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Subjetividades experimentales. Indefinición y desarraigo en los textos de Clarice Lispector

por Carlos Gradín

 

 

 

 

Ítalo Moriconi reúne la producción de los últimos años de Clarice Lispector bajo el concepto de la "hora de la basura" ("trash hour"). Se refiere así a ciertos rasgos de su escritura en los que percibe un juego ambivalente entre expectativas y prácticas. Una suerte de decepción y de renuncia a consolidar el proyecto de escritura, como si escribir se hubiera tornado una tarea imposible. ¿Por qué escribir? Ésta pareciera ser la pregunta que sobrevuela los textos e interpela a los narradores.

La escritura se concibe, en Lispector, como un tema en sí misma. Se describen personajes y situaciones, pero además se reflexiona sobre el motivo que lleva a una subjetividad a expresarse: "Discúlpenme," -dice el narrador de La hora…, "pero voy a seguir hablando de mí, que soy mi desconocido". Moriconi considera esto como la marca de una crisis terminal del modernismo, de su "proyecto de progresiva radicalización de la escritura auto-reflexiva" (1). La experimentación sobre las formas de representación que caracterizaron a este movimiento (con el Ulises de Joyce como una de sus obras más emblemáticas), alcanza en estos textos un punto en el que se cuestiona incluso el proyecto de escritura en su conjunto.

Este trabajo pretende dar cuenta del espacio subjetivo que construye la escritura de Lispector, y para ello intentaremos contrastarlo con otra subjetividad, la que presenta Jorge Checa en su trabajo sobre Santa Teresa de Jesús. También nos referiremos a las ideas de Peter Bürger y Paolo Virno en torno a la construcción de subjetividades en la modernidad.

En la novela La hora de la estrella Lispector construye un narrador que sostiene un diálogo hipotético con sus lectores. Su presencia, junto con el relato de las dificultades que atraviesa su escritura, adquieren una importancia igual a la del resto de los personajes. La novela narra, entonces, tanto la historia de Macabéa, una joven nordestina e insulsa, como el trabajo de escritura lento y dificultoso de Rodrigo S.M. "Como que estoy escribiendo en el momento mismo de ser leído." (2), dice al comienzo. La posición del narrador es siempre de precariedad, de incerteza sobre la continuidad de su escritura, y también de perplejidad, en el sentido de un cuestionamiento incesante de aquello que toma como objeto de reflexión. El sujeto de la narración y su escritura no conviven como socios en un plan que los contenga y les proponga metas definidas. "Escribo" -dice- "porque no tengo nada que hacer en el mundo: estoy de sobra y no hay lugar para mí en la tierra de los hombres." (3) Su vínculo con la protagonista del relato, como dice Moriconi, "oscila entre la repugnancia y la simpatía" (4).

También en las crónicas que escribió esta autora para el Jornal do Brasil se lee una escritura incapaz de afirmarse y definirse. En realidad, no cesa de cuestionar sus presupuestos. En "Ser cronista", del 22 de junio, la narradora se declara ajena a la crónica como género. Y dice,

"Ya no sé escribir, sin embargo el hecho literario se tornó poco a poco tan sin importancia para mí que no saber escribir tal vez sea exactamente lo que me salvará de la literatura." (5)

Una escritora que no sabe escribir, un hecho literario que pierde importancia, el deseo de salvarse de la literatura. Clarice Lispector era una escritora consagrada cuando aceptó el ofrecimiento del diario para escribir una columna semanal. El ámbito de la vanguardia estética con la que se la asociaba, se trastoca por este nuevo medio de difusión que la coloca ante un público de millones que hacen que "el modo de escribir se transforme." (6), según sus propias palabras. La crónica se convierte en un espacio de reflexión sobre la escritura porque la subjetividad que construye Lispector parte de una doble negación. Se trata de decidir entre los libros o el diario, optar entre la comunicación profunda o el deseo de agradar, de divertir. Pero esta tensión no se resuelve nunca, lo que la lleva a decir, "… no estoy contenta." (7) La subjetividad aparece sumida en la indecisión y la perplejidad. El vacío de la página en blanco la enfrenta a una carencia total de formas y guías con las cuáles abordar su propio discurso.

Agrupados de esta manera, como propone Moriconi, estos textos de Clarice Lispector pueden pensarse, más allá de sus diferencias de género, como un mismo experimento narrativo cuyo rasgo principal es la exhibición en primer plano del trabajo de escritura, sus logros y resistencias. Una exploración, en última instancia, de sus límites, o sea, de sus imposibilidades para decir y construir determinado discurso.

Como dice en una crónica, "… escrevo pela incapacidade de entender, sem ser a través do processo de escrever." (8) El gesto que prevalece es el intento por abarcar y dar consistencia a elementos heterogéneos. Hay una confianza en el poder de la escritura que recorre estos textos, novela y crónicas, pero el modo en que aparece esta confianza es a través de su crisis. Es una confianza que –paradójicamente- ya no confía. La escritura no logra satisfacer las pretensiones de la subjetividad. Ya no ofrece un medio a través del cual construirse, o recolectar cierto saber sobre el mundo. En su lugar queda un anhelo incumplido, el desencanto ante un poder que ya no colma las expectativas depositadas en él:

"MISTERIO

Cuando comencé a escribir, ¿qué deseaba alcanzar yo? Quería escribir algo que fuera tranquilo y sin modas, algo como el recuerdo de un alto monumento que parece más alto porque es recuerdo. Pero quería, de paso, haber tocado realmente el monumento.

Sinceramente no sé lo que simbolizaba para mí la palabra monumento. Y terminé escribiendo cosas completamente diferentes. " (9)

 

En este punto creo que puede resultar ilustrativo poner en relación estos textos con otro proyecto de escritura, lejano temporal y culturalmente, como el de Santa Teresa, pero que también escenifica el intento de producir conocimiento respecto de una experiencia singular y subjetiva. En su texto la Santa da cuenta de sus experiencias místicas ante un público integrado sobre todo por otros religiosos, muchos de los cuáles desconfían de la naturaleza de lo que para ella son "encuentros con Dios". Su escritura está marcada, además, por la imposibilidad de transmitir adecuadamente el sentido de su experiencia. Es decir, construye un discurso en el que exhibe la imposibilidad de transmitir su conocimiento, y que además se ve obligado a adquirir cierta elocuencia que le permita presentarse ante sus interlocutores y ante otros discursos del saber religioso. En función de esto, Jorge Checa señala en los textos de la Santa un "énfasis retórico". Es decir, no sólo un arte de persuasión, sino también, y sobre todo, una práctica ligada a "… la indagación filosófica; más exactamente a la búsqueda de un saber radical (no derivativo) y a la vez anclado en la historicidad del sujeto." (10) Se trata de una modalidad del discurso adoptada por ciertos autores durante el Renacimiento que "…rebasando los límites de los sistemas puramente abstractos exacerbados en la Escolástica, descubre los orígenes que imbrican a un hallazgo, o experiencia, la facultad humana de expresarse verbalmente." (11)

Para Checa, esto es una innovación. La Santa se enfrenta al problema de describir y tornar creíble una experiencia, pero no puede hacerlo dentro de los sistemas discursivos disponibles y predominantes en su época. La Escolástica podía aportar premisas y razonamientos ya "aprobados", pero la Santa debía reconstruir una experiencia individual y subjetiva, una instancia de encuentro con lo Otro que se sustrae a las formalizaciones y premisas. De ahí, dice Checa, que la Santa deba construir un relato autobiográfico. El relato de su vida se convierte en el sustento que otorga validez a su experiencia mística. Exponer en palabras la historia de una subjetividad –y de cómo llegó a plasmarse por escrito-, se transforma en una estrategia para validar ese saber que, como dice Checa, es "radical (no derivativo)".

Los textos de Lispector, pueden pensarse también como experimentos "retóricos", en el sentido en el que Checa emplea el término. En ellos la escritura compone un diálogo consigo misma. Los enunciados se acumulan y se responden, pero no delimitan una instancia de conclusión. Antes que eso, parecen disponerse de tal modo que la continuidad sea aquello a privilegiar, una permanente invitación a reponer un enunciado allí donde lo único que hay es un vacío dejado por los enunciados anteriores. Ni clausuras, ni puntos finales. La escritura de Lispector pareciera recibir su impulso de una meta clara: conjurar el cierre, evitar hasta las últimas consecuencias la conclusión que recapitule y reordene los enunciados anteriores.

Se trata, entonces, de un "saber no derivativo" que no fundamenta su carácter de verdad en premisas formuladas a priori. Antes que su adecuación, o no, a estas categorías de verdad, este saber adquiere su validez en el mismo acto de mostrarse ante un público. De ahí, el carácter dialogado y retórico con el que lo concibe Checa.

Se entiende también, de esta manera, la función que cumplen las reflexiones sobre la escritura en las crónicas. Introducen la dimensión del diálogo en tanto construyen un sujeto de la enunciación identificable, que se presenta como sostén de su discurso. Podría pensarse que lo que consiguen las escrituras de Clarice Lispector y de la Santa es una teatralización de sí mismas, una segunda instancia de representación en la que aquello que se narra está narrado nuevamente a través de una subjetividad ficcionalizada. Esta figura es omnipresente, acecha detrás de cada palabra, y es la que garantiza la cohesión del texto. Si no hay un saber derivativo, que razone por medio de premisas y parámetros, queda entonces el recurso de exponer el saber a través de una subjetividad. Contar su historia, hacer que ésta se describa a sí misma. El saber no será razonado, ni confrontado con criterios de verdad, pero será utilizado como materia prima para la construcción de esa subjetividad. Saber, lenguaje y subjetividad quedan enlazados en este movimiento, funcionan unos a partir de otros, cumplen cada uno con las necesidades de los demás:

"En esta columna de alguna manera estoy dándome a conocer. ¿Pierdo mi intimidad secreta? ¿Pero qué hacer? Es que escribo al correr de la máquina y, cuando veo, revelé cierta parte mía. Pienso que si escribo sobre el problema de la superproducción del café en Brasil terminaré siendo personal." (12)

Si concebimos, como Peter Bürger, el modelo moderno de la subjetividad como un complejo de ideas orientadas a la formulación de un conocimiento, podemos pensar los textos de Lispector como un intento por evadirse de dicho proceso. En sus textos las impresiones se acumulan, y nunca conducen a una conclusión a la manera de un balance. De hecho, el propio narrador, como sucede en la novela, suele rechazar explícitamente que algo así como un cierre adecuado pueda existir para la narración. "Discúlpenme esta muerte", dice, "… ahora sólo me resta encender un cigarrillo e irme a casa." (13) Ningún compromiso lo unía al personaje, y una vez desaparecido éste la narración termina. Antes que concluir, parece extinguirse como si llegado un punto no quedara más que renunciar, asumir que el intento por comprender estaba condenado a fracasar. "El silencio es tal que ni siquiera el pensamiento piensa." (14)

Si se tratara de una subjetividad moderna, interesada en el conocimiento y sus modos de elaboración, estaríamos ante una escena trágica. Reelaboraría, entonces, el tema de la búsqueda (frustrada) que desencadena una catástrofe. Moby Dick, por ejemplo, el viaje fanático del capitán Ahab y la ballena que regula la distancia, y lo mata. En cambio, en una crónica, Lispector dice: "No fui a ver la ballena que estaba (…) en la puerta de mi casa muriendo." (15) Esta renuncia es constitutiva de la subjetividad que construye el texto. Parte de una paradoja: no ir a ver la ballena pero sí escribir la crónica, utilizar ese conocimiento impreciso (leyendas, rumores, noticias), resistirse a la experiencia directa. La tragedia surgiría allí donde se tornara insalvable la brecha entre el deseo por conocer y la eficacia del intento. Por eso no hay sentido de pérdida en la crónica de Lispector, porque la formulación de dicho proyecto nunca existió. O, mejor dicho, nunca existió con una finalidad explícita. No hay brecha, ni imposibilidad, porque nunca se formuló un proyecto de escritura en términos de éxito o fracaso.

Las subjetividades de los textos no pueden, por lo tanto, evaluarse según el criterio de su eficacia descriptiva (si es que describen algo). Las crónicas de Lispector se construyen, en todo caso, como sumas de temas y reflexiones sin solución de continuidad. No se trata de dar con la palabra definitiva, sino de agregar asociaciones a una cadena de imágenes que logran transformar, como por arte de magia, a una ballena muerta en una playa en una reflexión sobre el ser humano:

"Nunca alcanzaremos en nosotros el ser humano: la búsqueda y el esfuerzo serán permanentes. Y quien alcanza el casi imposible aprendizaje de Ser Humano, es justo que sea santificado.Porque renunciar a nuestra animalidad es un sacrificio." (16)

Búsqueda y renuncia. Tenemos, entonces, subjetividades construidas al margen de los cánones convencionales para medir el conocimiento. No se rigen por una eficacia explicativa, ni se fundamentan en razonamientos y premisas. Sus discursos se sustentan, en cambio, en la puesta en escena de las propias subjetividades. Como testigos de sí mismas, éstas son portadoras de su saber, y funcionan como garantía de su verdad. Pero también aquí se instala una paradoja, ya que los discursos, como dijimos, no pretenden un efecto de cierre, a la manera de una conclusión. En cambio, parecen buscar activamente un estado de permanente tránsito, como si el proceso de escritura pudiera prolongarse indefinidamente. Se rigen por un efecto multiplicador, proliferante, que los vuelve capaces de incorporar cualquier elemento, y luego producir asociaciones que se disparen en direcciones imprevistas. Para Lispector, ese "Descubrimiento del mundo" al que se dirigen sus crónicas es también una apropiación voraz. Ballenas, noticias, confesiones, recuerdos, todo entra en esa caja de resonancia en la que se convierte la escritura. De esta forma puede comprenderse la ausencia de cierre o conclusión: esta es imposible porque implicaría una subjetividad capaz de presentarse como una proyecto terminado. Algo imposible en el marco de una incorporación infinita de nuevos elementos a la serie. Las subjetividades que construyen estos discursos parecen eludir una identidad. Se cumple en ellas la frase de Fernando Pessoa citada en una crónica, "Hablar es el modo más simple de tornarnos desconocidos." (17)

Podemos pensar esto relacionándolo con las reflexiones de Paolo Virno sobre la subjetividad contemporánea. Dice Virno:

"De acuerdo con el modelo de subjetividad que ha prevalecido en la modernidad, la percepción está enraizada en un medio específico, mientras que la inevitable y simultánea conciencia de la percepción (apercepción) es la fuente de trascendencia, la apertura a lo universal. Al percibirme mientras percibo, en cierto sentido yo me miro a mí mismo desde afuera, desde más allá del contexto particular en el que me muevo…" (18)

En la modernidad el conocimiento estuvo construido a partir de un sujeto auto-reflexivo, es decir, un sujeto capaz de objetivarse a sí mismo para situar adecuadamente su posición relativa respecto del mundo. De ahí la necesidad de mirarse a sí mismo "desde afuera". Para Virno este modelo presupone una capacidad del sujeto de recuperar para sí todos los estímulos e impresiones que le llegan desde su entorno. La piedra basal de esta subjetividad la constituye una convicción: "Yo puedo percibir y reflexionar acerca de todos los acontecimientos y fenómenos que me determinan en tanto sujeto".

Virno va a decir que ya Leibniz había cuestionado este modelo. Para el filósofo son justamente las impresiones que caen más allá del foco de atención del sujeto auto-reflexivo, las que lo determinan con más fuerza. Es decir, hay un fuera del campo que es inapresable para el sujeto y que escapa a su voluntad de conocer.

En este sentido, la crítica más fuerte que puede realizarse a esa subjetividad auto-reflexiva es su efecto conservador. Éste se desprende de su confianza en la capacidad de dar cuenta de su situación en el mundo y, por ende, de su desconocimiento de ese exterior a su campo perceptivo que se sustrae a su reflexión.

La confianza en el poder auto-reflexivo, lleva a la subjetividad a considerarse capaz de definir su lugar en el mundo. Al reconocerse a sí misma desde el exterior, la subjetividad se identifica, es decir, adquiere señas de pertenencia a contextos y ámbitos de la cultura. La subjetividad se reconoce, entonces, ligada a ciertas raíces, espacios políticos, históricos, de tradición o de trabajo. Se construye como identidad por un efecto de los mismos presupuestos del sujeto, por su confianza en la capacidad de reflexión absoluta.

Frente a este modelo, Virno concibe una alternativa. Ésta surge en el reconocimiento de la propia contingencia. El sujeto está limitado, es incapaz de acceder en forma plena a su experiencia. La reflexión produce un recorte que no necesariamente se extrae de la parte más representativa. Por eso:

"Estamos invadidos por impresiones e imágenes que nunca dan lugar a un ´yo´. Este exceso de percepciones inconscientes es, por añadidura, la marca de todos los desarraigos que soportamos. Exiliados y emigrantes, nuestro sentido de identidad es puesto amargamente a prueba, precisamente porque el flujo de percepciones que nunca echa raíz en la conciencia auto-reflexiva está creciendo de forma desproporcionada."

La cultura contemporánea, con su saturación de información y su inestabilidad de las formas de vida, no hace más que agudizar ese desfasaje entre el sujeto y su capacidad de aprehender su experiencia. Sin embargo, para Virno no todo es pérdida en este proceso. Los textos de Lispector permiten entender ese momento positivo que, para Virno, es inherente al desarraigo.

No se trata de afirmar que los textos de Lispector son fragmentarios y no consiguen arribar a una conclusión porque están inmersos en el contexto contemporáneo de fugacidad y desarraigo de la experiencia. Esto implicaría simplificar y, por otro lado, sería difícil de demostrar. Lo que sí puede decirse es que los textos presentan subjetividades en proceso de construcción. Y que dicho proceso opera de modo análogo a como opera, según Virno, la subjetividad contemporánea sometida a los regímenes de precariedad (laboral, económica, afectiva) por el sistema capitalista. Es decir, son subjetividades que no se reconocen a partir de su contexto, que no se apropian del mundo con miras a obtener un sentido de identidad. En cambio, construyen pertenencias transitorias a partir de los elementos que tienen a su alcance, pertenencias que pese a ser transitorias no dejan de proveerles un modo concreto de habitar el mundo.

Para Virno esta utilización pragmática del desarraigo es una marca de época. Hoy abundan los cínicos que postulan el descompromiso con su entorno con el único fin de adaptarse con mayor eficacia al sistema de producción capitalista, a su demanda de sujetos y saberes fragmentados.

Pero para Virno la alternativa no está en combatir el desarraigo, sino en sustraerse a su uso pragmático por parte del sistema productivo:

"Debemos preguntarnos si y cómo tanto la oposición como la esperanza pueden llegar a emerger del desarraigo que ha originado un nihilismo eufórico y complaciente. Y debemos preguntarnos si y cómo nuestra relación con las cambiantes oportunidades puede no ser "oportunista" y nuestra familiaridad con las reglas no ser "cínica". (19)

Siguiendo a Virno, podemos decir que la subjetividad que construye Lispector antes que asumirse como entusiasta del desarraigo, lo recupera para su propio proceso de reflexión. El desarraigo se radicaliza. Produce un desarraigo del desarraigo, porque ni siquiera queda en pie la posibilidad de la pose cínica, del uso estratégico de la indefinición. Ya no se puede habitar el mundo, definir un contexto, una identidad, pero tampoco se puede situar alegremente una subjetividad en el no-lugar del presente. Se recupera, entonces, una dimensión trágica de esta imposibilidad de reconocerse a partir de un contexto. Lejos de constituir una solución "inmediata", el desarraigo implica un trabajo permanente de la subjetividad consigo misma, una reelaboración de sus modos de proyectarse y concebirse. De ahí que la escritura de esta subjetividad parezca tornarse infinita, puesto que se convierte en un proceso abierto de construcción, una experimentación acerca de los modos de construirse en contextos transitorios, y un intento de habitar en ellos.

 

Carlos Gradín

 

 

NOTAS

  1. Moriconi, Ítalo, "The hour of the Star or Clarice Lispector´s Trash Hour" en Brasil 2001, Dartmouth, 2000 p. 213

  2. Lispector, Clarice, La hora de la estrella, Siruela, Madrid, 2000.

  3. Ibídem., p. 22

  4. Ibidem., p. 43

  5. Lispector, Clarice, "El descubrimiento del mundo", Buenos Aires, edición de la Cátedra de Literatura Brasileña y Portuguesa de la UBA, 2002, p. 4

  6. Ibidem. p. 4

  7. Ibidem. p. 43

  8. Lispector, Clarice, Para nao esquecer, San Pablo, Atica, 1979

  9. Lispector, Clarice, "El descubrimiento del mundo", op. cit. p. 9

  10. Checa, Jorga. Experiencia y representación en el Siglo de Oro. Capítulo II, p. 85, Junta de Educación de Castilla y León, Valladolid, 1998.

  11. Ibid. p. 86.

  12. Lispector, Clarice, "El descubrimiento del mundo", op. cit. p. 9

  13. Lispector, Clarice, La hora de la estrella, op. cit. (p. 81)

  14. Ibidem. (p. 81)

  15. Lispector, Clarice, "El descubrimiento del mundo", op. cit. p. 7

  16. Ibidem. p. 8

  17. Lispector, Clarice, "El descubrimiento del mundo", op. cit. p. 9

  18. Virno, Paolo, "La ambivalencia del desencanto" (edición de la cátedra).Tomado de Virno, Paolo y Hardt, Michael (comp.), Radical thought in Italy: A Potential Politics, Minneapolis, Minneapolis University Press, 1996.

  19. Virno, Paolo, op. cit. p. 10

 

BIBLIOGRAFÍA

  • Bürger, Peter, La desaparición del sujeto, Madrid, Akal, 2001.
  • Checa, Jorga. Experiencia y representación en el Siglo de Oro. Junta de Educación de Castilla y León, Valladolid, 1998.
  • Lispector, Clarice, "El descubrimiento del mundo", Buenos Aires, edición de la Cátedra de Literatura Brasileña y Portuguesa de la UBA, 2002, p. 4
  • Lispector, Clarice, Para nao esquecer, San Pablo, Atica, 1979
  • Moriconi, Ítalo, "The hour of the Star or Clarice Lispector´s Trash Hour" en Brasil 2001, Dartmouth, 2000 p. 213
  • Virno, Paolo, "La ambivalencia del desencanto" (edición de la cátedra).Tomado de Virno, Paolo y Hardt, Michael (comp.), Radical thought in Italy: A Potential Politics, Minneapolis, Minneapolis University Press, 1996.

 

 

 
 
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