?

?S�, se�or, por favor d�me un minuto, que quiero rezarle a la Patrona de mi barrio, a ver si la Santita me ayuda a salir de este l�o.

?No hay problema, te espero.

El enano se puso a cantar:

�?Eeevaa Perooo�n, tu cooraazoo�n, nooos acompaaa�a sin cesaaaar?

Cant� dos o tres estrofas y despu�s me dijo que estaba listo.

?Bueno, respir� hondo ?le ped�? y cerr� fuerte los ojos.

Entonces, le enterr� la cabeza lo m�s r�pido que pude. Una vez que estuvo todo tapado, sub� unos pasos, me puse atr�s del tronco, y lo empuj� con toda mi fuerza. Al principio estaba pesado, pero apenas se movi� un poco, despu�s rod� enseguida, pas� por encima de la cabeza tapada del enano y se desbarranc�, rebotando entre las piedras hasta caer en el Riachuelo. El agua hizo tanto ruido que parec�a que hubiesen tirado una bomba.

Me acerqu� al enano y le destap� la cara. �l se puso de pie, y me abraz�. Su cabeza me llegaba a la cintura.

?Gracias, muchas gracias, estoy en deuda con usted.

No pude contestarle, porque me agarr� de la mano y empez� a tironearme.

?S�game, se�or, vamos a escondernos a las ca�as, �r�pido, antes de que venga!

?�Qui�n va a venir?

?En las ca�as le digo.

Subimos el barranco. El cielo estaba cada vez m�s claro. Faltaba poco para que amaneciera. Caminamos unos metros y nos metimos en el ca�averal.

?Pero, che, �por qu� ten�s tanto miedo?

?Se�or, �usted no oy� hablar de Riachuelito?

?�Qui�n ese ese?

?No es una persona, se�or, es un pez, una criatura de r�o gigante. El nombre se lo pusieron por Nahuelito, el famoso dinosaurio del Nahuel Huapi, de Bariloche. Se ve que se parecen, aunque �ste no es un animal prehist�rico como aqu�l,� nada que ver, �ste es un bagre com�n y corriente, que creci� mucho m�s de lo normal.

?�Y c�mo pudo pasar algo as�?

?Por la contaminaci�n, se�or, no es el �nico caso. Algunas especies crecieron, otras se achicaron, otras cambiaron de color. A cada una le toc� una suerte distinta. Todo depende de c�mo se lo tom� cada organismo. El r�o y las orillas est�n llenas de animales deformados y plantas desproporcionadas.

?�Qu� b�rbaro! Me gustar�a verlo.

?�Quiere que lo lleve? Si acepta, puedo ser su gu�a, yo le debo un gran favor, usted me salv� la vida.

?S�, mostrame. �Para d�nde hay que ir?

?Nos tenemos que meter m�s en el sudoeste. All� adelante hay un puentecito que construimos nosotros, hay que cruzarlo. Usted va a tener que pasar con precauci�n, porque es m�s pesado que la gente de mi barrio.

?Pero yo no soy gordo.

?Ya s�, pero es alto, y mi gente es toda como yo.

?�Tan bajitos?

?S�, se�or, esto es por lo que le dec�a antes, de la contaminaci�n.

?�Y de qu� viven ustedes?

?Principalmente, del r�o.

?�Pero hay peces ac�?

?�Por supuesto! �Acaso no le cont� de Riachuelito? Se ve que usted no me cree.

?S�, s�, te creo, es que no conoc�a todo esto.

?Mire, el r�o est� lleno de peces, de algas, de todo hay. Lo que pasa es que esto no lo puede comer cualquiera. La gente de la Capital, la clase media, no tiene defensas, si prueba algo se muere enseguida, pero nosotros tenemos anticuerpos, as� que podemos comer plantas y animales contaminados. A los peces les debe pasar lo mismo, por eso sobreviven.

?Hay una cosa que no entiendo. �Ustedes vinieron ac� y empezaron a achicarse?

?En realidad, yo nac� en esta zona. Los que vinieron fueron nuestros padres, y ellos no eran adultos en esa �poca, eran chicos, la mayor�a hu�rfanos, o abandonados, que hab�an jugado en los Torneos Infantiles ?Evita?. Cuando vino la Revoluci�n Libertadora, todos los refugiados del peronismo fueron divididos por grupos y por ramas, para que poblaran los barrios secretos. La CGT se encarg� de todo. Se lo hab�an prometido a la se�ora antes de que se muriera. A los chicos de los Torneos Infantiles les toc� nuestro barrio. Una vez ah�, con el paso de los a�os, se dieron cuenta que ninguno aumentaba de estatura.

?�Y los hijos heredaron la misma contextura f�sica?

?Exactamente.

?Una pregunta. A m� me han dicho que los barrios secretos tienen formas de cabezas humanas, igual que Ciudad Evita. �El de ustedes tambi�n?

?Por supuesto, se�or, el nuestro tiene la forma del Coronel Mercante. De ah� su nombre: Barrio Domingo Mercante.

?Ah, lo conozco, fue gobernador de Buenos Aires durante el gobierno de Per�n.

?S�, es uno de nuestros pr�ceres m�s importantes. Por eso, cada 20 de febrero tenemos feriado, porque es el aniversario de su muerte.

?Hablando de nombres, todav�a no s� el tuyo.

?Gorja Mercante, para servirle.

?Un gusto, Gorja. Mi nombre es Carlos Moreno, pero me dicen Carlitos. �Ten�s vos alg�n parentesco con Mercante, el gobernador?

?No creo, se�or. Lo que pasa es que en nuestro barrio todos nos apellidamos igual. Adoptamos el nombre de la localidad, por ser hu�rfanos.

?Claro, entiendo.

?D�game, se�or Carlitos, �de d�nde es usted?

?Yo soy de La Sudoeste, que es un barrio que est� por atr�s del Mercado Central.

?S�, conozco, ah� vive la Chola, la famosa curandera.

?As� es. Bueno, en realidad hace tiempo que no ando por all�, me gusta m�s estar en el campito. Cuando necesito algo, voy a Villa Celina, a Bonzi o a Ciudad Evita.

?Mire, si le gusta el campito, tiene que ver nuestros potreros al borde del Riachuelo. �Quiere que lo lleve nom�s? De paso, lo puedo invitar a mi barrio, as� le presento a mis vecinos. Ser�a usted muy bienvenido.

?S�, vamos ?y empezamos a caminar.

Atravesamos las ca�as. Lo hicimos hacia adentro del campo, porque el enano no quer�a ir por la orilla, dec�a que le ten�a miedo a Riachuelito. A pocos metros, encontramos una especie de camino en el pasto.

?Hay que ir por ac� ?se�al�?, hasta la altura del puente. Reci�n entonces, nos podemos asomar otra vez al r�o para cruzar, antes no, porque Riachuelito puede salir de golpe, como si fuera un cocodrilo. A �l le gusta cazar as�, sabe. Nada por abajo del agua, pero deja un ojo afuera para espiar. Va despacio, silencioso, y cuando ve animales distra�dos, o personas, se los lleva a la boca en menos de un suspiro.

?�Y vos conoc�s casos de personas devoradas?

?S�, se�or Carlitos. El caso m�s famoso es el de Ra�l Mercante, el panadero. Un d�a vino a jugar con su hijo ac� nom�s, cerca de donde me encontr� usted. Parece que al chico se le fue la pelota al r�o. Entonces Ra�l quiso traerla con un palo. �Qu� locura! Apenas movi� el agua, el leviat�n lo borr� de la faz de la tierra. �Y sabe qu� fue lo peor?

?No. D�game.

?Despu�s se lo comi� al chico.

?�Qu� b�rbaro!

?S�, terrible. Es que la contaminaci�n, adem�s de agrandarlo, convirti� al bagre en un pez muy carn�voro.

?Pero yo me pregunto una cosa, �no era que ustedes viv�an del r�o? �C�mo hacen para pescar si no se pueden acercar al agua?

?Tiramos redes desde arriba de los puentes. Igual hay peligro, no se puede negar, porque con un animal as� nunca se sabe, pero hasta ahora nos fue bien con este m�todo.

Seguimos adelante. Los primeros rayos del sol iluminaban las copas de los �rboles. De a poco, nos fuimos metiendo en una zona cada vez m�s extra�a para m�, en lugares que jam�s hab�a pisado. No me imaginaba todav�a las cosas que me esperaban cruzando el Riachuelo. El campito siempre fue una caja de sorpresas. Y la primera de ellas, pasar�a en ese preciso momento.

?Aaahhhhh ?grit� Gorja, espantado.

?�Pero qu� pasa?

?�No se mueva! Mire ah�, entre los yuyos, nos vigila.

Al lado nuestro, detr�s de unos cardales al borde del camino, dos ojos grandes, que enseguida me resultaron familiares, nos clavaban la vista.

?�Pero si es mi compa�ero! Ven�, gato, acercate, �qu� and�s haciendo por ac�?

?�Cruz diablo! ?dijo Gorja.

?Tranquilo, no te va a hacer nada, �l es mi amigo.

?�Pero si es un hombre gato!

?S�, muchos dicen eso, pero te digo que no pasa nada, �l es un gato bueno, vive conmigo. Se ve que me sigui� el rastro.

?�Seguro que no me va a hacer da�o?

?Te doy mi palabra que no.

?Bueno, conf�o en usted, se�or Carlitos. No creo que me haya salvado la vida para quit�rmela tan r�pido, �eh?

?Por supuesto que no.

?�Y c�mo se llama?

?No tiene nombre, porque �l no es un animal dom�stico, es un gato salvaje.

?S�, tiene toda la pinta. Bueno, �seguimos? Ya falta poco para el puente.

Retomamos la marcha. Yo iba contento, por estar otra vez con el gato. �l es como un �ngel de la guarda. De pronto, el caminito se cort� en una calle muerta.

?A �sta no la conoc�a ?dije.

?Nadie las conoce a todas ?contest� Gorja?. Nosotros usamos solamente algunas, las otras no tenemos ni idea hacia d�nde van, y tampoco queremos saberlo. Se cuentan cosas muy raras. Dicen que hay una que desemboca directo en el infierno.

?No me diga. �Y esta calle tiene nombre?

?S�, calle Los Toldos. Por ac� se sale al barrio de Las Amazonas.

?�Y qui�nes son esas?

?Mujeres guerreras. Siempre est�n armadas, y guarda porque son muy bravas. Cuando dividieron los barrios secretos, ah� fue a parar la rama femenina.

?Me gustar�a ir.

?No se lo recomiendo. Esas mujeres son muy desconfiadas de los hombres. Hay varones que no volvieron nunca. Se dice que en ese barrio est� el mism�simo cuerpo de Evita. Las amazonas se lo habr�an robado una noche del cementerio de La Recoleta, lo cambiaron por otro. Ahora lo custodian en estos lugares escondidos, para que nadie lo ultraje de nuevo.

?Gorja, esper� un momento. Ah� viene gente.

La charla en el medio de la calle nos hab�a distra�do y ahora ten�amos a varias personas casi encima, que ven�an caminando hacia nosotros del lado contrario al r�o. Eran siete.

?�Qui�nes ser�n? ?pregunt�.

?Ni idea, pero no parecen de ac�.

?�Ser�n esp�as? �Gente de la oligarqu�a?

?No s�, pero no me gustan nada. �Salimos corriendo?

?Ya es muy tarde ?dije?, est�n muy cerca. Esperemos a ver qu� pasa. Por las dudas, vos no les cuentes nada de los barrios bustos.

?Mire c�mo est�n vestidos. Estos tipos deben venir del otro lado de la General Paz.

?Seguro.

?Buenas ?nos dijo uno de ellos, bastante petiso, aunque no tanto como el enano Gorja.

?Buenas ?contestamos nosotros.

?Disculpe ?me encar� otro?, �usted es el taita Flores?

?No, se�or, mi nombre es Carlos Moreno, pero me dicen Carlitos, y �l es Gorja Mercante.

?Encantado, se�ores, yo me llamo Luis Pereda, y ellos ?los fue se�alando uno por uno? son Bernini, del Solar, Amundsen, Tesler, Schultze y Buenosayres.

?�Pero conoce al taita Flores? ?me pregunt� del Solar.

?No, se�or, no lo conozco. �Vos, Gorja?

?Tampoco.

?Qu� raro ?coment� Pereda.

?Vieron que les dije ?les hablaba Tesler a Pereda y del Solar?, a ese Flores no lo conoce ni el loro, debe ser un triste ladr�n de gallinas.

?�Y qu� los trae por ac�? ?los interrump�.

?Salimos de Saavedra ayer a la noche ?me explic� Buenosayres?. Estuvimos recorriendo la pampa hasta meternos en los campos del Noreste, cerca del R�o de la Plata. Caminamos tanto que se hizo de d�a.

?Se deben haber perdido, se�or, porque �ste no es el Noreste, sino el Sudoeste, y el r�o que pasa ac� cerca no es el Plata, es el Riachuelo.

?�Epa! ?dijo Pereda.

?�Maldici�n! ?se quej� Amundsen.

?Deben haber sido los �ngeles, que nos corrieron de lugar ?explic� Tesler.

Todos se rieron, menos Gorja y yo, que no entend�amos nada de lo que estaban hablando.

?�Pero qu� clase de criatura es �sta? ?pregunt� Pereda, mirando al gato.

?Debe ser un Gliptodonte de las pampas ?respondi� Tesler.

?Eso es una bou? ?Schultze dijo una palabra que no entend�, pero que parec�a franchute?. El Gliptodonte tiene caparaz�n, ignorante. Este animal es del orden de los felinos. �No es as�? ?me pregunt�.

?Es un gato, se�or, un gato mont�s.

?Ja, �qu� les dije! ?se alegr�.

?D�ganos, �c�mo hacemos para volver a Saavedra? ?me pregunt� Amundsen.

Gorja, sabiendo que yo no conoc�a mucho esta parte del campito, se me adelant�, y les dijo:

?Vuelvan por esta misma calle hasta que se encuentren con una curva. Queda m�s o menos a dos kil�metros. Ah� agarren un camino que va para la derecha, es una calle de tierra que sale al Barrio Sarmiento, cerca de la General Paz, donde se pueden tomar un colectivo.

?�Un colectivo? ?pregunt� Pereda, como si no supiera de qu� se trataba.

?Vamos ?dijo Amundsen?, despu�s vemos.

?Muchas gracias ?nos dijeron?, fue un placer.

?Igualmente ?les contest�.

?Vayan con Dios ?les dijo Gorja, y uno de ellos se ri�.

Empezaron a caminar. Iban discutiendo entre ellos. Me acuerdo que nombraron a un tal Juan sin Ropa, al que despu�s le dec�an Neocriollo. Nosotros nos quedamos un rato parados, viendo c�mo sus figuras se achicaban en el fondo de la calle muerta.

?Qu� gente rara ?coment� Gorja.

?La verdad que s�.

?Espero que no se equivoquen y agarren el camino de tierra, porque si siguen por la calle muerta van a terminar en el barrio de Las Amazonas, y ah� s� que es incierto su destino.

?Bueno, �seguimos con lo nuestro, Gorja?

?S�, se�or Carlitos, vamos.

Cruzamos la calle y nos metimos otra vez en el caminito, que segu�a del otro lado.

?�Falta mucho para el puente?

?No, mire, all� se lo ve.

Apuramos el paso. En esa parte, el terreno era m�s �rido. Los yuyos estaban secos y casi no hab�a pasto. La tierra parec�a mezclada con arena. Me llam� la atenci�n el ruido que hac�a cuando la pis�bamos, parec�a de hojas secas, aunque no hab�a ninguna, s�lo piedritas y polvo, era un crujir como de huesos rotos.

?Qu� ruido extra�o que hace esta tierra, Gorja.

?Lo que pasa es que estamos cerca de un basural, que empieza pasando el puente y sigue durante varios kil�metros. Es una franja llena de porquer�as, donde todav�a se mueren algunos animales, p�jaros y peces que no tienen buenos anticuerpos contra los productos qu�micos. Como el viento sopla casi siempre para este lado, la mugre sec� un poco los alrededores. Pero no se preocupe, porque nosotros vamos del lado de enfrente, y ah� es distinto, ya lo va a ver.

?�Y qu� hay m�s all�, pasando el basural?

?No puedo decirle con seguridad, porque nosotros nunca vamos, pero me han dicho que por ah� hay otro barrio.

?�Y c�mo se llama ese?

?No se sabe. A ninguno de mis vecinos se le ocurri� ir, porque esa gente tiene mala fama, de ladrones, de traicioneros, de asesinos.

El camino se hizo m�s ancho y finalmente se disolvi�, en una especie de elevaci�n.

?Ahora tenemos que subir esta loma ?me avis� Gorja?, arriba est� la entrada del puente.

El gato fue primero, a los saltos. Enseguida lleg� a la cumbre. A nosotros nos cost� un poco m�s, porque la pendiente era muy inclinada y no hab�a de d�nde agarrarse, ya que estaba todo pelado, y resbalaba.

?Che, �pero por qu� no pusieron una escalera?

?Ni se le ocurra, se�or Carlitos. Nosotros queremos disimular el cruce lo m�ximo posible, por seguridad. Es que por ac� se entra directo a nuestro barrio. Y es peligroso que venga cualquiera, sin que sepamos antes qu� intenciones tiene.

Por fin, logramos subir. Desde ah� se dominaba toda la zona, y ten�amos una vista privilegiada del r�o. El dichoso puente no era m�s que un mont�n de ramas atadas con un par de sogas viejas, un puente colgante angosto y bastante precario. Era alarmante ver c�mo se balanceaba cada vez que soplaba una r�faga de viento.

?Esto se mueve para todos lados, Gorja, y si nos caemos de ac�, nos matamos seguro.

?Es verdad, se�or Carlitos, pero sepa que es una construcci�n muy buena, jam�s se rompi�, y eso que muchas veces cruzamos cargados de cosas. Lo �nico es que vamos a tener que ir de a uno, y usted, sobre todo, tiene que pasar muy despacio.

?Bueno, de eso no te quepa duda.

?Mire, all� a lo lejos, ese es mi barrio.

Hacia el sur, en los bordes de Lomas de Zamora, un pueblo de casitas formaban una figura cerca del r�o.

?�Ve el c�rculo negro que se ensancha en los costados? Ese es el gorro del Coronel Mercante.

?Ah, lo veo, una gran obra, se mantiene bien el dibujo.

?S�, nuestra Municipalidad es muy estricta con el planeamiento urbano. Dicen que lo m�s importante es conservar el patrimonio. Eso trajo algunos problemas, sabe, porque en los �ltimos tiempos nuestra poblaci�n fue en aumento, y hubo gente que quiso construir afuera de las avenidas de circunvalaci�n. Pero se los prohibieron terminantemente, para que no deformaran la imagen del coronel. Por eso, ahora estamos viviendo bastante apretados. Se rumorea que van a construir edificios, aunque todav�a no hay nada seguro. Es un tema muy pol�mico, todo el mundo discute.

?�Y vos por d�nde viv�s?

?En esa parte, �ve?, por abajo del bigote.

Mientras ve�amos el paisaje, el gato se mand� por el puente sin que nos di�ramos cuenta, y ahora estaba en el extremo contrario, mir�ndonos fijamente.

?Parece que el gato estaba apurado ?dijo Gorja. �Cruzamos nosotros tambi�n?

?S�, and� vos primero.

El enano avanz� sin problemas, caminando despacio pero constante. Su cuerpo se mov�a de una manera rid�cula, como si estuviera bailando. Lleg� en menos de un minuto, y el puente casi no se movi�.

?�Ahora le toca a usted! ?grit�?. �Acu�rdese de pasar despacio!

Agarr� una soga que serv�a de baranda y di el primer paso, despu�s otro, y otro, y as� varios m�s. Todo anduvo bien, hasta que llegu� a la mitad. Ah� no tuve mejor idea que mirar para abajo. Que yo recuerde, nunca hab�a tenido v�rtigo en mi vida, pero esta vez me empec� a marear, y sent�a que me faltaba el aire. Por instinto, me sent�, abraz�ndome fuerte contra un palo del costado. Entonces la cosa se desbalance�. El enano gritaba, pero yo no entend�a nada de lo que dec�a. Me par� como pude, y de los nervios camin� r�pido, casi corriendo. El puente se zarandeaba para todos lados, y en un momento, �plaff!, me patin�.

Me fui a pique. No s� si llegu� a gritar o a decir algo. La ca�da me pareci� interminable. Fue una sensaci�n muy linda, si lo pienso. L�stima que al final el agua podrida me fue tragando. Primero vi c�mo desaparec�an las piernas, enseguida la panza y el pecho, y despu�s no vi nada m�s. Pens� que era el fin.

Toqu� fondo. En esa parte, el r�o tiene poca profundidad. Debe ser por tanta basura en el lecho. Aunque no es muy hondo, igual es muy dif�cil volver a la superficie, porque el agua es tan pesada y barrosa, que te chupa. Para colmo, yo estaba aturdido y no atinaba a nada.

Me dorm�a. La suerte parec�a echada sobre m�, pero cuando la negrura se hizo total y el silencio completo, algo extra�o me toc� por la espalda, con fuerza aunque cuidadosamente, y me empuj� para arriba.

Parec�a que me estaban escupiendo por el ojo de un volc�n. Sal� despedido del r�o a toda velocidad, y vol� nuevamente por el aire, para caer despu�s y darme porrazos rebotando en la orilla.

Abr� un ojo. Todo me daba vueltas. Despu�s de un rato, aparecieron las caras de Gorja y el gato, que me miraban serios.

Gorja me hablaba, pero le fui entendiendo las palabras por partes:

?�Bien? �Siente bien? �Se siente bien?

?S�, parece que s�.

?�Milagro! ?gritaba?. �Es un milagro! �Riachuelito acaba de salvarle la vida!

?�Qu� dec�s?

?�El bagre, se�or Carlitos! �Lo empuj� para arriba! �Mire! �Ah� va!

?�D�nde?

?Ah�, �no ve?

?�Pero esa no es la sombra de una nube?

?�Qu� nube ni ocho cuartos! �Es el lomo de Riachuelito! Venga, lev�ntese, v�monos antes de que se arrepienta.

?S�, sab�s que yo sent�a que algo me empujaba... �Vos dec�s que fue Riachuelito?

?�Y qu� otra cosa podr�a ser?

?La verdad que no s�.

El enano me ayud� a ponerme de pie. Yo segu�a un poco mareado. De a poco subimos el barranco, y una vez arriba, nos sentamos todos.

?Permiso, d�jeme que lo ayude a limpiarse ?me ofreci� Gorja, mientras arrancaba pasto con la mano.

Me mir� el cuerpo. Parec�a un patito empetrolado. Estaba todo negro, engrasado de pies a cabeza.

?Todav�a no salgo de mi asombro, ese pez es una criatura impredecible. Lo suyo fue una desgracia con suerte, se�or Carlitos.

?S�, pens� que �sta no la contaba.

El enano me limpiaba la espalda. El gato, mientras tanto, me pon�a la cara en la cara, y me ol�a.

?Es buen amigo suyo este hombre gato, mire los besos que le da. Se ve que lo que quiere.

?S�, nos hicimos buenos compa�eros.

?Bueno, ahora est� un poco m�s decente. Cuando lleguemos a mi barrio, va a poder darse una buena ducha en mi casa.

?Gracias por todo, Gorja, de verdad.

?No es nada, se�or, yo le debo mucho. �Vamos?

Rodeamos la parte donde estaba emplazado el puente, una loma id�ntica a la que hab�amos subido un rato antes en la orilla de enfrente, y despu�s salimos a una calle muerta. A los costados, la vegetaci�n era tan espesa que parec�a una selva.

Las plantas eran de lo m�s variadas: helechos y enredaderas, arboledas altas y cerradas, flores de todo tipo y color. Encima de ellas volaban insectos que parec�an salidos de un museo, y tambi�n p�jaros, sobre todo picaflores, hermosos. En un momento, me llam� la atenci�n una bandada de loros sobre las ramas de un �lamo. Eran rar�simos. Les colgaba una especie de barba.

?Gorja, �qu� tipo de loros son �stos? Parece que en la cara tuvieran pelos en vez de plumas.

?No se equivoca, se�or Carlitos, son loros barbudos.

?Ah, no sab�a que exist�a esta especie.

?Es que ac� hay muchas criaturas extra�as.

Los loros se habr�n sentido inc�modos con nuestra presencia, porque empezaron a gritar como locos. Hac�an un barullo b�rbaro. Parec�a que dec�an algo, pero no se entend�a bien.

?�Qu� est�n diciendo?

?Ni idea, se�or Carlitos. No trate de entenderlos, porque estos pajarracos no son originarios de la zona, vinieron hace mucho, en la �poca de la Colonia. Los trajeron los vascos. Hablan en euskera. Con el tiempo, la marginalidad les cambi� el cuerpo y les hizo crecer la barba, pero todav�a conservan su lengua natal.

De pronto, el gato peg� un salto.

En la banquina, un charco estaba lleno de ranas. El gato caz� dos o tres con mucho oficio. Les ca�a encima con las garras y despu�s se las llevaba a la boca.

?Ojal� hubiera gatos as� en el barrio ?dijo Gorja?, estos anfibios son una plaga. No nos dejan en paz. En verano ni le cuento. A la noche se meten en las casas y hacen un l�o tremendo. Saltan en la cocina, saltan en el ba�o, saltan en la pieza, hasta en la cama se meten los atorrantes.

?Pero si desaparecen las ranas y los sapos, a ustedes se los van a comer los mosquitos.

?Tiene raz�n, no s� por qu� me quejo. Si usted viera lo grande que son esos bichos. Por ac� se debe haber inventado la frase ?estos mosquitos parecen elefantes?. Mire, hace unos a�os sufrimos una invasi�n tan grande que m�s de la mitad de nuestra poblaci�n estaba an�mica, de tantas picaduras.

A medida que avanz�bamos, me fui maravillando cada vez m�s, por tantas cosas nuevas. Despu�s de media hora de caminata, la selva se fue abriendo y hab�a menos �rboles. Estar�amos a unos trescientos metros del r�o. La calle corr�a paralela al agua, aunque a veces dobl�bamos un poco a la izquierda, en direcci�n contraria al Riachuelo.

Empezamos a escuchar ladridos, cada vez m�s cerca. El gato se peg� bien al lado m�o.

?No se preocupen ?nos dijo Gorja?, son perros buenos. Ahora van a ver qu� divertidos que son.

Nos quedamos parados, esperando. Del fondo de la calle aparecieron un mont�n de perros. Ven�an corriendo desordenados, se chocaban entre ellos, saltaban. Al rato, pasaron al lado nuestro. Ninguno nos molest�, al gato tampoco. Iban haciendo piruetas, como si fueran perros de circo. Se paraban en dos patas, se echaban al piso o levantaban la patita, algunos corr�an en c�rculos, sin parar. Eran de diferentes tama�os y colores, pero todos ten�an algo en com�n, un rasgo que los caracterizaba: ten�an dos narices. No hizo falta que le preguntara nada a Gorja sobre este asunto. A esta altura del partido, ya pod�a imaginarme cu�l era la causa de semejante mutaci�n.

Los perros siguieron de largo. M�s adelante, los campos estaban divididos con alambradas. Todav�a me cuesta creer lo que vi.

Las parcelas eran de distintos colores, muy fuertes: azules, rojas, violetas, amarillas, y varias m�s. Cuando me acerqu� al borde de una, me di cuenta que estaba repleta de flores, pero no eran comunes ni silvestres, eran flores de metal. En esa parte, crec�an rosas de cobre.

?�C�mo es posible semejante cosa?

?Estos son los campos galvanopl�sticos, se�or Carlitos, por abajo corren aguas residuales, de las f�bricas del cord�n sur. Son arroyos subterr�neos que van a parar al Riachuelo. Hace unos a�os vino un hombre, muy estudioso del tema, que empez� a hacer canales de riego con estos l�quidos. Durante varios meses, se la pas� electrificando la tierra. Hac�a pozos por todos lados y met�a cables adentro, que se bajaba de las torres de alta tensi�n. D�a y noche estuvo trabajando, hasta que un d�a empezaron a� crecer estas maravillas. Parece que adentro son flores naturales, pero est�n revestidas de metal, como si fuera una piel.

?Qu� b�rbaro. �Y qu� fue de la vida de ese hombre?

?Tuvo problemas con la Justicia. Lo persiguieron por todas partes, hasta que un d�a dijeron que se hab�a suicidado, arriba de un tren. Pero no se sabe realmente, porque tiempo despu�s, algunos vecinos creyeron haberlo visto. Su casa es aquella, la que est� entre los pinos. El hombre se llama Erdosain.

?�Y nunca fuiste all�?

?No, porque ese lugar me da miedo, qui�n le dice que el tipo no sea un fantasma.

?Capaz es un ermita�o.

?Eso seguro. Muerto o vivo, es alguien que prefiere la soledad.

?Me gustar�a visitarlo, pero otro d�a, hoy no estoy presentable. �Vos me acompa�ar�as?

?Por usted lo har�a, se�or Carlitos.

Pasamos las plantaciones de metal y la calle se abri� en dos, una segu�a derecho, la otra giraba a la izquierda.

?Es por ac� ?Gorja se�al� la que segu�a derecho?, falta muy poco.

?�Y la otra para d�nde va?

?A ning�n lado. Quinientos metros m�s all� desaparece, tapada de yuyos.

Nuestra calle iba en subida. Cuando llegamos a la parte alta, vimos el barrio, metido en un vallecito. La cabeza de Mercante se notaba mucho menos que cuando la vimos desde el puente.

Llegamos en diez minutos. Una arcada sobre la calle marcaba la entrada. Ten�a una inscripci�n de punta a punta, donde se le�a: ?Bienvenidos al Barrio Domingo Mercante?. En los costados flameaban banderas justicialistas.

Entramos. La calle se hac�a Boulevard. Los carteles de se�alizaci�n indicaban: ?Avenida Isabel Ernst?.

?Es la primera vez que leo ese nombre.

?Claro. Lo que pasa es que afuera de estos barrios es una persona poco conocida, pero fue muy importante para el peronismo.

?�Ah, s�? �Por qu�?

?Ella fue la secretaria del Coronel Mercante. Cuando en el a�o 1945 metieron preso a Per�n en la isla Mart�n Garc�a, la se�ora Ernst fue una de las que organiz� la protesta. Algunos dicen que el 17 de octubre lo hizo ella, que moviliz� un mont�n de activistas y gente de la CGT, a quienes conoc�a por su trabajo.

?Veo que sab�s mucho de Historia, Gorja?

?Es obligatorio. Estas cosas las estudiamos desde el Jard�n de Infantes. �Pero qu� pasa?

?�Por qu� lo dec�s?

?Porque no hay nadie. �Ad�nde se fue todo el mundo?

?Es cierto, las calles est�n vac�as.

Gorja se puso nervioso y empez� a caminar m�s r�pido.

?Por favor, se�or Carlitos, apur�monos, quiero ver si mi familia est� bien.

?�Ten�s hijos, Gorja?

?S�, una nena. Tiene diez a�os, se llama Juana Mercante. Y mi mujer: Elisa Mercante.

�bamos trotando. Las casas eran bajas, hechas a la medida de los enanos. Me hac�an acordar a la vez que mi mam� me llev� a la Ciudad de los Ni�os, en La Plata. Las veredas estaban barridas y todo se ve�a muy limpio, hasta que en un momento doblamos la calle y salimos a otra avenida. All� todo era un desastre. Hab�a prendas de ropa por todos lados, tiradas en el piso, vidrios rotos y piedras.

?Por Dios ?dijo Gorja?, ac� pas� algo muy malo.

?Vayamos con cuidado ?le ped�?, por el costado de la pared.

En esa misma cuadra, antes de llegar a la esquina, estaba la casa de Gorja. Era bajita, igual que las dem�s. El enano entr� primero; el gato y yo, que tuve que agacharme un poco, atr�s de �l.

?No hay nadie ?dijo.

Salimos otra vez. Miramos alrededor: no hab�a un alma. De pronto, enfrente se abri� una puerta, y sali� una persona. Estaba uniformado, era un enano bombero.

?Es Carlos Mercante, bombero voluntario ?me cont� Gorja?. �Carlos, a d�nde se fue todo el mundo?

?Shhhhhhh ?le pidi� el bombero, mientras ven�a hacia nosotros?, no grites, porque corremos peligro.

?�Pero qu� pasa? �Mi familia est� bien?

?S�, no te preocupes. Se fueron todos a las apuradas, a esconderse al viejo t�nel de Obras Sanitarias. �Y este se�or qui�n es? ?le pregunt�, refiri�ndose a m�.

?Una persona de mi confianza. Se llama Carlos Moreno, me salv� la vida ayer a la noche, en el r�o ?el bombero me dio la mano?. Pero d�ganos, por favor, �qu� est� pasando?

?Hoy a la madrugada atacaron al barrio Mercante.

?�Pero qui�n hizo semejante cosa?

?Los oligarcas. Ahora nos atacan con armas biol�gicas, Gorja. Hicieron una especie de Frankenstein, un zombi gigante, hecho con pedazos de cad�veres. Lo deben haber hecho en el Hospital Militar, los m�dicos forenses del ej�rcito. Es muy fuerte, resiste las balas. Le lavaron el cerebro para que mate a todo el que se cruce en su camino, y despu�s lo soltaron en el campito. Dicen que cerca del r�o se cobr� muchas v�ctimas, mientras los pescadores tiraban redes. Yo no lo vi, pero muchos testigos me aseguraron que el monstruo es una profanaci�n viviente.

?�Por qu� dice eso?

El bombero se hizo la cruz, y con la cabeza gacha, nos dijo:

?Parece que le pusieron las manos del General y los pechos de la se�ora.

?Dios m