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Respuestas del día después

por Cristian De Nápoli

 

 

      

 

 

 

 

 

 

Respuesta a niñacriolla: - “Avísenle a De Nápoli, que no lee blogs”

 

 

El debate en torno a los blogs es un debate sobre la operatividad y, en el mejor de los casos, la función de los hombres solitarios.

 

Estoy pensando en los blogs de opinión: literaria, cultural, política. Y pienso también en medios impresos donde el hombre solitario vale más que el consejo editor.

 

Ayer recibí mail de un amigo. Me avisaba que en la última Ñ Jorge Aulicino cita un texto donde el que esto suscribe prende el ventilador sobre los blogs. Ahí –www.poesia.com– yo hablaba de la banalidad. Pero ante todo hablaba de un modo de poner opiniones en circulación, un modo que busca autolegitimarse en términos de estar al día con la historia (revolución digital), y del cual se desprende, entre muchas otras cosas, y en mi opinión, la tan mentada banalidad.

 

Cuando hablo de hombres solitarios, no pienso para nada en intelectuales críticos vs. intelectuales orgánicos. El contexto actual es demasiado mezquino para eso. Por hombres solitarios, pienso hombres sin tiempo o sin ganas de ponerse de acuerdo con otros o, aunque sea, de dar a discusión lo que escriben antes de publicar. En consecuencia, cuando pienso en blogs estoy pensando en individuos que operan páginas digitales desde sus computadoras personales y a solas con su (in)conciencia. El blog como, en la definición de una profesora de la Universidad de São Paulo, Daniela Ramos, ”a mídia de um homem só”, lo que en conjunto pasa a ser el medio de muchos hombres solos, cada uno de ellos autorizado por la certeza de no estar invadiendo el espacio de nadie, lo que a su vez implica pensar que el espacio de operatividad de las ideas es infinito o, al menos, tan amplio como el mundo.

 

 

Empezaría diciendo

 

O preguntándome qué es lo que define a los blogs (de opinión). Como discurso, hay cosas del panfleto, del ensayo, de la carta privada, etc. Como espacio, tiene la particularidad de ser un lugar donde dos o más cosas que se dan en el tiempo -una nota, la respuesta a esa misma nota por parte de un lector, la respuesta a la respuesta, etc- aparecen, a partir de determinado momento, juntas en todo momento. Algo así como el ideal de aquellas revistas académicas que publicaban las ponencias seguidas de los debates que éstas despertaron, sólo que acá el debate no tiene otro límite, creo, que el de la capacidad de memoria de la página. Por esto mismo digo que no existe ningún gesto específicamente ”blogueril” y que, en todo caso, si hay algo propio es una dinámica de diálogo blogueril, así como hay una dinámica propia en el diálogo telefónico.

 

Más allá del tipo de interacción entre el hacedor de la página y sus visitantes, hay una cosa que, sin ser específica de este medio, caracteriza a los blogs: el índice altísimo, en comparación con otros soportes de opinión, de páginas personales.

 

Estoy pensando en la definición de blog que, de estar viva María Moliner, pondría en su diccionario de uso: “una página donde un tipo sube lo que quiere”.

 

Si el blog en sí es un rebusque comunicacional vía Internet con una estructura de tipo nota + comentarios de los lectores a esa nota, los blogs en concreto son, en su gran mayoría, páginasdonde el total de las notas son editadas y firmadas por una sola persona, a la manera de los pasquines que editaba en el XIX el escritor romántico José de Espronceda.

 

La instancia simbólica que hoy legitima tanta página personal es un gesto tan necesario como sobrevalorado en la posmodernidad, el desacuerdo, que filósofos como Deleuze o Ranciére teorizaron. A mayor desacuerdo, mayor hegemonía de la firma de autor único: ésa es la ley del medio digital y no tan digital. Las consecuencias de esto no tienen por qué ser inquietantes si pensamos en el blog como un espacio alternativo; la cosa cambia si creemos que el blog es un laboratorio de transición entre el cuaderno de notas y el medio (impreso o digital) de comunicación masivo y establecido en un mercado.

 

Se habla mucho de lo virtual, pero esa expectativa inescondible de establecer una firma en un mercado es la virtualidad que más me interesa en torno a las páginas digitales.

 

Volviendo a las características del blog, decía que, en términos pragmáticos, lo que llama la atención en la gran mayoría de los casos es que es un único individuo el que escribe. Es decir: aun cuando las notas sean cut and paste de otros medios, éstas tienen una única firma que es la del editor del blog que, mediante la ironía explícita o incluso mediante el silencio, está escribiendo algo por encima de la frase o el artículo recortado, algo aunque más no sea la puesta a los ojos del mundo de que él/ ella es consciente de la existencia de esa frase o artículo. Y en consecuencia los lectores van a ese blog a buscar  a) su nota, b) las formulaciones de su conciencia frente a otras notas o c) las noticias del mundo a través de esa conciencia.

 

Lo que generalmente se entiende por blog es esto. Entre esos muchos blogs, podría haber algunos que de vez en cuando pidan una colaboración de otro editor/ otra firma, lo cual los acercaría un poco a la estructura de una revista. Siempre y cuando ese pedido de colaboración sea inusual -y lo común sea la nota firmada por el mismo editor- se puede decir que el modelo que funciona sigue siendo el mismo aunque con algún ”toque” concertacionista cada tanto.

 

El blog de opinión literaria es un invento tercermundista: de Estados Unidos a Argentina. En Europa, lo más parecido a blogger es ””. De hecho, cuando una vez le comenté a un amigo alemán sobre los blogs literarios argentinos, el tipo no entendía de qué le estaba hablando y al final me dijo algo así como ”ah, tienen un my space”. Y se mataba de la risa.

 

En los países donde las revistas digitales o impresas no escasean y donde los periódicos dedican ocho páginas a la cultura, el blog de opinión literaria no existe. Eso ocurre en casi toda Europa. No ocurre en España -donde sí hay blogs- ni en algunos otros países que carecen de una tradición periodística seria y constante y que no ofrecen, en consecuencia, ni seis páginas de cultura en cada periódico.

 

Dentro del universo blog hay también una minoría de páginas donde la estructura es la misma (notas + comentarios) pero los que editan y firman las notas son varios. Estos blogs pueden tener un único editor general y una serie de colaboradores, o bien un consejo editorial. Son espacios donde, a diferencia de los anteriores, lo verosímil por recurrente es a) encontrar personas/ lectores que mandan notas y que son publicadas fuera de los confines del post, b) que los mismos editores pidan notas a otras personas. Ejemplos de esto último, en cuanto a páginas con base en Argentina, son ”El remisero absoluto” y ”Nación Apache”.

 

Por otro lado, finalmente, están los blogs literarios que no son de opinión, como en nuestro país el de Ezequiel Zaidenwerg, que se limita a subir traducciones de poesía y letras de rock. En un punto son como anti-blogs: piden opinión en vez de darla.

 

 

Vamos a ver

 

¿Por qué hago esta diferencia entre blogs de editor único y blogs-revistas?

En aquel artículo que escribí sobre blogs se leyó, parece, la cuestión de las banalidades solamente. Lo que yo entiendo ahí, sin embargo, es que los comentarios banales son un efecto y no son el centro de la argumentación. Y el centro de la argumentación tiene que ver con aquello de “un rosario de ironistas con departamentitis crónica no puede destruir a un grupo de cuatro o diez personas que tienen que ponerse de acuerdo en un contenido”.

 

Es decir: pienso que la banalidad, sea lo que fuere en la conversación cotidiana, en la cultura escrita es el resultado probable de todo tipo de performance discursiva que evita pasar por el filtro del consejo, la lectura crítica, incluso la aprobación de otros.

 

Las escrituras solitarias por lo común no conducen a una revolución guevarista ni poundiana. Los consejos editoriales tampoco, pero su inutilidad en un proceso de transformación social siempre es menor.

 

Vuelvo a la banalidad tal como la entiendo en un medio impreso o digital, no en una charla. Si mantengo esa misma definición de banalidad, y si interpreto, por ejemplo, que en un medio como Ñ los distintos hacedores no se leen entre ellos –es decir, si interpreto que Jorge Aulicino no es leído por Ivana Costa previamente a subir su columna, o que Muleiro no es “aprobado” por Flavia Costa antes de subir su columna–, entonces voy a concluir que Ñ se está jugando por la banalidad.

 

Y efectivamente pienso que en Ñ no hay editor. Y que Ñ no es un conglomerado-blog de editores únicos simplemente por cuestiones estructurales (porque los lectores no postean) pero sí lo es o se le parece bastante en términos pragmáticos.

 

Lo pienso así por lo siguiente. Ñ decide que, en determinado número, va a aparecer una sección con el título “Teoría Literaria”, una sección que no aparece habitualmente. El tema que va a tratar ese día esa sección es el libro y el suceso editorial de El Código Da Vinci desde la perspectiva, claro está, de la teoría literaria. Yo no conozco a Jorge Aulicino personalmente. Intuyo que, en el mejor de los casos, puede ser un excelente poeta además de periodista. Sé con certeza que no se dedica a la teoría literaria, lo sé antes de leer su estudio sobre El Código Da Vinci y lo ratifico desde la primera línea. Es decir, lo ratifico no porque en la primera línea quede en claro que Aulicino desconoce a fondo la obra de cualquier teórico de la literatura -cosa que no sé- sino porque queda claro que Aulicino desconoce a fondo los protocolos de la teoría literaria. Y la teoría literaria es una disciplina con protocolos, algunos horrendos otros muy democráticos y muy poco personalistas. La primera línea, de silencio inicial a punto, es la siguiente: “Vamos a ver.”

 

Es decir: está dando vueltas hace tiempo un tema complejo como el fenómeno Dan Brown donde todos opinan, opina la iglesia y la televisión, y llega Aulicino y dice “vamos a ver.” Me remango la camisa y bueno, hago el trabajo que nadie quiere hacer, lo hago Yo. Y obviamente, esto no es todo. El estudio de teoría literaria en cuestión acaba siendo una perorata sobre la importancia de Dios –acá ya no sólo caen los protocolos. Y me limito a este artículo de teoría literaria, no hablo de Aulicino como latinista publicando también en Ñ sus traducciones de Catulo.

 

De más está decir que hay egresados de Letras que se dedican a la teoría literaria y que seguramente aceptarían escribir un estudio de ese tipo para Ñ sin necesidad tampoco de usar un lenguaje jeroglífico (que suele ser la coartada de los medios para no dar trabajo). Yo no podría; yo establezco distinciones teóricas tales como “autores que buscan pija” y “autores que buscan su pija” que, si bien no se alejan tanto de los protocolos de la teoría, sí escapan al discurso de un semanario impreso.

 

A esto es a lo que quería llegar cuando hablaba de la virtualidad que más me inquieta en el mundo de las páginas virtuales: es muy verosímil pensar que en el blog se están formando los futuros redactores de Ñ o de cualquier revista de gran visibilidad que, dentro de diez años, opere en el mercado como hace Ñ hoy: legitimando a dos o tres tipos que pueden hablar de todo (que pueden “subir de todo”), cerrando puertas a posibles colaboradores, dejando afuera la necesidad de ponerse de acuerdo en un contenido y de dar las propias notas a consideración de un consejo antes de imprimirlas.

 

Todo lo otro (si se está dando una revolución en los medios, si en el futuro sólo habrá diarios electrónicos) no me inquieta tanto. Ésta es la única banalidad. Mejor dicho, la banalidad de un blog como el de Marina Mariasch, donde la buena poesía convive con fotos de los libros que otros escritores le dedican, es demasiado inofensiva para ser banal.

 

 

Debajo de mi nombre está mi nombre

 

Y este tipo de banalidad, por último, es también celosamente tributaria de una concepción personalista de la cultura: la cultura como un compost de grandes nombres de autor, grandes firmas. Ésa es otra característica de muchos de los blogs así como de muchas revistas de cultura: el texto de opinión es concebido casi religiosamente como un disparador de reflexiones sobre una figura pública que todos conocen. Gran parte de la retórica de los blogs (ya sea en las notas como en los comentarios) se limita a ejercicios de calificación de una persona pública (escritor, político): el mejor, el más tarado, etc.

 

Hay algo de lo que los últimos gobiernos (incluido el actual) son responsables pero también el Grupo Clarín y otros medios lo son: el hecho de que miles de jóvenes a medio camino entre el hobby y la profesión de titiriteros, dibujantes, novelistas, mimos y escultores hayan abandonado el país para radicarse en España y en otros destinos que buscan gente con formación. ¿Por qué Clarín también es responsable? Porque no concibe ocho páginas diarias de cultura donde se dé cabida a gente desconocida que está trabajando en algo. Los diarios que se precien lo hacen: dan notas sobre gente que casi nadie conoce. Y si el lector se pregunta “¿y éste quién es?”, no importa; esa pregunta ocurrirá sólo al comienzo, después uno se acostumbra a un estilo más abierto. La revista Ñ de Clarín, al igual que gran parte de los blogs, y tal como lo demuestran esos recuadritos que vienen en la portada de cada número, prefiere hablar de “el más polémico…”, “el indiscutible”, “el mejor” y toda una sarta de adjetivos calificativos. La escasez de páginas de diario dedicadas a temas culturales está en perfecta simetría con el interés exclusivo por los “grandes” artistas indiscutibles, y es lo que crea la atmósfera decadente donde la pregunta “¿éste quién es?” pierde a manos de la pregunta “¿en qué anda (tal o cual famoso)?”.

 

 

Querida niñacriolla a quien no conozco: como bien sabés en conclusión, no se trata de leer o no leer blogs, sino de repudiar cuando es necesario, y de exigir ciertas cosas a los iconoclastas de más de 30. Me parece lógico que los veinteañeros tengan blogs personales, porque hay un tiempo para formarse en la sensación de que estamos solos así como hay un tiempo para ponerse de acuerdo en un programa. Pero parece que Juana Bignozzi tiene razón cuando dice que, en el fondo, aunque no lo manifiesten, los poetas no tan jóvenes siguen amando a Pizarnik.

 

 

Cristian De Nápoli

 

 

 
 
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Imágenes de ilustración:

Margen inferior: Kelly, My Demons (detalle).