el interpretador poesía

 

El vino de la casa

Carla Sagulo

Presentación, por Sebastián Hernaiz

 

 

 

 

Presente disociado


¿Qué hacen los vidrios en el piso? Cortan. No se puede, entonces, caminar descalzo. ¿Qué hace la poesía? Advierte: No camines descalza: poesía desde el cuerpo. ¿Cuerpo? El cuerpo atravesado. Botellas ya cayeron y estallaron, el pasado como un hábito que marca: al cuerpo. Lo dado como un centenar de agujas que tensan al cuerpo que se quiere liberar: los objetos que persisten cuando habría que dejarlos, lo establecido -recuerdos como látigos- castiga a la yegua de peluche y la poesía de Sagulo, se ofrece, carne, y salta por el cuerpo: dejen de pegarle.

Entre el pasado de botellas rotas y el futuro cercenado de proyectos, el presente de la poesía: no camines descalza, no llores, no te inquietes: la poesía caricia al cuerpo, arrumaco, consuelo y proyecto.

La poesía de Sagulo parte de saber: una banana en la heladera, pasado el tiempo, se pone negra: a partir de ahí, su poesía se escribe: la banana ya está negra y está en nuestra heladera: ¿qué hacer con ella? El cuerpo extendiéndose sobre eso, y el afuera entumece.

Otra vez: el aire que faltaba podía ser: aire acondicionado ausente y un verano con ventilador viejo e inútil, o aire que falta al cuerpo asmático de tristeza. Otra vez: las latas pueden ser: envoltorio y forma de condiciones de vida o menú acotado para una comida apurada. Un menú mezcla lo vivo con lo muerto: la poesía: lo vivo revolviéndose entre trastos muertos que se cuelgan como harapos atando al cuerpo.

La poesía es del hoy. Pero el hoy arrastra pasados, objetos que persisten. La yegua de peluche, la carne que se ofrece: cuerpos debatiéndose entre nostalgia moribunda y el hambre de hoy. La poesía de Sagulo: voz hambrienta y hambre de voz.

Sebastián Hernaiz

 

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Carla Sagulo

El vino de la casa

 

El vino de la casa


No camines descalza.
El vino de la casa
estalló en pedazos.
Habrá que barrer
sus lagrimitas,
buscar en los rincones
la punta de la herida.

No llores.
En las paredes
ya había manchas,
el vino estaba rancio
y la botella sí,
podría haber sido
el pie de esa lámpara
que nunca hicimos.

Pero no te inquietes.
Todo se rompe.
Al fin y al cabo,
la casa, nos dicen,
fue siempre luminosa.

 

 

Nostalgia por los suministros

el ventilador no alcanza
no ventila a nadie
ni siquiera seca
lo que lloramos

el verano es demasiado

                 voy a llorar en un balde
para mojarme los pies
cuando corten el agua

el ventilador no alcanza
la sombra no
no hay aire

                   voy a extrañar sus aspas 
sin embargo su sombra
cuando corten la luz

voy a extrañar la luz
el agua
como hoy ya extraño el aire

y ni siquiera la tormenta
ni siquiera la luz
el juego eléctrico


voy a extrañar demasiado
cuando corten la sangre
con el último hielo.

 

 

Sombrero

Las cosas tienen cierta vida.
Una vida que retrasa
cuando el ojo las desnuda
y encuentra bajo el sombrero
todas estas hormigas ciegas.

Vos eras bueno para eso
sentarte a ver qué hacían los insectos
pero yo siempre tuve hormigas en el culo
vos decías.

Y aunque supe agradecerte
la sombra que me diste al mediodía,
nunca pude, cariño, acostumbrarme
a tu país tan bien organizado.

 

 

Orden

No hay que dejar que la casa se caiga.
Acumular bolsas de plástico
puede ser peligroso.

Todo pa´ fuera
pa´ fuera
barriendo pa´ fuera.

Hay gusanos en el tacho de basura.
En la heladera, una banana negra
y una fruta desconocida
que alguien compró
hace mucho tiempo.

Afuera.

Me extiendo en mi casa.
Ahora va empezar el frío.

 

 

Dieta disociada

Algunas veces,
le tiro a mi carne
aceite hirviendo
como a un inglés.
La riego con vino
y se la doy
al que me mire
hambriento.

Otras veces,
mojo el pan de ayer
en leche fresca;
abro latas de soledad,
paquetes de cigarros;
mezclo lo vivo con lo muerto.

Me dicen:
¡tenés una ensalada, nena!
y yo pienso:
será por su dulzura...
tan adherida a mis huesos
como esta carne que ofrezco.

 

 

Dejar un hábito


El pasado es un hábito del presente.
Es hoy
un cuarto cerrado
un sombrero
una corbata
objetos que persisten.

Habría que dejar
de castigar a la yegua de peluche
con tanto recuerdo como látigo.

Dejar de acariciarla

                -los ojos vueltos hacia atrás,
las manos perdidas para la acción.

Dejar de alimentarla

                -nostalgia que fuera muriendo.
Hambre de hoy.

 

Necesidades

Esta música dejó de acompañarme.

Ya no quiero el arco del violín
suicida en la muñeca. Necesito
que la noche no termine
que traigan a la orquesta
que la pongan
a tocarme
algo lindo.

 

 

 

©Carla Sagulo

 

 
 
 
 
Dirección y diseño: Juan Diego Incardona
Consejo editorial: Inés de Mendonça, Marina Kogan, Juan Pablo Lafosse
Control de calidad: Sebastián Hernaiz
 
 
 
 

Imágenes de ilustración:

Margen inferior: Joel-Peter Witkin, Poussin-en-el-infierno (detalle).